Para el pescado grande, nasas con malla de dos pulgadas

El pesquero artesanal ‘Juanfe’ salió días atrás de su puerto base en Castillo del Romeral (en el este de Gran Canaria) para una misión especial: capturar bocinegros y bicudas como parte del proyecto que elabora el ‘Atlas gastronómico de la pesca en Canarias’. A bordo fue incluso el chef que los habría de cocinar. [En PELLAGOFIO nº 54 (2ª época, junio 2017)].
Por YURI MILLARES
Proyecto MACAROFOOD / Atlas de ciencia, pesca y cocina
Rayco García Habas es el patrón del Juanfe. Con apenas 32 años lleva seis como profesional de la pesca y tiene su propio barco. El segundo, pues el primero que tuvo lo perdió, el Calafú. “Se nos trabucó y quedó a la deriva [con la quilla hacia arriba] un día que estábamos pescando a ocho millas de la costa. Nos recogió el barco de Armas que iba a Fuerteventura cuando ya estábamos a 14 millas, la corriente nos estaba alejando”.

Antes de dedicarse a este oficio ya había ido “a pescar muchos años de barquillo –explica–, no soy de familia de pescadores pero me crie en un pueblo pesquero y siempre me llamó la atención”. Una soleada mañana de mayo embarcó con Jonathan Férnández Ramos, el marinero que completa su reducida tripulación, para una misión especial. Pero a bordo iba alguien más: el chef José Bolaños y el fotógrafo Tato Gonçalves, uno a experimentar y sentir la emoción de la pesca y el otro a convertir esa experiencia en imágenes. El plan de la misión era elevar algunas nasas para obtener bocinegros y capturar alguna bicuda cerca de la costa con boga como carnada, que acabarían convertidos en el restaurante Liagora, especializado en cocina marinera, en platos del Atlas gastronómico de la pesca en Canarias.
Una lección que chef y fotógrafo comprobaron de primera mano es algo que los pescadores experimentan a diario: no siempre se obtiene lo que se busca

Fue un viaje corto, apenas a dos millas del puerto, en el pueblo de pescadores de Castillo del Romeral. “Elevamos un par de nasas que estaban a unos 25 metros de profundidad y en la primera ya cogimos algunas piezas, bocinegros y jureles. Las nasas las cojo con un garapín, que es un ancla pequeña, echo el cabo y las subo. Normalmente sé dónde puedo coger unas especies u otras y por eso hoy fuimos a un sitio donde suele salir bocinegro que era lo que necesitábamos”.
Experiencia a bordo
Una lección que chef y fotógrafo comprobaron de primera mano es algo que los pescadores experimentan a diario: no siempre se obtiene lo que se busca, ni en cantidad ni en especies. La búsqueda de la bicuda resultó infructuosa.
Rayco es un pescador que se dedica, sobre todo, al pescado blanco y grande de calidad: jurel, bocinegro, medregal y sama. Por esos en sus nasas, con una boca por donde entran hasta medregales de 20 kilos, usa una malla de mayor tamaño que el mínimo permitido, dejando escapar especies tan apreciadas como viejas y salmonetes. Es de dos pulgadas y deja escapar salemas de 400 gramos (“al levantarla del fondo la nasa se dobla y ves salirse pescado”, dice). “Los bancos de peces ven en la nasa un cobijo y cuando el pescado grande entra a atacarles ya no sale, pero el pequeño sí”.
«Si el pescado lo tienes varias horas al sol en el barco y cuando llegas a puerto le pones hielo, lo que se te ha deteriorado en esas horas no lo vas a recuperar. Hay que echarle hielo según lo coges»RAYCO GARCÍA, pescador

Pescador que “cuida” el pescado, consigue vender sus capturas a un precio por encima de la media. “Yo el pescado lo cuido como debería cuidarlo todo el mundo: teniendo siempre hielo a bordo. Según cogemos el pescado va vivo al hielo y muere con hielo. Porque si coges un pescado, lo tienes varias horas al sol en el barco y cuando llegas a puerto le pones hielo, lo que se te ha deteriorado en esas horas no lo vas a recuperar. Hay que echarle hielo según lo coges y seis días después todavía está mejor que el pescado al que le echaste el hielo en el muelle horas después de cogerlo”.
Durante una época le dio por pescar a profundidades de unos mil metros camarones y cangrejos. “Tiene bastante demanda y estuve haciendo unas pruebas. La verdad es que era rentable, pero hay una época del año en que vienen a pescar por aquí barcos palangreros que a veces se enredan con las boyas de las nasas y te las cortan. Y me aburrí un poco por eso”, relata.

