Canarias sostenible

Sector primario y soberanía alimentaria en Gran Canaria

«Para poner freno al cambio climático, por la recuperación del paisaje y los usos tradicionales de la tierra, es preciso volver la mirada hacia el planeta y, desde luego en Canarias, al mundo rural», escribe el presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales. [En PELLAGOFIO nº 55 (2ª época, julio/agosto 2017)].

foto-firma-antonio-moralesPor ANTONIO MORALES MÉNDEZ
Presidente del Cabildo de Gran Canaria

Aprincipios del siglo XX la población rural en España alcanzaba el 75% del censo y prácticamente en su totalidad se dedicaba a la agricultura. En la actualidad esta población se ha reducido a un 25% y sólo un 4% de los españoles sigue en el sector, preservando miles de pequeños pueblos y la existencia del mundo rural. El abandono del campo en los últimos años ha sido masivo, propiciándose un éxodo que ha generado en muchos casos situaciones extremas de falta de integración y cohesión social.

Según el profesor Luis Camarero, autor del informe “La población rural de España” (editado por La Caixa), los municipios de menos de 10.000 habitantes sufren un peligroso envejecimiento –el 15% es mayor de 70 años– que hace que alrededor de 750.000 personas vivan en situación de dependencia, incapaces de valerse por si mismos o de desplazarse fuera de su domicilio, y padecen igualmente un proceso de masculinización ya que hay 80 mujeres por cada cien hombres. También cita el autor el informe “Pobreza y Exclusión Social en Áreas Rurales” de la Comisión Europea, que señala cuatro factores que retroalimentan la pobreza en las áreas rurales: demografía, aislamiento, educación y mercados de trabajo. Europa ha perdido tres millones de explotaciones rurales.

Las Islas no son la excepción
En Canarias las cifras andan por los mismos derroteros. Marginación, aislamiento sanitario, educativo y asistencial, envejecimiento, falta y encarecimiento del agua, maraña de leyes y recortes en la administración pública para administrarlas, que los han obligado a recluirse en reservas improductivas, falta de canales de comercialización, etc., son algunas de las constantes de los últimos años.

Según el experto y asesor del Ministerio de Agricultura Jaime Izquierdo, “en el futuro si queremos conservar el paisaje y la diversidad, y lo que llamamos naturaleza, debemos activar las culturas campesinas”

Para la COAG es imprescindible crear redes que avancen en la creación de un “modelo social de agricultura”, conformado por hombres y mujeres que trabajen de forma directa y personalmente sus explotaciones; que garanticen una rentabilidad y estabilidad a sus titulares y unas condiciones justas, convirtiéndolo en un modelo generador de empleo, vertebrador del territorio, productor de alimentos de calidad y respetuoso e integrado en el medio ambiente. Según el experto y asesor del Ministerio de Agricultura Jaime Izquierdo, “en el futuro si queremos conservar el paisaje y la diversidad, y lo que llamamos naturaleza, debemos activar las culturas campesinas”.

Mantener nuestra agricultura y ganadería tradicionales, como he escrito en otras ocasiones y como han señalado expertos y miembros de la plataforma rural de apoyo a las organizaciones agrarias, es cultivar, elaborar y transformar los alimentos sin deteriorar los ecosistemas; es hacer posible una práctica agroecológica que haga compatible la actividad con la conservación de los suelos, la diversidad paisajística, la prevención de incendios, el reciclado de los residuos orgánicos y la gestión de las plagas y enfermedades; es mantener las semillas y las razas autóctonas; es volver a dar vida a nuestros campos y a nuestros pueblos y recuperar así territorios abandonados, nuestro patrimonio arquitectónico y cultural y preservar nuestra identidad.

Mantener nuestra agricultura y ganadería tradicionales es cultivar, elaborar y transformar los alimentos sin deteriorar los ecosistemas

La FAO recomienda que cada región produzca el 60% de la comida que necesita, y en Canarias apenas llegamos a un 10 %. Nuestra subordinación al exterior por el abandono del campo es absoluta. Dependemos de una industria de la alimentación intensiva, deslocalizada, con escasos controles sanitarios y medioambientales, que explota a miles de personas como mano de obra barata, y dependemos de las grandes cadenas de distribución que han abierto enormes abismos de desigualdades entre los seres humanos ya que, como señala Gustavo Duch, 1.020 millones de personas padecen hambre; 1.000 millones soportan una alimentación deficiente en micronutrientes y 1.300 millones presentan malnutrición con síntomas de obesidad y sobrepeso. Los especuladores acaparan el mercado para incrementar los precios a costa de aumentar el número de pobres en 70 millones y poner en riesgo la paz mundial. Que más de mil millones de personas a nivel planetario se encuentran en situación de inseguridad alimentaria y que la previsión es de que los precios se dupliquen en 15 años son razones más que suficientes para replantearnos la situación.

Dependemos de una industria de la alimentación intensiva, deslocalizada, con escasos controles sanitarios y medioambientales, que explota a miles de personas como mano de obra barata

Según Intermón Oxfam, entre 300 y 500 empresas tienen en sus manos el comercio alimentario mundial. De ellas solo diez controlan el 70%. Menos de un 10% de los terratenientes poseen más del 70% de las tierras productivas del mundo. Solo en Europa en apenas ocho años se han perdido tres millones de explotaciones rurales. Y afirma que el consumo energético derivado de las producciones masivas y lejanas contribuyan enormemente al calentamiento global. El mismo Banco Mundial reconoce en distintos informes que la deriva neoliberal ha debilitado el apoyo público disminuyendo las ayudas, créditos y seguros agrarios con que contaban los agricultores.

De espaldas al mundo rural
En la actualidad dependemos en Canarias en más de un 90% de la importación para abastecernos. Desde hace un par de generaciones en este archipiélago venimos dando la espalda al mundo rural. Y las razones no son muy distintas a las que se dan en otros lugares del planeta y tiene que ver con el capitalismo salvaje y su afán por acaparar el poder que les confiere controlar las tierras, las materias primas, las semillas, los fertilizantes, los alimentos procesados con enormes daños colaterales para la salud, los precios, la producción…

Pero el afán monopolizador no se queda en eso. No hay sino que mirar a nuestro alrededor para comprobar cómo las grandes superficies se adueñan del mercado pagando poco a los productores y cobrando mucho a los consumidores (en Europa han absorbido el 80% ), cómo proliferan los “todo incluido”, las ayudas a la importación frente a la producción local, las cadenas de distribución monopolistas, etc.

Las grandes superficies se adueñan del mercado pagando poco a los productores y cobrando mucho a los consumidores (en Europa han absorbido el 80% )

Por la seguridad y la soberanía alimentaria, por la necesidad de poner freno al consumo energético y por tanto al cambio climático, por la recuperación del paisaje y los usos tradicionales y por poner en valor de manera justa el trabajo de las familias que laboran la tierra, es preciso que volvamos la mirada hacia el planeta, y desde luego en Canarias, al mundo rural. Los núcleos de medianías se van despoblando año tras año. Uno de cada tres agricultores tiene ya más de 65 años. Las infraestructuras y los equipamientos sanitarios o educativos son más precarios.

La Red Española de Desarrollo Rural puso en marcha no hace mucho una campaña para que la Real Academia Española modifique el significado del término “rural” al que define como “Perteneciente o relativo a la vida en el campo y a sus labores. Inculto, tosco, apegado a cosas lugareñas”. Curiosamente, para la Academia el término “urbano” tiene el significado de “perteneciente o relativo a la ciudad. Cortés, atento, de buen modo”. Es cuando menos reveladora la definición de la RAE sobre la ruralidad.

La producción y el consumo de proximidad deben ocupar un papel preponderante frente a la agricultura intensiva e industrial

Consumo de proximidad
Sin ninguna duda la producción y el consumo de proximidad deben ocupar un papel preponderante frente a la agricultura intensiva e industrial. Según Gustavo Duch (Lo que hay que tragar, Ed. Los libros del lince), Vía Campesina hizo un estudio en el que demostró que un kilo de espárragos producido en México necesita cinco litros de petróleo para viajar por vía aérea hasta Suiza y, sin embargo, un kilo de espárragos producido en Ginebra solo necesita 0´3 litros de petróleo para llegar al consumidor. Según el Wuppertal Institute de Alemania, los ingredientes necesarios para producir un yogurt de fresas recorren 8.000 kilómetros, cuando se podrían obtener en un radio de 70 kilómetros.

Para romper la dependencia exterior; para evitar la escasez y la carestía del petróleo y, por tanto, de los alimentos; para evitar la emisión de CO2, es preciso que se pongan en marcha políticas de incentivación de la producción agrícola y ganadera local y que se establezcan mecanismos correctores que permitan la continuidad de los asentamientos de la población en el medio rural. Que pongamos en valor el sector agropecuario desde un punto de vista económico pero también desde una perspectiva social. Que apostemos por iniciativas respetuosas con el medioambiente y con la salud a través de la agricultura y la ganadería ecológicas; a través de las pequeñas y medianas explotaciones agrícolas y ganaderas de ámbito local, de mercados locales que comercialicen directamente los productos y a través de pequeñas industrias complementarias que produzcan materiales para embalar, envasar, etc.

Los estados deben recuperar su autonomía frente a los grandes poderes financieros; las administraciones deben apostar por incentivar la producción local y por poner los medios necesarios para que el sector primario ocupe un lugar central en la economía de un territorio

Y para que esto sea posible, los estados deben recuperar su autonomía frente a los grandes poderes financieros; las administraciones deben apostar por incentivar la producción local y por poner los medios necesarios para que el sector primario ocupe un lugar central en la economía de un territorio, para que no quede todo en mera desiderata, para que no se sigan perdiendo tierras y empleo como ha pasado, con el tomate y tantos otros productos y, sobre todo, los consumidores debemos saber qué hacemos con nuestro dinero y hacer todo lo posible por demandar y consumir productos locales y de cercanía. Aunque no nos lo creamos, tenemos mucho poder para poder cambiar las cosas. Para contribuir a la soberanía alimentaria.

El cambio climático, la crisis económica, y la falta de seguridad alimentaria debida al control de los mercados por las grandes multinacionales deben servir para hacernos reflexionar y volver a pensar, como señalan especialistas europeos y de la ONU, que una gran parte de la solución está en recuperar nuestro mundo rural, en la pequeña agricultura y ganadería, la mejor garantía para asegurar la producción de alimentos.

Aunque no nos lo creamos, tenemos mucho poder para cambiar las cosas

Habrá que volver la vista al campo, pero no sólo como un lugar de ocio. Siempre de la mano de los agricultores, que conocen y trabajan la tierra, es preciso adoptar estrategias que favorezcan el cambio de modelo, incluyendo el fomento de la agricultura y ganadería ecológicas e integradas, la diversidad agrícola y ganadera, con la creación de un banco de suelo y el fomento de especies tradicionales y autóctonas.

El Cabildo actúa
Las actuaciones que defendemos desde el Cabildo de Gran Canaria incluyen planes de asesoramiento a los productores en materia de medioambiente, calidad, mejora de la competitividad y fomento del asociacionismo, cooperación intermunicipal y el apoyo decidido a la agricultura familiar. Y trabajamos también por crear bancos de semillas, apoyar la compra pública, abaratar los precios del agua, realizar campañas de concienciación sobre el consumo responsable y cercano, fomentar la alimentación de calidad para nuestros niños desde la escuela, educar en el valor de la alimentación natural y próxima como base de la salud, los productos de cercanía y ecológicos en los mercadillos locales…

Por la soberanía alimentaria.

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