Manuel Lorenzo Perera, investigador de la cultura tradicional canaria
"A los pastores canarios se les ha dado leña, cuando su cultura es milenaria"

«Que los gomeros fueron a las otras islas a enseñar el lenguaje silbado es un cuento chino», dice Manuel Lorenzo Perera durante la entrevista, en la que habla de etnografía, folclore y cultura tradicional en las islas Canarias, especialmente en Tenerife y El Hierro. [Versión extensa de la entrevista publicada en la edición impresa de PELLAGOFIO nº 105 (2ª época, marzo 2022)].
Por YURI MILLARES
La tradición engrandece la memoria de los pueblos”, no se cansa de repetir Manuel Lorenzo Perera. Su pasión por la etnografía se desató cuando, realizando su tesis de licenciatura sobre la Carta Arqueológica del Suroeste de Tenerife, conoció y entrevistó a un grupo de viejos cabreros tinerfeños. El catedrático Manuel Pellicer Catalán le propuso escribir después la tesis doctoral sobre los fenicios en el Mediterráneo. “¿Qué hago yo en el Mediterráneo con todas las cosas que quedan por hacer en Canarias?”, se preguntó. Cambió de tema y la hizo, “solito”, sobre el pastoreo en El Hierro.
«He hecho trabajos de investigación en todas las islas, pero mi pasión ha sido El Hierro. Que en El Hierro y más islas haya lenguaje silbado es motivo de orgullo, la diversidad engrandece la cultura de los pueblos»MANUEL LORENZO PERERA, doctor en Historia
■ OJO DE PEZ / Miles de libros por escribir Orotavense afincado en el pueblo de El Palmar, en Buenavista del Norte, la entrevista tuvo lugar en el patio de su casa tras un largo recorrido por carretera. “El pueblo está en su sitio, lo que está lejos es Santa Cruz de Tenerife”, dice, al indicar que él sólo se desplaza en guagua. Investigador incansable y muy prolífico, asegura que tendría para escribir muchos más libros, “miles, diría yo; el que se aburre es porque quiere; sobre cada animal, sobre cada planta y sobre cada persona se puede escribir un libro o un artículo” ● |

–Licenciado en Filosofía y Letras y doctor en Historia, tu vocación y gran dedicación toda una vida de docente e investigador ha sido la etnografía. ¿Por qué esa pasión?
–Yo me inicié en el mundo de la arqueología. Mi tesis de licenciatura fue sobre la Carta Arqueológica del Suroeste de Tenerife, con Manuel Pellicer Catalán, el catedrático que había en aquel tiempo.
“Para mi memoria de licenciatura entrevisté a diez cabreros viejos del sur de Tenerife, para ver las rutas que seguían cuando iban desde la costa hasta las cañadas del Teide, posiblemente las mismas rutas pastoriles que siguieron los viejos guanches. Me encontré con un personaje impresionante que se llamaba José Martín Rancel, de Charco del Pino, el último comandante de los pastores en Las Cañadas del Teide.
“Cuando hice esas entrevistas a pastores viejos de Vilaflor, de Granadilla, de San Miguel, mi pasión por la etnografía y la ganadería se acrecentó.
“Pero esa pasión ya venía de atrás, porque cuando pequeño en La Orotava me acuerdo de ver a los cabreros, no en la Villa de Abajo que era donde vivían los señoritos, sino en la Villa de Arriba. Primero en el Campo de la Garrota. Y cuando edificaron allí se trasladaron al barranco del Matadero y tenían sus cabras allí (después yo creo que los echaron, porque La Orotava es un pueblo muy señorial y se fueron para el Puerto de la Cruz).
“Ellos, tanto en la Villa de Arriba como en El Peñón, todos los días iban con un jabardo de cabras (jabardo es un grupo reducido de diez o doce) y recorrían las calles vendiendo la leche. Quien quería y podía, porque tenía un niño enfermo o lo que sea, compraba un cuarto litro de leche.
“Y una cosa que recuerdo un montón de ese tiempo era el arte que tenían los cabreros para ordeñar. Porque no utilizaban fonil, directamente ordeñaban desde las ubres a la botella. Esos recuerdos de mi infancia y después esa relación con los cabreros mayores del Suroeste de Tenerife, acrecentaron mi pasión por el mundo de la etnografía y el pastoreo.
«Pellicer me sugirió hacer la tesis sobre los fenicios ¿Qué hago yo en el Mediterráneo con todas las cosas que quedan por hacer en Canarias?»
“Presenté mi tesis de licenciatura el año 1971 y le dije al catedrático: Don Manuel, quiero hacer la tesis doctoral, a ver si me recomienda un tema.
“Y Manuel Pellicer Catalán me recomendó los enterramientos fenicios en el Mediterráneo Occidental. Cuando ya llevaba un tiempo, después de haber hecho un montón de fichas y leído un montón de libros, me dije para mí: ¿Qué hago yo en el Mediterráneo con todas las cosas que quedan por hacer en Canarias?
“Hablé con él y me dijo que el pastoreo en Canarias “es un gran tema”, pero él se desligó porque era arqueólogo y yo, solito, proseguí. Entrevisté a pastores de La Gomera, a muchos pastores de Tenerife, a pastores de La Palma y, después, fui a El Hierro en 1975. Allí me di cuenta de que, con la isla de El Hierro, había material sobrado para hacer una tesis doctoral.
“Empecé a hacerla en ese año 1975 y la presenté el año 1992. Pasaron 17 años. ¿Por qué? Porque soy una persona muy novelera. Una cosa que le aconsejo a los investigadores: si están trabajando un tema, acábenlo. Porque como se distraigan con otro la cosa se puede eternizar. En esos 17 años escribí un montón de artículos periodísticos y quince libros.

–Todos esos artículos y libros han sido después de mucho patear… ¿por todas las islas o hay alguna que se te escapa o en la que has estado menos de lo que te hubiera gustado?
–Yo he hecho trabajos de investigación en todas las islas, pero mi pasión ha sido El Hierro. Es donde más he trabajado. También en Tenerife, mi isla, por supuesto. Pero tengo trabajos de investigación realizados en cada una de las islas del archipiélago. Las autoridades de la cultura son las que deben preocuparse por recoger toda esta información, que está ahí, y el trabajo en Canarias lo hemos hecho personas particulares, como tú y yo, sin cobrar un duro.
–En efecto, de todas las islas del archipiélago hay una que te hace bastante tilín, a tenor de todos los trabajos que has desarrollado en ella: su folclore, su cerámica popular, sus pastores, sus quesos. ¿A qué se debe esa querencia por El Hierro?
«En El Hierro dormía encima de un somier, con mi saco de dormir y una mantita, en la vivienda vacía del maestro de San Andrés»
–Se debe a que fui en 1975 y decidí hacer la tesis doctoral sobre El Hierro. Continué yendo los veranos, en Semana Santa y en otros momentos y fui conociendo a un montón de gente magnífica.
“Mi pueblo allí fue San Andrés, que está ubicado en el centro de la isla, un pueblo con una gran tradición pastoril que me quedaba cerca de Valverde, donde estaban el archivo municipal y el archivo cabildesco. Yo nunca he tenido coche, así que bajaba en la guagua o subía en autostop, según me cuadrara.
“Para vivir allí alquilaba una casa o bien hablaba con el alcalde Guillermo Panizo, al cual estoy muy agradecido, que me dejaba la vivienda del maestro, pero sin mueble alguno. Yo dormía encima de un somier con mi saco de dormir y una mantita que siempre llevaba. Llegaba del archivo a las dos o tres de la tarde, me hacía la comida con un camping-gas que tenía y por las tardes y las noches salía a hablar con los pastores, porque sabes que las ovejas cuando hace mucho calor se amorchan y no caminan, hay que sacarlas a pastorear por la tarde.
“Siempre me marchaba de El Hierro llorando, muy apenado. Invertí un montón de tiempo y de dedicación y cuando veo que faltan los viejitos que yo conocí, tan entrañables y magníficos, maestros de la tierra como la copa de un pino, me da una pena tremenda.
“Sí, yo me encariñé con El Hierro. Y sabes que la isla me ha propuesto para los Premios Canarias, tanto el Cabildo como los ayuntamientos y todos los colectivos culturales. En mi vida me han dado un montón de premios. Yo lo que nunca he hecho es el mierda, nunca he corrido detrás de nadie para que me dé un premio. No me rebajo a tal, pero es bonito que la gente haya valorado y haya reconocido lo que yo he hecho por la isla.
–En la actualidad instituciones herreñas y sociedad civil trabajan por la recuperación y reconocimiento del silbo herreño, una práctica ancestral que aún pervive entre numerosas personas muy mayores que, a su vez, lo aprendieron de sus antepasados, pero hasta ahora no le daban valor. ¿Por qué?
«En La Orotava cada niño conocía el lenguaje silbado de su madre, si no aparecíamos se quitaban la chola y nos pegaban un par de zurriagazos»
–El herreño sí le da importancia. Lo que pasa es que muchos desconocen ese tema, porque a los canarios la Historia nos ha condenado a ser ignorantes de nuestra propia realidad. Y es verdad que en Tenerife, Gran Canaria, El Hierro y La Gomera, por lo menos en esas cuatro islas, se silbaba. Y eso es motivo de orgullo.
“Me acuerdo cuando pequeño en La Orotava, siendo chiquillo, cada calle era un museo etnográfico y pasaba un coche cada cuatro horas. Y me acuerdo de que mi madre, y las otras madres, cuando querían llamarnos se alongaban a las ventanas y nos llamaban silbando. Y cada cual conocía el lenguaje de su madre. Si no aparecíamos quería decir que estábamos lejos, medio perdidos, entonces las madres se quitaban la chola y nos pegaban un par de zurriagazos.
“En El Hierro hay una asociación que lo está promoviendo; hace un par de años se publicó un libro, El lenguaje silbado en la isla de El Hierro, precisamente de un antiguo alumno mío, David Díaz Reyes. Yo le escribí el prólogo. Pero, Yuri, hay un tema de envidia, de falta de orgullo. A veces nos comportamos como un pueblo de mierda y es una pena. La tradición es lo más grande que puede tener un pueblo, la tradición engrandece la memoria de los pueblos.
–La Gomera realizó un gran trabajo de recuperación del silbo en su isla. Ha tenido un justo reconocimiento como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, pero ahora hay a quienes les molesta el silbo herreño. Quieren apropiarse de esta herencia aborigen que también sobrevive en El Hierro o en Gran Canaria y dejarlo todo con la ‘marca’ silbo gomero. ¿Te parece creíble el argumento de que hubo gomeros que fueron a las otras islas a enseñar el silbo en siglos pasados?
«Cuando veo esas machangadas [contra el silbo herreño] me da mucha pena, mucha lástima»
–Eso es un cuento chino. Sí es verdad que algunos gomeros se trasladaron a El Hierro a pescar, pero eso fue muy tarde. Y también gomeros vinieron a Tenerife, pero en Tenerife también se silbaba. De hecho, se ha hecho un documental en el que aparecen más de 60 herreños hablando del silbo y silbando. Eso es una verdad que está ahí y debe ser motivo de orgullo, porque la diversidad engrandece la cultura de los pueblos.
“¿A mí que más me da que en El Hierro y en otras islas hubiese un lenguaje silbado? Todo eso es riqueza cultural. Y cuando veo esas machangadas me da mucha pena, mucha lástima.
–De la conquista castellana y destrucción de la cultura aborigen se ha dicho y escrito mucho. ¿Fue una ruptura total o una adaptación al nuevo orden social impuesto? Parafraseando el título de uno de tus libros: ¿qué fue de los alzados guanches? Hubo una resistencia a la asimilación.
–Sí, en Canarias hubo alzados en todas las islas. Gente que no quiso doblegarse a la nueva cultura y se refugió en zonas recónditas. Que en Canarias haya elementos europeos, americanos y africanos engrandece el panorama cultural, también es motivo de orgullo. Hay que ver la cantidad de palabras y topónimos guanches que prevalecen en el modo de hablar en la isla de El Hierro, por ejemplo. La mayor parte de las montañas, de los lugares y de las poblaciones tienen nombre bimbache.
“Y no sólo en Canarias, muchos guanches fueron llevados como esclavos a Madeira a cuidar ganado: en Madeira todavía se come gofio y hasta hace pocos años se utilizaban los mismos molinos [de mano] que en Canarias. Y se baila una cosa que se llama la danza de los esclavos, que según los estudiosos fue llevada por los antiguos esclavos guanches.
«La cultura pastoril es la cultura más antigua del archipiélago canario; a los pastores no hay que machacarlos, como se ha hecho, sino ponerlos en un pedestal»
–¿Qué queda hoy de lo aborigen en las Islas? ¿Es en la ganadería y el pastoreo donde más pervive la herencia guanche?
–La cultura pastoril es la cultura más antigua del archipiélago canario, es milenaria. A los pastores no hay que machacarlos, como se ha hecho; hay que apoyarlos y ponerlos en un pedestal.
“Eso en un país con orgullo habría estado absolutamente sublimado. Muchos de los rasgos de la cultura pastoril tienen su origen en el mundo guanche. Lo dicen autores tan preclaros como Juan Bethencourt Alfonso y Luis Diego Cuscoy: son los pastores los que han transmitido la mayor parte de los rasgos culturales guanches y son descendientes de los viejos guanches. Y en todas las islas se les ha dado leña, han estado muy marginados.
–En tus trabajos de investigación etnográfica hay muchas conversaciones con pastores.
–Todos mis trabajos están basados en la oralidad cultural. Las fuentes escritas referidas a esos temas son muy escasas, prácticamente inexistentes. Los trabajos que nosotros hemos hecho están basados en la oralidad cultural, en la tradición oral. No hay fuentes escritas, porque las fuentes escritas siempre guardan relación con la clase mandataria, con las personas mejor situadas, con los ricos.
“Si queremos recuperar gran parte de nuestro pasado histórico de la mayoría silenciosa, tenemos que recurrir a las fuentes orales. En cada pueblo hay uno, dos o tres ricos, todos los demás éramos agricultores, pescadores, pastores, etc. Estamos hablando de la historia de la mayoría. Y en ese sentido la clase política debería mojarse y mucho, porque gran parte de sus antecesores se dedicaron a ello, fueron leñadores, agricultores, pastores, pescadores.
«Matar la culebra es el género folclórico más interesante de nuestro acervo folclórico musical»
–En la cultura tradicional canaria y el propio ser del isleño tiene mucha influencia el hecho de la emigración. ¿Qué llevamos y que trajimos con este trajín?
–Llevamos infinidad de cosas. Y también trajimos, muchísimas. Una de las cosas que trajimos de Cuba es la tradición de matar la culebra, un elemento de ascendencia africana.
“No sé si te fijaste en el libro que tengo ahí, Matar la culebra, una tradición canaria de origen afrocubano. Esa tradición fue llevada de África a Cuba y otros países sudamericanos por los esclavos negros. Muchos de nuestros antecesores, de nuestros abuelos, tuvieron oportunidad en Cuba de conocer y de participar en ese ritual, porque ahí intervenían negros y también blancos pobres vestidos de negros con la finalidad de conseguir alguna perrita [algunas monedas] para poder subsistir. Esa tradición se trajo a Canarias a finales del siglo XIX.
–¿En qué consiste?
–Es el género folclórico más interesante de nuestro acervo folclórico musical. Es una tradición milenaria y se trata de un antecedente de lo que hoy conocemos como teatro en la calle. Y te lo voy a explicar.
“Cuantos más salían era mejor y salían vestidos al estilo cubano, con ropa cubana y pintados de negro, aquí [en Canarias]. Se pintaban con tizne de los calderos, que a veces ocasionaba algún disgusto porque las madres sacudían a los chicos, ya que participaban personas mayores pero, también, chicos menudos. Todos eran negros salvo una persona que es el mayoral, el representante del poder, el único blanco, barbado, con su látigo (su chucho o rebenque).
«Paraban cuando llegaban a la casa de algún rico, que les gustaba ver de qué manera el mayoral sacudía a los negros con el látigo y siempre les daban una pesetita»
“Delante iba el abanderado. La bandera ponía “Los negritos Cha Candela”, que era como los llamaba la gente. Detrás, si eran muchos, iban en tres filas; si eran menos, en dos filas o en una. Al frente iban el mayoral y el negro matador, el que al final mataba la culebra. Detrás de ellos uno o dos que tocaban el tambor.
“Cada negro llevaba una espada de madera con punta redondeada, porque todo es una pantomima y lo que se pretende es conseguir la libertad, pero nunca la conseguían.
“Se reunían en un sitio, se tiznaban, se ponían en formación y empezaban a desfilar. Recorrían las calles y las plazas de la población cantando con música de tambores y sonajas (un trozo de madera con chapas de cerveza o de refresco):
Aquí vamos los negritos
Torichicos Cha Candela
Que venemos preparados
Para matar la culebra
Aquí vamos los negritos…
Y lo iban repitiendo por las calles. Cuando llegaban a la casa de algún rico, que les gustaba ver de qué manera el mayoral (el orden establecido) sacudía a los negros con el látigo y siempre les daban una pesetita, formaban un círculo y seguían cantando:
Aquí estamos los negritos
Torichicos Cha Candela
Que venemos preparados
Para matar la culebra…
En un círculo estaban los negros y, dentro, el mayoral con el negro matador y había un forcejeo entre ambos.
¡Mátala, negro! (decía el mayoral)
¡Yo no la mato, mi amo! (decía el negro matador)
¡Mátala, negro!
¡Jesús, qué miedo me da!
¡Mátala, negro!
¡Mire usted pa esa boca!
¡Mátala, negro!
¡Que parece una cueva!
Y los demás, el estribillo:
Calabazón, son, son
Eso dura unos minutos y al final el negro matador acababa matando a la culebra. Entonces todos se quitaban el sombrero de palma y pedían dinero entre los concurrentes, cantando:
Buenas tardes, señorito.
Aquí estamos los negritos
Con el sombrero en la mano
Que nos den el dinerito
Yo lo quiero mucho, mucho, sí
Yo lo quiero mucho más
Que nos den el dinerito
Que nos queremos marchar
Que nos den el dinerito
Que nos queremos marchar
El dinero se lo dan al mayoral, que lleva una bolsa. Mandaba a formar otra vez las dos o tres filas y seguían hasta otro sitio. Donde más perduró el mataculebras fue en el Puerto de la Cruz. En Tenerife se hizo en Santa Cruz, en La Laguna, en La Orotava y en el Puerto de la Cruz, donde más duró: 1982. También se hizo en Barlovento, en La Palma.
En el año 34, fíjate el coraje de la gente, los que mataban la culebra en el Puerto de la Cruz conducidos por Manuel Catalina (se llamaba Manuel Díaz, era hijo natural de Catalina Díaz, pero la gente lo conocía por Manuel Catalina), un hombre muy serio representando la muerte de la culebra, cogieron el barco y fueron a Gran Canaria tres días matando la culebra. Hay muchas tradiciones de origen americano, cosas que perviven, El Manzanillo, La Chambelona, etc. Hay toda una riqueza cultural.
«Llevo un montón de años diciendo que en todos los centros educativos de Canarias debería impartirse como asignatura la Cultura Tradicional Canaria»
–Que se desconoce entre gran parte de los canarios de hoy.
–La Historia, te lo vuelvo a repetir, Yuri, nos ha condenado a ser ignorantes de nuestra propia realidad.
“Cuando impartía clases en la universidad, el primer día de la asignatura de Folclore yo preguntaba ¿qué géneros folclóricos conocen? La mayoría, isas, folías y malagueñas. ¿Cuántos saben interpretar? Y de cien presentes, uno o dos sabía interpretar un tema. Pasaron por la educación Infantil, Primaria, ESO, Bachillerato y la Universidad y fíjate los conocimientos de folclore que tienen. Llevo un montón de años diciendo que en todos los centros educativos de Canarias desde infantil a la universidad debería impartirse esa asignatura, la enseñanza de la Cultura Tradicional Canaria y en cada lugar, sobre todo, tener en cuenta lo propio.
–En la etnografía, las fuentes orales son muy importantes… y a veces se nos escapan testimonios porque se trata de personas de edad avanzada que cuando queremos ir a verlas ya no están. ¿Es una carrera sinfín contrarreloj?
«Se hacen cartas arqueológicas y etnográficas, pero ningún municipio canario ha hecho su Carta de la Memoria»
–El tiempo no espera nunca. A mí me da mucha pena cuando iba a dar clase y veía a los viejos sentados en La Moncloa, el sitio de reunión de ellos [en El Palmar]. Es mucho lo que queda por recoger y recuperar, y es mucho lo que se ha perdido.
“Nosotros lo llevamos diciendo desde hace años, que eso no se ha hecho en ninguno de los pueblos de Canarias: hay que realizar las Cartas de la Memoria. Consiste en recoger los recuerdos, los conocimientos y las estrategias de las personas mayores.
“Se han hecho cosas a nivel individual, a nivel personal (lo que dijimos antes), pero eso exige un trabajo colectivo prodigado por las instituciones públicas, que tomen cartas en el asunto. Se han hecho en algunos municipios las Cartas Arqueológicas, las Cartas Etnográficas; pero las Cartas de la Memoria, en ninguno. Y eso consiste en crear equipos de trabajo. Con tantos maestros y licenciados en paro, debería apoyarse. E ir a la gente mayor con sentimiento, con corazón, porque si vas a hablar con algún maestro de la tierra y te dejas dormir, te lo dice claramente: “Mira, mi niño, vete a tu universidad y no aparezcas por aquí”. Eso es un sentimiento, saber entrarle a la gente.
–¿Hay algún tema que se te haya escapado y no has podido escribir por falta de tiempo o porque haya fallecido el informante?
«Mi abuelo Norberto era alfombrista y fue represaliado, ‘se olvidó de los dioses’ cuando puso en su alfombra la planta eléctrica de La Orotava»
–Hay personas que han fallecido y me ha quedado una pena tremenda. Me acuerdo de que mi tío Bernardo era alto, elegante, vino de Cuba guapísimo con su guayabera y su maleta, pero no trajo un peso; él se dedicó a enamorar.
“También me da pena mi abuelo Norberto Perera Hernández, una persona muy comprometida. Era alfombrista de la plaza de La Orotava y fue represaliado. Él fue quien montó la planta eléctrica del valle de la Orotava sin tener ningún tipo de carrera, era una persona con una gran inteligencia. Y en 1934, cuando hizo la alfombra de la plaza de La Orotava, puso como motivo la planta eléctrica con los tres pueblitos del valle.
“La gente se reía, pero los caciques le dieron caña, máximo siendo él de Izquierda Republicana. La gente mayor me lo decía: “¡Es que tu abuelo puso la planta eléctrica en la alfombra!”, porque gracias a la planta eléctrica la gente tuvo luz en sus casas y pudo escuchar la radio.
–¿Por qué se metieron con él?, ¿cuál era la temática de las alfombras?
–Lo expliqué en un artículo que publiqué en El Día: “Norberto Perera Hernández, el alfombrista que se olvidó de los dioses”, porque lo típico era poner a la Virgen María, al Niño Jesús y todo eso. Él era de los pocos alfombristas que firmaba sus alfombras, porque era una obra suya, las hacía él solo. Y en aquel tiempo de tinieblas y penas él abogó por que se creara en el valle de la Orotava un instituto de segunda enseñanza, que no había ninguno. Pero no se pudo hacer porque estalló el Movimiento y todo eso se vino abajo. Personajes así he conocido montones y temas por escribir tengo pendientes un montón.
–Antes hablabas de los guanches alzados, ahora del Movimiento. En El Hierro que tanto conoces y en otras islas del archipiélago hubo una figura tras el golpe militar del 18 de julio que recuerda a aquellos alzados, “los huidos”.
–Sí, siempre ha habido alzados en Canarias. En El Hierro llamaban “huidos” a los que se escondían del General Franco, El Criminalísimo como lo llamaba un amigo mío pescador del Puerto de la Cruz, Sergio el Forrasca, otro personaje que se murió, hablamos a ratos, pero estaba ocupado yo con otras cosas, porque libros por escribir… montones.
–Terminamos, un recuerdo dulce.
–La cantidad de gente impresionante que he conocido, que me ha querido a mí y a la que yo he querido. Gente muy distinta a los cuatro papafritas que hay por ahí que no aportan nada y que en su vida han hecho un carajo. Me queda el recuerdo, la nostalgia, de toda la gente mayor que conocí (algunos viven, pero la mayoría ha muerto) y todo lo que me enseñaron.