Lucas de Saá, naturalista antes que pintor

“Un pino singular crece de manera distinta a los de repoblaciones, que son como postes telegráficos”, afirma este artista durante la entrevista que protagoniza para la sección “Cita con el chef”. [Versión íntegra de la entrevista publicada en la edición impresa de PELLAGOFIO nº 14 (2ª época, noviembre 2013)].

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Por YURI MILLARES
Fotografías de TATO GONÇALVES
Su vocación por la pintura sólo es superada por su entrega a la causa de la naturaleza canaria, que convierte en detallados dibujos y cuadros de gran realismo. Por eso le sigue doliendo la noticia de este verano de que Jandía perdía la categoría de parque natural por defectos en su tramitación (“es un insulto a la naturaleza”), mientras trabaja sin descanso en el proyecto Nisdafe que estudia y cataloga (y planta sus semillas en viveros) los muchos y majestuosos pinos singulares que pueblan la isla de El Hierro.
■ OJO DE PEZ / Entre árboles vivos y al óleo Por TATO GONÇALVES Los jardines de la Facultad de Formación del Profesorado (ULPGC) fueron, esta vez, el escenario donde realizamos las fotos con el chef Fabio Santana, el pintor Lucas de Saá y parte de su abundante obra. Con cierto retraso en la cita de aquella mañana, al parecer por falta de una petición formal de uso del espacio que ya ocupaban otros usuarios, realizamos la sesión● |
–El bosque en Canarias son muchos bosques, ¿se queda con alguno en particular?
–Yo hacía surrealismo expresivo, pero me di cuenta de que el paisaje se estaba perdiendo. Entonces corté radicalmente con la abstracción y me dediqué a pintar paisajes. No tengo [preferencia por] ningún bosque determinado.
–¿Pero qué tiene el bosque canario para que lo haya atrapado?
–El que me atrapó primero fue la laurisilva en La Gomera, cuando un colega me dice “en La Gomera hay un bosque impresionante”. Los bosques que vemos en Gran Canaria son monótonos, no son tan variados como el bosque de El Cedro. No me lo imaginaba y fui con él a verlo. Me impresionó tanto que me quedé una buena temporada pintando toda la laurisilva, porque veía que era un bosque que peligraba, que cualquier modificación climática le iba a perjudicar, o con un incendio, una tala, un asentamiento.
–Que un pintor evolucione de la abstracción al realismo pintando paisajes plain air, al aire libre, ¿no es el camino inverso que suelen seguir los artistas?
«He hecho una reconstrucción de cómo podrían haber sido muchos de esos pinos singulares antes del incendio»
–Sí. Justo me lo comentaron algunos críticos de arte, “que cómo…” y además “que no tenía derecho…” a hacer lo que hice. Se enfadaron conmigo porque había roto con algo que ya tenía una trayectoria y que también tenía un estilo. Pero a mí siempre me gustó la naturaleza, desde pequeño ya iba por ahí a pintar el territorio. Claro, de aquella manera, como un niño. Y esa visita a La Gomera me marcó, fue cuando me dije: “aquí no puedo hacer las dos cosas a la vez, dejo una”.
–Lo cierto es que en ese viaje pictórico, de descubrimiento y de reivindicación de los bosques isleños, el realismo y la perfección de la obra impresionan. Más aún si pensamos que ha retratado el bosque de una isla como San Borondón, que aún no ha sido encontrada. ¿Cómo llegó a ella?
–Pues fácil. Al ver que todos los bosques o todos los territorios estaban siendo intervenidos por la mano del hombre, se me ocurrió hacer un bosque en la isla que nunca se iba a encontrar y, por tanto, el bosque tampoco. Es un cuadro que empecé hace muchos años, que aún estoy realizando y no lo he terminado. Tiene cinco metros y le estoy poniendo los elementos que hay en el bosque de un pinar idealizado, pero con material de cada una de las islas donde hay pinos.
–Nos conocimos hace diez años mientras dibujaba setas en un bosque, no sé si se acuerda…
–…me acuerdo.
–¿Qué más podemos encontrar en el bosque, además de árboles (y setas)?
–Emociones. Ir a encontrarte a tí mismo. Por ejemplo, te voy a citar un momento: fue en el llano de Guillén, sentado, oscureciendo, viendo como caía el día. Inmerso en aquella atmósfera tan especial, con una tranquilidad que es muy difícil de encontrar en otro lugar, sientes algo que sólo está en rincones escondidos de un bosque. Fue en El Hierro.

–Hablando de El Hierro, con los pinos que ha descubierto allí tiene para toda una vida pincel en mano.
–Algunos de los que he encontrado, desgraciadamente, han desaparecido. Lo que he hecho con los dibujos es una reconstrucción de cómo podrían haber sido muchos de esos pinos antes del incendio. Observando las ramas que tenía caídas, carbonizadas algunas de ellas, con los testigos de los brazos que conservan y sus heridas.
–Desde hace unos años trabaja en un proyecto científico titulado Nisdafe, vinculado a los pinos de El Hierro. ¿Qué buscan en la Isla del Meridiano con ese proyecto?
–Yo había estado en El Hierro y había visto y dibujado algunos pinos singulares. Más tarde, acompañando a la Sociedad Micológica de Gran Canaria para hacer unos recorridos, me dediqué a buscar esos pinos y ya no estaban. Habían desaparecido a consecuencia de la cantidad de incendios secuenciales que se producen casi cada año o dos años. A partir de ese momento pensé que eso tenía que dibujarlo, porque el patrimonio se está perdiendo. Realicé más visitas y presentamos un proyecto con la catedrática de la ULPGC Mari Carmen Mato, que aprobó el Gobierno de Canarias en el marco del programa Septenio. A partir de ahí muchas personas, empresas e instituciones se han sumado a la consecución del proyecto, precisamente porque hay un patrimonio que se estaba perdiendo. Incluso pinos colgantes ya están registrados por medio de la fotografía y de la pintura, un patrimonio de pinos singulares que merece la pena que continúen donde están.
«A un pino singular lo define el hecho de que es irrepetible. Da lo mismo el tamaño que tenga, cuando empieza a crecer ya ves que crece de manera distinta»
–¿Qué define a un pino u otro árbol como singular?
–El hecho de que es irrepetible. Da lo mismo el tamaño que tenga, cuando empieza a crecer ya ves que crece de manera distinta a los pinos que vemos en repoblaciones, que crecen todos iguales y son como postes telegráficos. Cuando te acercas, ves que todo el recorrido que tienen las ramas y esos troncos que se retuercen a partir de la base no es habitual.
–Un paisaje plagado de pinos con formas desgarradoras, majestuosas otras veces, ¿qué bosque sería, cómo lo llamaríamos?
–Un bosque relicto.
–El proyecto incluye la recolección de semillas de estos pinos singulares, que se están plantando en el Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo…
–En el vivero del Jardín Canario y en el vivero forestal, ambos del Cabildo de Gran Canaria.
–¿Qué tienen esos genes que desean perpetuar? Porque esos hijos no van a tener esas mismas formas que sus padres.
–Eso… lo veremos. Por eso mismo los hemos plantado, para ver qué ocurre cuando tengan un tamaño más considerable. De momento están respondiendo a las expectativas que teníamos, salen con ramas que desde la base se van retorciendo. Están cargados de ramitas basales. También hemos plantado semillas de pinos jóvenes y hemos recogido material, para los estudios comparativos. Pero el enfoque principal es el pino singular y la densidad de población de estos pinos singulares que hay en la isla de El Hierro no lo he visto en ninguna otra isla.
–También estudian el parentesco del pino canario con el del Himalaya.
–Según los estudios y la documentación existente, se menciona que podría ser así, por eso tenemos algunos Pinus roxburghii a ver si realmente están emparentados. Por las fotos que hemos visto, sí se parecen, pero la piña vista de cerca no es igual.
–El proyecto Nisdafe le tiene trabajando también en un laboratorio de un centro universitario. ¿Qué hace un pintor de plain air o de naturaleza entre estas paredes?
–Eso digo yo. Qué hago aquí en vez de estar metido en el bosque, pintando. Pues en el laboratorio realizo otra fase del proyecto: vuelco la interpretación de todos los datos de cara a la determinación de conclusiones, para aportar las novedades que hemos observado a lo largo de todos estos años. Y para eso hay que echar mano de los ordenadores, del material recopilado y con esas comparaciones llegar a conclusiones que nos hagan comprender un poco más cómo es el pino singular de El Hierro.
«Desde el punto de vista plástico son muy interesantes los ‘Ilex canariensis’, el acebiño se presta mucho al dibujo. Esas formas retorcidas que tiene en el tronco cuentan su crecimiento en busca de la vida»
–Ese banco de datos ¿de qué elementos se compone además de semillas?
–Hay semillas y polen, y una colección complementaria de todo lo relacionado con el pino: piñas, corteza y, sobre todo, las acículas.
–¿Cuál es el árbol más extraordinario que destacaría de todos los que ha visto?
–Son muchos. Desde el punto de vista plástico son muy interesantes los Ilex canariensis, el acebiño se presta mucho al dibujo. Si hay que llevar a un grupo de estudiantes a hacer una interpretación de troncos, un acebiño viejo es el ideal. Esas formas retorcidas que tiene en el tronco cuentan su crecimiento en busca de la vida.
–En Canarias, especialmente en El Hierro, hay lugares inaccesibles donde crecen pinos que, si no son singulares, desde luego son un desafío al equilibrio. ¿Guardarán sus secretos para siempre? ¿O algún día llegaremos a ellos?
–No. Los paredones a los que no podemos acceder son el refugio de muchas especies. En algunos casos, y son ocasiones contadas, se llega a base de rápel. Siempre habrá lugares inaccesibles y de hecho se siguen descubriendo nuevas especies porque se han refugiado en esos paredones. Una de las últimas, el drago de Gran Canaria.
–Siempre habrá rincones a los que no podremos llegar.
–Afortunadamente.
–Hay quien considera un derroche plantar bosques de pinos, en vez de crearlos con otras especies de más aprovechamiento para el hombre y sus animales. ¿Para qué sirve un pinar, además de para admirarlo? ¿O eso ya es suficiente, porque su belleza es un regalo a los ojos?
–Cada uno lo verá desde su punto de vista. Un carpintero verá la madera, un poeta verá una fuente de inspiración, un dominguero verá madera para barbacoa. Tiene muchas utilidades. Para un pintor… pues ten en cuenta que los pintores fuimos los primeros naturalistas. Las pinturas rupestres se hacían al aire libre en un soporte que no se modificaba, lleno de chichones, de coqueras, de huecos y aprovechando los huecos se hacía la pintura correspondiente.
«Me acuerdo que me asomé a un tronco calcinado y en su interior vi naciendo una plántula de pino, lo único verde que vi en mucho tiempo. Se me saltaron las lágrimas»
–Terminamos, un recuerdo dulce.
–En aquel bosque del pinar quemado en El Hierro, cuando fui a ver lo que había pasado, todavía había humo en algunos pinos que se estaban terminando de quemar. Todo estaba yermo, ennegrecido. El suelo era como una esponja de ceniza, que lo pisabas y te hundías. Fue una sensación que nunca antes había tenido. No había nada verde, todo era negro y gris. Había caído algo de lluvia después del incendio, pero la lluvia lo que ocasionó fue una erosión tremenda. Y me acuerdo que me asomé a un tronco calcinado y en su interior vi naciendo una plántula de pino, lo único verde que vi en mucho tiempo. Se me saltaron las lágrimas. Entre aquello tan dramático, eso era la esperanza de un nuevo bosque. Dicen que al pino canario le gusta el fuego; es pirófito pero porque no tiene más remedio que jeringarse como todos los demás. Pinos quemados que parece que se recuperan, luego se caen. En algunas de las laderas de El Hierro se pueden ver pinos viejos que se han recuperado pero, heridos, se van cayendo. Y la majestuosidad que tenían, la pierden.
–…
–Me gustaría añadir algo. Hace poco me he enterado de la pérdida de protección del patrimonio a raíz de lo que ha ocurrido con el Parque Natural de Jandía. Este espacio o el pinar de El Hierro son paisajes para proteger, existan o no existan leyes. Me parece una falta de respeto a la naturaleza. Si hay un paraje bello por sí mismo, como la montaña de Tindaya, está bien como está y no hay que intervenirlo para “mejorar el aspecto” o convertirlo en lugar de esparcimiento con otras construcciones que no van a favorecer la conservación de algo natural que siempre ha existido. [Quede constancia de] mi protesta por este comportamiento injusto con la naturaleza.