José Antonio Delgado, traductor de científicos y exploradores

“Sé que existe un manuscrito de la conquista de Tenerife, pero todavía no lo he encontrado”, dice José Antonio Delgado durante la entrevista en la que narra su pasión por la lectura de libros de viajes y de científicos que recorrieron las islas Canarias en los siglos posteriores a la Conquista. [Versión extensa de la entrevista publicada en la edición impresa de PELLAGOFIO nº 89 (2ª época, octubre 2020)].
Por YURI MILLARES
Con unas 60 traducciones en su haber, agrupadas en 25 libros que él mismo se autoedita, “es el traductor más prolífico de Canarias”, en palabras de Marcos Sarmiento en su reciente Historia de la traducción y de la interpretación en Canarias. Con 81 años recién cumplidos, se inició en la lectura desde niño, gracias a la biblioteca de un tío político que incluía libros prohibidos por el franquismo. A los 14 años se puso a trabajar como pasante de un abogado al negarse su padre a que siguiera estudiando.
Tras realizar el servicio militar en Madrid, se va a Barcelona a principios de los años 60 a trabajar en una gestoría administrativa, al tiempo que inició los estudios de Bachillerato (que no terminó), formando parte de un grupo de teatro catalán “que la policía nos echó abajo”, dice. De vuelta a Canarias entra a trabajar en la hostelería y la necesidad del aprendizaje de idiomas lo lleva a su verdadera pasión: la lectura y traducción de libros y relatos de viajes.
«Empecé a leer en la biblioteca de un tío mío militar, no era fascista y tenía libros prohibidos»
■ OJO DE PEZ / El cine y la traducción de ‘fuck’ Antes de ir a la Península y abrir horizontes, a principios de los años 60, José Antonio no tenía otra cosa que hacer en La Orotava que jugar al parchís en el local de Acción Católica o ir al cine: “Así era yo un gran aficionado al cine y lo sigo siendo”. Ahora lo ve en versión original, aunque no dejan de indignarle las traducciones, como fuck (joder) por “maldito”. “¡Eso no es una traducción!” ● |
–Tenía interés por conocer su trayectoria, los libros que ha traducido. ¿Cómo empezó la cosa?
–Cuando me cansé de estar en Barcelona, donde estuve tres años, vine a Tenerife y empecé a trabajar en hostelería, pero en una oficina llevando las nóminas del personal y los pagos. Vi que donde mejor se trabajaba y donde más dinero se ganaba era en recepción. Como tenía que aprender algún idioma para estar en recepción, pues me fui a Inglaterra.
–¿Hasta ese momento no sabía idiomas?
–No. Bueno, sabía catalán, pero no tenía ninguna utilidad en este caso. La empresa con la que trabajaba aquí me consiguió trabajo en la oficina de un hotel en Manchester… sin saber inglés.
–¿Y cómo se las apañó?
–Aprendí algo antes de ir, pero me las apañaba de mala manera. Allí había dos que hablaban español (un belga y un mallorquín) que me traducían. A la vuelta seguí en el mismo trabajo, porque me fui con seis meses de excedencia, pero como vi que esos seis meses fueron insuficientes para aprender inglés decidí volver a Inglaterra. Esta vez me fui por mi cuenta, porque no me querían dar otra excedencia. Estuve en Londres seis meses.
“Cuando volví a Tenerife estuve trabajando en el Puerto de La Cruz, después en Los Gigantes (no existía la Playa de las Américas ni Costa Adeje ni todo eso, que ha sido una burrada). También estuve en Gran Canaria, de primer recepcionista en el hotel Parque Tropical en Playa del Inglés. De allí me fui a Ten Bel, una urbanización del sur de Tenerife donde me ascendieron a jefe de recepción de la recepción central. Pero allí iba turismo belga y se hablaba francés mayoritariamente, así que tuve que aprender francés.
–Otra vez a viajar.
«Me pasé cuatro meses en París estudiando: tres meses en la Universidad de La Sorbona y otro en el Liceo Francés»
–Ahorré dinero, porque en recepción se ganaba bastante bien, y me pasé cuatro meses en París estudiando: tres meces en la Universidad de La Sorbona y otro en el Liceo Francés. También me fui a Alemania cuatro meses, pero no congeniaba mucho con los alemanes… y el idioma es mucho más complicado. Después de aquello he vuelto a París un montón de veces. París me cambió la vida totalmente.
–¿Por lo que aprendió, por lo que vivió?
–Por lo que viví. Yo, en realidad, había empezado a leer a los cuatro años.
–Muy temprano.
–Sí, muy temprano. Tenía un tío político con una biblioteca bastante grande y, precisamente, libros que estaban prohibidos por el franquismo. Y él era militar. Por los libros que tenía me parece que no era fascista, pero como el Movimiento lo cogió aquí no le quedó otra. Nos prestaba los libros y leíamos mi hermano (dos años mayor, ya murió) y yo. Así nos leímos los clásicos griegos, literatura rusa (sobre todo Dostoievski y Tolstoi) y algo la inglesa, pero principalmente literatura francesa que para mí era la mejor (Víctor Hugo tuvo una gran influencia sobre mí). Española también, pero menos.
–Y en París se vio inmerso en lo que había leído…
«Entrar en hostelería era salir de ligue todas las noches, París me cambió la vida y recobré el espíritu de hacer algo»
–En hostelería todas las noches salíamos de ligue. Pero en París recobré el espíritu que tenía con 20 años de hacer algo. Por eso digo que París me cambió la vida. Hoy en día no bebo. Cuando regresé a Tenerife me presentaron a Hupalupa [seudónimo de Hermógenes Afonso, historiador y político independentista].
“Como estaba recién vuelto de París y tenía el francés fresco, me dijo de traducir el libro de René Verneau [Cinco años de estancia en las Islas Canarias]. Bueno, antes ya había traducido un pequeño libro sobre la antigua lengua de los nativos de Tenerife [On the Ancient Language of the Natives of Tenerife] de un tal Marqués de Bute, escocés-inglés (porque hay escoceses que se consideran ingleses), que de la noche a la mañana apareció publicado, no sé por qué. Yo antes era muy confiado y se lo entregué a mucha gente para que lo vieran.
–Y una de esas personas lo publicó.
«Al final me dije “mira, lo edito por mi cuenta” y me fui a Madrid»
–No lo puedo afirmar, pero el libro apareció… Y cuando Hupalupa me dio las fotocopias de los Cinco años… lo traduje, pero luego empezó el problema de la publicación. Fui al Centro de la Cultura Popular Canaria que me propuso publicarlo en capítulos porque son descripciones de cada isla, pero yo no estaba de acuerdo. Se lo propuse a otra empresa, no recuerdo el nombre, y me pidió un millón de pesetas. Al final me dije “mira, lo edito por mi cuenta” y me fui a Madrid, que me costó 300 o 400 mil pesetas imprimirlo.

–Ya ha hecho varias ediciones del libro.
–Ha sido un gran éxito, nadie se lo esperaba: seis ediciones agotadas ya y estoy preparando una séptima edición. Con la experiencia que tuve, después no he buscado a nadie más.
–¿Fue a partir de ahí que empezó a traducir y editar?
–Me tuve que pasar un mes en Madrid porque tuve que hacer la corrección y menos mal que tenía el original, porque le faltaba una página y el texto daba un salto. Tuve que traducir la página que faltaba.
“Y así empecé. Encontré dos libritos, Viaje a la isla de Tenerife [1796] de André-Pierre Ledru y Una excursión a las islas Canarias [1884], de un arquitecto francés que estuvo en Tenerife y en La Palma, Adolphe Coquet, que era masón y vino a hacer una sepultura masónica en La Orotava, de una familia aristocrática de aquí. Después volvió a La Orotava para hacer un hotel que todavía existe, el Taoro.
“Posteriormente, encontré en la biblioteca de aquí un libro de Bory de Saint-Vicent que trata sobre la Atlántida [Ensayos sobre las Islas Afortunadas y la antigua Atlántida o Compendio de la historia general del Archipiélago Canario, 1988], también un libro sobre los judíos en las islas Canarias que trata sobre la Inquisición. Los traduje y los seguí haciendo en Madrid, porque era más barato.
«He estado en la Biblioteca Nacional de Francia y en la Biblioteca Británica»
–¿Se trata siempre de libros antiguos que va encontrando en bibliotecas?
–Sí. He estado en la Biblioteca Nacional de Francia, donde conseguí varios textos, y en la Biblioteca Británica.
–¿Iba buscando libros sobre Canarias para leer, o para traducir?
–Iba buscando libros para traducir. Es que, una vez empiezas te van saliendo notas de referencias a otros autores y así tengo ya publicados 25 libros. Por supuesto, estuve también en la Biblioteca Nacional española, donde también encontré muchas cosas.
–¿Qué es lo que buscaba?
«Un libro de 1500 y pico habla de los alzados guanches diciendo que no se podía subir al Teide porque había “bandidos”»
–Mayoritariamente, libros de viajes, porque, lo quieras o no, siempre te dan información a partir de gente que lo ha vivido. Por ejemplo, que la fiesta de los polvos de talco tan famosa de La Palma, se celebraba en Tenerife porque hay un señor que lo dice en un libro; y no se tiraban polvos de talco, se tiraba harina.
“Otro libro, de 1500 y pico, habla de los alzados guanches cuando [los castellanos] conquistaron el valle de Taoro y un montón de guanches huyeron a la zona alta de La Orotava y siguieron luchando: en ese libro, cuya traducción hice, se menciona que no se podía subir al Teide porque había “unos bandidos”, o sea, los alzados guanches.
–También ha traducido libros de científicos, alguno incluso de origen alemán como Leopold von Buch.
–Sí, en ese caso porque había dos ediciones, la edición alemana y la edición francesa. Cuando fui a Alemania estuve en la zona sur en la ciudad de Coblenza (Koblenz en alemán), en la confluencia del Rin con el Mosela. [Allí] la aristocracia no hablaba alemán, la consideraban una lengua vulgar, la lengua del pueblo. Ellos hablaban francés. Humboldt escribía en francés. Von Buch publicó una edición en alemán pero yo no lo sabía, pensaba que la edición original era la francesa y le falta una parte de la edición alemana sobre botánica. Por cierto, un libro de botánica que tengo casi traducido es uno de Sabino Berthelot, no sé lo que haré con él.
«Hablo el inglés mejor que el francés; pero leo y traduzco mucho mejor el francés que el inglés»
–A la hora de traducir, imagino que será más complicado un libro de tipo científico, por la terminología. ¿O es al revés, por usar términos de origen latino o griego?
–Teniendo un buen diccionario… aunque a veces tienes que recurrir a gente que conoce la materia. Los libros en francés no, lo sé mejor que el inglés (aunque hablo el inglés mejor que el francés; pero leo y traduzco mucho mejor el francés que el inglés).
–Es un idioma más rico en matices que el inglés.
–Sí, muchísimo más. Es que el francés y el español son lenguas latinas y como tales tienen similitudes. El portugués, en cambio, que lo he traducido con ayuda, es una lengua más pobre, por ejemplo, en los tiempos verbales. Y bueno, el inglés es un desastre. No tiene academia de la lengua, o no la tenía en mi época.
–Al traducir un libro del inglés, más pobre en matices, ¿lo enriquece al recrear una descripción?
–Yo procuro siempre ser fiel al texto original. Es una cosa que normalmente no ocurre con las traducciones en el cine. A mí me gusta ver las películas en versión original y cuando oigo fuck o go fucking y me lo traducen por “maldito”, ¡eso no es una traducción! Porque to fuck es “joder”, claramente, y no tiene otro sentido. También es verdad que a veces hay películas en las que de cada dos palabras una es fuck… así no se puede.
–¿Y si hay una palabra inventada en el idioma original?
«Yo primero hago la traducción a mano, después la paso al ordenador y la corrijo»
–Esas palabras no me las he encontrado. Quizás en literatura sí haya, pero en los libros de viajes no hay.
–Cada maestrillo tiene su librillo. ¿Usted por dónde empieza: primero hace una lectura del original o directamente se pone a traducir?
–Yo primero hago la traducción a mano, después la paso al ordenador y la corrijo. De todas formas, siempre la dejo un mes en reposo, porque a veces no encuentras la palabra que buscas, o la repites sin darte cuenta, y cosas así. Yo hago dos o tres revisiones.
–Su campo de trabajo son siempre libros antiguos.
–Lo moderno no tiene el interés de lo que se quedó atrás.
–Es como un arqueólogo buscando objetos de una cultura antigua. ¿Se le ilumina la vista cuando descubre un libro no traducido sobre Canarias?
–Sí.
«Con la pandemia y la situación que vivimos no tengo ganas de nada»
–¿Qué le queda pendiente por traducir? ¿O qué le gustaría?
–Con la pandemia esta y la situación en que vivimos, no tengo ganas de nada. Es algo horroroso. Tengo cosas.
–¿Qué tesoro en forma de libro, suponiendo que exista, le gustaría encontrar?
–El tesoro que me gustaría encontrar sería el manuscrito de la conquista de Tenerife. Que existe, pero no sé dónde está. Lo estuve buscando.
–¿Y ha confirmado que existe?
–Sé que existe porque tengo dos referencias de ese libro.
–¿Cuándo encontró esas referencias?
–Hace años. Fui a la Biblioteca Nacional en Madrid, hablé con una señora y me llevó a una estantería con un montón de libros fuera de la zona de lectura, pero no lo encontré. Volví pasados unos años, tampoco lo encontré. También lo estuve buscando en la biblioteca de El Escorial, porque decían que podía estar ahí, y no apareció. Me quedó ir a Cádiz o a Sevilla. Pero yo ya no estoy para viajes. Encontrar ese manuscrito sería una joya.
–¿Algo que haya traducido y le haya emocionado?
–A mí me gusta mucho Sabino Berthelot.
«Salí de La Orotava donde no había sino la Acción Católica y la Falange y llegué a Sabadell, con un gran ambiente antifascista»
–Terminamos, un recuerdo dulce.
–Siempre se tienen algunos. Para mí París fue un renacimiento, como ya dije, pero también es verdad que cuando fui a Cataluña aprendí muchas cosas: salí de un pueblo como La Orotava donde no había sino la Acción Católica y la Falange y llegué a una ciudad como Sabadell (aunque después me fui a vivir a Barcelona), con un gran ambiente y muchos amigos que pensaban como yo, antifascistas que no estaban de acuerdo con el régimen [franquista], te reúnes con gente, hablas, cambias ideas.
“Esos son mis dos recuerdos dulces. ¿Qué hacía en La Orotava, meterme en la Falange? Me apunté cuando era un crío, pero mi madre no me dejó ir, me lo prohibió. Y eso que mi padre era falangista, porque José Antonio viene precisamente de José Antonio Primo de Rivera. Iba a la Acción Católica porque había allí un salón de juego y te ponías a jugar al parchís o cosas así.