Pedro Quintana Andrés, historiador de las alhóndigas

“Antes de las cajas de ahorro, las alhóndigas eran la hucha colectiva de la población”, dice en esta entrevista de la serie “Cita con Canarias”, a propósito de su libro recientemente publicado ‘Los pósitos de Gran Canaria’. [En PELLAGOFIO nº 34 (2ª época, septiembre 2015)].
Por YURI MILLARES
Doctor en Historia Moderna por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y profesor de Enseñanza Secundaria, es autor de numerosos libros, el último de ellos ‘Los pósitos de Gran Canaria’ (recientemente publicado con la colaboración de Fundación Canarias Caja Rural y el Ayuntamiento de Arucas), donde explica cuándo surgieron, cómo funcionaban y porqué desaparecieron las alhóndigas en el archipiélago, centrando el foco de atención en una de sus islas. Sustituyeron a los graneros colectivos de los aborígenes como almacén de grano de los campesinos isleños tras la conquista castellana, y como entidades de microcrédito fueron las antecesoras de los montes de piedad.
«La alhóndiga es un granero con la aportación particular de cada uno de los vecinos que quieren participar en él y, a su vez, se convierte en una especie de banco que es prestamista del cereal»
■ OJO DE PEZ / Millo en vez de trigo Buscar un escenario natural en el que retratar a Pedro Quintana (y hablar de graneros y alhóndigas) no resultó tan sencillo. Un campo de trigo o cebada ha dejado ya de ser un paisaje habitual en Gran Canaria, aunque no imposible… si no fuera finales de agosto. La alternativa era un campo de millo, antaño el sustituto del trigo entre las clases más humildes, y aunque la fecha seguía siendo complicada ¡lo encontramos! ● |
–¿A qué se debe su interés por el período de la historia de Canarias que abarca los siglos posteriores a su conquista?
–Básicamente porque pienso que en Canarias el presente está muy relacionado con todo lo que ha ocurrido durante el período moderno. Es decir, todos los procesos que vemos que se están desarrollando en el archipiélago de dependencia económica del exterior es una reproducción del período que va desde el siglo XVI hasta mitad del siglo XIX.
–Los antiguos canarios guardaban el grano de sus cosechas en silos excavados en cuevas, en el caso de Gran Canaria con la singularidad de que eran graneros colectivos. Tras la conquista castellana aparecen las alhóndigas o pósitos ¿Son la misma cosa, pero con otro nombre?
–Son la misma cosa en el sentido de que son graneros colectivos, pero con otra característica: la alhóndiga es un granero con la aportación particular de cada uno de los vecinos que quieren participar en él y, a su vez, se convierte en una especie de banco que es prestamista del cereal. No sé si en la época de los antiguos canarios ocurría eso; en este caso, lo que sí estamos viendo es que se trata de un granero colectivo de préstamo.
–Prestaban simiente e incluso dinero a los pequeños y medianos agricultores.
–Exacto.
–En este sentido eran dinamizadores de la agricultura local, pero no sacaban a la gente de la miseria en la que vivía.
–No.
–¿Tal vez eran más una válvula de control de las oligarquías para mantener la paz social?
–En efecto. Ayudaban a que los agricultores pudieran tener simiente para plantar el año siguiente, pero eso no significaba que los hicieran más ricos, ni mucho menos. Por otro lado (y se especifica en el libro), se mantenía la paz social, algo muy importante si tenemos en cuenta que había un número muy pequeño de grandes propietarios frente a un gran volumen de población que era pobre o muy pobre.
–Y que no poseía tierras.
–No. Y aunque poseyeran tierras no tenían capacidad para vivir con holgura, apenas les daba para sobrevivir.
–En su libro menciona un dato curioso: las panaderas que compraban el cereal en las alhóndigas recurrían al empleo de sal de salazones, agua de mar e incluso en el proceso de amasado utilizaban sábanas y mantas de las que usaban para dormir para recoger la harina y guardar la masa, propagando la sarna. ¿Era pobreza o picaresca?
–En algún caso podría ser picaresca. Pero en realidad era desconocimiento de la higiene, pobreza y necesidad. Porque aunque obtenían cierta cantidad de dinero por el pan que amasaban, sólo se comía en momentos muy puntuales. La mayoría de estas mujeres eran muy sacrificadas, eran viudas o con hijos a su cargo pero que no tenían marido.
–Habla de panaderas, en femenino. ¿Por qué este oficio lo desempeñan sólo mujeres?
–En aquella época los oficios estaban muy divididos por sexos. Por ejemplo, si hablamos de los tejidos, la mujer hilaba y el hombre tejía: no había tejedora ni hilador. Y la panadera era la que amasaba y el hombre el que cocía el pan.
«En aquella época los oficios estaban muy divididos por sexos: la panadera era la que amasaba y el hombre el que cocía el pan»
–Una mercancía tan escasa y estratégica en aquellos siglos como el cereal que guardaban los pósitos, atraería la avaricia de los amigos del fraude y la especulación, ¿no?
–El pósito se convirtió en un elemento de lucha contra el fraude y, sobre todo, la especulación, porque el trigo tiene unas fluctuaciones en el precio muy altas. Pero al final lo que ocurre es que los propios pósitos se convierten en un elemento de la especulación, porque compraban el trigo sin verlo, estimaban cuánto iba a ser la cosecha y se comprometían a comprarlo a un precio determinado. Luego, si llegaba una partida de trigo de fuera y el precio caía, el pósito se lo compraba al precio pactado, aunque en el mercado libre estuviera mucho más barato, pero se convierte en un elemento del proceso especulador porque después obligaba al campesino a comprar ese trigo para la siguiente cosecha o se perdía y se perdía la propiedad de todo el vecindario.
–Históricamente se habla de las islas orientales como granero de Canarias, sobre todo Fuerteventura, pues las erupciones volcánicas del siglo XVIII en Lanzarote arrasaron su fértil vega agrícola. Pero en años de sequía, el hambre provocaba oleadas migratorias hacia las otras islas, o hacia América. ¿Los pósitos de estas islas no eran capaces de aliviar la necesidad de la población en períodos de escasez?
–Hay un pósito en Fuerteventura que se crea en 1599 y se va dividiendo con el tiempo y hay otro en Lanzarote. ¿Cuál es el problema de los pósitos? Para tener trigo tienen que aportar los vecinos de sus cosechas, pero en estas dos islas el Cabildo Catedral se llevaba el 10 por ciento a través del diezmo, y los propietarios y el propio Señor de la isla enviaban su cereal a Tenerife o a La Palma, para venderlo allí a unos rendimientos muy elevados. Eso hacía que Fuerteventura (y Lanzarote hasta esas erupciones volcánicas) perdieran por esta vía un tercio o más del cereal que cultivaban y explica que la gente pasara necesidad aunque hubiera trigo o cebada.
–También había litigios entre islas por la prohibición de exportar trigo de unas a otras si había escasez.
–Sí. Ocurría en Gran Canaria en el siglo XVI, que era deficitaria porque cultivaba azúcar; y en Tenerife y La Palma en los siglos XVII y XVIII, que estaban reclamando continuamente a la Real Audiencia que le envíen trigo para poder comer y seguir dedicándose a exportar vino.
–¿Y cuando faltaba cereal en todas las islas, qué hacíamos?
–Importarlo del sur de Andalucía, incluso de Flandes. En años malos del siglo XVI era normal ver en nuestras costas barcos procedentes de estos lugares cargados de cereal. Y en el siglo XVIII hasta de Marruecos.
«En años malos del siglo XVI venían barcos de Andalucía y Flandes cargados de cereal. Y en el siglo XVIII, hasta de Marruecos»
–Eran unos viajes peligrosos. Si el barco era atacado por piratas, adiós al cereal. ¿Quién corría con la pérdida?
–Habitualmente y como es lógico, el fletador, que normalmente era el Cabildo [“ayuntamiento” o “regimiento” de la isla, ver nota (1) al pie], y otras veces algún propietario. Aunque llegó a pasar que alguien que compró trigo en la Península, al hacer el barco escala en Madeira, como allí había necesidad, le obligan a descargar y venderlo en ese puerto y el navío llega vacío a Canarias. ¡En este caso al menos vino con el dinero!
–Por cierto, en el libro casi no cita al gofio (y muy poco al millo). Pero hasta hace apenas medio siglo muchos isleños tenían al gofio como la base de su alimentación y sólo comían pan algunos días señalados del año. ¿Quiénes comían pan y quienes comían gofio?
–En el libro se cita el millo en el sentido de ser lo contrario a lo que tenía almacenada la alhóndiga. Las alhóndigas almacenaban trigo y debían tener mucho cuidado porque se podía calentar (como se decía cuando aparece el gorgojo y se echa a perder). Hay alguna alhóndiga, como la de Telde, que sí tiene millo (poco), pero no lo solían guardar porque es muy fácil que se estropee, por el calor, la humedad, etc. Era muy difícil almacenarlo en las condiciones que se hacía entonces: en montones en el piso. Y es verdad que la mayoría de la gente utilizaba el gofio, mucho más barato que el pan, aunque cierta población urbana media y media-alta lo consumía, lo llamaban “el manjar blanco”. Pero sí, el gofio fue la base de la alimentación en Canarias hasta hace muy poco.
–Siendo los pósitos o alhóndigas almacenes estratégicos de comida con funciones de bancos de microcréditos, ¿eran objetos de robos?
–Hay constancia de denuncias por robos, pero no se robaba el trigo, sino las boletas donde se apuntaba los nombres de quienes tenían deudas con el pósito. Se anotaban en trozos de papel y se ataban. Después empezaron a hacerse libros de asentamientos de los deudores y el número de robos comenzó a disminuir. Para una institución que prestaba el 90 por ciento de sus fondos a la población, que te quitaran la lista de los deudores te arruinaba. De hecho, la mayoría acabaron arruinadas, aunque no tanto por los robos de boletas, sino porque la gente no podía devolver y las deudas se prolongan durante años, a veces hasta 30, 40 y 100 años.
«No se robaba trigo, pero sí las boletas donde se apuntaba los nombres de quienes tenían deudas»
–¿Cuándo desaparecieron los pósitos?
–Depende del lugar. En zonas con multiplicidad de cultivos distintos al trigo, sobre todo millo, el pósito acaba perdiendo su función. También está la Iglesia, que vende entre la población el trigo que posee por los diezmos. Eso hace que los pósitos desaparezcan ante la competencia del millo… o se refuercen, si en la zona predomina el trigo: ocurrió en Gáldar a finales del siglo XVIII (que se convirtió en zona de exportación de trigo hacia Tenerife) tras la desaparición del pósito de Guía, probablemente por las deudas acumuladas a lo largo de ese siglo. Hay que tener en cuenta que cuanto molturamos el trigo se pierde un 10 por ciento en cascarilla; en el caso del millo se consume prácticamente todo. Además, es más barata la fanega de millo que la de trigo, que tiene, además, un precio más fluctuante.
–¿Los sustituyó otra cosa?
–No hubo nada que los sustituyera, pero tampoco es que desaparecieran del todo. Lo que hay es una transformación, porque la burguesía de finales del siglo XIX no ve los pósitos como algo eficaz, y van liquidando sus propiedades para convertirlas en montes de piedad. Y con una ley promulgada en 1906 el pósito y sus fondos se transforman en bancos, los montes de piedad, lo que posteriormente serían las cajas de ahorro.
«De los pósitos de Gran Canaria salía el dinero para pagar a los soldados que se empleaban en la defensa de la ciudad de Las Palmas»
–Terminamos. Entre tanta necesidad, escasez, picaresca y fraude: un recuerdo dulce.
–Que ayudaron a mucha población. Durante el siglo XVII cumplió muy bien su función, mucha gente logró salir adelante y, en su calidad de entidades de ámbito local cuando no había ayuntamientos, financiaba gastos de la colectividad: en Teror, por ejemplo, el pósito pagó la adquisición de las andas para poder llevar y traer a Las Palmas a la Virgen del Pino, o pagó los gastos de pleitear por el agua con los pueblos vecinos de Arucas y San Mateo. En general, de los pósitos de Gran Canaria salía el dinero para pagar a los soldados que se empleaban en la defensa de la ciudad de Las Palmas; además, estaban obligados a comprar pólvora y las mechas para necesidades bélicas. En definitiva, eran una hucha colectiva que ayudaba a la población y cumplía una función social muy amplia, hasta que los grupos de poder se fueron apropiando y aprovechando de ellos en los siglos XVIII y XIX para comprar trigo barato y entregárselo a sus medianeros.
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NOTAS
(1) “En Canarias había un cabildo o ayuntamiento por isla, hasta 1812 cuando se iniciaron los primeros pasos de los ayuntamientos modernos. En el libro, cuando se cita al cabildo me refiero al ayuntamiento de Gran Canaria –se le podía denominar cabildo, ayuntamiento o regimiento–, conformado por regidores con sus funciones de recaudación, defensivas, de inversión, etc. Una de sus funciones era supervisar el abastecimiento de productos y, en caso de necesidad, buscar áreas donde lograr adquirir trigo o carne, productos con escasa presencia en ciertas etapas en la ciudad e isla” (P. Quintana).