Las dunas de Maspalomas, con su mejor estampa en muchas décadas

ECOISLA. El director conservador de la Reserva Natural Especial de las Dunas de Maspalomas, icono de la isla de Gran Canaria, hace balance de los resultados después de dos intensos años de actuaciones, en especial el traslado de 60 mil metros cúbicos de arena que la erosión hubiera depositado en el fondo del mar; también la eliminación de plantas invasoras y erradicación de plagas. [En PELLAGOFIO nº 86 (2ª época, julio 2020)].
Por YURI MILLARES
Ha sido un éxito total”, afirma Miguel Ángel Peña. “Hemos estado promoviendo el desarrollo de muchos estudios durante veinte años. Posiblemente Maspalomas sea el espacio natural protegido de carácter dunar que mejor se conozca en España, después de Doñana –estima–; más estudios no podían ser la coartada para no hacer nada”. Su reclamación de que había que actuar para frenar “una situación de deterioro suave pero progresivo desde hace muchos-muchos años” dio paso, por fin, a una actuación que recibió el nombre de Proyecto Masdunas “cuando llegó la actual corporación, las cosas hay que decirlas así”.
Finalizado el proyecto toca rendir cuentas de un proyecto que ya es reconocido dentro y fuera del archipiélago como una actuación modélica. “La Agencia Española del Cambio Climático nos ha pedido los datos del proyecto para cogerlo como modelo de lucha contra el cambio climático. El Parque Natural del Estrecho nos está pidiendo información para ellos realizar actuaciones. Lo alaban expertos e investigadores extranjeros que han venido a las jornadas que hemos organizado… Hay indicadores externos de éxito, no es que lo digamos nosotros”, indica el director conservador de la Reserva Natural Especial de las Dunas de Maspalomas.

Financiado con fondos propios por el Cabildo de Gran Canaria, ante la falta de apoyos externos, ha contado con un presupuesto de 1,3 millones de euros. Un proyecto que era en realidad un complejo metaproyecto con diversas acciones entrelazadas y certificó su conclusión el 30 de diciembre de 2019.
Y entonces ocurrió una terrible pandemia, que obligó al confinamiento de la población de medio planeta y dejó las dunas como congeladas en el tiempo, sin rastro de presencia humana. Parcialmente restaurado su ecosistema por la intervención realizada y con su sistema dunar sólo acariciado por el aire durante unos meses, la imagen ha sobrecogido por lo impactante, una visión desconocida en 50 años de tránsito de millones de personas, turistas y nativos, viajeros y hasta cineastas.
Pero también ha dado que pensar y que actuar, por eso, además de contar con los ocho kilómetros de senderos más señalizados de Canarias (más de 300 postes indicativos, incluyendo la zona de exclusión que está balizada y señalizada), también se ha dispuesto de vigilancia permanente del espacio por parte agentes de Medio Ambiente.
Reposición de la arena del sistema dunar. Alterado todo el entorno que rodea a las dunas y la charca de Maspalomas por kilómetros de urbanizaciones turísticas, los estudios indicaban que la arena estaba entrando por la playa del Inglés, se desplazaba por todo el campo dunar, salía por Maspalomas y, una parte, sobre todo cuando llegaban los temporales de sur, barría la playa de Maspalomas que se quedaba de piedra y salía por la punta de la Bajeta donde, delante, según los estudios de batimetría, hay un veril. Y allí, en ese fondo marino, se iba depositando.
Lo que se sabía es que durante los últimos 20 años se han ido perdiendo 40 mil metros cúbicos de arena al año de promedio. “Pero había años de tormentas que se perdía el doble o más”, indica Miguel Ángel Peña.

El objetivo que se marcó Masdunas fue recoger el equivalente a un año y medio de arena que se perdía, 60.000 metros cúbicos, por donde se marchaba al mar (la punta de la Bajeta) y depositarla al inicio de su recorrido (la playa del Inglés). Se hizo en cuatro movimientos de 15.000 metros cúbicos en los meses con menor presencia turística, para no cerrar la playa al uso público, y en horario nocturno, con todas las dificultades que ello entraña.
Para retener la arena removida y que no volviera a marcharse al veril había que ponerle obstáculos a su movimiento, favoreciendo la formación de dunas más estables: obstáculos artificiales (captadores diseñados por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria) y obstáculos naturales (repoblando balancones, vegetación propia de este sistema dunar)

Los captadores son estructuras (circulares y paralelas) hechas con cañizo de brezo que se anudan con hilo bala (o hilo carreto), para no usar alambre. Van enterrados a 70 cm y sobresalen un metro. Cuando el viento choca con este obstáculo semipermeable disminuye su velocidad (por lo tanto, su energía de transporte) y la arena se deposita a sotavento.
“Ahí se empieza formar la duna –enterrando el captador– y, según crece, hay una pendiente de equilibrio hasta que llega un determinado punto en que la duna empieza a desplazarse. Así, las dunas embrionarias se van coinvirtiendo en dunas móviles y se van vertebrando las cadenas de dunas”, explica Peña.
Las plantas de balancones se produjeron en vivero, para crear varias zonas de repoblación regadas una vez al mes los primeros once meses. “El biovolumen creció más de cinco veces y el porcentaje de supervivencia fue del 77,8%, generando dunas”, detalla.
Investigación con resultados. Asociado al movimiento de arena se desarrolló un proyecto de investigación para ir generando mapas en color de gran precisión a través de ortofotos y láser oblicuo, con el fin de calcular el movimiento de la arena, también levantamientos topográficos para ver cómo reaccionaba la arena ante los captadores y los balancones y a qué velocidad crecían las dunas.
Llamaron la atención, especialmente, las conclusiones de los estudios del oleaje y de las tormentas a través de las boyas del Estado (hay una al sur y otra el este de Maspalomas). Los datos obtenidos indican que el oleaje que viene del este se mantiene igual respecto al oleaje significativo; pero el oleaje al sur aumenta a razón de un centímetro por año, “que es una barbaridad”, observa Miguel Ángel Peña.
Los temporales, que se están midiendo desde 1958, “al este aumentan un poco, pero al sur es una monstruosidad lo que aumentan, lo cual se corresponde con que la playa de Maspalomas se vea afectada por temporales de sur con más frecuencia y más intensos”, afirma.

Mejoras en la biodiversidad faunística. Fue la segunda iniciativa de envergadura llevada a cabo por Masdunas. “Maspalomas es colindante con suelo urbano de uso turístico y tenemos depredadores exóticos como pueden ser las ratas, los gatos asilvestrados y, curiosamente, los erizos, sobre todo en torno a la charca que es un ambiente más húmedo, donde proliferan y son un problema para las aves limícolas que tenemos allí, que crían en el suelo y a los erizos les encantan los huevos”. Pero si éstas eran las tres especies objetivo inicialmente, hubo que añadir una cuarta plaga aún más dañina, la tilapia de Mozambique, especie invasora que no se sabe cómo llegó, “había proliferado en la charca y, simplemente, se lo había comido todo, tanto animal como vegetal; es más, llega un momento en que se vuelve hasta caníbal”.
Aves que anidaban en la charca como la focha común, o el centenar de gallinetas (pollas de agua) que la frecuentaban, habían desaparecido: la vegetación subacuática de la que se alimentan había sido devorada por las tilapias y, sin comida, emigraron. Es más, antes de llegar la tilapia en la charca había 11 especies de peces, incluso hay citas de anguilas, también algas protegidas por convenios internacionales por su escasez.
Control de plagas y resultados. La erradicación de estas especies depredadoras ajenas al lugar se llevó a cabo a la par que se iba restaurando el ecosistema dunar. Las tilapias se capturaron con nasas que engodaban con pan, en bolsitas para que no se dispersara: “¡Las primeras nasas venían tan llenas, hasta a tres cuartos de su volumen, que casi no se podían levantar!”, explica Peña.
En tres meses se capturaron 14.200 ejemplares. Otras 15.000 aparecieron flotando con posterioridad debido a que la reducción del volumen del agua de la charca, por evaporación y falta de lluvias, produjo hipoxia (falta de oxígeno en el agua).
“Había quien decía «abran la charca al mar». ¡Ni locos! Si ese pez es capaz de vivir en la charca en condiciones extremas, es capaz de colonizar todo el litoral de Gran Canaria y a ver quién lo controla después”, advierte.

Al mismo tiempo, en las dunas se realizaron controles nocturnos con trampas tomahawk según el protocolo del Gobierno de Canarias para la captura de gatos respetando el bienestar animal: se llevaron 19 gatos al albergue insular de animales.
“No podemos permitir que en un ecosistema que es reserva natural, donde cría la última pareja censada de chorlitejo patinegro en Gran Canaria, venga un gato y se los coma. Y no por hambre –señala–, porque come lo que le dan los turistas, sino por su instinto cinegético”.
Los erizos capturados, unos 80 ejemplares, “se trasladaron a otras zonas naturales de la isla donde sabíamos que no había aves limícolas, integrándose en el tejido ecológico sin males mayores”, añade.
Mejora de la diversidad florística. Este tercer bloque de actuación perseguía erradicar plantas invasoras que compiten con la vegetación nativa, como la tunera, el tabaco moro, la verdolaga de playa, el mato azul o los turbitos, entre otras.

Actuación y resultados. Las poblaciones vegetales ya estaban cartografiadas así que se focalizó el esfuerzo de los operarios que utilizaron medios mecánicos para cortar y sacar las plantas erradicadas sin emplear fitosanitarios. En total se extrajeron 105 metros cúbicos de acacias, más de 300 de tuneras (previamente se dejaban secar encima de unas mallas mosquiteras), 33 de tabaco moro, 16 de aulaga, más 11 de palma washingtona, más de 5 de verdolaga, etc.
Eliminación de goros. Había un censo georreferenciado de goros de leña que se incluyó en esta actuación, para quitarlos. “La gente rompe los tarajales para hacer esos goros, leña seca que es un riesgo de incendio, un punto de acumulación de basura, lugar de proliferación de roedores, incluso muchas veces encontramos jeringas que se balizaban y eran retiradas por personal especializado en residuos peligrosos”, dice Miguel Ángel Peña. La estimación de 1.000 metros cúbicos de goros se quedó corta y al concluir el proyecto habían sido retirados un 25% más (1.244 metros cúbicos, que equivalían a 159 goros; aun así no se pudieron eliminar todos).

…Y un descubrimiento sorpresa. “Ha habido otro efecto colateral del confinamiento”, deja Miguel Ángel Peña un dato curioso para el final de la entrevista. En visita de inspección para observar el estado de las dunas de Maspalomas tras quedar congeladas en el tiempo, sin presencia humana por las restricciones a la movilidad al inicio de la pandemia, comprobó la existencia de varias poblaciones en buen estado de la siempreviva rosada (Limonium tuberculatum). Se trata de una planta con preciosas florescencias, presente en la costa africana, que se había extinguido en Gran Canaria y que en Canarias sólo está citada para las zonas de encharque de la isla de Lobos.

“Hasta el año 1975 vivió también en el entorno de la Charca de Maspalomas –relata–. De hecho, hay unas fotografías antiguas de una excursión que hicieron Günther Kunkel, Eric Sventenius y Pepito Alonso del 15 de julio de 1971 para recoger semillas del Limonium tuberculatum en el entorno de la Charca y llevarlas al Jardín Botánico Canario” en Tafira.
Ese material genético se mantuvo allí y en 1997, “un momento en el que ya se habían cerrado pistas en Maspalomas, hicimos dos reintroducciones en siete lugares diferentes. En 2001 hicimos otra. En total más de 300 ejemplares –hace balance–, para crear dos cohortes de edades”.
Con algunos contratiempos, porque es una planta tan bonita “que a veces venía gente y no es que se llevara flores, sino que arrancaba la planta entera”, Peña ha comprobado que siguen viviendo en sitios discretos que no revela. “Y con el confinamiento se han quedado espectaculares de flores. A día de hoy tenemos tres poblaciones que totalizan más de 300 plantas naturales ya. ¡Después de 20 años! De un porte tan grande que parecen aulagas, por eso le dicen también «espinocho»”.
