Fernando Redondo Rodríguez, hollador de caminos

“Echo en falta más imaginación, poner de viceconsejero de Pesca del Gobierno a un cocinero”, dice este economista y ex consejero del Gobierno canario en su entrevista para la sección “Cita con Canarias”. [Versión íntegra de la entrevista publicada en la edición impresa de PELLAGOFIO nº 28 (2ª época, febrero 2015)].
Por YURI MILLARES
De este economista con una larga e intensa trayectoria profesional nadie diría que es un empedernido caminante. A profesionales así nos los imaginamos siempre pegados al trabajo. Y en parte es así, pero también es un enamorado de sus islas, y le gusta disfrutar de la naturaleza o saborear una buena comida en buena compañía. Eso sí, incluso en esos momentos no puede evitar sentir y pensar como economista, “porque caminando por el campo tiene uno una foto de cómo va la economía”, nos dice con una sonrisa pícara.
«Canarias es el paraíso del caminante. Recomendaría la Ruta de los Volcanes a todo el mundo»
■ OJO DE PEZ / Por las Islas y allende los mares Por TATO GONÇALVES Entre risas, flashes y el relato de caminatas por paisajes canarios y de allende los mares, transcurrió la sesión con Fernando Redondo Rodríguez, cómodo ante la cámara. Abrir los brazos en el estudio entre cuatro paredes blancas, para trasladarlo virtualmente a una zona de campo, se antojaba no creíble, pero así fue ● |
–Economista vinculado a la docencia gran parte de su vida, también ha ejercido diversas responsabilidades políticas (diputado regional, consejero del Gobierno canario…) y, después de jubilarse, todavía ha seguido activo como presidente del Consejo Económico y Social de Canarias. ¿Le va la caña?
–Sí.
–En las entrevistas que le hacen suele hablar de complejos temas económicos, en especial sobre las relaciones de Canarias con el Estado y con la Unión Europea. Pero más allá de eso, es un hombre tan apegado a la tierra como para ser un consumado senderista. ¿Sigue pateando caminos?
–Sí. Eso es sagrado.
–¿Indispensable unos buenos amigos como compañía?
–Sí. Si no, no es lo mismo.
–Y me imagino que no sólo patea la isla donde vive, ¿también el resto de Canarias?
–Y todos los años hacemos un viaje al extranjero.
–¡Cuénteme!
–En Canarias, la isla que menos he recorrido es Fuerteventura. Pero cuatro o cinco veces al año vamos a alguna isla, fundamentalmente a El Hierro y a La Palma, que son las que más caminamos. Y en los últimos años hemos ido a Cabo Verde, nos hemos recorrido cinco de sus islas; también hemos estado en Los Andes y en la Cordillera Blanca, en Perú; en el norte de Argentina; en Costa Rica… Es lo que condiciona nuestras excursiones al exterior: poder caminar.
–¿Cómo ve Canarias en relación con esos otros destinos para senderistas?
«En cuestión de veinte minutos en Canarias puedes ir a subir montañas con paisajes increíbles y nada monótonos. En otros países, para lograr eso tienes que hacer cientos de kilómetros»
–Canarias es el paraíso del caminante. Tiene de todo en muy corto espacio de tiempo: en cuestión de veinte minutos puedes ir a subir montañas con paisajes increíbles y nada monótonos. Para eso y poder ver la variedad que hay en Canarias, en otros países tienes que hacer cientos de kilómetros. Y en segundo lugar, la sorpresa que te encuentras es la diversidad del paisaje. Nosotros caminamos todos los sábados y mucha gente nos dice “ya deben tenerlo todo pateado”. Y yo le digo “no, siempre encontramos algo nuevo cada vez que salimos”.
–¿Medicina para el cuerpo, remedio contra el estrés o simple placer?
–Aquí la medicina y el placer van unidos. Y nosotros esa medicina la podemos tener aquí al lado. Vivo en Las Palmas y saliendo al Pambaso, en el barranco Guiniguada, ya tengo naturaleza.
–¿A cuál de esos senderos fue una vez y salió diciendo “aquí no vuelvo nunca”?
–Bueno, una vez nos metimos en Lina (en el centro de Gran Canaria), un barranco en el que casi nos morimos y siempre decimos que “a Lina no volvemos”.
–Seguro que habrá otros que se sabe de memoria de tanto recorrerlos. ¿Cuál nos recomienda?
–En La Palma, la Ruta de los Volcanes se la recomendaría a todo el mundo, porque es algo impresionante. Para mí es algo único en Canarias. Y el que quiera un pequeño recorrido, una caminata sin mucho esfuerzo, evidentemente La Gomera: allí te puedes sumergir en algo que parece increíble que podamos disfrutar con el desarrollo que tenemos en Canarias. Y el que quiera combinar la naturaleza con la sociedad rural: cualquier caminata por el centro de la isla de Gran Canaria, donde en Artenara o en Tejeda puedes ver prácticas agrícolas que tienen siglos con una naturaleza increíble.
«En la caminata hay que llevar lo mínimo: un plátano, algo de frutos secos y reservarse, porque las caminatas son una disculpa para tener después una buena comida»
–¿Qué camino podría hacer con los ojos cerrados de tantas veces que ha ido?
–Quizás el barranco de las Madres, en Gran Canaria. Estuve hace poco con mis nietos y no se puede creer que todavía corra agua permanentemente en esta isla.
–Y en la mochila no puede faltar el tentempié. ¿Disfruta con una buena comida, ya sea de bocata, o de mesa y mantel?
–En general me encanta comer, pero en la caminata hay que llevar lo mínimo: un plátano, algo de frutos secos y reservarse, porque las caminatas son una buena disculpa para tener después una buena comida.
–¿Y el bocata?
–No soy de bocadillos, lo siento.
–Pues nos ponemos ante mesa y mantel. Si tiene que ponerse en manos de un buen chef, ¿qué le tira más?
«Con la ‘deconstrucción’ los platos pierden la gracia: la imagen de unos garbanzos flotando en su salsa es lo más atractivo que hay»
–Depende del sitio al que cada uno vaya. Las expectativas de alguien que va un sitio a comer deberían ser esperar encontrar lo del lugar a donde va: si es al campo, pues un potaje o unas garbanzas, y si es a un restaurante de hotel no espero encontrar un plato de cuchara. Hay que adaptarse. En general me encantan los platos de cuchara típicos canarios, que creo que en general gustan a todos, sobre todo los que tengan papas y pan para mojar. Y me gusta la carne con salsa; no me gustan las carnes secas. Pero hoy día, afortunadamente tenemos en Canarias una cocina creativa increíble y comparar una cosa con otra no tiene sentido. Tanto una como otra pueden cansar si no salimos de ella, pero de la cocina creativa lo que me gusta es el pescado.
–En Canarias tenemos una rica y variada gastronomía, pero a veces no la conocen ni los propios cocineros. ¿No tiene esa impresión?
–Sí. Suele ocurrir. Y aparte de ello, con estas nuevas elaboraciones de “deconstrucción” los platos pierden la gracia, no tienen la vista de los originales: una buena imagen de unos garbanzos flotando en su salsa es lo más atractivo que hay. Y por la parte contraria, me cuesta mucho encontrar en las islas llamadas “no capitalinas” un potaje de trigo o una mermelada de tomate, parece que han desaparecido cosas que eran de mi infancia y que hoy se desconocen. Y tenemos una cocina riquísima, fundamentalmente basada en verduras, pero es difícil encontrar quien sepa trabajarla.
–De lo que no cabe duda es de que la cocina canaria dispone de excepcionales ingredientes. Sin embargo, agricultores, ganaderos y pescadores parecen especies a extinguir en estas islas, ¿o la cosa tiene remedio?
«Algo que caracteriza a la sociedad moderna es la desaparición de los intermediarios: ya no hay distancias y la gente puede conectarse directamente con los productores»
–Sí… ¡Entramos en el mundo económico! –ríe–. Hay que felicitar iniciativas como la de la cadena hotelera de Lopesan (y no me gustaría que se), que llegó a acuerdos con agricultores canarios, porque ese es el camino. Algo que caracteriza a la sociedad moderna es la desaparición de los intermediarios: ya no hay distancias y la gente puede conectarse directamente con los productores. Y esto es una ventaja. Yo lo veo en el País Vasco: los grandes cocineros, los restaurantes, tienen sus propios proveedores, tienen una conexión directa con los productores, porque saben que están comprando calidad. Y a su vez incentivan a los agricultores a hacer las cosas de acuerdo con lo que demanda el consumidor. No se trata de que “yo cultivo rabanillos y ahora tengo que conseguir quién me los compre”.
–…
–Creo que es un camino irremediable que ya funciona en otros países, y estoy pensando en dos grandes productos canarios de una enorme calidad y tradición pero siguen teniendo problemas, como el queso, un lujo que tenemos en Canarias y falta venderlo, y el vino (ahí PELLAGOFIO está haciendo una magnífica labor), porque no hay que hacerlo como lo hacía mi abuelo y aquellas bodegas (por ejemplo de Lanzarote o de Tenerife) que han mejorado la calidad tienen un vino que se vende solo. Por eso decía que hay que felicitar iniciativas como la de Lopesan, soy optimista con eso: combinar producto de calidad, sin intermediarios y al alcance del consumidor, en este caso el turista.
–Y en ese acuerdo entre partes en el que participan productores y empresas, ¿qué papel deberían jugar las administraciones públicas?
«Durante el boom destrozaron las islas construyendo auténticos mamotretos, pero en los últimos años hemos visto cómo ha avanzado la recuperación de las zonas rurales de las islas de una forma fabulosa»
–Debe ser algo entre todos. Echo en falta más imaginación. Tenemos una Viceconsejería de Pesca en la que parece que hay más funcionarios que pescadores, aunque en su día hicieron campañas para el consumo de atún, campañas con recetas. Quizás deberíamos poner como viceconsejero a un cocinero, porque ya no es tanto un problema de capturas sino de comercialización. Y lo mismo ocurre en otras esferas.
–Al final parece que no podemos libramos de hablar de economía…
–Sí. Sobre todo porque caminando por el campo tiene uno una foto de cómo va la economía. En los años del boom destrozaron las islas, construyendo auténticos mamotretos, a veces para no usarlos siquiera. Ahora esto se ha parado un poco ese desarrollismo, afortunadamente, y está avanzando la naturaleza de una manera sabia. En los últimos años hemos visto cómo ha avanzado la recuperación de las zonas rurales de las islas de una forma fabulosa.
–Terminamos, un recuerdo dulce.
–La Palma: es lo más goloso que hay.