Juan José Otamendi, copropietario de Bodegas El Grifo

“Estamos compitiendo con las bodegas de fuera de la isla con una mano atada a la espalda”, dice en esta entrevista de la sección “Cita con Canarias” pocos días antes de que la bodega celebre su 240 aniversario. [Versión íntegra de la entrevista publicada en la edición impresa de PELLAGOFIO nº 36 (2ª época, noviembre 2015)].
Por YURI MILLARES
La más antigua de las bodegas de Canarias celebra en noviembre de 2015 su 240 aniversario. Se trata de la lanzaroteña El Grifo, desde 1982 dirigida por sus actuales propietarios los hermanos Juan José y Fermín Otamendi Rodríguez-Bethencourt, quinta generación de una larga saga familiar entregada a obtener lo mejor de la uva en la Isla de los Volcanes. Tiene su origen en el tatarabuelo Manuel García Durán, quien, a su vez, a mediados del siglo XIX, recogió el testigo de la familia Castro Medinilla y sus cuatro generaciones precedentes hasta llegar a 1775, fecha de construcción de la bodega.
“De lo que se trata es de hacer unos vinos que nadie pueda imitar en el mundo, por carecer de nuestras variedades”
■ OJO DE PEZ / 240 aniversario Por TATO GONÇALVES Llegamos a la bodega más antigua de Canarias y el ajetreo era continuo; cajas y más cajas, selección, análisis y… ¡oh, estaban en plena vendimia! Disfrutamos de la cata; mostos, espumosos, blancos secos, malvasía… Lástima tener que escupir tanto bueno. Y disfrutamos aprendiendo y recorriendo espacios con más de 240 años de existencia. Lo dicho, un lujo, y, felicidades a El Grifo por este 240 aniversario ● |

–Cuando mi hermano Fermín y yo nos hicimos cargo de El Grifo, por donación de nuestra madre Antonia Rodríguez-Bethencourt, no conocíamos bien el pasado remoto ni la importancia que el vino ha tenido en la historia de Lanzarote. El reto ha sido mayor del que pensábamos, pero lo vamos sosteniendo gracias a los viticultores lanzaroteños y a que tenemos los mejores colaboradores a los que una bodega en Canarias puede aspirar.
–En aquel 1982, ¿en qué situación se encontraba la viticultura lanzaroteña?
–Estaba en decadencia, como en el resto del archipiélago. En Lanzarote ha sido el esfuerzo empecinado de los viticultores el que nos ha permitido a las bodegas ganar tiempo, para mejorar sustancialmente la calidad de los vinos lanzaroteños, reconocida hoy por el mercado. Esto nos permite a todos pagar mejor la uva y apuntalar el futuro del sector.
“El esfuerzo empecinado de los viticultores lanzaroteños es lo que nos ha permitido a las bodegas ganar tiempo, para mejorar la calidad de los vinos”
–La bodega necesitaba dar un salto mirando al futuro, ¿cuál fue en ese momento el primer objetivo que se trazaron?
–Desde luego. Aconsejados por nuestro tío el doctor Bethencourt, que impulsó la bodega en las décadas centrales del siglo pasado, vimos la importancia de contar con colaboradores y expertos de primer nivel. Es el caso de Felipe Blanco, el enólogo que cambió los vinos de Lanzarote, haciendo lo mismo posteriormente con los de Tenerife, cuando lideró Bodegas Insulares. Esa fue la primera revolución. Luego hemos tenido que hacer otras. Así será siempre.
–No les era desconocida, pues la conocían desde niños. ¿Qué recuerdos guarda de aquellos años?
–Sí, recuerdo cuando la uva llegaba a las bodegas en cajas a camello y cómo se pisaba la uva. Nuestra madre trajo en los años sesenta maquinaria “moderna” de Logroño, cerca de Pamplona donde vivíamos la mayor parte del año. Pese a ello, las labores de bodega eran muy duras. Recuerdo mejor los años setenta porque ayudé a mi madre, entonces propietaria de El Grifo, en las vendimias, en agosto, en que por vacaciones judiciales cerraba mi despacho de abogados en Pamplona. Después he podido conocer, que no recordar, las vicisitudes de las dos familias que anteriormente fueron propietarias de la finca; la primera, la del cura de la Iglesia de la Villa, Antonio de Torres, que edificó el lagar cubierto en 1775, y cuyo sobrino, Bartolomé de Torres, vendió El Grifo a Ginés de Castro, cuyos descendientes la vendieron a mi familia en 1880. Por eso celebramos ahora el 240 aniversario de la bodega.
“Recuerdo los años sesenta cuando la uva llegaba a las bodegas en cajas a camello y cómo se pisaba la uva”
–Un antepasado que sí conocieron fue al abuelo Fermín Rodríguez Bethencourt, médico de la isla y todo un personaje en su época. En la preciosa casa que se hizo construir en Arrecife no faltaba espacio para guardar barricas con el vino de El Grifo.
–El Grifo, como las otras bodegas, estaban ubicadas en los campos. Resultaba necesario llevar el vino al puerto, para poderlo vender dentro y fuera de la isla. Las pipas se llevaban en carreta de mulas, afortunadamente cuesta abajo, y cuando retornaban era por el mismo medio, pero las pipas volvían vacías. De la bodega de Arrecife al muelle se llevaban las barricas rodándolas. Desde la segunda mitad del XVIII las cosas eran así. Precisamente lo que hicieron mis abuelos con la casa de la calle Fajardo es lo que en la primera mitad del XIX hacía Antonia de Castro, la única de los sucesivos propietarios que murió en el Grifo, que vendía el vino de El Grifo en lonjas que poseía en Arrecife.
–Para un bibliófilo como usted, no sólo amante de los libros sino autor de algunos de ellos referentes al vino y a la tonelería en Lanzarote y en Canarias, la biblioteca del Museo El Grifo debe ser toda una joya.
«Vino y cultura hacen buen maridaje»
–Es una biblioteca temática sobre vino, agricultura, Lanzarote y Canarias de más de 5.000 volúmenes. Nos ayuda a conocer el pasado y a preservarlo. Además, vino y cultura hacen buen maridaje. Entre los ejemplares de la biblioteca destacaría las primeras ediciones del historiador canario José Viera y Clavijo, y también del siglo XVIII el libro de George Glas, publicado en Londres en 1764; así mismo, las primeras ediciones de viajeros que visitaron Lanzarote en el siglo XIX. Y aunque no sea de gran valor, nos costó mucho adquirir la obra de Luis Morote, que además de visitar Lanzarote a principios del siglo XX estuvo en El Grifo, y así lo cuenta en Las Canarias Orientales. Tras mucho buscar, lo tenía un librero uruguayo al que una familia emigrante canaria se lo vendió en aquella tierra.
–¿Qué distingue a la materia prima con la que se hacen los vinos lanzaroteños?
–Aunque lo más conocido es el cultivo tan extremo de la viña, tienen tanta o más importancia las variedades de cepas únicas y exclusivas de Lanzarote o de Canarias. De Lanzarote, la malvasía volcánica. También la uva blanca vijariego, que se mantiene casi exclusivamente en Lanzarote, aunque existen algunas plantas en Tenerife. La uva listán negro es exclusiva del archipiélago. Son variedades que antes de la filoxera, en el XIX, estaban extendidas en Península y quizás en otros países, pero desaparecieron con la plaga. Estamos en una situación muy ventajosa si somos capaces de explotarla, porque el mercado premia la singularidad, la rareza, lo único.
«Estamos en una situación muy ventajosa si somos capaces de explotarla, porque el mercado premia la singularidad, la rareza, lo único»
–¿Y cómo han evolucionado esos vinos desde entonces en lo que se refiere a Bodegas El Grifo?
–En nuestra etapa hemos intentado hacer los vinos de la manera más ortodoxa posible, según los conocimientos técnicos y científicos con especial ayuda de los profesionales. Ahora estamos en hacer vinificaciones y procesos heterogéneos para extraer de estas variedades singulares lo más peculiar y original de cada una de ellas. Se trata de hacer unos vinos que nadie pueda imitar en el mundo por carecer de tales variedades, y que sus especificidades organolépticas puedan ser observadas por un consumidor atento. Y en todo caso con una elevada calidad, requisito sine qua non.
–La originalidad y la calidad que distingue a los vinos El Grifo, va de la mano con una uva más cara de producir que en otras regiones del mundo. ¿Comprende el consumidor que se encuentra ante algo realmente diferente, que hay que disfrutar sí o sí?
2Aunque lo más conocido de Lanzarote es el cultivo extremo de la viña, tienen tanta o más importancia las variedades de cepas únicas y exclusivas2
–El consumidor, con toda razón, sólo paga en función de la calidad y la singularidad de los vinos. El que la producción de una hectárea en Lanzarote sea de mil kilos, es decir, diez o veinte veces menor que en cualquier parte del mundo, no tiene mucha importancia a la hora de adquirir una botella. Un precio elevado sólo se paga si la calidad que recibimos a cambio lo merece.
–Muchos vinos presumen de premios como estrategia comercial, pero hay concursos y concursos. ¿Cuál es la política de ustedes en este tema?
–Está claro que hay docenas, o centenares de concursos, varios de ellos en Canarias. Pero sólo nos presentamos a los concursos internacionales avalados por la OIV, una docena escasa, que garantizan una cata a ciegas, con un reglamento de cata preestablecido y con un panel de catadores especializados y de diversos países en cada concurso. En definitiva se garantiza la objetividad y la profesionalidad. Y en lucha con cualquier bodega de cualquier país que quiera concurrir. En este apartado estamos a la cabeza de las bodegas canarias.
–Por cierto, conservan los libros de cuentas de la bodega desde finales de siglo XIX, donde se documenta la exportación de vino a Gran Canaria y Tenerife, pero también a Cuba y Puerto Rico. ¿En qué condiciones se hacían esas exportaciones y a dónde llegan hoy?
–El vino lanzaroteño llegó a América gracias al flujo del transporte marítimo. Eran los comerciantes grancanarios y tinerfeños, después de aprovisionarse en Lanzarote, quienes propiciaban su exportación. Ahora es la bodega la que vende directamente en Estados Unidos y Centroeuropa.
–¿Y en qué condiciones se realizan hoy las exportaciones? ¿Hay algún tipo de apoyo institucional que las favorezca?
–A la espera de la marca España, sí hay alguna ayuda para asistir a ferias o exposiciones. Pero lo que necesitamos de los políticos no son ayudas, sino que cumplan con su obligación, que no pongan palos en las ruedas. Salvo el presidente del Cabildo [Pedro San Ginés] y el anterior consejero de Agricultura [Francico Fabelo], todos los políticos lanzaroteños se han conjurado en impedir la aprobación del Plan de La Geria. Desde el siglo pasado las bodegas no hemos podido realizar obra alguna. Estamos vinificando y manteniendo los vinos al aire libre. Estamos compitiendo con las bodegas de fuera de la isla con una mano atada a la espalda.
–Terminamos: un recuerdo dulce.
–Mi abuelo tocando la guitarra en el cuarto del oratorio de El Grifo en los años cincuenta.