Cita con el chef

Juan Manuel Suárez del Toro, presidente de Cruz Roja Internacional

“No se puede concebir un mundo que no sea de mestizaje”, dice Juan Manuel Suárez durante la entrevista de su “Cita con el chef”. Vinculado a la prestigiosa ONG casi toda su vida, para esta cita que organizó PELLAGOFIO, el ‘chef’ Kiko Casals le dedicó su cherne al grill, crema de ajos, puré de perejil y chicharrón de calamar jareado. [Versión íntegra de la entrevista publicada en PELLAGOFIO nº 39 (1ª época, marzo 2008)].

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Por YURI MILLARES
Fotografías por TERESA CORREA

Hombre discreto pero tenaz, Juan Manuel Suárez del Toro Rivero lleva toda su vida vinculado a la organización no gubernamental más prestigiosa y respetada del mundo: la Cruz Roja. De voluntario de base, siendo un muchacho, ha llegado (con el tiempo y mucha dedicación a ayudar a quienes sufren) a la más alta responsabilidad dentro de dicha organización, donde ha sido elegido presidente de la federación internacional, con sede en Ginebra (Suiza), por dos ocasiones.

[quote]»Soy de los que creo que la suma de muchos compromisos personales puede cambiar muchas cosas»[/quote]En una de sus frecuentes (y breves) estancias en Las Palmas de Gran Canaria para estar con su familia, se ha acercado hasta el estudio de la fotógrafa Teresa Correa para compartir esta entrevista con los lectores de PELLAGOFIO.

–Entró como voluntario en 1971 en Cruz Roja Juventud. ¿Qué motiva a un joven a dar ese paso?

–Las inquietudes sociales. Ustedes son jóvenes, pero en 1971 las formas de participación no eran tan claras ni tan diversas como ahora. En aquel momento la Cruz Roja de la Juventud se refundaba en España, porque desde la época anterior en la república había dejado de existir y, tras ese paréntesis, unos cuantos amigos entramos, primero, en una “organización” y, después, en una organización con la solidez de la Cruz Roja, con un perfil en el que poder desarrollar una serie de inquietudes.

Retrato en el estudio sobre sillón de diseño.

–¿Sueña con salvar al mundo de sus males?

–Quizás así suena demasiado pretensioso, pero sí soy de los que creo que la suma de muchos compromisos personales puede cambiar muchas cosas. Y esa es una idea que estaba allí y que sigue estando todavía.

–Sida, guerras, pobreza ¿hay solución a tanto sufrimiento?

–Podría haberla si hubiera la voluntad para ello. Evidentemente no para todos los sufrimientos, porque siempre encontraremos algo por hacer. Pero, desde luego, una gran parte de lo que se pudiera hacer, por ejemplo, la erradicación de la pobreza, solucionaría muchos de estos males, al menos en parte. Está en nuestras manos como comunidad internacional el poder hacerlo. Hay suficientes conocimientos científicos y técnicos, y suficientes recursos económicos para que, si se quisiera, sacar a esos mil millones de personas sumidas en la extrema pobreza.

–¿Cuál fue su primera misión como presidente de la Federación Internacional de Cruz Roja y Media Luna Roja?

«Hay suficientes conocimientos científicos y técnicos, y suficientes recursos económicos para, si se quisiera, sacar a esos mil millones de personas sumidas en la extrema pobreza»

–Como presidente no lo recuerdo en este momento, pero a lo largo de estos más de 36 años en Cruz Roja ha habido muchas experiencias de distinta índole. Al principio, cuando eres militante de base tienes la frescura de participar en cosas cercanas, directamente relacionadas con gente con rostro; quizás ahora, con las responsabilidades hay que compartir estas experiencias con otras de estar en foros y relacionarte con gente que tiene la capacidad de hacer que la ayuda pueda prestarse. Pero nunca es algo que te haga dejar de ver un rostro concreto, una historia concreta detrás de cada una de las personas a las que la Cruz Roja lleva ayuda.

–¿Y cuál espera que sea la última misión que le gustaría realizar?

–Es muy difícil. Me gusta ser utópico –sonríe y suspira a la vez–, pero realista. En términos de algo tangible, que los objetivos del milenio se pudieran cumplir, que la erradicación de esa pobreza extrema se terminara.

El ‘chef’ Kiko Casals y Juan Manuel Suárez del Toro comparten el humilde banco de invitados en el estudio de fotografía.
–Por cierto, ¿tiene fecha para el fin de su mandato?

–Dentro de dos años.

–¿Con renovación?

–Ya no hay más renovación posible. Son dos mandatos.

–Nos consta que es persona apegada a la familia, ¿viaja mucho entre Ginebra y Las Palmas?

–No es fácil, pero lo tengo como un tema de capital importancia. Y el compromiso de la familia también ha estado ahí donde yo he estado. Siempre he tenido claro que conservar de una manera armónica el entorno familiar y las amistades deben ir combinados con las otras cosas.

–¿Hay algún otro destino que forme parte de su actividad cotidiana?

–Comparto entre Las Palmas, Ginebra y Madrid la mayor parte del tiempo.

–¿Por donde correteaba Juan Manuel cuando era un niño?

–Pues por la plaza de San Lorenzo [en Las Palmas de Gran Canaria].

–Esos recuerdos de infancia ¿los asocia a algún olor o aroma?

–El de las higueras, que retratan un poco a una tierra como la nuestra: es fértil pero sufre la no presencia, a veces, del agua, combinado con un día de sol en el que la higuera huele.

–¿Se ha reencontrado con esos recuerdos aromáticos en algún otro lugar del mundo?

–Sí, pero los de la infancia están asociados a unos recuerdos. No es sólo lo que se percibe a través del olfato; el entorno también configura un todo.

–¿Le ha sorprendido alguna vez la capacidad de alguna cultura para dotarse de recursos alimenticios?
–Sí y no. Todo el mundo, en su entorno cercano, saca las mejores cosas para un tema tan importante como es la comida. Hoy conocemos culturas y comidas de todos los lugares que antes podían resultar chocantes y ahora están totalmente aceptadas.

«Hoy nadie puede concebir un mundo que no sea de mestizaje y de integración cultural, y eso se transforma en una oportunidad para otros y para nosotros»

–Canarias siempre ha sido tierra de mestizaje y emigración. Ahora vivimos con intensidad otro proceso de integración de gentes de diferentes culturas y razas que llegan en busca de un futuro mejor. ¿Seremos capaces de digerirlo?

–Yo creo que sí. Tenemos la capacidad, la experiencia y la memoria para ello. Hemos sido tierra de emigrantes durante mucho tiempo y eso nos tiene que dar enseñanzas. Ahora estamos, afortunadamente para nosotros, en otro ciclo en el que aquella emigración forzada de nuestra historia no tenemos que usarla y viajamos porque, a pesar de ser isleños, tenemos una mente universal. Hoy nadie puede concebir un mundo que no sea de mestizaje y de integración cultural, y eso se transforma en una oportunidad para otros y para nosotros.

–En este contexto de mestizaje, ¿cómo se imagina la cocina en Canarias dentro de veinte años?

–Pues espero que se sigan conservando las cosas buenas que tenemos, lo que es perfectamente compatible integrarlas con otras y ofrecerlas en las nuevas formas y maneras que hoy se practica en la cocina. La cocina canaria aún tiene que conquistar más cotas, sobre todo a nivel de saberse vender y exportar, porque no desdice nada las posibilidades que tiene de la de otros lugares donde parece que la cocina es contemplada como una marca. Tenemos todavía mucho que hacer, pero también mucho que decir.

–Terminamos. Un recuerdo dulce.

–Un bienmesabe.

■ FUERA DEL PLATO
Juan Manuel Suárez del Toro: «He comido rata africana donde es una exquisitez»

La organización que preside y dirige desde Ginebra, la Federación Internacional de Cruz Roja, lo tiene pendiente de todos los conflictos del mundo, pero sigue siendo un hombre afable y trabajador que duerme, come y tiene familia.

–¿Puede un presidente de Cruz Roja Internacional sentarse a comer tranquilo algún día?

–Si uno piensa en los problemas que hay, la respuesta sería no; pero si se plantea que hay que disfrutar de ciertos momentos, la respuesta es que es necesario hacerlo.

–¿Cuál es su dieta, si es que tiene alguna?

–¿Mi dieta?, sacrificarme a lo largo de la semana y ser más condescendiente el fin de semana, lo cual viene bien para la salud física y para la mental.

–¿Su plato favorito?

–No tengo. Para comer no le hago ascos a nada, incluso en los sitios más exóticos a donde voy, porque los sabores no sólo están asociados a lo que saben sino también a otro tipo de sensaciones. Yo he comido rata africana donde es una exquisitez. La gente tiene buen gusto en todos lados ●

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