Cita con Canarias

Maximiano Trapero, investigador del habla en Canarias

“Es necesaria una revisión sistemática y total de toda la toponimia canaria”, afirma en esta entrevista de la sección “Cita con Canarias” sobre la reciente presentación de un portal web con cerca de 40 mil nombres geográficos de este archipiélago. [Versión íntegra de la entrevista publicada en la edición impresa de PELLAGOFIO nº 43 (2ª época, junio 2016)].

Por YURI MILLARES

Orotava o Veneguera están mal escritos, deben escribirse con ‘b’ y no con ‘v’. Así lo defiende en esta entrevista el escritor y catedrático de Filología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, por la sencilla razón de que hay que escribir siempre con ‘b’ el sonido [b], como en Bentaiga o en Benchijigua. Lo explica en el nuevo sitio web de la ULPGC Toponimia de las Islas Canarias del que son autores Eladio Santana Martel y él mismo, un compendio de nombres de la geografía de este archipiélago con casi 40.000 entradas.

«La toponimia es el refugio donde se conserva el léxico de una lengua. Incluso cuando una lengua se ha perdido»

■ OJO DE PEZ / Unido por lazos imborrables

Por TATO GONÇALVES
Se nos presentó en el estudio en cuanto llegó de Tenerife, donde presentó su último libro (Romancero general de Tenerife) y nos contó como los pastores de otra isla, la de El Hierro, conocen a sus ovejas por nombres de origen prehispánico. A esta isla mágica le unen lazos imborrables, por eso me permití la osadía de llevarlo al poblado de Guinea, desde el estudio, a través de técnicas digitales ●

maximiano-trapero-4316-3 –Para alguien dedicado a la semántica léxica [el significado de las palabras], la toponimia debe ser algo muy sabroso, lleno de sorpresas y curiosidades por descubrir… ¡y un quebradero de cabeza!

–Todas esas cosas. Ahora bien, la toponimia es el refugio donde se conserva el léxico de una lengua. Incluso cuando una lengua se ha perdido, su huella queda en la toponimia, no en el lenguaje común. Es el caso en Canarias con la toponimia de origen guanche. Y no digamos en la Península: han desaparecido las lenguas célticas, las lenguas ibéricas, pero ahí están los topónimos. Por lo tanto, el estudio de la toponimia nos puede dar la historia del léxico de una nación. Mejor que el registro oral, porque obviamente ha desechado las palabras anticuadas y si hacemos un estudio del lenguaje oral común nunca nos va a dar estratos antiguos. Y si cogemos un texto escrito, sea literario o sea individual, nunca podremos saber si esa palabra ha sido común en la época antigua o, sencillamente, una invención de uso particular de un autor. De ahí la importancia enorme del léxico de la toponimia.

–Han presentado el nuevo portal web de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) ‘Toponimia de las Islas Canarias’ que recoge 37.237 topónimos del archipiélago. ¿Hay algo que les haya llamado la atención especialmente?

«En Canarias no significa lo mismo la palabra montaña que en la Península»

–Te sorprende todo. Obviamente, cuando lees un topónimo muy común, como playa de las Canteras, no te sorprende porque son términos muy identificables. Pero incluso los términos identificables pueden encerrar misterio. Una palabra como montaña, ¿qué misterio puede encerrar? Desde el punto de vista del significante, ninguna. Pero es que una palabra es también el significado. Es un elemento de dos caras: en Canarias no significa lo mismo la palabra montaña que en la Península. Ni siquiera lo que define el diccionario de la Real Academia, que dice que es una gran elevación del terreno. Incluso hay una región española entera que es La Montaña: Cantabria. En Canarias una montaña es cada cono volcánico. Imagínate tú mismo: vas a la playa de las Canteras y miras para la cumbre. Ves que está despejada y con un sol espléndido. ¿Tú dirías “qué hermosas están las montañas hoy”?

–No –risas.

–Un Peninsular sí. Pero un canario nunca, diría “qué hermosa está la cumbre”.

–Exacto.

–Fíjate, una palabra tan simple como esa encierra misterio. Pues imagínate todo el misterio que encierra la toponimia de origen guanche. Muchos de sus términos los conocemos, por ejemplo la palabra mocán [árbol endémico de Canarias y Madeira], y El Mocanal ya sabes que es un lugar identificado porque había mocanes. Pero ¿y cuantísimos otros términos de origen guanche que no sabemos el significado? Arguineguín, Agaete, Gáldar, ¿qué significan? No lo sabemos. Un misterio que hay que tratar de ahondar para descubrir.

«¿Quién conoce los 40 mil topónimos de Canarias? Absolutamente nadie. Ha requerido unos equipos de investigación que han ido a cada isla»

–Hay topónimos que cuando los leemos, a los que vivimos aquí ya nos suenan a una isla determinada. ¿Qué tienen de común y qué de diferente los topónimos en cada isla?

–Nosotros conocemos una parte mínima de la toponimia de Canarias, que usamos o identificamos como tal. El Golfo te suena a la isla de El Hierro y Güímar a la de Tenerife. Pero eso es una mínima parte de los cuarenta mil topónimos que están en esa relación. ¿Quién los conoce? Absolutamente nadie. Reunir ese corpus, esa colección de topónimos, ha requerido previamente unos equipos de investigación que han ido a cada isla, a cada territorio, a cada lugar, servirse la información de los hombres mejor informados de los nombres de cada uno de esos lugares, haberlos trasladado al papel e identificarlos después, como hemos hecho en este portal. Entonces, contesto ahora a tu pregunta: ¿hay algo de común? Naturalmente, porque la toponimia no es otra cosa que palabras de una lengua. Y puesto que utilizamos la lengua común llamada español con las modalidades dialectales del canario, pues hay una base común en todas ellas. Pero ojo, las diferencias entre islas no son solamente geográficas y paisajísticas, son también lingüísticas y, por lo tanto, se manifiestan en la toponimia como en ninguna otra parte del léxico. Porque el nombre que se le pone a un lugar se le pone con la lengua que los habitantes de ese lugar hablan. En esas diferencias dialectales es donde vamos a encontrar aspectos diferentes. Por ejemplo, una palabra que te voy a decir (y no voy a mencionar topónimos guanches) del español: alar. ¿Te suena a ti, tú que andas por las Islas?

–Los Alares, en Fuerteventura.

–Muy bien. Y te pregunto: ¿qué es un alar?

–Ni idea.

–Pues es un término que sobrevive sólo en Fuerteventura y en El Hierro, curiosamente en dos islas en los extremos del archipiélago. Y el alar es lo mismo que la gambuesa [corral para ganado] ¿Y gambuesa en qué islas están? Pues en Fuerteventura y en Gran Canaria. En Tenerife no hay gambuesas, se llamarán de otra manera.

–Pero por ejemplo, hay nombres como Triquivijate, Tiscamanita, Tesejerague… Muy largos y que comienzan por la letra T. Si me dicen otro nombre parecido, lo asocio a Fuerteventura.

–¿Y a ti a qué te suena Timijiraque?

–Ahí sí que me pillaste –tuteo y risas.

–¿A qué isla crees que pertenece?

–A El Hierro, es verdad. Y por el contrario, hay nombres muy cortos en Lanzarote: Ye, Sóo… Me llama la atención.

–Pero fíjate que todos esos nombres, tanto los muy largos, como los muy breves, son siempre de origen guanche. ¿Una explicación para ello? No lo sabemos. Yo no lo sé.

«Nosotros siempre hemos tenido un criterio: confiamos más en la palabra que nos da el informante más viejo y más tradicional, el que ha vivido en ese lugar siempre»

–Al investigar en busca de la toponimia de cada lugar, la fuente oral dará de sí muchas variantes para un nombre. ¿Con cuál se quedan al final?

–Ese es un problema y la decisión que adopta el investigador es personal y subjetiva. Pero nosotros siempre hemos tenido un criterio. Confiamos más en la palabra que nos da el informante más viejo y más tradicional, el que ha vivido en ese lugar siempre. Por ejemplo, cuando vamos a una isla y tenemos como informante a un señor que ha vivido en Venezuela, necesitamos la información de alguien que no haya salido de las Islas, que haya vivido permanentemente aquí. Por lo tanto, buscamos esa autoridad, la del hombre que ha vivido teóricamente en ese lugar durante toda su vida y ha citado ese nombre durante toda su vida. Aunque, ojo, nunca desechamos la segunda versión, y de hecho en nuestro corpus aparece el primer nombre y después aparecen una y hasta dos variantes, o sea, que muchos de esos topónimos tienen hasta tres nombres.

–Los mapas, por su parte, están plagados de erratas que a veces se corrigen y a veces, con el paso del tiempo, acaban imponiéndose. Me ha llamado la atención que reivindican una “revisión total y sistemática” de la escritura en los topónimos canarios, para que se escriba siempre con ‘b’ el sonido [b], por ejemplo en Orotava o en Veneguera, como ocurre en Bentaiga y Benchijigua. Un criterio bien razonado y lógico, pero, ¿lo crees posible?

«¿Qué criterio científico u ortográfico podía tener un señor para escribir Veneguera con ‘v’ y sin embargo Bentaiga con ‘b’, que tienen el mismo sonido? Pues ninguno»

–Totalmente posible. Y además sin grandes esfuerzos y sin grandes alteraciones. ¿Cuánto crees tú que la palabra Veneguera ha podido estar escrita en un mapa, cincuenta años? No lo sé. Pero como tantísimos nombres que existen en la realidad y nunca han pasado a la escritura, salvo los topónimos históricos. Y si han pasado a la escritura en un momento determinado es por el capricho de un individuo. ¿Qué criterio científico u ortográfico podía tener un señor para escribir Veneguera con ‘v’ y sin embargo Bentaiga con ‘b’, que tienen el mismo sonido? Pues ninguno, es por asimilación, “me suena de algo con ‘v’ pues lo pongo con ‘v”. Por eso es necesaria una revisión sistemática y total de toda la toponimia canaria, y no solamente de los nombres guanches. Y en el caso de los topónimos guanches, ¿quién puede asegurar que había diferencia? Ortográfica ninguna porque no conocían la escritura, pero ni siquiera fonética entre la [b] y la [v], o entre la [g] y la [j], o entre la [h] y la no [h]. Todas esas escrituras están acomodadas a la castellana. Y después hay que ver todo el fenómeno del seseo (cuantísimos nombres que se pronuncian con ‘s’), y del yeísmo… ¿Quiénes escribieron los mapas y su toponimia? Los militares que venían de la Academia de Toledo: castellanos y lo escribían a la castellana. Es el caso de El Cebadal, que se escribía con la ‘c’.

–Que al final se corrigió.

–¡Por una petición que yo hice en la Comisión de Cultura del Ayuntamiento de Las Palmas! “Señores, eso está mal hay que corregirlo, porque sebadal viene de la seba. ¿Y costó mucho esa corrección? No, bastó que pusieran en las guaguas el nombre El Sebadal con la ‘s’.

«Las autoridades, pensativas y políticas, piensan ‘bah, la ortografía es poca cosa’. Pues no, no es poca cosa. Los nombres deben escribirse con la mejor ortografía que represente ese sonido»

–¿Y en el caso de La Orotava, un nombre tan histórico que desde hace más de un siglo es conocido en Europa por ser destino de muchos turistas (ingleses, alemanes) y siempre se ha escrito con ‘v’, en cualquier idioma? Cuesta asimilarlo.

–No cuesta asimilarlo. ¿Cómo escriben en inglés La Habana? Con ‘v’. Pues allá los ingleses. Lo he propuesto muchas veces a autoridades, pensativas y políticas. Lo que pasa es que no se ponen a ello, o no les interesa y piensan “bah, la ortografía es poca cosa”. Pues no, no es poca cosa. Los nombres deben escribirse con la mejor ortografía que represente ese sonido.

–En cuanto al habla, la tendencia es evolucionar hacia lo más cómodo de pronunciar. Ustedes mencionan en la web que corrigen las formas dialectales y citan como ejemplo que se escribe Bermejo y no Bremejo. En este caso se trata de una metátesis (si no lo digo mal): hay personas para las que es más cómodo pronunciar la posición explosiva (bremejo) que la implosiva (bermejo).

–Sí, sin duda.

–Otro caso de metátesis podría ser el topónimo del marisco percebe, que el isleño pronuncia presebe. En este caso, el topógrafo escribió “Pesebre” en el mapa (Punta Pesebre, Baja de los Pesebres), pese a que se trata de un topónimo de la costa de Fuerteventura: ¿qué hace un pesebre en una roca en el mar?

–Es imposible. Indudablemente es un error.

«Siempre reivindico que la escritura debe acomodarse a lo que en la tradición oral se dice, no a la interpretación que el investigador propone»

–El escritor majorero Andrés Rodríguez Berriel reivindica (y así lo ha pedido al cabildo de su isla para que se corrijan los mapas) que se trata en realidad de Punta del Percebe. En la web ustedes lo mantienen como “Pesebre”: ¿es un topónimo a revisar o cree usted que hay razones para dejarlo así?

–Habría que corregirlo. Yo siempre reivindico que la escritura debe acomodarse a lo que en la tradición oral se dice, no a la interpretación que el investigador propone.

–Al hilo de esto me surge una duda sobre cómo yo, periodista, debo escribir un topónimo: ¿con el nombre oficial de los mapas o con el nombre corregido?

–Tendrás que explicarlo. Si lo conoces de tradición oral, debes decirlo: “Yo conozco este nombre y se pronuncia así, aunque en los mapas aparezca de tal manera”. O como en este caso, “según fulano de tal”. Pero el topónimo yo creo que hay que escribirlo tal y como existe en la realidad.

«Los militares que vinieron a poner los nombres en los mapas no eran filólogos ni dialectólogos, sencillamente eran cartógrafos. Por eso los errores de interpretación son infinitos»

–Y ya puestos, vamos a por otra errata habitual, la que tiene que ver con el seseo. ¿Hay mucho cambalache con la letra ‘s’?

–Muchísimo. Claro, los militares que vinieron a poner los nombres en los mapas no eran filólogos ni dialectólogos, sencillamente eran cartógrafos: sabían escribir las líneas que el terreno tenía y transportarlas al mapa. Por eso los errores de interpretación son infinitos. Ellos preguntaban cómo se llamaba aquello. “Pues eso se llama la montaña de la Almagría”. ¿Sabes cómo lo escribieron? La montaña de la Alegría, porque no sabían lo que era la almagría, ni lo que era el almagre. ¡Una montaña de la almagría es una montaña que tiene almagre! Hay otro tipo de correcciones por decencia. Por ejemplo, la playa de Cabrón aparece en los mapas como la playa del Carbón, por decencia –risas–. Resulta que la palabra cabrón es un insulto actual, pero la playa de Cabrón está referida a Juan Hernández Cabrón, uno de los conquistadores.

–Aquí tengo otro caso de seseo, también en Fuerteventura. Varias veces escriben el término Ciervo (Casas del Ciervo, Barranco del Ciervo, etc.), un animal que no ha existido en esta isla. ¿Podría ser un viejo error de transcripción por culpa del seseo, quitar la ‘s’ cuando sí la lleva? Según explica Rodríguez Berriel, los siervos con ‘s’ a que hacen alusión esos topónimos eran Pedro Darias y Juan Gómez, pues eran sirvientes de una tal doña María Luisa de Muxica La Peregrina que, repudiada por su esposo en Gran Canaria tras ser secuestrada por piratas berberiscos varios años, fue desterrada a Fuerteventura.

–Yo conozco ese topónimo y el lugar, es el barranco que va a desembocar en Morro Jable. Y me he planteado estas mismas dudas. No conocía la interpretación de este señor, pero me parece muy acertada. Yo siempre he propuesto escribirlo con ‘s’, siervo. No sé si en la toponimia de la web aparece con ‘s’ o con ‘c’.

–Con ‘c’.

–Ese podría ser un ejemplo más de cuando los militares llegan a un lugar y preguntan “¿cómo se llama este barranco?”. “El barranco del Siervo”. “Bueno, como tú eres seseante y yo escribo según la ortografía castellana, pues pongo Ciervo”. Es una escritura a la castellana, ignorando en este caso no sólo el seseo, sino la verdadera palabra a la que hace referencia ese topónimo. Y este señor posiblemente tiene razón, estoy más de acuerdo con lo que dice que con el Ciervo.

«¿Cuántos canarismos reconocidos como tales aparecen en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española? Alrededor de trescientos. Pocos frente a los veinte mil identificados»…

–A propósito del español que se habla en Canarias y sus singularidades: hay muy poca presencia de canarismos en el Diccionario de la Real Academia Española, ¿no?

–¿Tú crees?

–Es una impresión. Tal vez me equivoque.

–No te voy a corregir. Te voy a dar mi punto de vista. ¿Cuántos canarismos reconocidos como tales aparecen en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española? Alrededor de trescientos. ¿Cuántas palabras son identificadas como canarismos? Veinte mil. Yo siempre pongo como referencia el Diccionario Diferencial del Español de Canarias, que me parece el mejor diccionario de canarismos. Claro está que no todos esos términos se pronuncian, y no todos esos términos son comunes a todos los canarios: muchos son específicos de una isla y no de las demás. ¿Deberían estar los veinte mil nombres en el Diccionario de la Real Academia? No.

«…¿Deberían estar los veinte mil nombres en el Diccionario de la Real Academia? No, sería inmanejable»

–Sería excesivo. Pero, ¿tan pocos?

–Son pocos, trescientos frente a veinte mil. Es una proporción mínima, ridícula. Ahora bien, ¿cuántos leonesismos, cuántos extremeñismos, cuántos aragonesismos hay en el Diccionario? Proporcionalmente, por su extensión geográfica, menos que canarismos (andalucismos puede que no haya menos). Por lo tanto, no son tan pocos.

–¿Debería haber más o sería enredar mucho el Diccionario?

Maximiano Trapero y el último libro en el que ha trabajado cuando se hizo la entrevista. | FOTO TATO GONÇALVES
Maximiano Trapero y el último libro en el que ha trabajado cuando se hizo la entrevista. | FOTO TATO GONÇALVES

–Un diccionario es siempre una selección del léxico. Es imposible concebir un diccionario que tenga el léxico completo. Primero porque no hay archivo que haya recogido todo lo que hay en la tradición. Por otra parte, no son sólo registros de la actualidad, sino de la tradición oral. A un hablante de español o a un estudioso del español les interesa que existan todavía palabras antiguas, como celada. Nadie del español actual utiliza esa palabra habitualmente, pero va a necesitar que aparezca en el diccionario porque va a leer libros donde aparecerá la palabra celada y tendrá que saber lo que significa. Concebir un diccionario que lo tenga todo es imposible. Sería inmanejable, necesitaríamos una carretilla. Es posible que se pueda hacer en el sistema informático y la Academia está trabajando al respecto. Por lo tanto, depende del volumen que quieras dar al diccionario habrá más o menos posibilidades.

«Por mis investigaciones de campo sobre el romancero y la toponimia, seguro que he sido el que a más puertas ha tocado»

–Terminamos: un recuerdo dulce.

–Es obvio que yo no nací en Canarias –dice con su acento castellano–. Pero yo he llegado a conocer a fondo Canarias gracias a mis investigaciones de campo sobre el romancero, a un nivel que no voy a decir “que pocos canarios conozcan”, pero seguro que he sido el que a más puertas ha tocado. Por preguntar, como tú. Porque yo he trabajado varios temas en la investigación: el romancero, el cancionero y también la toponimia. Y la toponimia me ha dado a conocer una geografía que yo desconocía absolutamente de mi niñez, porque nací en Castilla. Pero todo ese conocimiento de campo me ha hecho conocer Canarias a fondo y amarla, me ha servido para hacerme y sentirme canario.

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