Marzagana, la revolución de los vinos naturales canarios
Los Marzagana Elementales del bodeguero Claudio Luis, en el valle de la Orotava, sólo tienen uva y sus levaduras autóctonas

BODEGA MARZAGANA ELEMENTALES. Después de “cinco años bastante duros”, Claudio Miguel no sólo no se ha rendido, sino que pilota una iniciativa pionera y exitosa en el archipiélago: viticultor de agricultura biodinámica y bodeguero de vinos naturales, sin ningún aditivo, que exporta ya a varios países. [En PELLAGOFIO nº 105 (2ª época, marzo 2022)].
(Listán negro)
■ Intenso aroma de fruta negra y pimienta, ciertas notas resinosas y humus. Maduro y con cuerpo. Taninos dulces.
Fresco final con toques ligeramente amargos. Es agradable y redondo.
(Listán negro, negramoll y tintilla)
■ Nariz con notas de su crianza en tea. Fondo húmedo. Muy maduro e intenso en boca. Vino de sorbo corto, champiñón y tierra mojada. Un vino disruptivo tanto en aromas como en boca.
Catas realizadas por Mario Reyes
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(Syrah, listán negro, garnacha, castellana y tempranillo)
■ Aromas limpios con ligeras notas dulces de roble, toques de fruta blanca y regaliz. Vino bien fresco y fluido. Con tensión y nervio. Buena acidez y largo final. Un vino fresco y crujiente.

(Albillo criollo, listan blanco, verdello, vijariego blanco)
■ Austero y poco frutal en nariz. Tiza. Notas de membrillo y tierra. Marca su crianza en tinaja. Alma de tinto de zona fría, con frescor de blanco. Restos de tanicidad en la boca. Con vida. Un vino austero y sincero. Sin artificios de aperitivo y de sobremesa para que se muestre.
«Me vienen inspecciones del ICCA porque tengo mis vinos fuera de las DO, pero no me dejan exportar el vino a través de GMR»CLAUDIO LUIS
Por YURI MILLARES
Cuando a Claudio Luis Lorenzo se le presentó la oportunidad de arrendar la finca La Marzagana, comenzó un duro periplo de trabajo y formación. Quería hacer las cosas de otra manera. “Hay que recuperar esto –señala a la viña en La Perdoma (valle de la Orotava)–. Es una tragedia lo que está pasando. En La Orotava se están quitando plantaciones de viña (con cepas de 200 años) y poniendo aguacateros, un árbol que necesita 600 litros de agua. Que también entiendo a quien lleva años trabajando y con el cambio climático se le va toda la uva y se queda sin cosecha. O que la uva se la paguen a los seis meses. O que le den sólo 1,20 euros por kilo”.

Cinco años después, insiste en que “sí se puede vivir de esto, pero pagando lo que se tiene que pagar por una botella de vino. Toda esa gente que se está aburriendo del campo, que vuelva”.
Y lo dice alguien que ha tenido que reconvertir, doblemente y con mucha paciencia, la viña. Tanto a variedades tradicionales donde se encontró foráneas como tempranillo o garnacha tintorera, como a una agricultura biodinámica que respete el suelo y la planta.
Toda esa reconversión (más la sequía de los últimos años) hace que todavía vendimie sólo una cuarta parte de la uva que podría cosechar.
La uva tempranillo la injertó de vijariego negro, “que en dos años me empezará a dar”, dice. La garnacha tintorera la está sustituyendo por listán y castellana. “La única foránea que voy a dejar es la syrah, una variedad francesa que me gusta mucho y con la que hago un monovarietal”. Todo ello en unos terrenos a los que no añade productos sistémicos, sólo preparados biodinámicos. “Eso fomenta la vida, ya lo has visto, está todo verde”.
La tierra, viva
Las parcelas con el viñedo, en efecto, están llenas de hierba cuando se acerca el fin del invierno y empieza a brotar la viña. “Ahora mismo la hierba está compitiendo con la viña y entre cepa y cepa hay que empezar desbrozar, pero dejando el resto de la cubierta vegetal en el centro de las calles, para que vayan ahí los insectos y haya un equilibrio”, explica.
«Si añades materia orgánica, la lombriz de tierra cuando excreta expulsa calcio. Con calcio, la planta tiene una epidermis dura que impide que los hongos entren»
Las viñas centenarias tienen la raíz a cuatro o cinco metros de profundidad, detalla, “pero estas viñas que tienen 25 años no, y necesitan agua, así que este año voy a tener que regar en determinados momentos”. Precisamente tuvo la visita a Pierre Masson, presidente del Movimiento Biodinámico en Francia, que le aconsejó regar “sólo una vez al mes, pero como si cayera una tromba de agua para que llegue a la raíz”.

Este año, además, se ha propuesto quitar el azufre.
“No estoy loco, creo que se puede hacer. Aquí en el norte dicen que con agricultura ecológica no se puede sacar un racimo: sí se puede, la prueba está aquí. Yo quiero dar otro paso más, dar tratamientos sólo con plantas (cola de caballo, mielenrama) y con los preparados biodinámicos. Y, quizás, sólo un poquito de azufre, si la viña está fuerte”.
“El problema de los suelos en Canarias, por las locuras que se han hecho –continúa–, es que son carentes de calcio y todos los años hay que añadir calcio al suelo. Pero si añades materia orgánica, la lombriz de tierra cuando excreta expulsa calcio. Con calcio, la planta tiene una epidermis dura que impide que los hongos entren. La puedes ayudar con productos ricos en sílice (cola de caballo, ceniza o, también, diatomeas)”.
Al final, afirma, “todo se basa en la nutrición de la planta”.
«Quiero que mis vinos identifiquen las tradiciones canarias», argumenta, y está priorizando las variedades locales y sustituyendo las barricas de roble por otras de castaño
En bodega, tradición y experimentación
De tener tres vinos básicos (tinto joven, crianza y blanco), ha pasado en apenas un par de años a producir una amplia gama de elaboraciones que exporta a países como Holanda o Dinamarca y, pronto, a Reino Unido y Estados Unidos. “Quiero que mis vinos identifiquen las tradiciones canarias”, argumenta. Entre otras cosas, está priorizando las variedades locales y sustituyendo las barricas de roble por otras de castaño.
Así, su vino Higa sería un listán negro al estilo tradicional del valle de la Orotava. De uva sin prensar, el mosto que escurre tras la maceración y el bazuqueo (mosto flor) se guarda nueve meses en barrica de castaño. Se le podría añadir un poco de negramoll con listán blanco, “pero ahora mismo no tengo, hemos tenido unos años muy secos”.
El vino Mago del Norte es un clarete cuatro meses en barrica de castaño, «el que tomaba el campesino en su día a día, cuando se trabajaba de medianero para los señores y se quedaba con el verdillo para él»
El Mago del Norte lo hace sólo de viñas listán negro, negramoll y listan blanco con más de 100 años, de uva que se coge con 11 o 11,5 grados y del que sale un clarete que pasa cuatro meses en barrica de castaño. Fácil de beber, “es el vino tradicional que tomaba el campesino en su día a día, cuando se trabajaba de medianero para los señores y se quedaba con el verdillo para él”. Destaca Claudio Luis, que “en la línea de los vinos naturales, es el que más se consume en el mundo: vinos de poca graduación y más ácidos”.
El Echeyde es un vino con la mezcla de todas las variedades de la finca, pero con uvas cogidas en verde. “Queríamos probar qué salía de ahí”. Un vino que tiene mucha acidez y estuvo envejeciendo nueve meses en envase de roble, aunque el próximo año ya va a ser de castaño.
Sus dos vinos blancos son el Vita (un vino fresco y ligero de uva albillo criollo que macera 4-5 días, de ahí su color un poco oxidado, con pase de cinco meses por barrica de castaño) y el Achaman (uvas albillo criollo, listán blanco, verdello y vijariego blanco en un vino tipo orange, en este caso la uva macera 30 días con sus pieles en una tinaja de barro, un vino con más tanicidad y más cuerpo).
Con uva foránea tiene dos monovarietales, el Cielo y Tierra (uva syrah de mosto flor, graduación alta y nueve meses en barrica de roble) y el Sencillez (uva castellana y producción muy pequeña, apenas 150 botellas que vuelan).
Sin ningún aditivo sus vinos fermentan con las levaduras autóctonas que trae la uva, «es lo que lo va a diferenciar como vino canario»
Y la mayor novedad, Pinarius el primer vino de tea hecho en Tenerife. En el estilo de los tradicionales vinos del valle de la Orotava o de Tacoronte de uvas listán negro, negramoll y tintilla, pero con 30 días de pase por una pipa de tea de 400 litros de 200 años de antigüedad, procedente de Puntagorda (La Palma) que trajo el investigador del IPNA (Instituto de Productos Naturales y Agrobiología del CSIC, en La Laguna) Pablo Alonso.
Exportando que es gerundio
Que los vinos de Claudio Luis (Bodega Marzagana Elementales) no tienen ningún aditivo (“sólo es uva”, insiste) significa que tampoco les añade levaduras de laboratorio, sólo fermentan con las levaduras autóctonas que trae la uva que cosecha, que “es la que te va a dar las características del vino y lo va a diferenciar como vino canario”.
Su vino de tea Pinarius tiene un precio final de 22 euros en Tenerife, «en Dinamarca a 80 y 90 euros»
Esa es la razón por la que no ha querido entrar en ninguna denominación de origen, pues quiere distanciarse de la práctica de añadir levaduras sintéticas (y otros muchos aditivos). Y ello pese al coste que le implica: no sólo no puede indicar en sus etiquetas las uvas que utilizan sus vinos, ni mencionar que han pasado por barrica los crianzas o por tinaja de barro los tipo orange, ni siquiera puede citar su procedencia (sólo puede poner “Product of Spain”), además, la empresa pública GMR se niega a distribuir y exportar sus vinos.
“Aquí me vienen inspecciones del ICCA [Instituto Canario de Calidad Agroalimentaria] porque tengo mis vinos fuera de las DO, pero no me dejan exportar el vino a través de GMR, que me sale más barato”. Su singular vino de tea Pinarius tiene un precio final de 22 euros para el consumidor en Tenerife, “pero te lo vas a encontrar en Dinamarca a 80 y 90 euros y lo pagan”.