Sandra Armas, bodeguera en Gran Canaria

“Nuestra viticultura sólo se diferencia de la de mis antepasados en el riego informatizado”, dice la gerente de Bodegas Bentayga en esta entrevista de la sección “Cita con Canarias”, en la que habla de la bodega que fundó su padre y los vinos de altura que se elaboran allí, en la cumbre de Gran Canaria. [Versión íntegra de la entrevista publicada en la edición impresa de PELLAGOFIO nº 48 (2ª época, diciembre 2016)].
Por YURI MILLARES
Al frente de la bodega que fundó su padre, esta joven emprendedora ya no cuenta los años que pasan sumando los meses, sino las vendimias. Casi a 1.300 m de altitud, en un paisaje agreste de espectacular belleza, la bodega es visita obligada de viajeros y senderistas que recorren el interior de la isla. Sus vinos están poniendo a Gran Canaria en la élite de los vinos canarios. En esta entrevista desgrana algunos de sus secretos.
“La combinación de altitud y orientación del viñedo al suroeste se traduce en unos vinos muy aromáticos”
■ OJO DE PEZ / Vinos al aire y a la tierra Por TATO GONÇALVES |
–Cuevas Caídas… ¿Dónde están las cuevas? En una isla de gran tradición troglodita desde hace miles de años parece un nombre de barrio de lo más normal, pero tengo entendido que muchos turistas vienen de excursión buscando el derrumbe de unas cuevas, tan importante como para figurar en los mapas, y se quedan con las ganas.
–Están en la cumbre de Gran Canaria, en el municipio de Tejeda. La verdad es que hasta que llegaron unos extranjeros a la bodega preguntando dónde estaban las cuevas derrumbadas, y escuchar las dos palabras traducidas al inglés, no le había prestado atención al nombre. Ya sabes, palabras que te han rodeado toda la vida, que estás acostumbrada a escuchar y por lo tanto no te paras a pensar en su significado. Luego les hacemos pasar a la bodega y la decepción por no encontrar las cuevas derrumbadas se les pasa –ríe.
–Como consuelo tienen un paisaje espectacular… y un buen vino que tomar ya que están aquí, ¿no?
–Sí, afortunadamente mi padre, Juan Armas, fue el que tuvo ese sexto sentido para escoger la zona alta de Tejeda para plantar las viñas, arropadas día y noche por los roques Bentayga, Nublo y El Fraile y el pico del Teide al fondo.
«Las cuevas donde se encuentra la bodega, a 1.295 metros de altitud, aportan una temperatura idónea en cada estación del año»
–En una bodega, además, que está en una enorme cueva. Eso sí, muy en pie y bien acondicionada. Más no se puede pedir.
–Las cuevas donde se encuentra la bodega, a 1.295 metros de altitud, tienen unos 200 años, muy bien conservadas por la buena calidad de la piedra de la zona. Aportan una temperatura idónea en cada estación del año que ayuda de manera favorable a la elaboración y posterior conservación del vino.
–Recuerdo que en 2012 acompañamos a David Seijas, uno de los sumilleres de El Bulli, a visitar esta bodega. “Tú visitas mil bodegas y las mil son iguales, pero lo que sí es fascinante es el paisaje. Y aquí es único”, nos dijo en el coche, durante el camino de regreso.
–Es lo que nos dicen todos los visitantes –sonríe–. Y es como lo del nombre de Cuevas Caídas, son cosas que te rodean desde pequeña y no te paras a analizar, hasta que sales de la isla y ves otros paisajes. Es entonces cuando valoras lo que tienes en tu propia casa. Ya no sólo lo dicen los que nos visitan, sino yo también. Y si esa experiencia la completas con un vino rico…
–Y de los vinos que probó salió diciendo: “el blanco me ha parecido fantástico y los tintos tienen el perfil que a mí me gusta: poco densos y con muy buena acidez”. Materia prima hay…
«Agala 1318, nuestro blanco, tiene su propia personalidad y es un vino muy distinto al resto de vinos blancos canarios»
–El Agala 1318, nuestro blanco, tiene su propia personalidad e identidad y es un vino muy distinto al resto de vinos blancos canarios. Elaborado con uvas vijariego blanco y albillo criollo, es un vino “noble y con muchos secretos ocultos”, en palabras de la sumiller Rasa Strankauskaite –dice mostrando el libro Los colores del vino–. Me han gustado también las palabras que le dedica el enólogo Alberto González Plasencia –y vuelve a leer–: “muy complejo y potente en nariz, frutal y floral. En boca es sabroso, fresco, con marcada acidez, sedoso, con un largo y duradero final. Sin ningún tipo de dudas, uno de los mejores blancos canarios que he probado”. Y es que estamos consiguiendo la fórmula maestra: buena y ecológica materia prima, más una buena elaboración. Y con respecto a los tintos, como decía David Seijas, son tintos fáciles de beber y con buena acidez, es decir que un sorbo te invita a tomarte el siguiente. En el año 2012, cuando él estuvo, estábamos retomando la elaboración del Agala crianza, vino que salió al mercado dos años más tarde. Un vino más complejo, premiado a nivel regional en el concurso Agrocanarias con la medalla de plata.
«Las plantas de moscatel de Alejandría que tenemos son centenarias, ya estaban en la finca cuando la compró mi padre»
–Son uvas que han traído ustedes incluso de otras islas del archipiélago, para ampliar la gama varietal de sus viñedos. ¿Cuál se ha adaptado mejor… y cuál no ha dado el resultado que esperaban?
–Tenemos cepas de la variedad baboso negro, traídas de la isla de El Hierro; cepas de albillo criollo, de La Palma; cepas de forastera, de La Gomera; Vijariego, de Tenerife. Las plantas de moscatel de Alejandría que tenemos son centenarias, ya estaban en la finca cuando la compró mi padre. Hemos ido buscando las variedades que se daban bien en otras islas con nuestra misma altitud, con mejor o peor acierto. Las que te he nombrado han sido las que mejor se han adaptado a nuestro suelo, nuestra orientación y nuestro clima. Y entre las que no dan tan buen resultado por sí solas en nuestra zona, están la listán negro y la negramoll: hay que hacer un buen trabajo en la bodega para sacarle su máxima expresión.
«Hemos ido buscando las variedades que se daban bien en otras islas con nuestra misma altitud, con mejor o peor acierto»
–¿Qué aporta la altura a unos vinos que en su etiqueta ya presumen de altitud?
–Es la combinación de altitud y orientación del viñedo al suroeste. La altitud le aporta el clima de montaña, con estaciones bien diferenciadas y diferencias de temperatura entre el día y la noche. Y la orientación del viñedo aporta una media de 11 horas de sol directo al racimo, que le hace madurar de manera homogénea y le da la cantidad de azúcar natural necesaria para luego convertirse en un buen vino. Estas condiciones se traducen en unos vinos muy aromáticos y con buena acidez.
–Fue a su padre a quien se le ocurrió (cuando se acercaba su jubilación) poner en marcha esta bodega, pero anteriores generaciones de la familia ya hacían algún vinito para casa. ¿Qué diferencia aquella viticultura y aquellos vinos, de la que hoy se practica en una bodega que quiere conquistar un mercado muy exigente y competitivo?
«La orientación del viñedo al suroeste aporta una media de 11 horas de sol directo al racimo, que le hace madurar de manera homogénea»
–Diferencia en la viticultura sólo en la forma de riego, que es por goteo informatizado, ya que estamos retomando las prácticas antiguas que son las más ecológicas que existen. En los vinos es donde está la máxima diferencia, usamos técnicas avanzadas de criomaceración: utilizamos el frío durante todo el proceso de elaboración, desde que cortamos la uva hasta que estabilizamos el vino. Lo hacemos dándole frío y tiempo para que los sedimentos se depositen de manera natural y luego tener unos vinos claros y brillantes, tal y como demanda ese mercado exigente y competitivo del que me preguntabas.
–Tú estás aún bastante lejos de la jubilación, pero ya llevas aquí unos cuantos años y con vocación de continuidad. ¿Quién convenció a quién de hacerte bodeguera: tu padre a ti o al revés?
–Muuuy lejos de la jubilación –ríe–. Ésta es mi octava vendimia, que es cómo voy contando mis años aquí. Pero no soy bodeguera, sé un poco de la viña, un poco de bodega, un poco de comercialización, un poco de marketing, lo mezclo todo y así coordino todo el proceso, para luego poder llegar a los corazones de los consumidores con un buen producto y que les haga disfrutar. Y voy a la pregunta, me convenció él a mí. Siempre tuve contacto con el viñedo en la época de la vendimia, pero todo comenzó hace ocho años, en la época de la poda, cuando por motivos familiares tuve tiempo para dedicarle y fue cuando se despertó mi interés… ¡Ocasión que aprovechó rápidamente mi padre para pedírmelo!
–Terminamos, un recuerdo dulce.
–Sin duda, Agala Dulcelena –sonríe–. Es nuestro vino dulce, guiño que desde la bodega hacemos a nuestra madre, Elena. Es su vino favorito y en la bodega mimamos y elaboramos de manera delicada las 1.500 botellas que hacemos. En esta navidad saldrá la cosecha 2015 y marcará un antes y un después para este vino.