La vuelta a casa de Alberto González, un enólogo viajero

BODEGAS TIMANFAYA. Asesor y enólogo desde hace años en bodegas de casi todas las islas del archipiélago canario, incluso en alguna de la comarca gallega de Ribeira Sacra, Alberto González ha decidido reducir su participación en la elaboración de vinos de terceros para regresar a sus orígenes, retomando la actividad en su propia bodega. [En PELLAGOFIO nº 88 (2ª época, septiembre 2020)].
Por YURI MILLARES
Los numerosos reconocimientos profesionales y su currículum de vinos premiados en el mundo han hecho de Alberto González Plasencia un enólogo reclamado por bodegas de Canarias y Galicia, para que asumiera la dirección enológica de proyectos que siempre le atrajeron. Cada nuevo proyecto era un reto que asumía con ilusión, especialmente cuando se trataba de descubrir el potencial de las uvas autóctonas de cada lugar, una labor que siempre le ha fascinado. “Cada vez que se abre la puerta de un nuevo proyecto me emociono y me motivo”, decía en 2017 en una entrevista para Pellagofio.
Su tinto Cenizas del Timanfaya quedó en 2000 entre los 10 mejores de España en el concurso de la Unión Española de Catadores
La viña y el vino forman parte de su vida, desde niño por tradición familiar en La Gomera, después por estudios, ya convertido en ingeniero técnico agrícola. Afincando en Lanzarote fundó en 1999 Bodegas Timanfaya empeñado en averiguar por qué no se hacían buenos tintos en la isla.
Su investigación, financiada con ayuda de la Asociación para el Desarrollo Rural de Lanzarote (Aderlan), lo llevó a descubrir una uva que el agricultor lanzaroteño llamaba “de la tierra”, “la negra nuestra”, “la negra chiquitita” y él bautizó “tinta conejera”.
Más aún, demostró que podía hacer con ella un buen vino: su Cenizas del Timanfaya quedó en 2000 entre los 10 mejores de España en el concurso de la Unión Española de Catadores.

Animado a elaborar vinos especiales y de producción muy limitada amplió sus experiencias a los dulces con uvas moscatel y malvasía. Aquellos éxitos hicieron que dejara de ser un desconocido apasionado de la enología, para ser un profesional con ofertas de proyectos atractivos y potentes, el más singular de los cuales, sin duda, sería el de la bodega Stratvs.

Veinte años y un fructífero recorrido por numerosas bodegas después, Alberto González tiene una edad y una experiencia que le pide poner freno a tanto ir y venir por viñedos y bodegas ajenas.
Ahora toca centrarse en la suya, disfrutando del trabajo con un ritmo más sosegado e íntimo. Los vinos de autor que siempre ha tenido en mente, vinos especiales con el goteo del tiempo sonando dentro de una barrica, ya tienen color, aroma y sabor mientras envejecen en las barricas que guarda en la cueva de piedra volcánica donde empezó.
Su primer vino dulce de uva moscatel, ya un reserva de 1999, verá de nuevo la luz a finales de 2020 como una solera
Su primer vino dulce de uva moscatel, ya un reserva de 1999, verá de nuevo la luz a finales de 2020, pero convertido en una solera que ha ido refrescando los últimos años. Su solera de malvasía dulce, que quiere convertir en una versión actual de lo que fue antaño el canary wine, va por su cuarto año en barrica (los tres primeros fermentando) y sigue envejeciendo. La suma de ambas soleras no supera los seis mil litros de producción.
A ellos le seguirán otros vinos de autor y pequeña producción que todavía son proyecto, en una bodega en la que quiere depósitos de barro, no de acero inoxidable, para hacer en ellos “el diego que hice en Stratvs, un malvasía seco sobre lías y el gran tinto Timanfaya de uva tinta conejera”.

Solera moscatel en su punto
El moscatel dulce Cenizas de Timanfaya de 1999 lo ha estado refrescando Alberto González “haciendo vino moscatel joven y refrescando la madre”, explica.
“Ya casi es un coñac envejecido, está en su plenitud. Lo que hace falta ahora es ir refrescando con añadas más jóvenes. Ya hemos embotellado una partida y probablemente estas navidades ya tengamos en el mercado una partida muy corta de 500 botellas”.
«Nos recuerda a un coñac de cuarenta años; tiene los matices de un dulce, pero con la complejidad de un vino viejo»ALBERTO GONZÁLEZ

De color dorado cobrizo y nariz muy compleja que recuerda a mieles envejecidas, “nos recuerda a un coñac de cuarenta años con una mezcla de vino de Oporto; tiene los matices de un dulce, pero con la complejidad de un vino viejo”.
“En la boca es sedoso sin perder acidez y frescura, al contrario, se acentúan. La acidez volátil de un vino a medida que envejece en barrica se va haciendo más alta, aunque el dulzor del vino lo integra, al tiempo que se acentúan los amargos. Es un vino hasta difícil de definir por lo complejo”, describe.
“Ya no estamos acostumbrados a este tipo de vinos que sí había. Hemos dejado de hacerlos en Canarias, para encontrarlos tenemos que ir a Madeira. Es lo que busco”, afirma.
Solera malvasía en proceso
Para el malvasía, del que quiere lograr también una solera, Alberto González ha dejado sobremadurar la uva “hasta los 18 o incluso casi 19 grados de forma natural”. Después, la fermentación en barrica “desde el primer momento ha sido de manera espontánea, para este tipo de vino no utilizo ningún tipo de levadura, sino la misma que trae la uva”.
Por ello, dice, es una fermentación muy lenta. “Es un vino que tienes que dejarlo solo fermentando y evolucionando. Ha estado así tres años y ahora, en el cuarto año, ha dejado de fermentar y se ha ido clarificando. Probablemente haya terminado la fermentación. Ahora debe estar dos años más evolucionando en crianza y en fase oxidativa”.
«Los malvasías cuando envejecen tienen un color precioso»ALBERTO GONZÁLEZ
Ahora mismo es ya un vino bastante complejo, con sus aromas concentrados “a mieles y a flores casi traducidas a polen de abeja más que a flores del campo, además de la fruta madura (melocotones, nísperos) y mucho fruto seco”. En boca mantiene la acidez y frescura de la malvasía.
“Le quedan dos años de envejecimiento para manifestarse plenamente, cuando tiene su boca y su estructura. Pero a partir de esos dos años es cuando empieza a engrandecerse”. Aunque su objetivo “es tener esa solera conseguida para después sacar cada año un tercio y seguir reponiendo. Es un vino limpio, muy brillante, de un color muy bonito: los malvasías cuando envejecen tienen un color precioso”.
■ EL DETALLE / Apasionantes proyectos en Fuerteventura y La Gomera
Centrado ahora en los vinos de autor de su propia bodega, Alberto González no renuncia a dos proyectos que considera “apasionantes”. Uno, que ya inició su recorrido, se centra en la recuperación de viñedos muy antiguos de Fuerteventura que han sobrevivido siglos a la sequía, a los conejos y a las cabras, así como en el cultivo experimental en jable con variedades canarias. “Es trabajar en condiciones extremas y forzar a que la viña penetre hasta donde está la tierra. Tenemos que acostumbrarla a hacer lo que las cepas viejas, que han sobrevivido 400 años sin ser atendidas en una isla que tiene mucha agua en el subsuelo”. El otro, en La Gomera, aún está en sus comienzos: dinamizar el cultivo en bancales con la uva forastera para revitalizar el sector en la isla canaria en la que peor se encuentra ahora mismo el mundo del vino. “Vamos a elaborar un vino de bancales de uva forastera con el requisito de un precio mínimo al viticultor, para que sea sostenible. Si la uva y el vino no tienen un valor, no hacemos nada. Un vino que podrán hacer las bodegas de la isla bajo unos parámetros comunes analíticos y de cata para las que quieran participar”, explica. ●[/one_half_last] |