Bodegas, uvas y vinos

El ADN confirma 14 variedades de uva exclusivas de Canarias

Después de 500 años de mutaciones, cruces y selección humana de variedades de uva, un equipo de investigadores coordinado desde la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona ha estudiado el genoma mitocondrial de 79 varietales recolectados en el archipiélago. Han identificado, entre otros, cuatro que son nuevos cultivares para la comunidad científica. Algunos de ellos también lo son para nosotros (bienmesabe tinto, burra volcánica, vallera y verijadiego negro) y dos son nuevas mutaciones de color (listán rosa y mollar cano rosado). [En PELLAGOFIO nº 80 (2ª época, noviembre 2019)].

La plaga de filoxera devastó los viñedos europeos, por esta razón los viñedos canarios se consideran el último baluarte de algunas de estas variedades

Por YURI MILLARES

La revista científica internacional OENO One especializada en vitivinicultura acaba de publicar en su volumen 53 (número 4 de 2019, de 21 de octubre) el artículo «Caracterización molecular de cultivares locales de Vitis vinifera L. de áreas volcánicas (Islas Canarias y Madeira) utilizando marcadores SSR» (1) en el que sus autores proponen que 14 variedades y tres mutaciones cultivadas y recolectadas en este archipiélago sean consideradas “locales en las islas Canarias”, lo que antiguamente se conocía como “autóctonas”.

Se trata de las variedades albillo criollo, bermejuela, bienmesabe tinto, burra volcánica, albillo forastero, huevo de gallo, listán negro, listán rosa, malvasía di Sardegna rosada, malvasía volcánica, mollar cano rosado, torrontés volcánico, sabro, uva de año, vallera, verijadiego y verijadiego negro.

Los resultados de las analíticas y comparaciones realizadas han permitido identificar, entre esas 14 variedades, cuatro que son nuevos cultivares: bienmesabe tinto, burra volcánica, vallera y verijadiego negro

Los resultados de las analíticas y comparaciones realizadas han permitido identificar, entre esas 14 variedades, cuatro que son nuevos cultivares (bienmesabe tinto, burra volcánica, vallera –descrita con el nombre de “Desconocida 4 (12M)” en el libro de Inmaculada Rodríguez-Torres Variedades de vid cultivadas en Canarias (ICIA, 2013)– y verijadiego negro) y dos como nuevas mutaciones de color (listán rosa y mollar cano rosado).

Viticultor con su viña de varietales antiguos que se esconden entre la laurisilva de El Hierro. | FOTO YURI MILLARES

El estudio –en el que han participado científicos e investigadores de la Facultad de Enología de la Universidad Rovira i Virgili (Tarragona), de la Facultad de Biología de la Universidad de Valencia y de Bodegas Viñátigo (Tenerife)– se centró en un total de 79 uvas de las islas Canarias y 14 de Madeira.

“Se ha demostrado de manera confiable que estos cultivares tienen un genoma característico: la filoxera nunca llegó a las islas Canarias, por lo que las mutaciones, los cruces y la selección humana han podido acumularse durante más de 500 años –señala el artículo en sus conclusiones–. Es de gran importancia que este material vegetal local se conserve, dado que es parte de nuestro patrimonio vitivinícola. En el caso de Madeira, no ha sido posible proponer ninguna variedad local porque la filoxera llegó a la isla. Esto devastó los viñedos y hubo una reducción drástica en las variedades locales. Sin embargo, un cultivar desconocido fue el genotipo más característico de esta región”.

Vendimia de la malvasía volcánica que se cultiva en la isla de Lanzarote. | FOTO YURI MILLARES

La “importancia e impacto del estudio”, señalan, es que “muestra la existencia de variedades no conocidas de Vitis vinifera L. que pueden usarse para elaborar vinos originales, ofreciendo, por lo tanto, nuevas sensaciones organolépticas para los consumidores”.

Y, añaden, “estos resultados sugieren que esta área volcánica podría considerarse como un centro de origen de nuevos cultivares de Vitis vinifera L.”, es decir, “centro de biodiversidad” exclusivo y diferenciado en el mundo, como ya había explicado Francesca Fort en PELLAGOFIO a principios de 2019, al hablar de lo que estaba revelando el estudio de ADN de las uvas que se cultivan en Canarias.

Esta científica, investigadora del Departamento de Bioquímica y Biotecnología en la Facultad de Enlogía de la URV, es coordinadora y coautora del artículo que publica OENO one, junto a Gemma Marsal, Juan Jesús Méndez, Josep Maria Mateo, Sergi Ferrer, Juan Miguel Canals y Fernando Zamora.

Vid salvaje y y vid cultivada
El artículo explica que “se han barajado varias hipótesis para explicar la colonización de Vitis vinifera L. en las islas Canarias y Madeira. Una hipótesis –señala– data de medio siglo antes de Cristo, cuando Quinto Horacio Flaco afirmó que «viña sin podar floreció continuamente en las afortunadas» (Moralejo Álvarez, 2011)”. Y aunque destaca que durante bastante tiempo ha sido ampliamente aceptado que la vid no formaba parte de la flora original del archipiélago, menciona que “semillas de la familia Vitaceae se han encontrado en varios sitios arqueológicos en las islas Canarias (Arco et al., 2000)”, por lo que “la teoría de que la vid no es parte de la flora autóctona ha sido reconsiderada”.

Uno de los 165 lagares excavados en piedra en el macizo de Anaga (Tenerife). | FOTO YURI MILLARES

Se trataría de semillas de vid salvaje muy similares a las del norte de África, biotipos de Vitis vinifera L. “Poblaciones de Vitaceae pudieron haber existido en las islas antes de la llegada del primer grupo humano, una tesis que puede parecer obvia porque, como toda la flora nativa del archipiélago, estas plantas tienen su origen en el Terciario”, dice el artículo.

Las primeras variedades de vid cultivadas fueron introducidas por la colonización europea: monjes, exploradores, conquistadores y comerciantes

Sin embargo, precisan los autores, la Vitaceae silvestre “desapareció por razones que aún se desconocen (Macías, 2005). En consecuencia, las primeras variedades de vid cultivadas fueron introducidas por la colonización europea. Los europeos visitaron por primera vez las Islas Afortunadas (Macaronesia) ya en el siglo XIV, pero no fue hasta el siglo XV que monjes, exploradores, conquistadores y comerciantes introdujeron las primeras variedades de vid cultivada (domesticada)”.

En el siglo XIX, los archipiélagos macaronésicos (excepto Madeira) no se vieron afectados por la plaga de filoxera que, destaca el artículo, “devastó los viñedos europeos y causó una drástica reducción de las variedades locales. Es por esta razón que los viñedos canarios se consideran el último baluarte de algunas de estas variedades (Hidalgo, 2011)”.

En la actualidad, continúa, “muchos viticultores y productores en estas islas pueden ver nuevos fenotipos característicos que aparecen en sus viñas. Estos nuevos fenotipos podrían deberse a cruces y/o mutaciones genéticas acumuladas durante cinco siglos. La selección (natural o antropológica) junto a la propagación vegetativa (natural o antropológica) puede haber realizado, con el tiempo, cambios significativos en los genotipos, y, por lo tanto, en el fenotipo final de la primera viña, dando lugar a nuevas variedades o diferentes clones dentro del mismo varietal (López et al., 1993)”.
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(1) «Molecular characterization of Vitis vinifera L. local cultivars from volcanic areas (Canary Islands and Madeira) using SSR markers», es su título original (OENO One, vol 53, nº 4, 2019).

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