40 hectáreas de viña sepultada por la lava y la ceniza
Las cepas de uvas antiguas o raras y los estragos del volcán en Cumbre Vieja

El inventario genético de la biodiversidad vitícola de La Palma se inició cuatro meses antes de la erupción en Cumbre Vieja. Se recogieron 70 muestras. Entre la viña sepultada por la lava se encuentran ahora cuatro plantas que son irrecuperables, mientras otras nueve afectadas podrían salvarse. [En PELLAGOFIO nº 104 (2ª época, febrero 2022)].
Por YURI MILLARES
Con la mirada puesta en identificar y encontrar nuevas variedades locales y mutaciones de uvas (adaptadas durante siglos y que podrían estar en extinción), la casualidad quiso que cuatro meses antes de la erupción en Cumbre Vieja ya se había iniciado el estudio genético de 70 muestras. El Consejo Regulador de la Denominación de Origen de Vinos La Palma las envió a la Universidad Rovira i Virgili (URV) de Tarragona, cuyo Departamento de Bioquímica y Biotecnología atesora en sus fondos 800 perfiles genéticos y 500 variedades de 24 países del mundo y ya había realizado el mismo estudio en las islas de Lanzarote, La Gomera, El Hierro y Fuerteventura.
En el municipio de El Paso hay registradas 45 hectáreas de viña, ubicadas en su mayoría en los parajes de influencia y afectados por la erupción: Cabeza de Vaca, Tacande, Montaña Rajada, Los Pelaos, Llano de Tamanca, Romanciaderos

El criterio utilizado para la selección del material vegetal de las muestras, que se enviaron a la genetista Francesca Fort de departamento de Investigación en Tecnología Enológica de la URV, es que fueran variedades consideradas raras o desconocidas por el propio viticultor que las cultiva, o consideradas antiguas y de cepas viejas con edades comprendidas entre 100 y 40 años.
De las 485 hectáreas de viñedo inscritas en el Consejo Regulador de la DO, 45 están en el municipio de El Paso, “ubicadas en su mayoría en los parajes de influencia y afectados por la erupción: Cabeza de Vaca, Tacande, Montaña Rajada, Los Pelaos, Llano de Tamanca, Romanciaderos, etc.”, señala el informe de daños[1] que acaba de elaborar el CRDO y al que PELLAGOFIO ha tenido acceso.
Otras 20 se encuentran en el municipio de Los Llanos de Aridane, muchas de las cuales también se han visto afectadas “en los parajes de Cuatro Caminos, Las Manchas de Abajo, Tamanca, Todoque, Callejón de la Gata”, añade.
La superficie dañada se acerca a las 40 hectáreas (exactamente 36,3) y el número de viticultores afectados es de un centenar. “Las parcelas bajo las coladas obviamente están destruidas”, dice el informe elaborado por la gerente del Consejo, Eva Hernández, que, en conversación telefónica explica, refiriéndose a las cenizas, que “en algunas zonas llegó al primer alambre de la espaldera, en otras cubrió los parrales bajos que había y en la viña tradicional no se ve nada”.

Sepultadas
De esas 70 muestras enviadas a la URV se pensó, en una primera evaluación, que 13 habían quedado sepultadas.
“Pero ahora que hemos empezado a salir a campo –después de que se levantaran algunas restricciones para acceder a las zonas afectadas– hemos visto que bajo las coladas de lava hay dos y bajo las cenizas volcánicas hay dos, en total cuatro muestras irrecuperables totalmente. El resto, hasta 13, están medianamente sepultadas y seguramente se podrán recuperar”, afirma la gerente del CRDO.
“El problema –añade– es que las dos que se quedaron bajo la ceniza en Cabeza de Vaca el viticultor no las tenía identificadas, estaban catalogadas como desconocidas. No se parecían a ninguna de las demás que había en su parcela ni en el entorno. Y las dos que quedaron bajo la colada en la zona del Pampillo y fue sepultada por la colada que se llevó el barrio de Todoque, el viticultor pensaba que una podía ser baboso blanco y la otra de la variedad sabro”.
«Una vez realizado el estudio genético, los resultados no siempre coinciden con las variedades que los propietarios creen que son. En otros casos son variedades todavía desconocidas» FRANCESCA FORT, genetista
En la nota que ha divulgado la propia universidad, recogiendo declaraciones de Fort, se señala que “una vez realizado el estudio genético, los resultados no siempre coinciden con las variedades que los propietarios creen que son” y, en otros casos, “son variedades todavía desconocidas”. Por eso, indica la URV, “este trabajo de investigación pretendía realizar un inventario de la biodiversidad vitícola de la isla, con el fin de conservar todos los ejemplares interesantes, ya sean nuevas variedades o bien mutaciones adaptadas a las diferentes zonas de La Palma”.


Uva sabro, exclusiva de La Palma
En el caso de estas dos variedades sepultadas bajo la ceniza, en principio identificadas como posibles baboso blanco y sabro, son uvas que se cultivan en otras zonas, aunque la primera es difícil de conseguir y la segunda sufre un retroceso enorme desde hace tiempo.
Por diferentes razones, anteriores a la erupción (sequía, falta de relevo generacional y abandono de parcelas, inexistencia de infraestructuras para riego), las estadísticas de los últimos 10 años indican un pico de 8.802 kilos de uva sabro vendimiada en 2014 en toda la isla y una caída en picado desde entonces hasta los 1.705 kilos de 2021.

“Hablamos de mínimos de producción de una variedad muy importante a la que no se le conoce sinonimia en otros lugares del mundo, por lo que podríamos hablar de una variedad casi en peligro de extinción”, dice el informe de daños tras la erupción.
En cuanto a las dos variedades “desconocidas” de muestras enviadas a analizar, no se pudo ni hacer fotografía de sus racimos y sus hojas (como sí se hizo de las otras) ya que “justo cuando íbamos a ir a la parcela vino la ola de calor y se produjo el incendio de El Paso, un mes antes de la erupción volcánica… ¡No sé ni cómo terminamos la vendimia!”, relata Eva Hernández. El viticultor, por cierto, “estaba vendimiando el día antes de la erupción y cuenta que notaba cómo se movía la tierra debajo de sus pies”.
En la ficha descriptiva de las mismas, Hernández destaca que una era de una cepa con un racimo blanco de tamaño mediano, cónico, que estaba en la parcela cuando el viticultor la compró hace 30 años y por el porte del tronco era antigua; era bastante productiva, estaba en cultivo tradicional de secano y se le hacía la poda en vaso. La otra variedad desconocida también era blanca, pero cuando maduraba el racimo, de tamaño más pequeño y el bago redondo, cogía un tono un poco rosado; también era una cepa vieja, en la misma parcela, que el viticultor no había injertado nunca, aunque tenía que dejarle una vara de desahogo para que le produjera racimo.
[1] “Informe valoración daños erupción volcánica y vendimia”, enero 2022, CRDO Vinos La Palma.