Fotos inéditas a bordo del último vapor, el correíllo ‘La Palma’


La edición blog de PELLAGOFIO ofrece algunos datos singulares sobre la navegación del último vapor que sirvió en las aguas canarias en su edición nº11/2010. La portada virtual de este PELLABLOG muestra una de esas fotos: el vapor de la sirena envuelve la chimenea del buque. (Edición PELLABLOG, semana 11/2010, 15 marzo).
● Textos de YURI MILLARES ● Fotos cedidas por ANTONIO NAVAS |
Siguiendo el hilo conductor de una selección de fotos inéditas, cedidas por quien fuera unos meses de 1975 el 2º oficial del correíllo La Palma, Antonio Navas, la edición semanal de PELLAGOFIO ofrece algunos datos, desconocidos hoy, sobre la navegación del último vapor que sirvió en las aguas canarias. Y acompañando a las fotos y sus sorprendentes datos anexos, una selección de anécdotas de numerosos viajeros que usaron este barco a mediados del siglo pasado y publicaron sus recuerdos en artículos firmados para la edición mensual de PELLAGOFIO.
Estos viejos vapores de principios del siglo XX, que hacían la ruta de las islas Canarias y el Sahara Español, estuvieron funcionando más de 60 años, hasta mediados de los 70. Sólo uno se ha salvado del desguace y está siendo restaurado para volver a surcar las aguas del archipiélago.

La fotografía junto a estas líneas no indica a bordo de qué barco se hizo ni qué costa es la que se divisa en el horizonte. Pero marca el inicio de este reportaje por un detalle que se suma a las interrogantes resueltas de la segunda línea: se trata del vapor La Palma (construido en 1912) costeando el antiguo Sahara Español en ruta de regreso hacia Las Palmas de Gran Canaria. El 2º oficial Antonio Navas hizo la foto y relata el singular papel que jugaba en este navío aquella campana todavía en 1975: “Campanas han existido en los puentes toda la vida. Su función en principio era marcar las entradas de guardia. Nosotros la usábamos mucho porque este barco tenía una corredera de barquilla para medir la velocidad del barco”.

A una velocidad de 7 nudos
El vapor La Palma alcanzaba una velocidad máxima con buena mar de siete nudos y medio, pero para saber en cada momento a qué velocidad navegaba y poder calcular el tiempo a invertir en sus travesías, debía remolcar un artilugio por la popa cuya fotografía también incluye este reportaje. “Siempre había un mozo de guardia dando vueltas, vigilando la cocina, etc., y cuando quería avisarle para que me apuntara lo que marcaba la corredera le daba un golpe de campana, tan-tan, ‘Mírame la corredera’ y bajaba corriendo a popa: ‘¡Setenta y cuatro!’. ‘Vale’ y aplicábamos el coeficiente. Sobre todo lo utilizábamos para eso, también para las guardias, o para llamar a cualquiera”.
Ensordecedor silbato
Antonio Navas recuerda que el barco apenas tenía unos 60 metros de eslora, pero el silbato de vapor en su chimenea hacía sonar la sirena de señales acústicas como si fuera el mismísimo Titanic, ocultando la chimenea entre una inmensa nube de vapor que, de lejos, parecía el humo abrasador de un incendio que lo envolvía todo. Nos reservamos el relato completo de las últimas travesías del correíllo La Palma, tal y como lo recuerda Antonio Navas, para la edición mensual de PELLAGOFIO. Sirvan como adelanto las fotografías inéditas y algunos datos desconocidos que ilustran la columna a la derecha de estas líneas.

“Yo fui en el correíllo”
La relación de PELLAGOFIO con los correíllos que surcaron las aguas canarias, y, en especial, el vapor La Palma (una joya de la ingeniería naval que, afortunadamente, se ha salvado del desguace y está siendo restaurado en el puerto de Santa Cruz de Tenerife) se remonta ya al primer ejemplar que apareció con la cabecera que da nombre a esta web: PELLAGOFIO. Iniciamos en aquel momento la serie de artículos “Yo fui en el correíllo”, con el relato en primera persona de muchos viajeros. Los que siguen son sólo algunos de ellos y un extracto de sus anécdotas: las hay divertidas, históricas, aventureras…

El pasaje, escondido en una caja de cigarrillos
El escritor majorero Andrés Rodríguez Berriel escribió: “…haciendo las Milicias Universitarias en idas y venidas a Tenerife con permisos el correíllo se llenaba y muchos no pagábamos: llegando con tiempo al barco, había quien tiraba a tierra el resguardo de su pasaje dentro de una caja de cigarrillos, lo cogíamos y subíamos a bordo, hasta que la marinería se daba cuenta y vigilaba para que no se colara nadie más” (Leer más).
Transporte de científicos
El inglés David Bramwell (director del Jardín Botánico Viera y Clavijo) viajó por primera vez a Canarias en 1964 con una expedición de la Universidad de Liverpool: “…cuando pasamos por las oficinas de Aucona en Santa Cruz para conseguir los billetes del barco [a La Gomera], cuál sería mi sorpresa al descubrir que nuestro viaje iba a transcurrir en el mismo barco que trasladó a David Bannerman al mismo destino más de 40 años atrás. (…) Cada vez que iba en ellos sentía algo especial, pensando en los ilustres científicos Hausen, Burchard, Praeger, Sventenius y muchos más que, con anterioridad, habían hecho los mismos recorridos, estudiando estos magníficos laboratorios de las Ciencias Naturales que son las islas Canarias” (Leer más).
Un salto casi suicida
En 1947 y con tan sólo 12 años el virtuoso del timple Totoyo Millares se escapó de casa y viajó en el correíllo a Santa Cruz de Tenerife: ¡quería grabar su primer disco!. “…Por fin, sonó el último aviso de salida con unos estruendosos y ensordecedores escapes de vapor blanco que salían de la chimenea. Suelta de amarras. Aquello a mi me parecía un trasatlántico. Inició su separación del muelle muy lentamente y yo, atrevido de mí (…) realicé mi lanzamiento, casi suicida, desde el borde del mismo muelle hasta la barandilla de cubierta por donde momentos antes habían subido todos” (Leer más).
Expulsada al camarote por lucir sus encantos
Concha Lacoste, profesora superior de canto era “Una preciosidad de 15 años con vestido rojo, en cubierta” allá por 1953 rumbo a Santa Cruz de Tenerife a examinarse de piano. “Subí por la escala despacito porque, entre la maleta, la falda estrecha y los tacones, no se podía ir deprisa ni hacer demasiados alardes. Además, era consciente de la expectación que despertaba entre el pasaje, sobre todo en el masculino. (…) En cubierta hacía frío, soplaba un airecito húmedo, pero yo no lo sentía, tal era mi emoción. Recuerdo que a mi lado, por la izquierda, había un militar alto que no me quitaba ojo; yo lo veía por el rabillo del ojo, pero me hacía la desentendida (…). Pensé: ¿qué me deparará la noche? En esto llega el capitán, que debía estar observando la situación, y me dice: “Señorita, baje al camarote…” (Leer más).
A la mili en África

Por no saber escribir a máquina con suficiente velocidad, a Vicente García, que pensaba pasar la mili en una oficina en la base aérea de Gando, lo enviaron en barco con otros muchos soldados a la costa africana española. Fue en 1954. “Mi maleta era de cartón piedra, como la de los emigrantes, con sogas y todo. El correíllo me esperaba… negro, silencioso, algo –y no me pregunten qué– hacía presagiar la paliza que nos iba a meter. Sus movimientos, aún atracado, eran sospechosos (…). No quisiera ser rencoroso, pero aquella travesía no se la perdono al Ejército del Aire. Al poco rato de estar en cubierta nos despatarramos a discreción, todos mareando, bueno, todos menosiendo uno, que se estaba trajinando una alpargata de bocadillo de chorizo y queso, que sólo de verlo nos venían las arcadas” (Leer más).
Uno que se enfada… y se tira por la borda
María Sánchez-Mendezona regresaba a Las Palmas con la familia de una vacaciones en Fuerteventura, en un accidentado y algo cómico viaje del correíllo: dos hermanos de un club de lucha canaria discutieron por la derrota sufrida en el terrero y… “Cuando ya oscurecía, sentimos un revuelo en cubierta y es que se había tirado un hombre al agua. Para asombro de todos, el barco siguió navegando, aunque bajaron un bote de madera al agua, con el contramaestre y dos marineros” (Leer más).
El capitán más querido, don Eliseo
El padre de Juan Adolfo Álvarez era muy amigo del más famoso de los capitanes canarios de correíllos y ambos presenciaron en cierta ocasión la intervención del apreciado marino en un incidente entre un hombre sin recursos que quería viajar y el mozo de guardia en la escala de acceso al buque. “…De inmediato baja [el capitán] hasta la escala y le pregunta al vagabundo qué desea: aquel hombre de aspecto desaliñado le dice que es de La Palma, que quiere volver a su isla y que como pago por su billete ofrecía un cartucho lleno de millo, ya que era tan pobre que no tenía ni para un pasaje de tercera. Eliseo López, viendo la necesidad de aquel señor, rechazó coger el cartucho lleno de millo: ‘¡Amigo, con millo o sin millo, esta noche viaja usted a La Palma!” (Leer más).