Izabella Gawin, escritora de guías turísticas y de senderos

“Canarias se asocia a turismo de masas con cemento por todas partes, es una pena”, dice durante la entrevista en la que habla del estilo de sus guías, recomendando aquello que ella misma ha disfrutado pero siempre crítica con lo que no le gusta. [Versión extensa de la entrevista publicada en la edición impresa de PELLAGOFIO nº 74 (2ª época, abril 2019)].
“En Tenerife me sorprende un monumento de estética fascista en un sitio tan emblemático como la plaza de España”
Por YURI MILLARES
Junto a su pareja, el también escritor Dieter Schulze, vive en Gran Canaria varios meses al año desde 1984, dedicada a escribir guías turísticas y de senderos del archipiélago poco usuales: rehúye de pintarlo todo “bonito” y critica el turismo de masas basado en la “especulación del suelo” y el “cemento”. Entre los dos y sólo en alemán han vendido más de 1,3 millones de ejemplares, sin contar los e-books. De las traducciones al inglés, holandés, belga, italiano, danés, sueco, finlandés, polaco, checo y húngaro ni saben cuántos se habrán vendido. “Ahora mismo tenemos 56 libros sobre Canarias en el mercado (en todos los idiomas), de los que 29 son en alemán”, dice.
“En Fuerteventura todo parece salvaje y abandonado y me gusta; Lanzarote, por el contrario, me gusta por lo ordenado”
■ OJO DE PEZ / Con vistas a Tamadaba Por TATO GONÇALVES |
–¿Cuál fue la chispa, la conexión, que unió a Izabella Gawin con Gran Canaria?
–La primera chispa fue Dieter en 1984. Él ya conocía Canarias y me persuadió para pasar el invierno aquí. Yo tenía 20 años, vine y me gustó muchísimo. De algún modo me quedé enganchada: todos los años hemos repetido y cada año más meses. El primer año fueron tres meses; el segundo año, cuatro meses; hasta llegar a seis y siete meses.
–Esa primera vez que viniste ¿no sabías de Gran Canaria?
–En absoluto. Vine para dejarme sorprender.
–En aquella época, ¿qué hacías, estabas estudiando?
«Dediqué mi trabajo de fin de carrera a la comparación de todas las guías que había publicadas sobre Gran Canaria»
–Estudiaba Ciencias Culturales y fue bastante difícil obtener el permiso de mi universidad para venir. Para poder estar tres meses aquí dediqué mi trabajo de fin de carrera a la comparación de todas las guías que había publicadas aquel año sobre Gran Canaria. ¡Entonces ya había 30 guías, imagínate!
–En alemán.
–Sí. En alemán solamente. Las comparé y encontré que eran muy parecidas. Todo estaba pintado muy bonito y maravilloso, lo típico de las guías, y eso no me gustó en absoluto porque no se refleja la realidad con sus males y con la especulación en el Sur, sepultados en cemento. Esa era mi crítica. La titulé Ilusión y realidad en las guías en el marco de la isla de Gran Canaria.
–No, eso fue el trabajo de fin de carrera. Pero me encantó tanto estar aquí y escribir sobre Canarias que pensé qué podría hacer para tener un pretexto y seguir viniendo. Una fundación en Alemania que se llama Heinrich-Böll-Stiftung (del partido Los Verdes) financiaba trabajos de investigación a mujeres que venían de otros países, en alemán se dice Migrationshintergrund, que se puede traducir como “trasfondo migratorio”. Yo había nacido en Polonia así que obtuve una subvención para trabajar dos años, me pagaban mensualmente una beca.
–¿Y qué viniste a investigar?
–Quería escribir sobre turismo de masas, pero encontré el tema muy limitado, era algo que se podía contar rápido. Y cuando conocí un poco sobre Historia, me impactó tanto que Canarias había sido la primera colonia española, que quise profundizar en el tema y escribí mi tesis, Isla Afortunada. De la utilidad de una isla atlántica –Insula Fortunata. Vom Nutzen einer Atlantikinsel en el original en alemán–. ¿Qué buscaban los primeros europeos que vinieron aquí? Esclavos, materia prima. ¿De dónde venía ese afán de conquistar las islas en todo ese contexto medieval? Y desde aquí, la primera colonia, a América. Todo eso ha sido para mí muy interesante y novedoso.
–Para investigar y documentarte en todo esto necesitabas estar aquí, ¿o tenías fuentes documentales en Alemania?
–Todo aquí. En Alemania, muy poco (hubo una tesis de un inglés, Felipe Fernández-Armesto, The Canary Islands after the Conquest: The Making of a Colonial Society in the Early Sixteenth Century. Recuerdo leer en La Provincia que se criticó mucho el título, The Making of a Colonial Society (Cómo se desarrolla una sociedad colonial), no gustaba mucho que se hablara de Canarias como colonia, como si afectara a la autoestima. Las fuentes que tenía yo aquí eran el Archivo Histórico Provincial, El Museo Canario… Me resultó muy difícil encontrar lo que buscaba, no había nada digitalizado. Pero había algunas publicaciones, como el magnífico Anuario de Estudios Atlánticos de la Casa de Colón, y me encontré con un auge de la historiografía canaria.
«Mi profesora en la universidad me dijo: Si estás criticando todas las guías, tienes que escribir una con tus criterios”
–Y después de comparar las guías turísticas de los demás, te has dedicado a escribir tus propias guías.
–Exacto –ríe–. Mi profesora en la universidad me dijo: “Si estás criticando todas las guías, tienes que escribir una con tus criterios”. Y así fue como, mientras hacía la tesis, escribí mi primera guía: Gran Canaria – Reisehandbuch und Wanderführer. Pero no tenía ni idea del mundo de las casas editoriales así que fui a la Feria del Libro en Fráncfort, con Dieter. Contactamos con una editorial conocida (Michael Müller Verlag), pero les dije que yo también quería tener la posibilidad de criticar las cosas que no me gustan; por ejemplo, un capítulo estaba dedicado a la especulación del suelo. Me dijeron que no, que eso era imposible, tenía que “ser positiva”. Y me negué. Después encontré otra casa editorial, horrorosa, que la sacó. No gané nada, pero al menos pude escribir lo que quería, historias que no puedes encontrar en otras guías. Descubrí que me gustaba mucho ese modo de vida: viajar y escribir. No quería entrar en la universidad y convertirme en académica, no me veía ahí.
–¿Qué contabas de la isla en esa primera guía?
«Yo quería contar las cosas historias que no encuentras normalmente. Y también de lo que pensaba del Sur, con una arquitectura tan fea»
–Yo quería contar las cosas que me llamaban la atención y hablar de personajes, como el señor Leacock en Gáldar, el empresario inglés que tenía plataneras, las distribuyó entre sus trabajadores y más tarde todo se vino abajo. Historias que no encuentras normalmente. Y también hablé abiertamente de lo que pensaba del Sur, con una arquitectura tan fea para el lugar, de un concepto de turismo que es una pena, porque podía haberse desarrollado de otro modo.
–Entonces, ¿qué les recomiendas a los lectores de tus guías?
–El centro de la isla, pequeños alojamientos, la ciudad de Las Palmas… Otros sitios, pero no del Sur. Al lector que se alojaba en esa zona le recomendaba que no se quedara en el hotel y aprovechara para ver el resto, que explorara la isla y sus pueblos, que caminara mucho.
–Mucho tuviste que caminar tú también.
«Nos ofrecieron escribir la guía que quisiéramos: sobre San Francisco, sobre Amsterdam o sobre Nueva York. Nosotros escribimos sobre Gran Canaria»
–Sí. Después escribí una guía de la ciudad de donde procede mi familia, Cracovia (en Polonia) y otra de Oxford (cuando Dieter estaba enseñando en Oxford). Normalmente no hay críticas de guías en los periódicos, pero esa guía sobre Oxford fue elogiada en un periódico bastante famoso en Alemania, el Frankfurter Rundschau. La editorial nos envió el artículo (que decía “no es una guía típica”, sino totalmente “diferente”, en la que “uno se siente como si viviera ahí” y así). Nunca habían recibido un elogio semejante, nos dijeron, así que nos ofrecieron escribir la guía que quisiéramos: sobre San Francisco, sobre Amsterdam o sobre Nueva York. Nosotros, que éramos muy idealistas y pensábamos que hay que vivir en el sitio y conocerlo a fondo para escribir una buena guía, les dijimos que no, que buscaríamos otro lugar que realmente conocemos y nos gusta mucho: les escribimos sobre Gran Canaria y las otras islas canarias.

–¿Todas, isla por isla?
–Sí. Entre Dieter y yo tenemos ya 30 guías sobre Canarias, 10 de ellas sólo de Gran Canaria y también con traducciones.
–¿Todas ellas guías diferentes, o ediciones que se van ampliando?

–Diferentes guías, con diferentes casas editoriales y destinadas a distintos públicos. Dieter y yo somos competidores y escribimos por separado –ríe–. En la guía para caminantes ya tengo 72 rutas por Gran Canaria, sólo caminos, traducida al español, al inglés, al holandés, al finlandés, al checo… Ahora está muy de moda, pero cuando salió la primera edición en 1996, con 35 caminos, nadie pensaba en caminar por Gran Canaria. Es un libro que se vende muy bien.
–Pero, ¿Dieter y tú escriben cada cual sus guías?
–Sí, escribimos por separado porque al principio discutíamos sobre los contenidos y eso nos llevaba mucho tiempo. Yo tengo una percepción diferente que la de él, así que, de las diez guías de Gran Canaria, la mitad las hemos escrito cada uno. Cada uno escribe su guía y nos corregimos, pero no discutimos tanto.
–Y tienes 72 senderos recorridos…
–…Sí, con GPS. También está en castellano: Gran Canaria. Las mejores rutas por la costa y la montaña (72 excursiones). Un librito rojo que se vende, por ejemplo, en La Librería del Cabildo. Hay algunas anécdotas de la traducción: el traductor peninsular quiso traducir degollada como “puerto de montaña” o el macizo de Tamadaba como “sierra de Tamadaba”, y así otras muchas.
–¿Cómo has ido descubriendo todas esas rutas? ¿Te echabas a caminar a la aventura?
–Sí, hemos explorado por nuestra cuenta en los años noventa ¡y nos hemos perdido muchas veces! Después hubo un programa europeo para restaurar caminos que fue una gran ayuda, porque es una gran responsabilidad ofrecer caminos donde alguien se pueda perder. Una vez recibimos una carta de un lector con una factura de un médico: “nos hemos perdido por su culpa”, decía.
–¿En qué se diferencia tu guía de senderos de las otras guías? ¿Cómo cuentas el camino?
–Las guías de senderos son libros muy técnicos. Tienen que ser totalmente precisas y muy detalladas, para que la gente no se pierda.
–¿Y tus otras guías, son más personales?
«Me gusta contar la historia que hay detrás de las cosas, como el hotel Mencey, un hotel fantástico de cinco estrellas que fue construido para el primer viaje de Franco a Canarias después del 36»
–Sí. Por ejemplo, en la próxima guía de Gran Canaria incluyo mis sitios favoritos a doble página. También descripciones críticas muchas veces. En mi guía de Tenerife he escrito sobre el franquismo y cómo se transformó la plaza de España desde los tiempos de Franco hasta ahora y por qué ha quedado ese Monumento a los Caídos. Allí es tan parte de la vida cotidiana que nadie se lo pregunta, pero sorprende un monumento de una estética fascista en un sitio tan emblemático y muy visitado. Me gusta contar la historia que hay detrás de las cosas, como el hotel Mencey, un hotel fantástico y bonito de cinco estrellas que fue construido para el primer viaje de Franco a Canarias después del 36, en los años 50, para que tuviera un sitio adecuado donde dormir. Todas esas historias son fascinantes y a los turistas nadie se las cuenta. A mí me gusta contarlas.
–¿Y tienes guías de todas las islas canarias?
–Sí. La Graciosa también… –ríe–, aunque en la guía de Lanzarote.
–Pero cuando estás en el archipiélago vives en Gran Canaria.
–Para unas vacaciones recomendaría más La Palma o La Gomera. Pero para vivir me gusta más Gran Canaria, porque lo tiene todo. También Las Palmas es una ciudad que lo tiene todo, no echas de menos nada. Es uptodate [está al día] totalmente en todos los aspectos…
–En tu caso, además, eres una fan de la playa de las Canteras.
–Sí, total. No en vano nos hemos conocido ahí –señala a Tato Gonçalves, autor de las fotografías que ilustran esta entrevista.
–¿Cuál es tu relación con la playa los períodos que vives en Las Palmas?
«Los barrios de Las Palmas son tan diferentes (la vida en La Isleta es tan distinta de Las Canteras, Santa Catalina, Vegueta o Triana) que puedes cambiar de ambiente muy rápido»
–Con marea baja siempre paseo y me baño todos los días. No importa si hace buen o mal tiempo. Me encanta también la vida alrededor, que es tan cosmopolita, en los cafés, en [el parque] Santa Catalina. Y los barrios son tan diferentes (la vida en La Isleta es tan distinta de Las Canteras, Santa Catalina, Vegueta o Triana) que puedes cambiar de ambiente muy rápido, moviéndote apenas tres kilómetros. Pienso que es un entorno único.
–¿Te gusta la ciudad como sitio gastronómico?
–Sí, Las Canteras es un sitio que me gusta para comer, aunque hay pocos restaurantes buenos; es muy turístico. Me gustan mucho La Perpleja, detrás del hotel NH, y el Bululu, en la calle Olof Palme. Un turista de Suiza me ha dicho que ha descubierto un restaurante en la avenida Mesa y López, el Pícaro, que le encantó; le pareció imaginativo y que trabajan muy bien la materia prima, pero aún no lo conozco.
–Te voy a preguntar, isla por isla, una cosa que te gusta y otra que no. ¿Te atreves?
–Ok –risas–. En general, lo que no me gusta es algo que hay en la cultura española que lo comento mucho: es muy difícil entrar en la casa de alguien, toda la vida está fuera. Por ejemplo, en Europa (en Polonia, en Alemania) es al revés, entras en la casa de tus amigos muy rápido. En Polonia, una vez, una pareja que conocimos nos invitó a pasar la tarde con ellos a tomar un café. La charla fue muy amena y nos quedamos para la cena. La charla fue tan amena en la cena que nos quedamos a pasar la noche. Después, el desayuno fue tan ameno que nos quedamos… ¡dos días! –ríe de nuevo¬–. Bueno, es un caso especial, antes era muy típico en Polonia, pero ya no, aunque queda algo.
–¿Aquí somos lo contrario?
–Aquí todo es fuera, en la calle. Está muy bien también, pero fue sorprendente para nosotros que tarden en abrirte las puertas. Llevo muchos años aquí y las invitaciones a casa de alguien son muy contadas. ¿No pasa entre ustedes?
–Bueno, es más habitual quedar para salir que para verse en casa.
–Estando en el Valle [de Agaete] pasamos delante de la casa de unos amigos de Tato y le dije ¿por qué no tocas en su puerta para saludarles? Y dijo “no, que no avisé antes”. En Alemania tú puedes tocar el timbre y ya está, y la gente te dice “ahora no tengo tiempo” o “sí, tengo tiempo, tomemos algo”. Eso me gusta mucho en la cultura centroeuropea, las puertas están abiertas y puedes entrar sin muchos avisos si son tus amigos. Aquí se hace fuera, en los cafés.
–Vamos isla por isla. ¿Lo más que te gusta de La Palma?
«Aparte de la naturaleza, la arquitectura de Santa Cruz de La Palma me gusta muchísimo»
–Aparte de la naturaleza, la arquitectura de Santa Cruz de La Palma me gusta muchísimo. Las casonas de los indianos que han vuelto [de América] me encantan.
–¿Qué te gustaría que se corrigiera?
–En La Palma, como en todas las islas, las construcciones nuevas son, muchas veces, muy aburridas. Son modelos de arquitectura que no encuadran con el paisaje. Por ejemplo, en el Puerto de Tazacorte, esas casas tan feas en la desembocadura del barranco de las Angustias.
–Vamos a El Hierro. ¿Qué destacarías?
–La tranquilidad. Tu entras al puerto [de La Estaca] y ya la notas. Enseguida percibes que es un sitio muy seguro donde todos se conocen. Eso te relaja.
–¿Algo que no te gusta?
–Quizás que la gente es más reservada, tal vez no con los canarios, pero hacia mí sí me lo parecieron.
–Saltamos a La Gomera. Una isla a la que van muchos alemanes, por cierto.
–Me encanta Valle Gran Rey por el espíritu bohemio. El bosque de laurisilva también, claro. Los gomeros también me parecen un poco reservados.
–¿Cómo te ha ido en Tenerife?
«La bajada de Chamorga al faro de Anaga en Tenerife es fantástica, uno se siente allí como en el fin del mundo»
–Me gusta Teno, Anaga y el Parque Nacional. También Garachico, La Orotava, La Laguna y un poquito el Puerto de la Cruz. Pero el turismo de masas y su arquitectura ¡buf…! Aunque, al menos, también hay hoteleros que se atreven con algo diferente. Un ejemplo es la reserva ambiental y el hotel San Blas, un hotel todo incluido de cinco estrellas, con colores y plantas canarias, con restaurantes que se llaman Benahoare, Tyteroygatra, Maxorata… Me parece un buen ejemplo. Es un producto turístico, pero bonito.
–¿Has caminado la isla? ¿Algún sendero que nos recomiendes?
–El barranco del Infierno, aunque se ha vuelto muy turístico. También la bajada de Chamorga al faro de Anaga es fantástica, uno se siente allí como en el fin del mundo.
–Pasamos a Gran Canaria, tu “isla favorita”.
–Sí, exacto.
–Lo que más te gusta de esta isla.
«Algo que me gusta en los canarios es que si perciben un ataque contra la naturaleza están dispuestos a luchar: un ejemplo actual es la movilización contra el segundo muelle en Agaete»
–La gente. Veo mucha diferencia de mentalidad entre islas y percibo al canario en esta isla, en general, más abierto y generoso, muy cosmopolita por el puerto. Quizás porque ha recibido tantas influencias durante tantos siglos, es Islamundi –definición que toma de la colección de retratos a personas de todo el mundo afincadas en la isla realizada por el fotógrafo Tato Gonçalves, de quien habla en su próxima guía–: todos somos emigrantes. A veces pienso “tantos turistas, ¿la gente de aquí no se cansa?, es como una conquista”. Pero la gente sigue siendo muy abierta y muy amable, no notas desprecio hacia ti como turista. Algo que me gusta en los canarios es que si perciben una injusticia o ataque contra la naturaleza están dispuestos a luchar. Un ejemplo actual es la movilización contra el segundo muelle en Agaete. Cada domingo están allí con sus pancartas y eslóganes apasionados…
–¿Y qué es lo que no te gusta en este caso? ¿Qué cambiarías?
–Uf, cambiaría muchas cosas. Propondría para la isla un turismo de balnearios. Ahí están el de Azuaje, el de Los Berrazales, ¿por qué están cerrados, por qué no se explota ese recurso tan valioso y tan bonito? No lo entiendo, como no entiendo muchas cosas. Por ejemplo, que los albergues sean sólo para grupos. ¿Por qué no una red de albergues? Podrías caminar de sur a norte, de Maspalomas a Gáldar, y hacer el camino de Santiago teniendo donde pernoctar. Eso tendría otro turismo distinto al de sol y playa, no genera tanta riqueza como el del Sur, pero para la economía local es muy importante y para la imagen de Gran Canaria sería fantástico. A Canarias en general se la asocia con turismo de masas, con cemento por todas partes. Tener un turismo alternativo, por ejemplo, de albergues (que no costaría tanto dinero), de balnearios o de otras cosas, diversificaría la imagen de Gran Canaria. Hay muchas posibilidades y no se aprovechan, es una pena.
–Seguimos con el repaso: Fuerteventura.
–Me encanta el interior de Fuerteventura, esas llanuras desérticas vacías, amplias; me recuerdan al “salvaje oeste”. Las playas también, pero no me gustan esos grandes hoteles de mil camas, son como fábricas.
–Lanzarote.
–Me atrae por otras razones. En Fuerteventura todo parece salvaje y abandonado y me gusta; Lanzarote, por el contrario, me gusta por lo ordenado, con esa estética al estilo César Manrique, con los pueblos perfectos, las casas blancas.
–¿Y lo que no?
–Puerto del Carmen, Costa Teguise y Playa Blanca.
–Se repite la estética del turismo masivo.
–Sí, el modo. En Playa Blanca tienes la primera línea, la segunda línea y seis kilómetros de líneas de bungalows y apartamentos. Al menos son sólo de una planta. No me gusta que hayan dejado construir tan cerca de la playa Papagayo, donde hay hoteles ilegales que nunca van a ser derribados.
–Doy el salto a La Graciosa. La conoces.
–Sí. Me encanta que las pistas sean de arena, que no haya asfalto.
–Islas diferentes con distintas formas de ser del isleño.
–Es la riqueza de Canarias: el paisaje y su gente. Es un sitio fabuloso. Ustedes no lo aprecian porque siempre han vivido aquí.
–¿Cuál será la siguiente guía con la que nos vas a sorprender?
–Ésta –coge entre sus manos un ejemplar del libro titulado Gran Canaria, editado por Dumont y subtitulado Mit ungewöhnlichen Entdeckungstouren, persönlichen Lieblingsorten und separater Reisekarte, que se podría traducir como “Con recorridos de descubrimiento insólitos, lugares favoritos personales y un mapa adjunto”–, pero con un nuevo formato y, lo más interesante (aparte del contenido clásico de una guía con los lugares, los restaurantes y los hoteles), con reportajes y entrevistas, por ejemplo, con Roberto, un surfero que cuenta sus experiencias y sensaciones y cuya madre de 83 años se baña todas las mañanas en las Canteras; o con Guadalupe, una editora digital de autores canarios con la que hago un paseo por el parque Santa Catalina y la playa de las Canteras, recorriendo escenarios de películas como Moby Dick.
“También incluyo un recuerdo del propio Dieter, que en su primer viaje por la isla en 1976 hizo autostop del Sur hacia Las Palmas. Un señor que lo recogió y lo llevó en el coche era uno de los nazis que se refugió en España en época de Franco. Su nombre era Artur Axmann, el Reichsjugendführer (jefe de las Juventudes Hitlerianas) que en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial envió a jóvenes de entre 13 y 18 años a morir en la guerra. Este señor que vivía en Taurito, antes Diablito, era el dueño del barranco y tenía una casona allí, donde invitó a Dieter a pasar la noche. Allí tenía cuadros de Hitler colgando de las paredes, el típico perro pastor alemán y a su mujer como una obediente sirvienta: ¡era un ambiente de III Reich! En los años 80 volvió a Alemania, donde murió.
–Terminamos, un recuerdo dulce entre tanto viaje y tantas guías.
–Hay muchos, pero me pasa ahora uno por la cabeza. Los años 80 eran una época, tras la muerte de Franco, en la que se notaba un ambiente muy alegre en la gente (ahora ya no tanto, la gente se ha europeizado), yo estaba sola en el Mercado Central de Las Palmas y de repente me dio un mareo y casi me desmayé. Dos mujeres me vieron y me hicieron sentar en su puesto de frutas y verduras, cortaron una naranja por la mitad para que la oliera y me reanimara. Me decían “venga mi niña, venga mi amor”. ¡Fueron tan cordiales, espontáneas y cercanas!