El producto ecológico, por salud y sabor

La agricultura ecológica es una opción que eligen cada vez más productores, preocupados por la contaminación de la tierra y por ofrecer alimentos más saludables. Del mismo modo que también se incrementa el sector de población que desea consumir este tipo de productos, pensando en una dieta que aporte más sabor y mejores beneficios a la salud. [En PELLAGOFIO nº 13 (2ª época, octubre 2013)].

En Canarias, del mismo modo que en otras regiones del planeta, la agricultura ecológica amplía, de año en año, su superficie de cultivo. Y no es que la agricultura convencional aporte alimentos que nos vayan a envenenar de hoy para mañana, pero sí que degrada los suelos y sí que en los países desarrollados la población desarrolla, a largo plazo, enfermedades relacionadas con lo que comen. De hecho, la propia agricultura convencional está desarrollando sistemas y tratamientos orientados cada vez más a la sostenibilidad y preservación la salud.
También llamada agricultura orgánica o biológica, en realidad lo que viene a poner en práctica, esencialmente, es el modo de cultivo que practicaban en estas mismas islas nuestros abuelos y bisabuelos: una producción variada que rota en la tierra, que emplea fertilizantes naturales y que combate las plagas sin acudir a productos químicos ni venenos, que afectan a la vida de otras especies de plantas y animales, a la tierra y, a la larga, al propio ser humano. Es precisamente a nuestros mayores a quienes hemos escuchado decir, muchas veces, aquello de “sin química ninguna, todo natural” cuando ofrecen, aún hoy, alguna pieza de fruta o alguna hortaliza de ese huerto que miman junto a la casa que los vio nacer.
Pero la agricultura ecológica, hoy, es más que eso. Y aquellos que deciden ponerla en práctica, empiezan por informarse de todo un amplio abanico de tratamientos, técnicas y prácticas que ha desarrollado esta forma de producir.
«Contra el mildiu y el oídio preparo diversas maceraciones que se rocía a las plantas y crean hongos beneficiosos que ocupan el lugar que si no ocuparían otros hongos perjudiciales»MARCELINO GONZÁLEZ

PELLAGOFIO se ha acercado a conocer la experiencia de un agricultor tradicional de Tenerife que ha transformado sus tierras a ecológicas, y los primeros pasos como agricultores ecológicos de un grupo de alumnos de diversas procedencias profesionales tras un curso impartido por Asaja en la Granja Agrícola del Cabildo de Gran Canaria.
Gofio y vino en Tegueste
Hijo de padres agricultores en Tegueste, Marcelino González partió a Madrid a estudiar Sociología y llegó hasta la Universidad de Bolonia (Italia) para realizar un máster de Sociología Urbana y Rural y Planificación del Territorio. De regreso a casa al concluir esos estudios, asumió el relevo generacional en las fincas familiares y transformó, poco a poco, aquella agricultura tradicional (papas, millo, hortalizas, frutales, viña, vino), planificando su propia porción de territorio hacia una producción ecológica “por las ventajas desde el punto de vista alimentario, agroambiental, de conservación de suelos para el futuro”, explica.
Para ello tuvo que asistir a cursos especializados que completaran sus conocimientos para trabajar la tierra (“Tengo que preparar los suelos con materia orgánica, a partir de compost de residuos vegetales y de estiércol”), buscando los recursos naturales que aportaran el equilibrio orgánico de los suelos (“En la explotación tengo ovejas pelibuey que me dan estiércol, por ejemplo”), al tiempo que combate las plagas de hongos que aparecen cuando se dan las condiciones de humedad apropiadas (“Contra el mildiu y el oídio preparo diversas maceraciones con ortigas, cola de caballo, ajo o té de compost que se rocía a las plantas y crean hongos beneficiosos que ocupan el lugar que si no ocuparían otros hongos perjudiciales”).
Marcelino González ofrece su producción, cada semana, en el Mercadillo del Agricultor de Tegueste (sábados y domingos de 8:00 a 14:00 horas). Entre ellos se incluyen los vinos tinto y blanco, que elabora en su propia bodega con el sello de calidad de la DO Tacoronte-Acentejo y son los únicos certificados en su municipio por el CRAE (Consejo Regulador de la Agricultura Ecológica). Sus vinos –blanco de uva marmajuelo y tinto de uvas listán negro, negramoll y tintilla–, con una producción total de 3.000 botellas, se ofrecen a degustar precisamente en estos días (y hasta mediados de octubre) en la Casa del Vino de Tenerife (en El Sauzal).
Sus profesiones eran tan distintas como son las de maestro, jefa de obras, medioambientalista, sociólogo e ingeniera agrónoma

Cultiva papas certificadas ecológicas de Escocia, así como de variedades antiguas de color de Tenerife (negra, borralla, etc.). Siembra trigo propio obtenido de semillas de variedades antiguas de la isla, con la intención de elaborar pan y gofio ecológicos, proyectos que tiene en marcha y lo convertirán en breve en el único productor de gofio ecológico de Tenerife. Y ya están creciendo frente a su casa las manzanas fuji que plantó, también las primeras ecológicas en espaldera de la isla.
Transformando la tierra en Meleguinas
Peru, Rita, Paula, Luis y Carmen se conocieron recientemente en un curso de agricultura ecológica en la Granja Agrícola del Cabildo de Gran Canaria. Sus profesiones eran tan distintas como son las de maestro, jefa de obras, medioambientalista, sociólogo e ingeniera agrónoma, respectivamente. Pero les unía el deseo de aprender y poner en práctica después lo que ese curso les aportó.
Así fue como buscaron y encontraron una finca en Meleguinas (Las Palmas de Gran Canaria) que llevaba 10 años dejada “de la mano de Dios”. Allí han tenido que trabajar mucho para quitar las hierbas que ocultaban su suelo y sustituirla por bancales de hortalizas, verduras y cereales. “Había ganas de empezar”, argumenta Peru, para explicar cómo asumieron el reto dispuestos a sudar la gota gorda, arrancando a mano toda aquella hierba y preparando la tierra con ayuda de un pequeño tractor. Ante sí tenían una tierra pobre en nutrientes, arcillosa, con falta de materia vegetal que ellos se pusieron a enriquecer haciendo compost (de materia vegetal y estiércol) y vermicompost (compost de lombrices).
Después plantaron de todo para ver qué cosas se daban mejor a esos 600 metros de altitud en que se encuentran. Comprobaron que al principio no se dieron muy bien las espinacas, la col o el brécol porque la tierra estaba aún pobre de nutrientes, tampoco el tomate por las plagas que se crecían ante la falta de equilibrio en la flora y fauna del lugar. “Aquí, al principio, no había ni pajaritos”, asegura Rita.
Devolver el equilibrio natural a esa finca hizo que volvieran los pajaritos, y también insectos beneficiosos que combatían a los perjudiciales. Por ejemplo, rodeando la finca con un seto de plantas aromáticas
Satisfacción
Devolver el equilibrio natural a esa finca hizo que volvieran esos pajaritos, y también insectos beneficiosos que combatían a los perjudiciales. Por ejemplo, rodeando la finca con un seto de plantas aromáticas como la melisa, albahaca, hierbahuerto, cañalimón, orégano o tomillo, también de especies autóctonas como el guaydil, la altabaca o el balo, para que atrajeran a los “bichos buenos”.
“Es un trabajo que da satisfacción, aunque todavía no da dinero”, ríe Rita, que señala a la tierra a su alrededor y explica que aún no se ha llegado a un completo equilibrio entre la tierra y las plantas, aunque ya presumen de cultivar buenos y variados alimentos que disfrutan ellos mismos en sus casas.
■ EL DETALLE
¡Qué ricos potajes!
“Este contacto con la tierra no te lo da otro trabajo, mucho menos un despacho”. Y con ese entusiasmo se ponen manos a la obra cada día. “Nuestro herbicida son las manos” ríe Peru. Aunque tienen otros sistemas algo más ingeniosos para tener sanas sus plantas: con borras de café y cáscaras de huevo machacadas eliminan los caracoles que se comen las hojas verdes de plantas como los puerros o las acelgas; con infusión de tomate, hecha a partir de los chupones o mamones del tomate (los “hijos”), pulverizan donde haya pulgón, hasta que lleguen los sarantontones (o mariquitas) que se encargan de ellos comiendo sus larvas; con extracto de ortiga dan vigor; con infusiones, maceraciones o decocciones de cola de caballo combaten el oidio; y un largo etcétera. Además, cultivando de forma combinada diversas plantas (que se complementan al atraer insectos beneficiosos y al alimentarse de la tierra) en una rotación que no cesa, enriquecen la tierra y eliminan plagas.
“El producto local, sea o no ecológico, es el que debemos elegir para alimentarnos mejor”, defiende Rita, aunque reconoce “que se nota un tomate ecológico por el sabor, nada que ver con el convencional, el producto madura en su tiempo, recibe sol… Yo lo noto en los potajes: ahora que los hago con estos productos, están mucho más sabrosos y no hay que echarles nada para potenciar el sabor”. Para quienes deseen conocer sus avances en dotar de equilibrio a esa finca y descubrir los productos que en ella crecen, tienen una página en Facebook: Los Matos Agricultura Ecológica ●