Olga Cerpa canta «En busca de Valentina»

“Son tiempos turbulentos y la esperanza estará en reencontrarnos con lo que somos”, dice la cantante solista de Mestisay en la entrevista de su “Cita con el chef”. La plaza del Cristo, en La Laguna, sirvió de punto de encuentro en el que también estuvo el fundador del restaurante El Duende y hoy jefe de cocina del hotel Las Madrigueras (campo de golf Las Américas, sur de Tenerife), Jesús González que creó para la ocasión un suculento cornete de piña de El Hierro caramelizado relleno de queso herreño ahumado. [Versión íntegra de la entrevista publicada en PELLAGOFIO nº 8 (2ª época, marzo 2013)].
■ Para ver la receta, haga clic AQUÍ. Haga clic en la foto para verla a tamaño mayor ●
Por YURI MILLARES
Fotografías de TATO GONÇALVES
Dos de los grandes grupos musicales de Canarias, Taburiente y Mestisay, presentan juntos un espectáculo que se adentra en las raíces identitarias de la cultura musical del archipiélago. Se llama “En busca de Valentina”, su estreno emocionó hasta poner los pelos de punta y en abril comienza su gira por las Islas. Entre sus “culpables” está Olga Cerpa, especialista en eso de emocionarnos cuando pone su voz al servicio de letras y músicas con sentimiento.
■ OJO DE PEZ / Entre risas y sonrisas Por TATO GONÇALVES Tras una noche de intensa lluvia y mucho frío que en el pico del Teide se convirtió en nieve, la mañana despertó muy fría en La Laguna y continuó igual hasta el mediodía. Ese frío apagó un poco la jornada, pero Olga y Jesús se encargaron de divertirla. La sesión, entre risas y sonrisas, fue fácil y entrañable ● |
–¿Qué es Mestisay?
–Una idea, un sueño, una fábrica de proyectos, una forma de entender la música, un compromiso, una manera de trabajar, un sinvivir.

–No ha sido difícil. Hace años que, de forma esporádica, habíamos colaborado con Luis Morera en alguna de nuestras producciones, y fruto de ese acercamiento personal, a Luis, a Miguel y a José Eduardo, fuimos madurando la idea. Han sido muchos meses de hablar, de reflexionar sobre el momento que vivimos, musical, social, de valores, de concepto y contenido de identidad, de qué queremos y qué podemos ofrecer. Coincidimos en lo esencial, en sentirnos atados a un compromiso de tribu, casi como “últimos mohicanos”. Y teníamos las ganas y la necesidad de hacer algo así.
«Poder cantar con Taburiente temas míticos para mi generación, es como concederle un precioso regalo a mis sueños de juventud»
–Dos grupos que han dado mucho de lo mejor que suena con el acento atlántico de estas islas… y dos grandes cantantes que le ponen rostro. ¿Cómo funciona esa simbiosis Olga Cerpa-Luis Morera en el escenario?
–Con muchísima energía. En cuanto a la parte más técnica es estupendo porque Luis tiene una voz aguda e imponente y yo, contrariamente a lo que suele acontecer cuando cantan hombre-mujer, soy quien tiene la voz más oscura. Por otra parte, es la única manera de hacer dúos con alguien con una voz tan personalísima como él. Luis canta y estás oyendo, incluso viendo la majestuosidad de la Caldera o la fuerza de cualquiera de nuestros acantilados. Yo pretendo que se me oiga la sutileza del sentimiento, o la alegría de una Bajada de la Virgen. Aparte de eso, lo único que tengo que recordar siempre en el escenario es que Luis es un ser totalmente libre cuando se pone a cantar. Nunca va a hacer igual un tema. Siempre cambiará algo, algún giro, algún requiebro. Así que sólo hay que dejarse llevar y venirse arriba para estar a su altura.
–Pero son dos intérpretes con repertorios de músicas bien marcados en sus propios estilos y musicalizaciones. Cantar los grandes hitos de Taburiente junto a su voz solista ¿impone?
–¡Claro que impone! Yo empecé a cantar bebiéndome las canciones de Taburiente. Tanto fue así que, a la hora de preparar este proyecto fue muy fácil recordar casi todas las letras porque me las había grabado a fuego en la memoria desde la adolescencia. Es parte del disfrute personal de estos conciertos. Poder cantar temas míticos para mi generación con ellos, es como concederle un precioso regalo a mis sueños de juventud.
–Y todo esto viene a cuento de que se han ido “En busca de Valentina”. ¿Quién era Valentina?
«Valentina fue una viejita de El Hierro que se hizo famosa en Canarias porque salió en la tele en blanco y negro tocando el tambor y cantando»
–Asépticamente, Valentina fue una señora de El Hierro que, a principios de los años setenta se hizo famosa en Canarias porque salió en la tele de entonces, en blanco y negro, ya viejita ella, tocando el tambor y cantando cosas que parecían arcaicas y primitivas. Sólo que aquella señora, seguramente sin ella misma saberlo porque lo único que hacía era lo mismo que hacían sus antepasados, nos enseñó de golpe una parte de nosotros mismos, de nuestra procedencia y nuestra pertenencia que muchos, muchísimos canarios desconocíamos hasta entonces.
–¿Cómo han influido ella y su tambor en la cultura musical canaria?
–Pues depende del enfoque. En grupos como Taburiente o Mestisay fue decisiva, porque fue el revulsivo para buscar, para empezar a intuir en qué fuentes queríamos beber. Pero también es verdad que seguramente las generaciones que nos han seguido no han tenido la oportunidad de ver y sentir lo que representó Valentina, y se han formado más en otro tipo de propuestas.
«Las generaciones que nos han seguido no han tenido la oportunidad de ver y sentir lo que representó Valentina»
–Por cierto, ¿sabe que en los años 70, todavía en el franquismo, le prohibieron a Valentina actuar en el programa Tenderete vestida con un traje típico de El Hierro que había bordado su abuela, y tuvo que cantar vestida de calle tal y como había llegado al estudio de TVE-C desde su isla? Lo cuenta Totoyo Millares, a quien también le prohibieron ir vestido de “gofión” en ese mismo programa y se negó a tocar.
–Me lo creo absolutamente de Totoyo, que si por algo se ha distinguido, además de por su enorme talento, ha sido por la coherencia a ultranza con lo que piensa y con lo que cree que debe hacer en cada momento. ¡Imagínate! Ahora parece una tontería, pero en esos años, algo tan pequeño como un atuendo se podía convertir en materia de censura… y oponerse era una pequeña heroicidad…
–Ahora Mestisay y Taburiente nos brindan un maravilloso espectáculo dedicado a la de Sabinosa. ¿Qué esperan encontrar en esta búsqueda tan singular?
–Sobre todo gente que nos acompañe en esta búsqueda. Queremos reivindicar el mito, la figura. Son tiempos turbulentos y, de verdad, creemos que la esperanza estará, una vez más, en reencontrarnos con lo que somos. Nos gustaría, más que cualquier otra cosa, que la gente más joven conociera y se emocionara con el legado de Valentina como nosotros lo hemos hecho.
–La prueba de fuego de “En busca de Valentina” la tuvieron en el Auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas en diciembre, donde fue el estreno con un plantel de grandes músicos realmente impresionante…
–Fue mágico. Después de tantos años de trabajo, conciertos, viajes, yo te diría que fue una de las dos o tres noches que no se olvidan en toda una vida. Tardé unos cuantos días en procesar todas las emociones, porque no solo pasaba en el escenario, donde se generó una bola de energía enorme, sino que aquello traspasaba, y sentías de una forma física que la gente del público estaba viviendo “su” concierto, aplaudiendo “sus” canciones. Esa sensación, de que lo que haces pertenece a muchos, se da muy poquitas veces, pero cuando ocurre es muy poderosa, yo te diría que hasta solemne.
–Fueron dos días de llenazo en los que el Auditorio se llevó ¡más de la mitad de la caja! ¿No es abusivo? Si tenemos en cuenta que, además, hay unos gastos de producción, se lo ponen muy difícil a iniciativas culturales de esta envergadura y calidad.
–Bueno, queriendo ser justos, en esa parte que recaudaba el Auditorio se incluía SGAE, la iluminación y parte del sonido, azafatas, ambulancia, etc., como detallamos en el informe económico que quisimos publicar para conocimiento de todo aquel que tenga interés. Pero lo cierto es que el modelo no puede funcionar así. Si queremos cambiar las cosas, si queremos una cultura que no esté obligada a acudir a la subvención, habrá que replantearse el modelo. Los artistas tendremos que estar dispuestos a asumir que viviremos de lo que el público esté dispuesto a pagar por vernos y escucharnos, pero las administraciones no pueden pretender que, además de vivir, pagar impuestos, seguridad social, producciones, etc., además, digo, de nuestro trabajo se mantengan las estructuras públicas destinadas a cultura. Así no romperemos ese círculo que, en definitiva, nos parece un tanto perverso.
–¿La gira que comienzan en abril llevará esa misma versión del espectáculo por el archipiélago o habrá alguna otra novedad… o restricción?
–Nuestra intención es que en cada lugar que montemos el espectáculo podamos contar con la participación de colectivos de ese lugar: músicos colaboradores, coros, bailarines, etc. La idea es llevar una banda base, además de nosotros seis, y añadir a la gente del lugar que quiera sumarse con nosotros al concierto.
–Un espectáculo que cabría en cualquier otro escenario fuera de las Islas, ¿no?
–Estamos intentando con todas nuestras fuerzas llevarlo por lo menos a todas las islas. No es fácil, porque es un montaje que precisa de unas características muy concretas, pero confío en que seremos capaces.
–¡Hablemos también “de” y no sólo “con” Olga Cerpa! Hoy es cantante solista de Mestisay, pero ¿alguna vez tocó el tambor, el timple, la guitarra…?
«El fado y la folía son expresiones comunes de sentimientos que me son cercanos, como la nostalgia»
–La verdad es que bien, bien, no toco nada, pero furrungiar sí que me atrevo. Yo empecé aprendiendo a tocar el laúd, y, a veces me acompaño a la guitarra si hace falta. Pero vaya… de andar por casa.
–¿Fado, bolero o folía?
–¡¡Buff!! es muy difícil. Para mí el fado y la folía son expresiones comunes de sentimientos que me son cercanos, como la nostalgia, la saudade, la distancia con la tierra o con el ser amado. El bolero es más pasión, más desahogo.
–¿Con qué no se atreve?
–Con muchos géneros. Por respeto y por autocrítica. Me parece que mal le irá a uno si no sabe bien a estas alturas qué puedes y qué no puedes hacer.
–¿Exige algo especial en su camerino cuando está de gira: una botella de agua de Teror, un jarrón con flores rojas, una cajita de bizcochos de Moya, un espejo?
–La verdad es que soy bastante espartana de gustos. Sólo necesito un espejo, por aquello de no pintarme “de oídas” y cierta tranquilidad un rato antes del concierto, para centrarme en lo esencial.
–¿Por cierto, qué hace una chica de Moya por los Madriles?
–Pues vivir con otra perspectiva. Madrid me acogió y me ancló hace ya unos cuantos años, y me da el placer de la vuelta a la Isla, disfrutándola como sólo se hace si vives fuera.
–Para dormir, ¿qué es mejor, un arrorró o una tertulia de la radio?
–Las tertulias están de pesadilla, últimamente. El arrorró es perfecto, tiene ese efecto narcotizante en su cadencia repetitiva y monótona, pero además nos conecta siempre con la madre, con el movimiento rítmico y envolvente de los primeros arrullos.
–¿Y para una mesa a su gusto, qué le tienta más?
–Pues mira, básicamente la comida sin demasiado salserío. Y, cada vez más, un buen vino, que es una de las cosas buenas que los años te van enseñando.
–Terminamos: un recuerdo dulce.
–Los suspiros. De Moya.