Cita con el chef

Rasa Strankauskaite, sumiller

“Los vinos espumosos maridan bien con las sábanas revueltas y el aliento entrecortado…”, responde durante la entrevista de su “Cita con el chef”. Una cita que se desarrolló, precisamente, en una de las pocas bodegas que elaboran este tipo de vinos en Canarias, la Bodega Comarcal Valle de Güímar. De la parte gastronómica se ocuparon los cocineros David Moraga y Fernanda Pérez Ravelo (del cinco estrellas Hotel Suite Villa María, en Adeje, Tenerife) que le dedicaron a la entrevistada un tartar de atún. [Versión íntegra de la entrevista publicada en PELLAGOFIO nº 6 (2ª época, diciembre 2012)].

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Por YURI MILLARES
Fotografías por TATO GONÇALVES

El alma infatigablemente viajera trajo hasta Canarias a Rasa Strankauskaite, mujer lituana de apellido complicado para un isleño, pero de gustos tan sencillos como un vino malvasía, un beso apasionado o una amistad leal. Muchos veranos de su infancia los pasó en Armenia, donde ya empezó a apreciar los paisajes de viñedos antiguos. En Canarias convirtió ese aprecio en pasión y vive en íntima relación con los vinos de estas islas, como defensora y propagadora de sus cualidades. Así es como se ha convertido en una de las sumilleres más apreciadas y reconocidas de este archipiélago.

■ OJO DE PEZ / Naturalidad entre flashes

Por TATO GONÇALVES

La sesión de fotos en la Bodega Comarcal Valle de Güímar, con Rasa, Fernanda y David fue divertida hasta la carcajada. Fue una sorpresa para la sumiller encontrarse con ellos allí. Risas, marcos vacíos, flashes, ventanas de luz, trípodes. Tanta herramienta para intentar conseguir la naturalidad en las fotos. Al final parece que se logró ●

Rasa Strankasukaite en una cata de espumosos Brumas de Ayosa.

–¿Qué dejó atrás Rasa, cuando llegó a Canarias desde un país tan lejano y distinto, como es su Lituania natal?

–La protección de los padres, de toda la familia y de los amigos. Dejé una vida sencilla, cómoda, llena de paz; un país llano de bosques profundos y bellos lagos, pero de un clima húmedo y los vientos del Báltico que entran por donde sea y congelan tus pensamientos. Dejé mi gente encorsetada, con unas reglas y normas absurdas, y algo cerrada. Sin duda soy una persona atrevida que se sale del camino fácil dibujado por otros (nunca he cogido un atajo). Desde siempre me ha gustado más lo difícil, lo contrario de los demás.

«Desde el primer día que he pisado Canarias tuve claro que nací para este cielo, que aquí sería muy feliz al lado de su gente alegre que sabe disfrutar de una mesa; de compartir piñas, papas, quesos y sus vinos singulares»

–Vino de vacaciones… ¿y se quedó, o aún tuvo que pensarlo un poco antes de establecerse definitivamente?

–Desde primer día que he pisado Canarias tuve claro que nací para este cielo, que aquí sería muy feliz al lado de su gente alegre que sabe disfrutar de una mesa; de compartir piñas, papas, quesos y sus vinos singulares. Sentía que necesito la energía del volcán para evolucionar y pasar el resto de mi vida.

–Además, se expresa de maravilla en español. ¿Dónde lo aprendió?

–Tengo alergia a las tildes y sigo con mi acento báltico, pero hablo, participo, me expreso… Aprendí leyendo, escuchando, compartiendo. Tuve la suerte de rodearme de gente abierta, amable, sincera.

–En su país ni siquiera hay viñedos, pero en Canarias se ha convertido en una reconocida sumiller, experta en vinos canarios. ¿Cuándo encarriló su vocación profesional hacia el mundo del vino?

–En mi camino de la vida aparece un chef fanático de la gastronomía, un gran amante de la buena cocina. Así entra a mi vida el amor por los vinos, que crece en la búsqueda de los placeres gastronómicos, con el despertar de los sentidos. Nace al vender la felicidad a los otros. Y la oportunidad de conocer a grandes gastrónomos me llevó al vino, aunque tuvo que ver mucho el paisaje de las bellas laderas del monte Ararat [en Armenia], llenas de viejas viñas de syrah de mi infancia. Se dice que el destino, que nuestros pensamientos, nos llevan hacia él.

«De niña quería ser una Marco Polo femenina: descubrir cosas nuevas y traerlas desde tierras lejanas para emocionar a todos»

–Por cierto, de niña ¿qué pensaba que quería ser de mayor?

–Una Marco Polo femenina: sólo deseaba viajar, descubrir cosas nuevas y traerlas desde tierras lejanas para emocionar a todos.

–¿Qué tiene el vino canario para que lo describa y lo defienda con tanta pasión?

–Son vinos de mucho esfuerzo y sufrimiento, de cepas de mar y sol, con su punto de sal presente por la maresía. Son vinos singulares con alma de volcán; puros, diferentes, originales, aromáticos y con una personalidad marcada; de un carácter difícil de describir pero fácil de sentir que me tiene atrapada.

–Hay muchos en Canarias que no son tan entusiastas del vino que produce su tierra y cuando quieren tomar una copa la piden, casi irremediablemente, de La Rioja. ¿Son prejuicios, siguen modas o es que se han rendido a las excelencias de esa otra denominación?

«El vino es como el amor: es libre, no entiende de razas, colores, sexos, territorios o políticas»

–El vino es amistad, amor, un placer y, sobre todo, cultura. Si siempre tomamos el rioja de siempre, nos perdemos nuevas sensaciones. La rutina de tomar un vino seguro, que conocemos, mata la emoción de mimar nuestros sentidos… No llevamos el mismo peinado, ni el mismo estilo de zapatos, ¿por qué tomar el mismo rioja? ¡Déjense de prejuicios, modas y reglas rotundas y disfruten de los vinos sometiéndolos a los cinco sentidos!

–¿Tiene alguna preferencia si hablamos de vinos de fuera de este archipiélago?

–Ya lo he dicho muchas veces antes. El vino es como el amor: es libre, no entiende de razas, colores, sexos, territorios o políticas. Es un alimento muy complejo, con innumerables beneficios para la salud. Es cultura y debemos presumir de ello. Cada momento tiene su vino. Según el animo de uno, se abre un vino mas fácil, alegre y refrescante; o más sereno y maduro. O con mas filosofía, más tánico, más amplio y potente, complejo; o más dulce, o más sugerente. A mí me encanta el champagne: será por ser tremendamente optimista. Me gustan los vinos deseados, con burbujas que susurran. Son vinos íntimos, maridan bien con un poco de rudeza, con las sábanas revueltas y el aliento entrecortado… Y son vinos de la felicidad, con ellos brindamos en todos nuestros momentos felices.

«Me gustan los vinos deseados, con burbujas que susurran. Son vinos de la felicidad, con ellos brindamos en todos nuestros momentos felices»

–¿Y en Canarias, con tanta variedad de uvas para un territorio de espacio tan limitado, por qué vino se pirra?

–Me preguntas lo que ya sabes… –ríe con gran sonoridad–: el malvasía me tiene enganchada, su carácter nunca me deja de sorprender: siempre elegante, con sus aromas sutiles y sosegados, rebosante, remueve la memoria. En boca, indomable, poderoso, pellizca el paladar… persiste, y, al rato, se convierte en ti misma, expansiva, sin complejos.

–Como sumiller de Hecansa, también se dedica a la docencia, ¿qué es lo primero que le dice a sus alumnos al comenzar el curso?

–Que la actitud prevalece por encima del conocimiento. La formación no tiene sentido sin una actitud. Las claves de hostelería (los horarios, la disciplina, vender la felicidad) exige mucho esfuerzo. En pocas palabras: tienes que amar servir a los demás, si no, será casi imposible continuar.

–¿Y lo último cuando concluyen los estudios?

En la sala de catas de la Bodega Comarcal Valle de Güímar, entrevistada, entrevistador y el director técnico de la bodega Domingo Delgado.

–Que hay seguir aprendiendo, intercambiando; haciendo stages, cursos, probando lugares distintos. En nuestra profesión no podemos dejar acercarse a la rutina.

–Como profesional que aconseja el maridaje entre platos y vinos, en un estilo poético y original, la llaman también para maridar vinos y cine, incluso vinos y besos… ¿Dónde está el secreto de un buen maridaje del vino?

–Está en dejarse llevar por la curiosidad, tener ganas de experimentar, probar sin normas, con lógica y algo de equilibrio de sensaciones para los sentidos. El maridaje es una sinergia de aromas, sabores, texturas, incluso colores. No es una ciencia, es arte subjetivo, abierto. Y para maridar otras artes con el vino sólo tenemos que ver, oler, probar y sentir el vino.

–¿Una película para un malvasía, cuál sería?

–La que deja claro que lo único que perdura es la tierra: Lo que el viento se llevó. Aunque tengo ganas de pasar una historia, malvadamente divertida, de una bodeguera a un amigo cineasta, a ver si sale una película con la historia de la malvasía.

–¿Y qué tipo de beso?

–Veo que sabes de mi cata-maridaje de vinos y besos “Besomancia: arte de besar”. Mi beso es devorador, muy pasional, el que quita el aliento. Lleno de la pasión aplazada, como un vino blanco poderoso que recuerda el mar embravecido, con carácter, lleno de especias y maresía. El beso, como el vino, lleva de viaje mis sentidos. Es casi un beso con lágrimas, sabe a mar, a sentimiento dulce y salado a la vez, sabe a tierra recién labrada, a cielo abierto, a piel blanca bañada de sudor en el último roce, justo cuando dos cuerpos se separan en dolor y amor.

–¿Le queda algo por maridar?

–Me queda tanto por hacer que sólo pido a todos los dioses… tiempo. Muchísimas obras de arte que nacen en la oscuridad de la mente de un artista y salen a la luz para emocionar, provocar alegría, paz, serenidad, amor. Me encantaría poder llevar el vino para conectar con otro arte. Seguramente lo haré, creo que tengo el viento a favor.

–¿Algún maridaje sorpresa para el año que viene?

–Los ecos de las palabras que huelen a polvo y olvido, un maridaje entre fotografía y vino volcánico: las obras de Tato Gonçalves sobre la montaña sagrada de Tindaya, sus grabados, el cielo con la lluvia de estrellas, algunas leyendas sobre el culto a los dioses del sol y la luna… Y mucho más que no debo contar o dejará de ser sorpresa.

«Nunca tomaría vino con un plato de huevos (duermen las papilas), pero sobre todo, a solas»

–Por cierto, ¿con qué plato no se tomaría un vino jamás?

–Con huevos (duermen las papilas) y con algo muy picante. Pero sobre todo a solas, el vino es una bebida noble incapaz de mentir y es para compartir. Cuando estoy solita es el momento de la cerveza.

–Hablando de platos. ¿Cuál era su plato favorito antes de conocer Canarias y cuál es ahora?

–Era de buen pescado y ahora sigo siendo de pescados. Me chifla un atún poco hecho y unas papas con su punto de sal. Me encanta la cocina que sabe a mar.

–En este número de PELLAGOFIO los lectores pueden deleitarse (y hasta sorprenderse) con sus descripciones de los vinos espumosos canarios. ¿En qué se diferencian o se parecen a un champagne o a un cava?

–Tanto el cava, como el champagne o el espumoso están hechos por el mismo método, son vinos de tiempo y reposo que se diferencian en variedades y en la tierra. Champagne es DO de Francia con sus variedades, Cava es DO de España con sus otras variedades. Pero todos son vinos espumosos, con su segunda fermentación en botella de diferentes variedades de uva.

–Además, es “coautora” del último de los vinos espumosos que se incorpora al pequeño club de este tipo de elaboraciones en Canarias con el rosado “Rasa” de Bodegas Contiempo. ¿Es un sueño cumplido?, ¿una casualidad?, ¿un reto?

–Para mí es un pequeño sueño cumplido que me hace el corazón más grande. Espero que sea un principio de mi camino hacia mi gran sueño de terminar mi vida haciendo un vino diferente.

Rasa Strankauskaite entre los depósitos de la Bodega Comarcal Valle de Güímar.

–Terminamos: un recuerdo dulce.

–Pues mi dulce Isla Bonita: La Palma y su malvasía, con su recuerdo dulce puedes probar el sol, ese dulce nada empalagoso que sabe insinuar, provocar, sorprender; que despierta los sentimientos dormidos y saca el alma de su escondite.

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