Amara Florido documenta el (castigado) patrimonio industrial de Canarias
«Hay que plantear una segunda vida al patrimonio industrial y no su destrucción»

«La escasa o nula sensibilización de la población hacia la huella industrial ha provocado su destrucción», dice Amara Florido Castro durante la entrevista, en la que habla de su trabajo de documentación del patrimonio histórico industrial de Canarias (edificios y maquinaria), a la vez que reivindica la necesidad de su preservación. [Versión extensa de la entrevista publicada en la edición impresa de PELLAGOFIO nº 120 (2ª época, julio 2023)].
«La rehabilitación debería acometerse de la manera menos traumática posible, para no desvirtuar el aspecto inicial de estos inmuebles» AMARA FLORIDO CASTRO
Por YURI MILLARES
Tras de varios años documentando en precisas fichas el patrimonio histórico industrial que atesora (y poco va quedando) el archipiélago canario, sólo le quedan las islas de Lanzarote y La Palma para terminar una labor nada fácil. La mayor dificultad, reconoce, es sensibilizar a las personas con las que habla de que los bienes que conservan de su familia son parte del patrimonio histórico y eso es importante.
«Después, lo demás es fácil», sonríe. Pero no deja de horrorizarse ante el abandono de algunos ejemplos únicos de esta huella industrial en las Islas, o las intervenciones arquitectónicas que provocan un cambio traumático de la misma sin respetar la cultura y la historia.
■ OJO DE PEZ / La grúa Titán sí se salvó La cita tuvo lugar en los jardines junto al muelle de Santa Catalina donde se yergue, en toda su imponente envergadura, la grúa Titán. En 1935 trabajó en la construcción del muelle frutero, incautado poco después para ubicar la Base Naval de Canarias. Rescatada por la Fundación Canaria Puertos de Las Palmas y la Autoridad Portuaria, se salvó del abandono y la herrumbre, un ejemplo de rescate del patrimonio industrial de las Islas ● [«Esta Titán no fue la primera de su clase en llegar a Las Palmas, sino que otras tres le precedieron para la construcción de los primeros muelles. Una llegó del Reino Unido en 1885, y la trajo la empresa británica Swanston para las obras de la primera dársena del puerto de La Luz y que dio origen al muelle Grande. Y otras dos, éstas procedentes de Holanda, que importó la empresa alemana Coppa en 1928, para construir los muelles de General Primo de Rivera y de León y Castillo». Juan Fonte, «La grúa Titán», La Provincia/Diario de Las Palmas, 25/10/2009] |

–¿Qué lleva a una historiadora del Arte a interesarse por el patrimonio industrial?
–Cuando terminé la carrera, en 1990, tenía claro que quería escoger, para mi tesis doctoral, un tema diferente a los clásicos de un historiador del Arte. María de los Reyes Hernández Socorro, mi directora, sugirió que empezara a cotejar unos documentos del Archivo Histórico Provincial de Las Palmas sobre instalaciones industriales…
“En esos años, la disciplina era conocida como Arqueología Industrial. Pero el concepto ha sido sustituido desde hace ya un tiempo por el de Patrimonio Industrial. Desde ahí, una cosa llevó a la otra y, treinta y tres años después sigo investigando y trabajando para que la herencia material industrial sea reconocida como parte indisoluble del Patrimonio Cultural de las Islas.
–¿Podemos considerar al gofio el origen de la primera industria en Canarias?
–Posiblemente. El gofio ha desempeñado un papel protagonista a lo largo de la historia de Canarias, y es uno de los símbolos de identidad más representativos del Archipiélago. Su consumo formó parte de la base nutricional de sus habitantes durante siglos. Los primeros pobladores solían tostarlo en recipientes de barro, que luego trituraban en molinos de mano, hechos con piedra basáltica porosa de diversas formas.
«Merecen una especial mención los hornos de cal, las infraestructuras hidráulicas (pozos, galerías, aeromotores, estaciones de bombeo) y las factorías tabaqueras»
“Estos rudimentarios sistemas de trabajo fueron evolucionando, con el paso de los tiempos, a molinos de sangre, hidráulicos, de viento y de fuego. Aunque, desde mi punto de vista, no podemos conferirle un papel exclusivo. También debemos tener presentes los ingenios azucareros históricos, la elaboración de pan o la salazón de pescado, por ejemplo.
–¿Qué otras industrias se pueden calificar de singulares en las Islas?
–Es evidente que en el sector agroalimentario encontramos algunas de las fábricas más significativas: molinos de gofio, lagares, conserveras de pescado, fábricas de ron o almacenes de empaquetado, entre otras. Igualmente merecen una especial mención los hornos de cal, las infraestructuras hidráulicas (pozos, galerías, aeromotores, estaciones de bombeo) y las factorías tabaqueras.
–Volviendo al gofio, son la razón de ser del más numeroso, extendido y variado patrimonio industrial de la molienda en un territorio tan limitado: molinos movidos por agua, viento, motores, incluso por burros y camellos que estuvieron profusamente repartidos por todo el paisaje insular. ¿Qué ha sido de todos ellos?
«Durante la labor de inventariado del patrimonio industrial de las islas me he tropezado con molinos de viento, hidráulicos y de fuego abandonados, derruidos, restaurados o incluso en activo»
–La situación actual de los bienes vinculados con la industria molinera es variada. Es cierto que el descenso de la demanda (debido a los cambios de la alimentación de los canarios, unido a la falta de relevo generacional, entre otros factores), no ha remado a favor de su conservación. La realidad es muy preocupante y se han perdido ejemplos realmente importantes.
“Durante la labor de inventariado del patrimonio industrial de las islas, que llevo haciendo desde el año 2009 gracias a la financiación de la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias, me he tropezado con tahonas, molinos de viento, hidráulicos y de fuego en un estado de conservación muy diverso: abandonados, derruidos, restaurados como museos del gofio, o incluso en activo.
“En este aspecto, las instituciones municipales, cabildos y Gobierno autónomo, han llevado a cabo importantes actuaciones que han permitido recuperar los molinos y molinas de Fuerteventura, el Molino Quemado (Mogán), el Molino de Las Tricias (Museo de Interpretación del Gofio, en Garafía), etc.
–¿Alguna vez se ha hecho recuento de cuántos pudo haber en el archipiélago?
–¡Imposible! Se han realizado inventarios y cartas etnográficas donde se recogen los que aún se mantienen, en mal o buen estado. Del mismo modo, se han publicado monografías donde se indican referencias documentales sobre otros bienes desaparecidos: Molinos de agua en Gran Canaria, de Juan M. Díaz, por ejemplo, o sobre Molinos de agua de La Gomera, por parte de Francisco Aguilar, por citar las ediciones más relevantes.
«Hasta hace pocos años edificios y maquinariasde la industria han sido los grandes olvidados de los conjuntos patrimoniales de Canarias»
–¿Y qué ha sido de ese ingente patrimonio de ingenios, destilerías o factorías que jalonaban el paisaje isleño?
–Hasta hace pocos años el patrimonio (inmueble y mueble: edificios y maquinaria) derivado de la industria ha sido el gran marginado, incomprendido y olvidado de los conjuntos patrimoniales de Canarias. La escasa o nula sensibilización de la población hacia la huella industrial ha provocado la destrucción de unos elementos que han configurado la sociedad que hoy conocemos, especialmente cuando cesan la actividad productiva.

–¿Por qué nadie se acuerda de él, ni lo protege?
–En los últimos años se aprecia un cambio de actitud, por parte de particulares y organismos públicos, realizándose algunos avances a este respecto. Creo que uno de los más importantes ha sido incluir, por primera vez, la figura del «patrimonio industrial» en la Ley de Patrimonio Cultural de Canarias, del año 2019. Como ya indiqué anteriormente, desde el año 2009 estoy acometiendo los inventarios del patrimonio industrial de Canarias.
«Poco a poco se han ido adoptando medidas eficaces para la recuperación, salvaguarda y protección de varios bienes industriales»
“Hasta el momento se han realizado los del Gran Canaria, Fuerteventura, Tenerife, La Gomera y El Hierro. Estos documentos se han convertido en una importante herramienta de gestión para conocer qué es lo que hoy conservamos y despertar con ello la conciencia de la existencia de un patrimonio escondido hasta ahora.
“Poco a poco se han ido adoptando medidas eficaces para la recuperación, salvaguarda y protección de varios bienes industriales: el secadero de tabaco de Granadilla de Abona (Tenerife), el conjunto de los hornos de cal del Charco, en Puerto del Rosario (Fuerteventura), la grúa Titán en Las Palmas de Gran Canaria…
–Si vamos isla a isla, no sólo varía la tecnología y hasta la arquitectura de los molinos. También se han desarrollado distintas industrias específicas en cada territorio. ¿Qué destacaría en La Palma? Aquí creo que hay algunas pequeñas joyas ¡en centrales eléctricas!
«Santa Cruz de La Palma fue la primera localidad de Canarias en disponer de suministro eléctrico, en 1893, gracias a la construcción de una central hidroeléctrica»
–Cada isla ofrece un panorama específico, seña de identidad de cada uno de los territorios. En el caso de La Palma, hay que destacar como iconos industriales: la central hidroeléctrica El Electrón y los molinos de Bellido, en la capital palmera. Y el almacén de Yanes, en Tazacorte, que cuenta además con un trapiche de caña y alambique para destilar alcohol.
“Santa Cruz de La Palma fue la primera localidad de Canarias en disponer de suministro eléctrico, en 1893, gracias a la construcción de esta central hidroeléctrica, en el Barranco del Río, que permaneció en funcionamiento hasta 1954. Se conserva la edificación, en mal estado. También parte de la tubería de hierro que canalizaba el agua. En 2011, el ayuntamiento palmero y Endesa firmaron un convenio para emplazar en este espacio un Museo de la Electricidad.
–Contrastaría con la más pequeña y tanto tiempo aislada isla de El Hierro, ¿aquí que tenemos?
–Paradójicamente, ha sido una de las islas que más me ha sorprendido. El mundo del vino ha dejado un legado material indiscutible. Pero no podemos olvidar los restos de antiguos trapiches, torreones eléctricos, molinos de gofio, el secadero de tabaco de Tenesedra (Valverde) o la factoría de pescado Santa Rosalía, en La Restinga (El Pinar).
«En La Gomera, la factoría conservera pionera se establece en la playa de La Cantera a iniciativa del empresario italiano Angelo Parodi. El complejo fabril ofrece hoy un lamentable estado»
–En La Gomera, en contra de lo que pueda parecer (porque prácticamente ha sido arrasada), se desarrolló una floreciente industria conservera en la desembocadura de muchos barrancos. ¿Qué queda?
–Las favorables condiciones para la pesca del atún, en la franja costera del sur de la isla, propiciaron la llegada de inversiones de capital foráneo que instalaron varias factorías dedicadas a la preparación del pescado en salmuera. A lo largo de la primera mitad del siglo XIX, asistimos al desarrollo de una destacada industria pesquera. La factoría pionera se establece en la costa de Alajeró, en la playa de La Cantera, a iniciativa del empresario italiano Angelo Parodi. El complejo fabril ofrece un lamentable estado.
“El recinto lo conforman varias naves, comunicadas entre sí por espacios interiores. Sobresale, por su especial significación, la sala de máquinas, donde se distribuye el equipamiento mecánico empleado en la fabricación de las latas, la estufa, las calderas y la chimenea.
“La segunda factoría de relevancia se emplaza en la desembocadura del Barranco de Erque, en La Rajita (Vallehermoso). Las distintas edificaciones de la conservera se han ido desmantelado en las últimas décadas. Se mantienen, únicamente, uno de los primeros almacenes que servían de depósito de material, la central de energía, el edificio destinado a vivienda de los operarios y la escuela. En el embarcadero y pequeño muelle anexo se distinguen todavía algunos artilugios relacionados con los trabajos de carga y descarga, así como la base del primitivo pescante de madera.
–Las islas de Tenerife y Gran Canaria con sus históricas y amplias infraestructuras portuarias, albergan el mayor patrimonio industrial del archipiélago… ¿o debemos decir ‘albergaban’?
–Las dos cosas. Como botón de muestra: en la isla de Gran Canaria se han censado un total de 1.014 bienes industriales de interés, mientras que en Tenerife se han llegado a registrar 1.018 ejemplos, inmuebles y muebles. Por razones obvias, concentran el patrimonio más rico y heterogéneo.


—¿Qué hay ahora mismo en estas dos islas que necesite una intervención urgente?
—La Noria de Jinámar, donde está habiendo una desidia después de la enorme inversión que se hizo pensando en un gran museo del agua. Sobre todo porque es una pieza única. Y la Azucarera de Telde, con toda la maquinaria del siglo XIX para hacer ron. Eso, en Gran Canaria, es urgente. Porque solemos hablar del patrimonio industrial inmueble, pero también está el patrimonio industrial mueble, es decir, máquinas, herramientas, motores.
«En Tenerife, la refinería me preocupa bastante, porque la están desmantelando. En su día realicé un estudio sobre los elementos más importantes que se deberían conservar»
“En Tenerife, la refinería me preocupa bastante, porque la están desmantelando. En su día la Dirección General de Patrimonio Cultural me encargó un estudio sobre los elementos más importantes que se deberían conservar. Ahí estarían cuatro piezas.
“Una es la Torre del Agua que refrigeraba la sala de motores, una pieza del comienzo de la refinería en los años 30. Dos, el Almacén Cepsa de los años 50, que es impresionante y una preciosidad con unas cubiertas muy singulares. Tres, la Casa de Piedra, donde estaba la sala de motores. Y cuatro, una de las chimeneas Visbreake. ¡Para que no arrasen con todo! Fue la primera y única refinería que tuvo Canarias.
–En la Fuerteventura agrícola y ganadera tenemos un paisaje de molinos de gofio. ¿Qué destacamos aquí?
–De la importancia de la actividad cerealera, da testimonio el valioso patrimonio molinar: molinos de sangre (tahonas), de viento (molinos y molinas), molinos de fuego (conocidos como máquinas en esta isla). Por otro lado, la producción y exportación de cal ha sido la actividad industrial histórica, por excelencia, en Fuerteventura. Los hornos de cal, conocidos también como caleras, constituyen una de las arquitecturas tradicionales más abundantes de la isla, localizándose más de trescientas unidades repartidas por toda la geografía majorera.
«En Fuerteventura, los hornos de cal de tipo industrial son estructuras colosales y de cierta complejidad arquitectónica»
“De estos conjuntos, los más sobresalientes son los hornos de tipo industrial. Sus estructuras son colosales y de mayor complejidad arquitectónica, con unos niveles de producción realmente importantes. La mayor parte de la producción era enviada a otras islas. Alcanzaron su mayor esplendor desde fines del siglo XIX hasta los años sesenta del XX.
“Finalmente, la captación y distribución de aguas subterráneas nos dejan un buen número de testimonios: norias de tiro, molinos de palo, aeromotores y pozos.
–Lanzarote desarrolló una potente industria conservera y de salazones. Pero, factorías no quedan y salinas, lamentablemente, casi tampoco. ¿Nos quedamos con las salinas de Janubio como la joya de la corona?
–Todavía no he realizado el inventario de esta isla, por lo que mis conocimientos sobre el patrimonio industrial conejero no son tan específicos. No cabe duda de que las salinas de Janubio, en el municipio de Yaiza, conforman una de las industrias históricas en activo más sobresalientes de Canarias. De igual modo tengo que citar la Molina de San Bartolomé, conocida popularmente como el molino de José María Gil, rehabilitada y puesta a funcionar de nuevo por parte de sus actuales propietarias.
«La desprotección legal ha favorecido la demolición de restos irremplazables»
–Después de este recorrido, ¿qué balance podemos hacer? Casi dan ganas de llorar por el estado en que está (o no está) este singular patrimonio.
–Las manifestaciones de la arquitectura histórica industrial, especialmente cuando ha cesado su producción, son consideradas una rémora del pasado y un lastre en el progreso urbanístico. A la falta de reconocimiento y sensibilización hacia el indudable valor de estos vestigios, se une la desprotección legal, lo que ha favorecido la demolición de restos irremplazables.
“Por su parte, el patrimonio industrial y tecnológico mueble (máquinas, herramientas y artilugios empleados en los procesos de producción) presenta una situación de peligrosa vulnerabilidad al convertirse en piezas obsoletas, a las que hay que conceder otra oportunidad que impida su desaparición.
–¿El turismo nos hizo olvidar nuestras actividades industriales anteriores y olvidarnos de ese patrimonio?
–Yo creo que sí. Mucha gente fue abandonando sus actividades anteriores por unas mejores perspectivas en el turismo y lo que fue quedando es una maquinaria tratada como chatarra y abandonada o desmantelada.
–¿Qué podemos-debemos hacer con lo que queda?
–A pesar de haber sido cuestionado en sus comienzos, el patrimonio industrial ha ido poco a poco consolidándose como testimonio vivo de la memoria del trabajo de la sociedad en la que se ha generado. Un patrimonio cercano, con fuertes vínculos emocionales, y que ilustra un capítulo destacado de nuestra historia más próxima, ignorada hasta ahora. Ante esto, el primer paso es la toma de conciencia social hacia el reconocimiento de nuestra herencia industrial, es una de las vías fundamentales para su puesta en valor. La premisa «no se valora lo que no se conoce», en este caso, es más que evidente.
«De la fábrica La Flor Isleña sólo dejaron la fachada, es el claro ejemplo de lo que no hay que hacer»
“En segundo lugar, ofrecer alternativas para los espacios del trabajo ya abandonados, planteando así una segunda vida para que no sean destruidos. La corriente rehabilitadora de los espacios de la industria ofrece un amplio campo de posibilidades, que van desde espacios culturales, centros de enseñanza, viviendas, hostelería, a proyectos de musealización del lugar, entre otros. Desde mi punto de vista, estas intervenciones deberían acometerse de la manera menos traumática posible, para no desvirtuar en demasía el aspecto inicial del inmueble.
“Porque ha habido auténticos desastres a nivel arquitectónico. Por ejemplo, en Las Palmas, con la fábrica de tabaco La Flor Isleña. Sólo dejaron la fachada porque estaba protegida. Yo la fui a ver antes de que la destruyeran y tenía unos salones y unos patios que eran una maravilla, para una biblioteca, un salón cultural o hasta un supermercado. Pero cuando vi que destruyeron todo el interior para poner un aparcamiento… Para mí es el claro ejemplo de lo que no hay que hacer.
–Terminamos, un recuerdo dulce.
–Por supuesto, me quedo con muchos momentos, sobre todo con el cariño y cuidado de algunos herederos de industriales que guardan con celo y mimo las máquinas, utensilios y herramientas de sus antepasados. En ellas quedan reflejadas las huellas del sudor, el sacrificio y el buen hacer de sus oficios.