Bodegas, uvas y vinos

Matías i Torres, curiosidades de unos vinos personalísimos y elegantes

Matías i Torres es una de las bodegas seleccionadas para el libro ‘100 vinos imprescindibles de Canarias’. Tradición y singularidad la han llevado a sus páginas, pero no cabe duda que merece ser conocida y reconocida independientemente de ello. Con una tradición de cinco generaciones, la actual bodeguera está marcando huella no sólo en la forma de hacerlos, sino de sentirlos y presentarlos. [En PELLAGOFIO nº 27 (2ª época, enero 2015).]

La bodega cuenta con dos lagares, en la foto el del siglo XIX, hecho de madera de tea y todavía en uso.| FOTO TATO GONÇALVES
La bodega cuenta con dos lagares, en la foto el del siglo XIX, hecho de madera de tea y todavía en uso.| FOTOS TATO GONÇALVES
Por YURI MILLARES

Si los vinos de esta bodega están sorprendiendo por su originalidad, realizar una visita y conocer sus instalaciones es algo que marca y deja un recuerdo aún más indeleble. Victoria Torres Pecis ha tomado el relevo a su padre Matías en una actividad tradicionalmente de hombres, que se remonta cinco generaciones en su familia.

Su abuelo José, el bisabuelo Juan –que asumió la tarea, pero en realidad quien había heredado fue una hermana– y su tatarabuelo Luciano ya se habían dedicado antes a elaborar vino. Convertirse en bodeguera era algo que no entraba en sus planes hace pocos años, pero de ayudar a sus padres pasó “engancharse” hasta que “un día hace, cuatro años y pico le digo a mi padre: ‘qué, ¿hacemos vino?’ y ya está”. La diferencia es que su padre y su abuelo combinaban este trabajo con la agricultura (plátanos y cochinilla). Ella se lo ha planteado como una dedicación profesional exclusiva.

Una piedra de 800 kg
Entre las curiosidades y atractivos de la bodega están los dos lagares de madera de tea que tiene. Dos auténticas joyas etnográficas ¡que nunca han dejado de utilizar! El primer lagar “está aquí desde finales del siglo XIX”, nos cuenta. “Se ha utilizado cada año desde entonces, que es la manera de conservarlo, obviamente”.

Para Victoria elaborar vino no es tanto planificación como el deseo de experimentar en un proceso de aprendizaje sin fin

Algunos de los vinos Matías i Torres, en botellas con diseños exclusivos hechos a mano.| FOTO TATO GONÇALVES
Algunos de los vinos Matías i Torres, en botellas con diseños exclusivos hechos a mano.| FOTO T. G.
Durante los dos últimos años han recuperado, además, la prensada tradicional pese a que disponen de prensa neumática “para no perder el conocimiento” de esa labor, ya que el lagar sólo se usaba últimamente para macerar la uva negramoll para el tinto y la malvasía para el vino naturalmente dulce. El otro lagar, a muy pocos metros del primero, también es de madera de tea y lo compró su abuelo a mediados del siglo XX en Breña Baja, al hacer una ampliación de la bodega, después de haber adquirido más hectáreas de viñedo y necesitar “otra máquina para procesar toda la uva”. Un lagar, por cierto, que “se supone el más grande de la isla” y cuya piedra para prensar pesa 800 kilos (la del otro lagar más antiguo pesa 600 kilos).

Para Victoria elaborar vino –y ella tiene una gama relativamente variada– no es tanto planificación como el deseo de experimentar en un proceso de aprendizaje sin fin. “Les sorprendería mucho lo poco que planifico. El blanco de la variedad diego empecé a hacerlo el año 2013 porque un señor de casi 70 años y otro mucho más joven que se incorpora a la viticultura (¡cosa poco frecuente!) me dicen ‘¿te interesa trabajar esta variedad, te gustaría ver nuestra parcela y cómo estamos trabajando?’ Me gustó y les compré la uva”.

En Fuencaliente, después del incendio y posterior riada de 2009, se ha abandonado muchísimo la viña porque fue entullada y sólo algunos románticos, se han puesto a recuperar la viña

Y así le ha pasado con el malvasía seco (“tenía muchas ganas de ver cómo me quedaba, porque es una uva con mucho potencial”) o con el tinto tradicional (“buscando un camino porque lo hago muy tradicional: pisando la uva en el lagar, por tanto con maceración muy oxidativa y buscando fórmulas: por ejemplo, vinificando por separado según las zonas de la isla de donde procede la uva negramoll y la uva listán negro y luego decido lo que hago”).

Mujer bodeguera
El hecho de ser mujer no deja de suponer cierta dificultad en un mundo –el de la elaboración de vino– que hasta hace bien poco era exclusivo de hombres. Ella les dice a los viticultores cuándo hay que vendimiar para que la uva tenga los parámetros que ella busca para sus vinos y “me hacen caso –afirma–, pero les aseguro que es muy difícil”. Porque el viticultor está impaciente por recoger su cosecha antes de que, por ejemplo, llegue una lluvia que la eche a perder, y le insisten “¿pero no ves que ya está?”. Ella les dice “todavía no” lo que no deja ser un conflicto.

“Sigue siendo un mundo de hombres –continúa–. Este año fue divertido porque la diego es una variedad compleja y aquí se cultiva a dos altitudes distintas: la que está más alta me parece más interesante, porque da una acidez mayor en zona de pinares, sobre 850 metros, y claro, hay que esperar hasta octubre y este año ya empezaba a llover. “¿Pero tú sabes lo que esta chica está haciendo? Esto ya está legítimo para recoger”, insistía el viticultor. “Pero al final fue todo bien”, sonríe.

Personales por dentro y por fuera
“Aquí en Fuencaliente tenemos un rango bastante alto de cultivos, desde los 350 hasta los 1.200 metros, que a esa altura, después del incendio y posterior riada de 2009, se ha abandonado muchísimo la viña porque fue entullada y sólo algunos, los más románticos, se han puesto a recuperar la viña”.

Los vinos de Victoria no sólo son personales dentro de la botella, también por fuera, pues decora e incluso dibuja (¡y borda sobre el papel!) ella misma algunas de las etiquetas. Y entre quienes los aprecia y elogia está nada menos que el sumiller Josep Roca, que los ofrece en la carta de su restaurante El Celler de Can Rosa, uno de los más reconocidos del mundo.

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■ LA CATA / Matías i Torres Negramoll
Delicado e intenso vino atlántico

portada-100-vinos-3615-1Por MARIO REYES
Sumiller, así lo describe en ‘100 vinos imprescindibles de Canarias’

Con la variedad más común en los tintos palmeros, famosa siempre por su falta de color, aunque últimamente ha pasado de ser un problema y a una virtud. Capa baja con tonalidades burdeos. En las últimas añadas empieza a mostrar más su lado frutal, sin dejar su mineralidad y sus notas que recuerdan al laurel. Es personal y original a la vez. En boca es delicado, con intenso sabor, tanino presente y fresca acidez. Un vino muy al gusto de lo que se empiezan a llamar tintos atlánticos. Dicen que la variedad se plantó en toda la isla por el consejo de un técnico de la DO al que le pareció muy apropiada para la isla. No estaba equivocado en ello, pero no le gusta el frío en exceso y por ello se presenta más frutal en estos parajes del sur de La Palma. Interesante para catarla en elaboraciones de diferentes zonas.

Bodega Matías i Torres
Marca: Matías i Torres Negramoll.
Tipo: tinto barrica.
Uvas: negramoll 100%.
Añada: 2013.
DO: La Palma ●

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