Cita con Canarias

Carmen Gloria Rodríguez, arqueóloga experta en ictiofauna

“Nuestros pejines son herencia de los aborígenes, que secaban los pescados al sol”, dice Carmen Gloria Rodríguez durante la entrevista en la que habla del estudio de los restos de peces y moluscos en los yacimientos arqueológicos de Canarias, la especialización que requieren las distintas investigaciones y los grandes interrogantes que se plantean los arqueólogos. [Versión extensa de la entrevista publicada en la edición impresa de PELLAGOFIO nº 90 (2ª época, noviembre 2020)].

Por YURI MILLARES

Directora-conservadora del Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada de Gáldar, con esa dualidad de responsabilidades el Cabildo de Gran Canaria quería marcar la diferencia de directores que tienen un perfil de conservador, para “poner de relieve que se puede llegar a la dirección, como en mi caso, viniendo desde abajo en el mundo de la museología, con todo lo que implica de control de la colección, los públicos y la investigación y conservación de colecciones”, explica a PELLAGOFIO. Su especialización en la fauna marina que recolectaban los indígenas canarios marcó el inicio en Canarias de unos estudios que hasta entonces no se llevaban a cabo.

«Podemos saber qué comían o dónde recogían la leña, pero no sabremos nunca a ciencia cierta sus miedos y creencias»

■ OJO DE PEZ / Entre piedras que susurran

Antes de la entrevista, sentados en unos sofás en medio del siempre imponente yacimiento de la Cueva Pintada de Gáldar (donde las piedras susurran, desde sus derruidas estructuras, su pertenencia a un pasado que nunca revelará todos sus secretos), pasamos por el laboratorio donde Carmen Gloria estudia los esqueletos de peces para la sesión fotográfica con Tato Gonçalves ●

–¿Sigue creciendo el inventario de objetos hallados en este yacimiento? ¿O ya no hay nada más que rascar?

–Lo bueno de este yacimiento, declarado BIC como “Zona Arqueológica de la Cueva Pintada de Gáldar”, es que no deja de dar sorpresas. Cuando recomenzamos las campañas de excavación en 2013 (que se habían terminado en 2002 para abrir el museo como parque arqueológico), pues la primera estructura que quisimos excavar decíamos “esto es una casa con un derrumbe”.

“Pero empezamos a excavar y no era una casa, sino una estructura derrumbada. O sea que la Cueva Pintada sigue dándonos sorpresas, incrementando su colección, no sólo de bienes muebles (pintaderas, cerámicas, semillas, huesos), sino también de inmuebles con estructuras diferentes y novedosas.

–En este lugar está el origen de la investigación que dio lugar a tu tesis doctoral, Las ictiofaunas arqueológicas del Archipiélago Canario. Hasta entonces, ¿qué sabíamos de la interacción de los indígenas canarios con lo que podía ofrecerles el mar?

–Es muy curioso, porque hasta que se empezó con el estudio de los restos de peces, normalmente se hablaba de la pesca por evidencias indirectas. Así, cuando se encontraba un anzuelo se pensaba en cómo era la pesca; o, cuando se leía un texto, en nuestro caso de las crónicas de conquista, que decían que los canarios nadaban y pescaban, se tenía esa evidencia. Pero ir a lo más directo, que es el resto en el yacimiento arqueológico de lo que te has comido no se había hecho hasta ese momento.

“Había pocos restos, sólo los que se localizaban durante la excavación a simple vista, porque hay que buscarlos con otros procedimientos, y para hablar de ese tema se seguía lo que decían las crónicas de conquista, una documentación (ya sea de la conquista normanda, ya sea de las primeras expediciones que llegan de Portugal, las repúblicas italianas o de donde fuera), que nos hablan de un momento muy final, que no tiene que ser lo mismo que ocurre en el siglo VII, VIII o IX.

«El fuego, conocido, jugaba un papel importante en el procesado del pescado»

–Pescaban, elaboraban gofio, ¡la mesa está servida: pescadito cocinado y pella de gofio! ¿O qué sabemos de la forma en que consumían lapas o pescados?

–[Ríe] Tienes toda la razón, el gofio es un elemento importante; después, y eso es complicado, ¿qué aporte real tenía la pesca o el marisqueo en la dieta?, ¿era prolongada a lo largo del año?, ¿se ceñía a los períodos de verano cuando era más fácil pescar y mariscar que en momentos en los que el mar es más bravío y oscurece mucho antes?

“A la hora de estudiar los restos, lo que sí vemos es que hay muchos que están quemados. Puede ser que se queden cerca del hogar y no te lo has comido tan hecho a la brasa, pero yo creo que el fuego, conocido, jugaba un papel importante en el procesado. Y lo que está clarísimo, tal y como indican los textos (que decían que secaban los pescados), yo estoy convencida de que el pejín es una herencia de esos momentos, como es el pescado salado en muchísimas sociedades.

“No hay que ver sino en los países nórdicos lo que es el bacalao. Lo que era secar (ya fuera con sal o, simplemente, al sol) las capturas, eso seguramente se hacía. Y las lapas seguramente se consumían y quizás había alguna forma de conservarlas con agua con sal. Cuando hay muchas acumulaciones de conchas, puede ser que las quitaran y conservaran de algún modo.

–¿En todas las islas del archipiélago se consumían productos de la pesca? ¿O Gran Canaria es la que más desarrollaba esa actividad?

«Los bioantropólogos trabajan con seres humanos, que es una especie; nosotros, en un yacimiento, ¡hasta con cincuenta, con más huesos en el esqueleto!»

–En todas las islas se consume, pero la composición íctica, a pesar de que es muy similar (viejas, morenas, sargos, abadejos, pejerrey o palometas), en la única isla que por ahora sabemos que se capturan especies pelágicas de pequeña talla (sardinas, longorones, caballas y, menos, también chicharros) es en Gran Canaria. Eso denota una serie de técnicas vinculadas al trabajo del junco, redes, algún tipo de cesta que les permitiera recoger.

–¿Cuánto hay de arqueología y cuánto de biología marina en un trabajo de este calibre? Porque esto requiere un nivel de especialización importante, para identificar especies y tamaños observando una espina o unas escamas… que primero hay que encontrar, cosa nada fácil.

Carmen Gloria Rodríguez, en el laboratorio del Museo de la Cueva Pintada de Gáldar. | FOTO TATO GONÇALVES

–Esa es una buena pregunta porque, de hecho, las personas que trabajan con restos ícticos no proceden de los mismos campos. A mí me gusta siempre hablar de arqueoictiología, porque considero que la parte arqueológica, al final, es la que debe predominar, porque los estudiamos para hacer una interpretación arqueológica, frente a quienes hablan de ictioarqueología y vienen del mundo de la biología.

“Evidentemente, hay que conocer muy bien el esqueleto de las especies marinas; además, hay una enorme variedad. Mi codirector de tesis siempre decía “¿de qué se quejan los bioantropólogos, si sólo trabajan con seres humanos, que es una especie?”; nosotros podemos encontrar en un yacimiento hasta cuarenta y cincuenta especies, cada una con sus peculiaridades ¡y con muchísimos más huesos en el esqueleto!, que, además, aparecen fragmentados.

“Así que es cierto que, en un primer momento, hay que dedicar una buena parte de la formación a lo que es la biología marina. Y, además, a una parte a la que los biólogos marinos no suelen prestar mucha atención que es el esqueleto. Ellos se suelen dedicar más a otros aspectos vinculados a la bromatología, al hábitat, a la reproducción, a las enfermedades, a la ecología, pero no tanto a lo que es el esqueleto.

“Una vez que esa etapa de la determinación contando con una buena colección de referencia se supera (y se llega, aunque parece muy difícil), hacer una lista de especies no es lo relevante. Lo relevante es desentrañar qué papel jugó la pesca en la sociedad y, para eso, tener una formación de historiadora, de arqueóloga, de combinar todos los datos que aporto con mi estudio con el que aportan mis compañeros en un trabajo que es de equipo, es fundamental. Por eso, para mí la arqueología termina ganando la batalla en esta dura y larga travesía.

–Para resolver los enigmas a que se enfrenta un arqueólogo, debe saber de medicina forense, de zoología, de botánica, de ingeniería… ¿Qué anima a un estudiante o a un doctorando a seguir uno de esos caminos? ¿Agobia o apasiona?

–Es muy curioso. Yo creo que se tienen que dar toda una serie de factores y circunstancias para que, al final, haya una feliz coincidencia. Cuando yo empecé con la ictiofauna (me pongo como ejemplo), yo nunca pensé que iba a pasar tanto tiempo de mi vida rodeada de esqueletos de pescado y que iba a suponer un antes y un después en mi trayectoria profesional, incluso vital de experiencias y de formación vividas fuera. En mi caso, empecé a estudiar [la ictiofauna] porque hacía falta alguien: ya había quien estudiaba los restos de fauna doméstica, las industrias líticas, la cerámica… pero quedaban todos esos restos [marinos] sin nadie que los estudiara.

“Mi directora de tesis, Carmen del Arco, en un momento determinado me dijo “¿tú estudiarías los restos de peces?”. Me decía que podría estudiar todo lo que es la depredación del medio; no sólo los peces, también la malacología y las especies vegetales recolectadas, por alejarse un poco de las economías productivas y ver qué se recoge.

“En ese marco hice una primara estancia en un laboratorio de arqueología del que fue mi codirector de tesis en Francia, Jean Desse, en el CNRS [Centre national de la recherche scientifique], quien abrió una serie de puertas y posibilidades al estudio sólo de restos de peces y abandonamos la idea de estudiar nada más, para centrarnos eso. Y luego me gustó mucho, encontré a colegas y se dio la circunstancia de que me encontré muy cómoda y con una suerte enorme con mi maestro. Fue una circunstancia feliz que no siempre se da.

«No me interesa tanto el origen como qué ocurrió en la Cueva Pintada, un yacimiento ocupado durante ¡diez siglos!»

–En siglo y medio de arqueología científica en Canarias, ha evolucionado la tecnología, ¿también la forma de abordar las investigaciones? ¿O seguimos buscando respuestas a las mismas preguntas?

–También es una buena reflexión. Yo creo que, últimamente, se está intentando dar un giro a toda esa cuestión. Hay una línea que intenta responder de otro modo, porque durante mucho tiempo se ha intentado responder siempre a las mismas preguntas y avanzar, por ejemplo, en la cuestión de los orígenes. Que no es que no me interese, pero soy heterodoxa cuando me dicen ¿cuándo vinieron?, ¿de dónde?, ¿por qué?

“No me interesa ahora mismo, tengo un yacimiento al que dedico mucha parte de mi tiempo que fue ocupado durante ¡diez siglos! Me interesa enormemente qué es lo que pasó aquí. Otras personas que lo estudien y analicen. Nos empeñamos siempre en conocer los orígenes y hay que ir cambiando los paradigmas, e intentar abrir más la mente a que no pasa nada si durante un tiempo no conocemos cuál fue el origen exacto. Sabemos que son norteafricanos, pero no sabemos de dónde procede el ser humano y no pasa nada. En vez de esas preguntas eternas de los orígenes, plantearse otras cuestiones es necesario.

“Yo lo hablo mucho con Javier Velasco, porque nos gusta el título de una obra de Jorge Wagensberg Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál era la pregunta?… Es decir, que a veces estás preguntando y preguntando, pero, ¿qué es lo que tienes que preguntar?

Carmen Gloria Rodríguez en la sala que da nombre al yacimiento arqueológico de la Cueva Pintada de Gáldar. | FOTO TATO GONÇALVES

–¿De los grandes interrogantes que se plantean los arqueólogos en Canarias, para cuál tendremos respuesta algún día?

–Yo creo que lo que tenemos que entender es acercarnos a esta sociedad y reconstruir su forma de vivir en comunidad, sus creencias, con el mayor grado de verosimilitud posible y eso es muy difícil. Es una tarea casi imposible.

“Eso no quita que los avances como en los orígenes, por ejemplo, se van a ir desentrañando, sobre todo con todos los avances que hay en los estudios de dinámica de poblaciones, con el ADN, con la propia arqueología, con el conocimiento cada vez mayor de lo que esté ocurriendo en el norte de África. Porque pretendemos desentrañar de dónde vienen sin conocer nada de los orígenes, y ese norte de África al que siempre acudimos dice Jorge Honrubia “es inmenso y no conocemos nada”.

“¿Cómo vamos a pretender desde aquí conocer algo del origen si queda tanto por hacer allá enfrente? Y no se trata de hacer una expedición de quince días, hace falta mucha investigación todavía. Yo creo que sí podemos ir avanzando y lo que hay que saber es combinar todas esas especialidades que nos van afinando en la resolución de dudas y aportando datos, con una lectura que nos permita alejarnos e interpretar, para no caer en una especie de positivismo e interpretación muy pegada al dato y desde una especialidad muy concreta.

«Lo intangible va a ser muy complicado de averiguar y comprender, podremos decir “pudo ser así”, pero no lo sabremos nunca»

–¿Qué no podremos saber nunca? ¿O “nunca digas nunca jamás” (como dice el título de esa película de 007)?

–Yo creo que será muy difícil desentrañar las cosas de las que se ocupa más la Antropología. Podemos saber qué se comía, cómo se construía, cómo y dónde se extraían las materias primas, en qué lugares se recogía la leña, dónde se cultivaba. Pero las relaciones sociales en cuanto a cómo se establecían los parentescos más allá del ADN y los lazos de sangre, o todo ese mundo de las creencias y los miedos, es decir lo intangible, va a ser muy complicado de averiguar y comprender. Podremos decir “pudo ser así”, pero no lo sabremos nunca a ciencia cierta.

–Terminamos, un recuerdo dulce.

–Voy a decir dos. Uno fue la inauguración del Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada, que marca un antes y un después que también marca mi trayectoria profesional: aparece el público. Olvidarnos del interés científico solo y que la generosidad sea máxima hacia el público.

“Y el otro momento dulce, el estreno de la obra de títeres Arminda y el ataque del corsario porque es ver un proyecto en el que pones una semilla y ves como profesionales de muy distintos ámbitos que no tienen que ver con la Arqueología se van sumando para crear algo muy especial que acerque a las personas al patrimonio de una forma rigurosa y divertida, que es lo mejor a que se puede aspirar… y ver caras de sonrisas en padres, madres, niños y niñas.

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