Retrato a los últimos pastores trashumantes

La cultura pastoril en Canarias es una realidad desde que este archipiélago está habitado, pues muchos de sus primeros pobladores eran criadores de cabras que se movían por el territorio insular de costa a cumbre, en distintas épocas del año, en busca de pastos. Dos mil años después apenas quedan 18 pastores trashumantes. Un libro de la factoría Pellagofio Ediciones los retrata de cerca, en palabras e imágenes. [En PELLAGOFIO nº 11 (2ª época, julio-agosto 2013)].
![]() La segunda edición ampliada se encuentra disponible y a la venta en librerías de Canarias desde diciembre de 2016 ● |
Por YURI MILLARES
Fotografías de TATO GONÇALVES y Y. M.
El último colectivo de pastores trashumantes que queda en Canarias se encuentra en el norte de Gran Canaria, herederos de un práctica con más de dos mil años de antigüedad que, tras la conquista castellana, “fue integrando elementos de otros lugares del mundo, y sobre el esquema tradicional de pastoreo se entrelazaron técnicas de otras procedencias, dando como resultado unas estrategias pastoriles muy complejas y especializadas”, en palabras del maestro quesero Isidoro Jiménez, que ha prologado el libro de reciente aparición Los últimos trashumantes de Canarias del que son autores el que escribe estas líneas (como investigador y escritor) y Tato Gonçalves (que ha realizado las magníficas fotografías que contiene).

Tradición resumida en dos dígitos
La trashumancia (incluso, el propio pastoreo) han ido desapareciendo como actividad habitual de los ganaderos en todas las islas, excepto con algunos rebaños de ovejas en el norte de Gran Canaria, donde hemos hecho recuento y buscado a esos últimos trashumantes de que hablamos. El resultado de dicha búsqueda por los campos se resume en un número: 18. Esta es la cifra de pastores con sus respectivos ganados que aún viven en trashumancia, aunque tras esos sencillos dos dígitos hay todo un mundo de tradición y todo un colectivo de personas del entorno familiar que lo vive, lo siente y lo practica.



Tuvimos que desplazarnos hasta el profundo sur de la isla a mediados de abril, junto a la presa de las Niñas, al final de una corta pero tortuosa pista de tierra, cuando quisimos visitarlo para hablar con él una vez más, esta vez con el propósito de incluirlo en el libro y retratarlo con su familia y su ganado. Y con él realizamos una de las trashumancias que, en este caso, habría de llevarlo atravesando el pinar de Pajonales por una pista forestal hasta los pastos del norte (donde sólo iba a estar los dos meses siguientes).
Ojos revoleados y cachetes arrayados
Con uno de los ganados más grandes de la isla, conoce a todos los animales que lo integran. Ya sea la capilota (mitad delantera del cuerpo con la lana negra y la mitad trasera, blanca), la negruna (de lana un poco más oscura que el resto), la bermeja (de cabeza con capa del pelo rojiza), la de ojos revoleados (al tenerlos bordeados por un círculo de pelo negro con lágrima dibujada por el pelo), la de cachetes arrayados (la cabeza en este caso está dibujada a cada lado con franjas horizontales de distinto color) y un largo etcétera de imaginativas descripciones.
Cuando fuimos a Caideros (municipio de Gáldar) a hablar con Cristóbal Moreno Díaz, supimos por él qué variedad de plantas de la flora canaria son el alimento de primerísima calidad de sus ovejas (por tanto, de su leche y de unos quesos magníficos): en invierno, hace recuento, comen “trébol, lechuguilla, lengüilla de oveja, mizclera, chiratillo, cebadilla, relinchón, jaramago, lechuga de risco, vinagrera…”. Un suculento menú que en verano completan con “vinagrera también, y caña, pasto seco, pita, rama de tagasaste, rama de escobón, hoja y cáscara de almendrero…”. Y la previsión al comienzo de cada año es que “va a seguir lloviendo” si ve “a la calinera naciendo”.
El continuo transitar por caminos y veredas de la isla buscando pastos, tiene a cada cual siguiendo sus propias rutas. Pero llegado el verano, todos se concentran en la zona de cumbres
Atrapados por la nieve
Todos ellos llevan el oficio en la sangre y los genes. Son hijos, nietos y bisnietos de pastores. Ramón Mayor Viera, al que visitamos en Cueva Corcho (municipio de Valleseco), nos contó una curiosa anécdota sobre su infancia en Los Paredones, junto al Pico de las Nieves, la mayor altura de la isla con sus 1.949 metros sobre el nivel del mar. Allí arriba con 7 años de edad y ya pastor, recuerda un mes de diciembre en el que cayó una copiosa nevada. El modesto alpendre de vacas que le servía de vivienda a su familia abría la puerta hacia fuera y quedaron atrapados en el interior. Un pequeño hueco sobre la puerta permitió al pequeño Ramón salir al exterior, quitar la nieve de la puerta con sus manos, y permitir a sus padres y hermanos salir al fin. “Del peso de la nieve las ovejas no se levantaban del suelo y la mula enterraba sus patas”.
«Del peso de la nieve las ovejas no se levantaban del suelo y la mula enterraba sus patas»RAMÓN MAYOR, pastor
El continuo transitar por caminos y veredas de la isla buscando pastos, tiene a cada cual siguiendo sus propias rutas. Pero llegado el verano, todos se concentran en la zona de cumbres (municipios de Artenara y Tejeda, fundamentalmente). Los pastos secos del estío son el alimento de unos ganados que en agosto y septiembre ya están secos, preparándose para dar a luz una nueva generación de corderas y otro año de leche y quesos. Entonces es cuando ponen en práctica otra de sus tradiciones: juntar dos o tres ganados en la misma “vuelta” (el terreno que el pastor arrienda para tener en él su ganado).
De este modo, en una época en la que el ganado no da leche y el trabajo es menor, se turnan para cuidar los animales de una misma vuelta que, además, pagan entre varios y les resulta más económico. Una condición que debe reunir esa vuelta compartida es que la comida sea suficiente para el número de ovejas que va a tener pastando esos dos meses de agosto y septiembre. “Son nuestras vacaciones”, bromea Antonio Moreno Ramos en Fagajesto (Gáldar), porque sólo tiene que ir a ver cómo está el ganado “los días de cacería”.
«Es muy duro el vivir amoldándose a las vicisitudes del rebaño, por lo que no es de extrañar que los pastores trashumantes formen un colectivo con muy intensos lazos de vinculación social»ISIDORO JIMÉNEZ, maestro quesero
Intensos lazos entre pastores
“Es muy duro el vivir amoldándose a las vicisitudes del rebaño, por lo que no es de extrañar que los pastores trashumantes formen un colectivo con muy intensos lazos de vinculación social”, explica Isidoro Jiménez en su prólogo.
“Es de resaltar –continúa– la pervivencia de las costumbres de ayuda mutua, de las cuales la más notoria es la trasquila o pelá. A principios de verano hay que trasquilar la lana de las ovejas y esto supone un trabajo penoso, por lo que cada pastor convoca a todos sus colegas para que le ayuden un día en esa tarea, lo que evidentemente culmina con un festejo por todo lo alto, para agradecer la ayuda prestada. Otro día será él el que acuda a ayudar a pelar a otro compañero y así, durante un par de meses, las trasquilas marcan el calendario de trabajo y de fiesta de los pastores. No es extraño que de estas reuniones surjan relaciones entre los más jóvenes, por lo que las familias de pastores están muy vinculadas por lazos de parentesco y los apellidos Mayor, Mendoza, Jiménez, Gil, Moreno, etc., se repiten una y otra vez entre nuestros trashumantes”.

Una edición muy cuidada
La edición del libro Los últimos trashumantes de Canarias (Yuri Millares y Tato Gonçalves, Pellagofio Ediciones, 2013) ha sido posible gracias al patrocinio de la Mancomunidad de Ayuntamientos del Norte de Gran Canaria, que lo ha cofinanciado junto a la Obra Social de La Caixa y los Fondos Leader/Feader (Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medioambiente del Gobierno de España; Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Aguas del Gobierno de Canarias; Cabildo de Gran Canaria; y Aider Gran Canaria, dentro del Programa Comarcal de Desarrollo Rural de Gran Canaria FEADER 2007-2013).
Al cabo de 2.200 kilómetros y dieciocho entrevistas a otros tantos pastores y sus familias (esposas, hijos, suegros…), tras recorrer algunas veces pistas poco transitables en vehículo todoterreno, el resultado es “un retrato cercano de sus protagonistas, tanto en palabras como en las imágenes que aporta quien esta vez me ha acompañado: el fotógrafo Tato Gonçalves. Y no se suceden en las páginas siguiendo un orden geográfico, ni alfabético, ni tampoco por criterios estadísticos o de rutas seguidas. Están ahí componiendo un relato que intenta mantener un equilibrio de intensidades (en palabras e imágenes), en favor del interés del lector por transitar con interés todas y cada una de las páginas hasta el final”, se señala en la introducción ●