Bodegas, uvas y vinos

Vega de Gáldar, viñas contentas con terrume y humus

BODEGA VEGA DE GÁLDAR. Cinco pequeñas parcelas de Gáldar, antaño dedicadas a la platanera, producen ahora uvas en una agricultura que emplea prácticas agrícolas antiguas y tratamientos ecológicos. “Si el suelo está vivo y contento, tus viñas también”, dicen los bodegueros Amable y Cristóbal. Sus vinos dan fe de ello. [En PELLAGOFIO nº 90 (2ª época, noviembre 2020)].

Por YURI MILLARES

Cuando en 2010 pusieron en marcha la bodega Vega de Gáldar, Amable Rodríguez y Cristóbal Guerra llevaban ya unos años cultivando en ecológico algunas parcelas de uva. Sus primeros vinos, ediciones muy limitadas en producción, pero con excelentes resultados, sorprendieron. El carácter inquieto de ambos y el deseo de buscar no sólo la excelencia, sino la diferencia, los llevó a cuestionar el rumbo emprendido. “Estamos cuidando muchísimo el viñedo para no ponerle productos químicos. Y después llegamos a la bodega y trabajamos con levaduras seleccionadas, que se utilizan igualmente en otras partes del mundo, unificando la personalidad del vino: aquí hay algo que no cuadra”, explican.

De izquierda a derecha: Cristóbal Guerra, su hija Nubia (que da nombre a uno de los vinos) y Amable Rodríguez. | FOTO TATO GONÇALVES

En 2015 deciden dar un giro y romper con los protocolos de la enología convencional (“enzimas para extracción de colores, despalillado para que el raspón no aporte amargor, corrección de la acidez por la maduración de la uva con ácido tartárico, aportación de taninos”, repasa Guerra) para elaborar, detallan, “vinos con una intervención mínima, en los que la materia prima es la base de todo para hacer esos vinos como a nosotros nos gusta, muy frescos, más respetuosos con la variedad y con el terreno porque llevan sus levaduras autóctonas”.

El cultivo
En esta evolución hacia unos vinos más originales e identitarios, reforzaron las prácticas de cultivo diferenciadas, como primer paso tener unas cepas y unos vinos también diferenciados. Practican un cultivo orgánico, llevando a cabo prácticas agrícolas antiguas como son el terrume (añadir minerales y tierra de la toba volcánica y el basalto), elaborando lo que se conoce como panes de roca o cultivo de bioles.

A ello añaden la reproducción de los microorganismos de bosque, la materia orgánica que se descompone convirtiéndose en humus y obtienen de sus propios árboles. Una mezcla a la que “alguna vez incluso añadimos algo de agua de mar, que tiene otro tipo de bacterias” y aplican de manera foliar, por irrigación o directamente

«La materia prima es la base de todo para hacer los vinos frescos que nos gustan, respetuosos con la variedad con sus levaduras autóctonas»CRISTÓBAL GUERRA, bodeguero

Eso “aporta vida a las parcelas”, dice Guerra. Algo que no es nuevo en las Islas, “era tradicional y se sigue haciendo en algunos sitios como La Palma, al traer de los bosques la pinocha y la hojarasca para echarla como mulching o acolchado en los cultivos. Además de servir como materia orgánica para que no le dé la luz y no te crezca la hierba, viene cargadísimo de microorganismos que son la base de la vida en el suelo. Si el suelo está vivo y contento, tus cepas también”.

Día de microvendimia en Bodega Vega de Gáldar. | FOTO TATO GONÇALVES

Con estos tratamientos, en el marco de una agricultura ecológica, han ganado en uva de calidad, aunque con menos producción. “Ahora tenemos un suelo que está lleno de vida en el que nuestras cepas son autosuficientes y dan un fruto del que conseguimos unos vinos vivos. Después intervenimos lo menos posible…”, resume.

«Desgranamos a mano siempre que podemos, trasegamos manualmente por gravedad o con cubos…»CRISTÓBAL GUERRA

La bodega
La filosofía de cultivo se traslada a la bodega con unas prácticas en sintonía con ello. “Si coges una uva feliz, dentro de la botella hay felicidad. No hay que estresarla. Por eso el 90% de los procesos en la bodega son sin maquinaria –que la tienen, pero cada vez la usan menos–. Nosotros tenemos un eslogan: pura pasión artesanal”. Todo lo hacen manual.

“Si Amable es cirujano y yo soy pintor, trabajamos con las manos: desgranamos a mano siempre que podemos, trasegamos manualmente por gravedad o con cubos, embotellamos y etiquetamos manualmente. Aunque tenemos despalilladora, muchas veces no la usamos; tenemos prensa y a veces prensamos manualmente apretando los racimos con la mano”.

Despalillado de la uva realizado a mano en la Bodega Vega de Gáldar. | FOTO TATO GONÇALVES

Aquí la rentabilidad no existe y la clave está en la palabra creación. “Nos gusta crear un producto para compartir. Es un vino que transmite tiempo y pasión”, concluye Cristóbal Guerra la explicación.

Las uvas las cosechan en microvendimias según van madurando, fermentan por separado y luego realizan el ensamblaje

Los vinos
De las cinco parcelas que cultivan (y apenas suman una hectárea) procede la uva de sus cuatro vinos, dos de ellos vinos de village y los otros dos de terroir, por usas las palabras francesas que definen a los vinos “de pueblo” y “de parcela”. Tres de ellos son tintos y uno, blanco. Las uvas las cosechan en microvendimias a medida que van madurando, fermentan por separado con sus levaduras autóctonas en el lagar y luego realizan el ensamblaje para cada vino que se hace sin más intervenciones al estilo de los vinos naturales y embotellan sin filtrar ni estabilizar.

El Viña Amable procede de la parcela de Cueva Antón, a una cota de 70 m y mirando hacia el mar, de donde recibe la influencia directa de los alisios. Aquí cosechan uvas listán negro, castellana y baboso negro, que tras fermentar en lagar pasan a barrica usada de 220 litros para una estancia de 3-4 meses. Tras el embotellado queda en reposo de seis meses a un año. El de 2019 sale este noviembre-diciembre de 2020.

El otro vino de terroir es El Convento, por la finca del siglo XVI del mismo nombre, situada en la cota 90 en el valle de la Vega de Gáldar, donde se encuentra la parcela La Mejora que aporta las uvas listán negro y castellana. Sin despalillar, la castellana fermenta en barrica abierta y la listán fermenta en lagar antes del ensamblaje, que en años anteriores se ha hecho en acero inoxidable, pero 2019 se ha hecho en tinaja de barro, afinándose con la microoxigenación del recipiente. Normalmente está dos años en botella antes de su consumo, con la tinaja, donde está dos meses, esperan reducir el proceso.

El Vega de Gáldar ya es un vino de village con la uva tinta que va quedando de todas las parcelas y no han madurado durante las otras microvendimias. De uvas listán negro, castellana, vijariego y baboso negro que despalillan manualmente y pisan al modo tradicional, en 2019 “como hemos tenido una cantidad importante de vijariego negro vamos a atrevernos a sacar un monovarietal” con esta marca que “estará en barrica de dos a cuatro meses”.

Nubia es el único vino blanco y tiene 15 días de fermentación en madera con velo de flor con sus pieles

El otro vino de village es Nubia, el único blanco (de uvas listán blanco, malvasía aromática, malvasía volcánica y, en 2019, también marmajuelo), tiene 15 días de fermentación en madera con velo de flor con sus pieles (en el estilo de los vinos orange). La listán la pisan en el lagar antes de prensarla. Al de 2019 le han dado un pase por tinaja de dos meses, resultando una oxidación muy elegante, de un dorado muy untuoso. Es un vino para el que vendimian una parte de la uva más sobre el verde (graduación sólo de 10 grados) para aportar más acidez natural y el resto la dejan alcanzar los 13 o 14 grados, resultando, tras el ensamblaje, un vino fresco de 11,5 grados.

■ VIÑA AMABLE TINTO BARRICA
Frescos recuerdos a volcán y miel

Bodega: Vega de Gáldar. / Tinto natural 4 meses en barrica de roble americano de uvas listan negro, castellana y baboso negro. / Parcela: Cueva Antón (Gáldar). / Añada: 2019. / Graduación: 13º.

Un vino que necesita domesticarse en botella para alcanzar su redondez, tras unas primeras notas en nariz minerales y a setas, que el sumiller Mario Reyes describe “de buena intensidad, da una idea de terroir, tiene una punta de azufre muy original con la idea de volcán y recuerdos a shiitake”, a medida que se va aireando evoluciona a tonos amielados e incienso. En boca “tiene una entrada ligera y bastante frescor, con una sensación tánica fina y agradable de caqui, con recuerdos a caramelo de miel. Buena acidez. Posgusto a gofio tostado” ●

■ EL CONVENTO TINTO
Frutal, maduro y redondo

Bodega: Vega de Gáldar. / Tinto natural de uvas listan negro 50% y castellana 50%. / Parcela: La Mejora (Vega de Gáldar). / Añada: 2018. / Graduación: 12,3º.

Destaca en nariz “un toque inicial marino a marisco, con sensación de mejillón y a marea, una cosa curiosísima”, observa Mario Reyes. “Enseguida aparece la fruta que se hace más presente en boca, recuerda un poco al tuno indio y al higo fresco. Hay sensación de madurez en la boca, con buena acidez. De estructura media, es largo, aguanta al final de la boca. Es redondo. Frutal y rico, está en el momento de toma para disfrutarlo” ●

■ NUBIA BLANCO ORANGE
Potente y agradable acidez

Bodega: Vega de Gáldar. / Blanco natural tipo orange de uvas listán blanco, malvasía aromática y malvasía volcánica. / Fincas de la Vega de Gáldar. / Añada: 2018. / Graduación: 11,5º.

Limpio y brillante sin haber sido filtrado ni clarificado, presenta un color dorado ambarino oxidativo de las pieles, propio de este tipo de vinos. Los aromas, destaca Mario Reyes, se manifiestan en este caso “agradables en la línea de repostería, crema inglesa, vainilla, lácteo, también por el toque de madera” durante la fermentación. “Los grandes atributos de estos vinos son la sensación más carnosa en boca y la capacidad que tienen de envejecer mucho mejor. Interesante, con tanino, en boca aparece la madera, con el toque de roble. De paso fácil, sorprende la ligereza que tiene. Lo más destacable es una acidez potente. Aparecen de nuevo los toques de vainilla y a pastelería de la nariz. No es largo de sabor, pero sí persistente” ●

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