Irma Mora, epigrafista, descifra las inscripciones de los aborígenes canarios
“No he recibido ninguna ayuda, las líneas de investigación ‘heterodoxas’ no reciben el mismo apoyo que otras más consolidadas”

“En toda Canarias existe la misma escritura líbico-bereber, es un marcador étnico”, dice Irma Mora Aguiar durante la entrevista en la que explica en detalle su investigación para identificar y descifrar las inscripciones en alfabeto líbico-bereber de los primeros pobladores del archipiélago canario. [Versión extensa de la entrevista publicada en la edición impresa de PELLAGOFIO nº 101 (2ª época, noviembre 2021)].
Por YURI MILLARES
Descifra el alfabeto líbico-bereber de El Hierro y lo sitúa en su contexto histórico y arqueológico en su tesis doctoral, titulada La contextualización arqueológica y epigráfica de las inscripciones líbico-bereberes de El Hierro. El nacimiento de la escritura líbica se sitúa en torno al siglo V a.C. en el antiguo reino bereber de Numidia (norte de África).
Tras la caída de la poderosa ciudad de Cartago en manos de Roma, la escritura líbica entró en declive en la zona, pero mantuvo su vigor entre poblaciones nómadas que fueron desplazándose al sur a medida que avanzaba la romanización. Eran nómadas que llegaron a la costa atlántica y arribaron “a todas las islas Canarias en torno a los primeros siglos de nuestra era: periodo en que se concentran las dataciones más antiguas”, señala la Universidad de La Laguna en su web, al informar de la transcripción de la escritura líbico-bereber por su doctoranda Irma Mora. La investigadora se basa en el estudio de 429 yacimientos arqueológicos de Libia, Túnez, Argelia, Marruecos, Sáhara Occidental y El Hierro, que contenían 1.503 inscripciones líbico-bereberes y sumaban 18.535 grafemas. Así ha podido transcribir las 114 inscripciones herreñas, que suponen más de la mitad del corpus canario.
«La escritura líbico-bereber está en todo el archipiélago y a todas las islas llega el mismo alfabeto»IRMA MORA
■ OJO DE PEZ / Escribían y leían ¿Sabían leer y escribir los aborígenes canarios? En el pasado, sus inscripciones han sido tratadas por los arqueólogos como “grabados alfabetiformes”. La tesis doctoral de Irma Mora confirma que es una escritura, la descifra y señala que la conocían en todo el archipiélago, pues emplean el mismo alfabeto líbico-bereber. La entrevista, en un aula de la Biblioteca Universitaria de la ULL, fue toda una lección magistral ● |
–¿Qué es la Cátedra Cultural de Estudios Bereberes y cuál es su utilidad en el contexto de la actividad investigadora de la Arqueología en Canarias?
–La Cátedra Cultural de Estudios Bereberes es un espacio pequeño, muy modesto, que pertenece al Vicerrectorado de Cultura, Participación Social y Campus Ofra y La Palma. Lo creamos en 2012 como prolongación de otro proyecto anterior: el Aula de Cultura Amazigh, fundada en 2010. Ambos han respondido a la necesidad que tenía la sociedad canaria de ampliar conocimientos sobre la relación histórica de Canarias con el norte de África.
“Esta necesidad era extensiva a los alumnos y profesores universitarios, pues los planes de estudio eran (y continúan siendo) escuetos al respecto. No han profundizado en esa relación cultural y lingüística, ni tampoco en la arqueológica.
“Es decir, que sabíamos que los aborígenes eran norteafricanos, pero muy pocas personas estaban dispuestas a ahondar en esa relación desde el punto de vista histórico y cultural. Así pues, la Cátedra es un proyecto ilusionante que nace de esa necesidad. En ambos proyectos hemos trabajado desde 2005, pues la creación del Aula conllevó cinco años de lucha, dados los prejuicios existentes en el seno de la política universitaria. Desde entonces, hemos organizado cursos, seminarios y conferencias en los que han participado investigadores extranjeros de distintas instituciones académicas norteafricanas y europeas. Sin todo ello no podría haber realizado jamás mi tesis doctoral.
–Que los primeros pobladores de las islas Canarias vinieron del norte de África se conoce hace tiempo. Parece que hay una cierta resistencia a estudiar esa cultura en su origen.
–Sí. Cuando nosotros empezamos había muchos prejuicios que, si bien han ido atenuándose, lamentablemente, persisten. Esa relación histórica y cultural con los bereberes ha estado siempre politizada de una forma u otra. Un bando ideológico ha vinculado la cultura canaria exclusivamente a lo bereber y otro ha negado sistemáticamente ese vínculo indiscutible. Nosotros preferimos romper con esa dicotomía y afrontar la realidad tal y como se nos presenta.
–¿Por un tema de eurocentrismo o por qué?
–Yo creo que por un tema político. Y está claro que ni la investigación ni los planes de estudio pueden estar mediatizados por prejuicios políticos. Tenemos que estudiar las cosas como son, nos guste más o nos guste menos. Los investigadores estamos para acercarnos lo máximo posible a la verdad, aunque duela. Ese es nuestro deber y sobre todo nuestra responsabilidad.
–Pensar que has descifrado el alfabeto líbico-bereber en El Hierro hace que me acuerde de la famosa piedra de Rosetta, cuyo descubrimiento permitió descifrar los jeroglíficos egipcios. En tu caso, ¿cuál ha sido la fórmula y el tiempo que has tenido que dedicar a ello?
–A mí me hace mucha gracia cuando me relacionan con el egiptólogo francés Jean-François Champollion y la piedra de Rosetta, porque no es ni mucho menos comparable su desafío con el mío. Yo partí de una serie de ventajas que Champollion no tuvo en el caso de la escritura jeroglífica que descifró: un sistema escriturario logográfico, muy distinto del alfabético. Como las escrituras logográficas representan fundamentalmente palabras, su aprendizaje y estudio es mucho más complejo, ya que disponen de muchos signos. En cambio, la escritura alfabética es más simple: cada signo representa un fonema, por lo que su inventario es cerrado y se reduce a 20 o 30 letras.
“Yo partí, además, de otra ventaja: el desciframiento del alfabeto líbico-bereber más antiguo (el líbico oriental o númida) se llevó a cabo a principios del siglo XX. La escritura líbico-bereber es una gran familia formada por distintos alfabetos pertenecientes a diversos periodos y regiones.
“Era una escritura que estaba normalizada e institucionalizada. La desaparición del estado númida provocó su diversificación y adaptación a los dialectos libio-bereberes existentes, surgiendo así distintas variedades. Conocemos la variedad original de Numidia y los cinco alfabetos tuaregs actuales, denominados tifinagh, siendo las referencias que tenemos para trabajar. El alfabeto canario estaría en medio, aunque es más cercano a la norma original (el oficial de Numidia).
“Entre las ventajas que tenemos, sabemos que la lengua que hablaban los antiguos canarios estaba emparentada con el bereber actual. Lo sabemos, sobre todo, gracias a los estudios de toponimia guanche.
“Mi método consistió en estudiar 1.503 inscripciones líbico-bereberes del norte de África y de Canarias (eligiendo la muestra de El Hierro, 114 inscripciones). Hice un recuento de 18.535 signos con el fin de descubrir cuáles eran los más frecuentes y qué posición ocupaban dentro de las palabras, ya que los afijos que más se repiten suelen representar morfemas gramaticales (aquellos que expresan género, número, persona, etc.).
“Comparando el corpus norteafricano con el herreño, comprobé que, en general, los signos seguían los mismos patrones de frecuencia y posición. Las similitudes eran mayores con el alfabeto líbico meridional de la franja pre-sahariana (antigua frontera de la romanización). Además, se observaban vínculos evidentes con el líbico oriental, pues este alfabeto constituía la norma oficial de Numidia, que se acabó difundiendo por el norte de África durante la Antigüedad tardía.
“Como se verá, no sólo realicé un estudio estadístico de las inscripciones líbico-bereberes (que por sí mismo no explica nada), sino que además apliqué una metodología muy eficaz, utilizada para descifrar lenguas de las que solo se conservan escasos testimonios, para estudiar el corpus canario. Dicho procedimiento ya había sido empleado para estudiar la lengua de las estelas líbicas, de manera que solo tuve que seguir el camino trazado por mis predecesores.
–Todo ese trabajo de descubrimiento, interpretación y análisis estadístico me imagino que te llevó un tiempo extenso.
–Sí, porque mi investigación no solo consistió en trabajo de gabinete. Mi estudio se apoya en una amplia y consistente documentación bibliográfica que luego completé con trabajos de campo desarrollados en Túnez y El Hierro. Creo que es fundamental estudiar esas inscripciones en su contexto arqueológico, no solo a través de los libros.
–¿Cuál fue la razón, el chispazo, que hizo que emprendieras esta aventura?
–Una aventura o una locura –ríe–. Siempre me ha encantado la arqueología. Estudié Historia porque desde jovencita me apasionaba la arqueología, especialmente la de Canarias y el norte de África. En general, las evidencias arqueológicas muestran cierta diversidad insular. Sin embargo, el caso de la escritura líbico-bereber es diferente: se encuentra en las siete islas.
“Por tanto, es un marcador étnico, un marcador cultural de las gentes que poblaron el Archipiélago. También, en el Continente, esta escritura, como la lengua, ha sido un diacrítico cultural de los libio-bereberes. Al igual que nuestros aborígenes, los libio-bereberes continentales han sido un pueblo diverso en lo biológico y en lo socioeconómico. Incluso, han ocupado espacios ecológicamente dispares. Por ejemplo, los bereberes de la Cabilia (Argelia) son agricultores sedentarios y habitan una región montañosa, mientras que los tuaregs son fundamentalmente pastores y comerciantes nómadas que viven en el Sáhara central.
“Se trata, pues, de dos pueblos bereberes antagónicos que, si no fuera por su lengua y escritura comunes, pensaríamos que no guardan ningún vínculo. Además, si solo atendiéramos a su cultura material, tampoco imaginaríamos su relación histórica. Y ya, si nos fijamos en sus rasgos físicos… ¿en qué se parece un tuareg a un cabilio? En nada. Su vínculo ha sido la lengua y también la escritura.
–Estudiaste las inscripciones en yacimientos arqueológicos de El Hierro, pero también has mencionado a Túnez. ¿Qué dificultades tuviste para realizar tu investigación, sobre todo en un país o en una zona con una situación tan convulsa y complicada?

–Me centré en Túnez porque es el país que alberga las inscripciones líbico-bereberes más antiguas (las oficiales de Dougga). En el sur de Túnez había unas inscripciones muy parecidas a las de Canarias que ya desaparecieron.
“Quería conocer el territorio donde se originó y se produjo la primera dispersión de la escritura líbico-bereber. Y, claro, me centré solo en Túnez porque todo me lo tuve que costear yo. No he recibido subvención de ningún tipo, a pesar de solicitarla a la Universidad de La Laguna.
“Las líneas de investigación que son heterodoxas, por así decirlo, no reciben el mismo apoyo que otras que cuentan con una trayectoria más consolidada en las universidades. Estuve en gran parte de Túnez, incluyendo las fronteras con Libia y Argelia. ¡Daba un poquito de miedo!, ya que en esas fechas el país estaba en alerta terrorista y la embajada española desaconsejaba totalmente viajar allí. De hecho, a la semana siguiente de llegar a Tenerife, hubo un atentado en la capital, en una avenida cercana a donde me hospedaba.
–Llevabas guía, mapa y brújula, supongo.
–Sí –ríe–. Para tramitar la estancia contacté con el Instituto Nacional de Patrimonio de Túnez, concretamente con el epigrafista Mansour Ghaki, que estuvo ayudándome con los trámites y me orientó en el trabajo de campo. Contraté a un guía y, gracias a él, pudimos llegar a los yacimientos arqueológicos para estudiar in situ las inscripciones que se conservan.
–Hasta ahora se le había prestado poca atención al tema en Canarias. Como antecedente sólo se cita la investigación de la doctora Renata Springer que hizo su tesis en 1994. ¿Por qué?
–En su tesis, Renata Springer estudió numerosos yacimientos con escritura líbico-bereber del norte de África y los comparó con los que se conocían en ese momento en Canarias, que afortunadamente se han multiplicado en las últimas décadas. También es destacable su estudio de 2017, que demostraba la unicidad del alfabeto que llegó a las Islas. Para ello, Springer comparó las inscripciones de dos islas geográficamente opuestas: El Hierro y Lanzarote.
“Además, en ambas islas predominaban técnicas distintas: el piqueteado en El Hierro, mientras que en Lanzarote se prefirió la incisión. Esta diferencia técnica había sido aludida por otros investigadores para postular la existencia de dos alfabetos y oleadas poblacionales diferentes. Sin embargo, el estudio de Springer desmanteló esta hipótesis, al demostrar la llegada de un mismo alfabeto líbico-bereber al Archipiélago.
“Las inscripciones líbico-bereberes han sido estudiadas desde hace mucho tiempo. No somos las únicas, aunque, hasta ahora, en España, solo Renata Springer y yo hemos realizado nuestras tesis doctorales sobre epigrafía líbico-bereber.
–O sea, que se ha estudiado muy poco en profundidad.
–Sí. En general, la escritura líbico-bereber se ha tratado superficialmente, siguiendo dos perspectivas distintas. Por un lado, están los trabajos realizados fundamentalmente por arqueólogos, que han abordado las inscripciones como si se tratara de una tipología más de grabados rupestres.
“De hecho, se les suele denominar “grabados alfabetiformes”, denominación que, por ejemplo, sería impensable para las inscripciones latinas y que, además, cuestiona incluso su naturaleza lingüística.
“Y, por otro lado, están los ensayos de traducción que “han empezado la casa por el tejado”, yendo directamente a una traducción disparatada de los textos, sin haber realizado previamente un estudio que aúne el conocimiento de las lenguas libio-bereberes con la recopilación detallada de las inscripciones, el análisis de la frecuencia y la posición de los signos. Todo ello es necesario para lograr la transcripción (el valor fonológico de los grafemas) y, posteriormente, poder adentrarse con extrema cautela en la traducción.
–¿En qué islas del archipiélago hay inscripciones líbico-bereberes y por qué decidiste centrar tus investigaciones en las de El Hierro?

–En las siete islas se usó un mismo alfabeto líbico-bereber, con lo cual sus usuarios tuvieron que llegar desde una misma zona y durante un mismo período histórico (no sabemos de cuánto tiempo). Elegí El Hierro porque es la isla que cuenta con más inscripciones: 114 paneles que suponen más de la mitad del corpus canario (aproximadamente 200). Y, por otro lado, El Hierro es la frontera occidental de la dispersión líbico-bereber, siendo Egipto el límite oriental.
–¿Visitaste las inscripciones de las otras islas?
–No para este trabajo en concreto, pero si he visitado y documentado muchas inscripciones de las restantes islas. Todavía me quedan algunas por ver.
–¿En qué contexto se encuentran estas inscripciones en Canarias, en general, y en El Hierro, en particular: están vinculados a yacimientos arqueológicos con alguna característica determinada?
–Esta parte es muy interesante, porque los alfabetos líbicos antiguos se inscribían mayormente sobre estelas funerarias: se usaban para redactar los epitafios de los difuntos. Pero en Canarias y en la zona presahariana vemos un contexto distinto: la escritura se empleaba principalmente sobre soportes rupestres (las superficies naturales de las rocas) y no estaban, necesariamente, vinculadas al mundo de la muerte. En estos lugares y periodos existió, por tanto, una relación más estrecha con el mundo de los vivos.
“En Canarias hemos constatado que la escritura se usó mayormente cerca de yacimientos habitacionales, zonas de aprovechamiento de recursos naturales como los manantiales, playas donde hay riqueza pesquera y marisquera, atalayas utilizadas tradicionalmente por los pastores y asentamientos vertebrados por caminos tradicionales.
“Un ejemplo evidente de su excepcional uso funerario es la inscripción del tablón de madera de Guarazoca, en El Hierro, que se halló en los años 70, tras el derrumbe de un yacimiento funerario. Luego, en Gran Canaria, hay otra posible vinculación de la escritura con el mundo de la muerte. Concretamente, en Arteara, donde se halló una inscripción rupestre en las inmediaciones de su necrópolis tumular.
–Que imagino que se pudo datar, claro.
–Sí. Se pudieron datar tanto el tablón como los restos humanos. El tablón, en el siglo VIII y los restos humanos, en el siglo X d.C. Seguramente, pertenezca al siglo X d.C., por ser más fiables las dataciones realizadas sobre restos biológicos de vida corta.
–Que haya inscripciones en alfabeto líbico-bereber compuestas de una serie de grafemas o letras, ¿significa que los bimbapes, en este caso, sabían leer de modo general o piensas que era un conocimiento reservado a una élite, como ha ocurrido en otras culturas a lo largo de la historia?
–Muchas veces caemos en el error de extrapolar nuestro presente o nuestra historia más reciente a la Antigüedad. También tenemos la costumbre de confundir los usos y contextos de los diversos sistemas gráficos. En este sentido, no son comparables las escrituras logográficas con las alfabéticas.
“La creación y difusión del alfabeto representó una revolución en la Antigüedad, porque con un inventario muy pequeño de signos (y, por tanto, fácil de aprender y memorizar) se podía representar muchísimas lenguas. Comúnmente se vincula el origen del alfabeto a los fenicios, aunque ellos solo lo adoptaron de otros pueblos del Próximo Oriente. Luego, lo difundieron por el Mediterráneo, donde diversas civilizaciones (entre ellas, la númida) lo adaptaron cómodamente a sus respectivas lenguas.
“Al principio, el alfabeto líbico estuvo seguramente restringido a la élite de Numidia, alcanzando su auge en la época de la reunificación del reino, durante los mandatos de Masinisa y Micipsa (siglo II a.C.). Luego, constatamos que se popularizó y extendió al conjunto de la sociedad. Y lo sabemos porque el alfabeto líbico se empezó a emplear en las lápidas con el fin de honrar e identificar a los difuntos. El conocimiento del alfabeto no implica que todos sus usuarios fueran unos literatos, pero en general debieron de saber leer y escribir, al menos, el nombre y el apellido, como muchos de nuestros abuelos.
“Durante mucho tiempo, la escritura líbico-bereber ha tenido un uso popular y es precisamente esta popularización la que ha garantizado su supervivencia. Si no hubiera sido popular, hoy no existiría, porque quienes la han transmitido y preservado han sido los pueblos tuaregs, que no tienen Estado. Y han sido, concretamente, las mujeres, que están más vinculadas al ámbito doméstico, las responsables de esta pervivencia.
“Y en Canarias lo que aparentemente vemos es eso: había un conocimiento generalizado de la escritura, porque, además, las inscripciones están realizadas en zonas expuestas. Cuando se encuentran en las cuevas, suelen ubicarse en el exterior, salvo los ejemplos de la Cueva del Agua o las Toscas del Guirre, cuyo uso parecer haber sido público. Por otro lado, en El Hierro se observan diferentes grados de conocimiento de la escritura, tal y como se deduce de las “faltas ortográficas” y del uso dispar de las ligaduras.
–¿Cuál era la función de esas inscripciones en Canarias?
–Eso es lo que tenemos que averiguar. A través de los datos que tenemos, sabemos que tenían conocimiento de la escritura y que las inscripciones estaban ahí para ser leídas. Ahora, el significado…
–Ah, todavía no sabemos lo que dicen.
–Sabemos leerlas, pero no lo que significan del todo. A través de este estudio, hemos identificado preposiciones, adverbios, morfemas verbo-nominales, etc. Es decir, todos los elementos lingüísticos con significado gramatical. También, el análisis gramatical nos ha permitido localizar antropónimos y etnónimos que guardan relación con el mundo libio-bereber.
“Así, por ejemplo, el adverbio de negación WR a comienzo de palabra, que observamos en varias inscripciones herreñas, revela un rasgo característico de la antroponimia libio-bereber. Muchos nombres propios se construyen a través de la negación como, por ejemplo, el antropónimo tuareg Wer-tenezzu ‘Ella no se vende’ (un nombre que nos puede parecer extraño, pero que los tuaregs usan para diferenciar a las mujeres libres de las esclavas).
–Siendo el bereber un pueblo y una cultura todavía vigente con su lengua, ¿es aplicable su cultura al conocimiento de esta escritura anterior?
–Hay que tener cuidado con eso. Los ejemplos etnográficos o antropológicos actuales nos ayudan a comprender muchas cosas del pasado, pero los bereberes tampoco se han quedado estancados: han cambiado muchísimo con el tiempo. Su escritura también ha evolucionado: los tifinagh tienen influencia del árabe, porque la lengua tuareg ha adoptado numerosos arabismos que han requerido la creación de nuevos grafemas para representar sus fonemas. En definitiva, la comparación nos ofrece pautas, pero no es aplicable sin un conocimiento profundo de la historia y la cultura líbico-bereber que nos otorgue una perspectiva crítica.
–¿Tienes, como próximo plan, descifrar el contenido de lo que dicen esas inscripciones?
–Sí, ese es mi plan: nos queda desentrañar las partes de la gramática con significado léxico o simbólico. Otra cosa es que mi plan coincida con el de las instituciones, porque en este momento no hay ningún apoyo, a diferencia de lo que sucede con otras líneas de investigación. Cuando se trata de investigar a los pueblos libio-bereberes desde la perspectiva emic (es decir: de lo que ellos pensaban de sí mismos), ya parece que no interesa tanto, pues se necesita estudiar y profundizar mucho más. Es más fácil hablar de ellos desde fuera, porque así se puede decir lo que uno quiera.
–Terminamos, un recuerdo dulce.
–Muchos de los recuerdos que conservo son agridulces, pero compartiré uno muy agradable: cuando Renata Springer y yo estábamos haciendo el inventario de inscripciones líbico-bereberes de Tenerife y descubrimos nuevos paneles. Hasta entonces, sólo se conocía con seguridad una única inscripción. Nosotras descubrimos tres paneles más. Fue un subidón comprobar que todavía se podía avanzar y que había más inscripciones que descubrir. Algunas de ellas ya se conocían, pero no han sido catalogadas como escritura.