Cita con Canarias

Sergio Aguiar, archivero e investigador empedernido

“La mayoría de las donaciones a la Biblioteca son enciclopedias obsoletas”, dice durante la entrevista, en su despacho de la Biblioteca Municipal de Guía, rodeado de carpetas y documentos que organiza para el Archivo Municipal, ambos en el mismo edificio y, dice, próximos a colapsar por falta de espacio. [Versión extensa de la entrevista publicada en la edición impresa de PELLAGOFIO nº 79 (2ª época, octubre 2019)].

“El problema en las administraciones es que sólo importan determinados patrimonios; el resto, como si no existiera”

Por YURI MILLARES

Responsable del Archivo y la Biblioteca de Guía, no hay personaje de su ciudad que se le escape, ni tema local que no llame su atención. Incansable investigador del acontecer histórico de su pequeña ciudad, bucea sin cesar entre legajos, documentos y actas de un archivo que cuida, organiza y, sin duda, le sabe sacar partido. Es autor, entre otros libros, de El emigrante canario que presidió el Banco Nacional de Cuba, Jose Samsó Henríquez, un militar impulsor de la agricultura y La Fiesta de las Marías en Guía de Gran Canaria.

“Cambiar el nombre de Guía a Santa María de Guía no sé si fue un capricho del alcalde, pero no tiene sentido”

■ OJO DE PEZ / El Queso de Flor y un sinsentido

Por YURI MILLARES
Sergio Aguiar estaba enfrascado en la clasificación de carpetas con documentación de la biblioteca del poeta Manuel González Sosa cuando lo interrumpo. Autor del informe histórico con el que se tramitó el expediente de la DO del Queso de Flor de Guía, el origen del apellido “de Guía” en el queso es de una “simpleza absoluta”, explica durante la entrevista. Lo que no tiene “ningún sentido” es que en 1963 se le añadiera “Santa María de” al nombre del pueblo… ●

–Según el diccionario, archivero es “la persona que tiene a su cargo un archivo y se dedica a mantenerlo y conservarlo”. En tu caso, la definición se queda muy corta…

–En realidad el concepto de archivo como lo acabas de definir ya está obsoleto, porque la archivística moderna es mucho más. Ahora se tiende a hablar de gestión documental más que de archivo. En la administración pública, por ejemplo, ya se habla de archivos electrónicos únicos. Los archivos se asocian a documentos de papel, pero hoy, con las nuevas tecnologías, no tiene nada que ver.

–Aun así, vas mucho más allá: ‘buceas’ en esos documentos.

–Sí, yo tengo esa faceta de investigación. Siempre me interesó la historia local y trabajar en un archivo me brinda la oportunidad de tener mucha información a nivel local. De todas formas, esa información está abierta al público, cualquier persona que se acerque al Archivo Municipal, en este caso el de Guía, también tiene acceso dentro de lo que marca la Ley de Protección de Datos. Y como resultado de mis años de investigación he publicado algunos libros, artículos en prensa, ahora en periódicos digitales. Tengo ese gusanillo.

–Además eres el responsable de la Biblioteca de Guía, una institución que llevas muy dentro: en 1986, con 20 añitos, reclamaste y reivindicaste en la prensa y recogiendo firmas (junto con otros jóvenes del municipio) que abriera sus puertas una biblioteca municipal en tu ciudad. ¿Qué había pasado con la que había fundado Miguel Santiago en 1934?

«Biblioteca y Archivo Municipal deben ir cada uno por su lado, es distinto lo que guardan»

–Miguel Santiago es un personaje muy interesante. Nació en Guía, estudió Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid. Se hizo cargo de diferentes bibliotecas en la Península, trabajó en diversos archivos históricos y al final terminó como responsable del Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores. Es verdad que el origen de esta biblioteca está en 1934, cuando la República establece la Junta de Intercambio y Adquisición de Libros, que se propuso que en todos los municipios hubiese una biblioteca y él fue encargado de esa tarea en Canarias. En el caso de Gran Canaria, que yo recuerde, las de Moya y Guía fueron las dos principales en el norte. Como en todo, hubo vaivenes y en la época en que yo hacía esa reivindicación fuimos un grupo de compañeros del instituto que nos vimos con que no había biblioteca, estaba cerrada. Pero mi especialidad no es la biblioteconomía, sino la archivística, aunque trabajo en la Biblioteca de Guía y ahora mismo me coges catalogando la biblioteca del poeta Manuel González Sosa, que hemos recibido en donación: con más de 10.000 volúmenes, ahora estoy con la parte documental.

Sergio Aguiar, en una de las salas de la Biblioteca de Guía, sujeta algunos de sus libros. | FOTO YURI MILLARES
–¿Tiene capacidad la biblioteca para asumir donativos como éste?

–La Biblioteca y el Archivo Municipal ya se están quedando pequeños. Están a punto del colapso. Yo soy partidario de que vaya cada uno por su lado, son conceptos y formas de trabajar completamente diferentes. Lo ideal sería que el Archivo tuviera su propio edificio, sus propias instalaciones, porque es distinto a lo que se guarda en bibliotecas. Por falta de espacio tenemos que rechazar alguna que otra donación, aunque sí es verdad que siempre procuro hacer una selección. También es verdad que la mayoría de las donaciones son enciclopedias y eso no tiene sentido. Primero porque ocupan mucho espacio y segundo porque están obsoletas.

–¿Tiene que ver con que ahora las consultas se hacen por internet y la gente va dejando de lado los libros?

«Mucha gente compró enciclopedias porque le regalaban el video o la televisión, la mayoría de las que vienen aquí están en sus cajas y sin abrir»

–Sin duda. Y, todo hay que decirlo, mucha gente compró enciclopedias porque le regalaban el video o la televisión. Te puedo decir, como anécdota, que la mayoría de las enciclopedias que vienen aquí están en sus cajas y sin abrir. Pero hay que hacer hincapié en la importancia de donaciones como la de Manuel González Sosa, o la de la familia de Juan Blanco Hernández con 5.000 volúmenes de Música, Arte y Medicina… Entre las donaciones, más lo que genera la propia biblioteca, estamos hablando ahora mismo de que la Biblioteca de Guía tiene cerca de 40.000 volúmenes, incluyendo los fondos de la Fundación Canaria Néstor Álamo. El depósito no está a tope, pero casi. Estoy seleccionando mucho.

–Del interés por todo lo que tiene que ver con la historia de Guía, posees uno de los archivos privados “más ricos e importantes” del municipio, según el editor de tus publicaciones. ¿Qué curiosidades alberga?

–Tengo un archivo personal porque antes de dedicarme profesionalmente a esto, siempre tuve interés por las cosas del municipio. Con 18-20 años me dediqué a buscar documentación, estaba estudiando y no tenía vinculación con ningún archivo. También tuve una faceta de prensa, trabajando cerca de diez años como corresponsal en la comarca norte de Canarias7 por lo que estuve muy vinculado al fotógrafo Paco Rivero. Por eso conozco bien el archivo fotográfico de Paco Rivero, ya que era quien hacía las fotos de prensa. Desde esa época, cualquier cosa que veía de Guía a guardaba. Tengo colecciones de programas de las fiestas desde los años 40 y mucha documentación de la Fiesta de las Marías, de personajes de Guía… Un pequeño archivo que con el tiempo vendrá al Archivo Municipal.

–¿Te tiras de los pelos cuando piensas en elementos del patrimonio arquitectónico –ya sea urbano, industrial, hidráulico u otro– que han desaparecido del paisaje que te rodea hoy?

“La destrucción del cementerio de San Roque es un episodio digno de los anales de la incuria política del pasado siglo”

–En alguna ocasión sí, la verdad. El problema en las administraciones es que sólo importan determinados patrimonios; el resto, como si no existiera. En el caso de Guía, el conjunto histórico necesita un gran proyecto para su recuperación, pero no sólo por parte de las administraciones, también por parte de los dueños de las casas, muchas no pagan IBI y su estado es lamentable. El cementerio de San Roque, de 1815 (con un pórtico de entrada enmarcado de cantería piconera de Gáldar, cuyo diseño se le atribuye a Luján Pérez quien, según señala la tradición, fue sepultado allí), fue una pena que desapareciera, su destrucción es un episodio digno de los anales de la incuria política del pasado siglo XX.

–Parece una ciudad “poquita cosa”, pero de Guía de Gran Canaria son algunos importantes nombres de la historia y la cultura de Canarias. El canónigo Gordillo fue presidente de las Cortes de Cádiz en 1813, el imaginero Luján Pérez el escultor barroco más representativo de Canarias… ¿Cuál es tu personaje favorito, nacido o adoptado?

«Siempre me llamó la atención la rebeldía del canónigo Gordillo, un hombre muy contradictorio: liberal y contrario a la Inquisición, en Cuba tenía esclavos»

–Cada uno tenía su idiosincracia. Siempre me llamó la atención la rebeldía del canónigo Gordillo, un hombre, sin embargo, muy contradictorio. A pesar de ser liberal, apoyar las Cortes y estar en contra de la Inquisición, en Cuba tenía esclavos para el servicio doméstico (no es que tuviese una plantación de caña de azúcar). Hay personajes poco conocidos, como Rafael Almeida Mateo (que curiosamente tiene una calle en Las Palmas de Gran Canaria mientras que en Guía es prácticamente desconocido), un hombre republicano del siglo XIX que estuvo en Cuba y en Filadelfia y vio venir la desaparición del cultivo de la cochinilla en Canarias por culpa de las anilinas sintéticas que vio en Estados Unidos. Y hay personajes peculiares que no son de Guía, como míster Leacock, un personaje muy interesante aquí hasta 1936, que se tuvo que ir al exilio porque los militares le hicieron la vida imposible (sobre todo al principio) y le intentaron embargar las fincas. Estoy trabajando desde hace tiempo, junto con Augusto Álamo, en una biografía suya que tenemos bastante avanzada y esperamos presentar en 2020. Hemos tenido la suerte de estar en Escocia con la hija y nos ha brindado documentación y fotografías.

–Era un empresario agrícola dedicado al cultivo de platanera con una especial relación con sus trabajadores.

–Sí. Y después tuvo una vida muy particular. Tuvo vinculación con organismos internacionales, trabajó para las Naciones Unidas y estuvo en Yugoslavia, en China… No voy a adelantar datos, pero sí que era un personaje muy peculiar.

«Sasito era un personaje entrañable. Los niños de la época lo queríamos mucho porque intercambiábamos estampas con él en la plaza»

–No suelen aparecer en los libros, pero todo pueblo o pequeña ciudad tiene otra serie de personajes, hombres y mujeres de recuerdo singular, populares no por sus estudios o fortuna, sino por su forma de ser extravagante, por el buen desempeño de algún oficio desaparecido, por alguna anécdota… ¿A quién rescatarías para una antología de personajes populares que van desapareciendo de la memoria colectiva?

–En Guía había unos cuantos. De mi época era Tomasín, un personaje muy querido en Guía, tenía síndrome de Down y no ha sido olvidado puesto que tiene un busto en la plaza de San Roque. También Sasito, un personaje entrañable. Estaba siempre en la plaza. Tenía cierta dificultad en los pies y tenía que caminar con bastones. Los niños de la época lo queríamos mucho porque intercambiábamos estampas con él (no sólo de fútbol, que en esa época no había tantas, sino de personajes de los dibujos animados, de naturaleza, de todo).

–Por cierto, en el mundo hay ciudades (pequeñas y grandes) con una historia de cambios de nombres por circunstancias históricas y hasta caprichosas. ¿En qué categoría estaría Guía, que unas veces es “de Gran Canaria”; otras, le antecede el “Santa María”; y, a veces, va todo junto en una retahíla interminable?

«Si te lees las descripciones que se han hecho de Guía desde el s. XVI, en ningún momento aparece el nombre de Santa María de Guía como municipio o villa»

–Históricamente, se diferenciaba la parroquia de lo que era el municipio. La parroquia, obviamente, estaba bajo la advocación de Santa María de Guía y el pueblo se llamaba Guía de Gran Canaria, posiblemente para diferenciarlo de Guía de Isora. De hecho, como curiosidad te puedo decir que tenemos en el Archivo alguna que otra carta del siglo XIX que fue enviada a Guía de Isora, pero llegó a Guía de Gran Canaria. Yo soy partidario (y he escrito al respecto, igual que el cronista oficial Pedro González Sosa) de que el municipio se llame Guía de Gran Canaria. ¿Por qué se cambió en el año 1963? Por un tema religioso, incluso los vecinos de más edad que he consultado dicen que por influencia del Opus en el alcalde Rafael Velázquez, que lo propuso ese año. En el documento justificativo que presentó habla del “nombre histórico” del municipio, lo que no es cierto. Si te lees las descripciones que se han hecho de Guía desde el siglo XVI, en ningún momento aparece el nombre de Santa María de Guía como municipio o villa. Curiosamente, cuando se cambia en 1963 pasa a ser Santa María de Guía de Gran Canaria y el propio don Bruno, el cura del momento, decía que no, que había que diferenciar la parroquia. Incluso el Cabildo, en un primer informe, dijo que no. Pero se presionó políticamente y se cambió. No sé si fue un capricho del alcalde aquel, pero no tiene sentido.

–En 2004 realizaste la investigación histórica que se incluyó en el expediente para la obtención de la Denominación de Origen del Queso de Flor de Guía. Una marca que pasea el nombre de esta ciudad más allá del propio archipiélago, pero pocos saben explicar su origen.

«¿Y ese queso? «Lo traje de Guía…» y se quedó «de Guía». Es una teoría de una simpleza absoluta, pero es así»

–Mi teoría es que cuando Guía se desgaja como municipio del de Gáldar, había importantes familias asentadas que eran poseedoras de muchos cortijos de las medianías de Guía, Gáldar, Moya, Agaete, incluso alguno por Artenara y Tejeda. Pero ellos no explotaban las tierras, tenían pastores y medianeros que se encargaban de ello. Esta gente venía cada cierto tiempo a traerles productos como pago a dichas familias propietarias. Fue así como en Guía se creó un pequeño mercado dominical con bastante importancia que funcionó hasta avanzado el siglo XX. Imagínate que compras un queso que viene de un cortijo de Moya y te lo llevas a tu casa: ¿Y ese queso? “Lo traje de Guía…” y se quedó “de Guía”. Es una teoría de una simpleza absoluta, pero es así.

–Como muchos canarios en el pasado, has cruzado el Atlántico varias veces para poner los pies en Cuba. En tu caso no como emigrante, sino de modo puntual como investigador en su Archivo Nacional. ¿Cuánto hay de Cuba en Canarias y de Canarias en Cuba?

–Cada vez menos, pero muchísimo. En el norte de Gran Canaria, Guía también, hubo una emigración terrible en el siglo XIX cuando la crisis de la cochinilla. Y luego la emigración continuó. En mi caso también: mi abuela materna tenía tres hermanos en Cuba que emigraron en los años 20.

«En casa no teníamos fotografías de mi abuela de joven, las vine a conseguir en Cuba, porque se mandaban fotos de recuerdo de unos a otros»

–Habría un intercambio habitual de correspondencia, ¿o se enviaban más cosas?

–Te puedo decir que en mi casa no teníamos fotografías de mi abuela cuando era joven. Las vine a conseguir en Cuba, porque se mandaban fotos de recuerdo de unos a otros. Había mucha conexión. Y la sigue habiendo. Un ejemplo, hace 20 días vino una mujer de Minnesota que buscaba información de su tatarabuelo, Almeida de apellido. Había nacido en Guía y, en efecto, encontramos el dato en los padrones de mediados del siglo XIX. Este año te puedo decir que han venido dos familias de Cuba (que viven en Florida y en Minnesota) y una de Argentina buscando a sus antepasados. De hecho, en el Archivo se conservan las comendaticias, los permisos que solicitaba la gente para emigrar. En Guía el 95% de los emigrantes se fue a Cuba, unos pocos lo hicieron a Argentina y Brasil.

–Terminamos, un recuerdo dulce.

–Cuando conocí a mi familia en Cuba. También, la satisfacción del trabajo de uno cuando le sirve a gente que está interesada. Por ejemplo, una vez me llamaron de un instituto de Asturias porque estaban haciendo un trabajo sobre un personaje de allí y sabían que nosotros teníamos una revista con la foto de esa persona. Y nos llaman investigadores de otras islas, Lanzarote, Fuerteventura, La Palma, porque tenemos alguna cosa, un libro que buscan y no consiguen.

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