El paisaje canario, espacio singular a preservar

Fernando Redondo, presidente de Consejo Económico y Social de Canarias, escribe en la columna “Notas de economía rural” de la primera época de la edición impresa de nuestra revista. Ilustración creada especialmente para este artículo por Montecruz. [En PELLAGOFIO nº 35 (1ª época, noviembre 2007).]
Debemos empezar a pensar en preservar aquellos espacios que nos identifican con nuestra cultura y espacio singular. Y no sólo por motivos medioambientales y económicos
Por FERNANDO REDONDO RODRÍGUEZ
El concepto de paisaje es algo personal y subjetivo que supone para cada uno la evocación de un momento de su memoria histórica. Cuando después de muchos años alguien vuelve a contemplar el sur de Gran Canaria o el valle de la Orotava, evoca lo que guardaba en su memoria de un paisaje hermoso en su aridez, en un caso, o la belleza de un territorio antropizado por un mar de plataneras, en el otro. Pero no todos tienen el mismo punto de referencia, depende de la edad del observador. Si viviéramos 200 años, seguramente recordaríamos lo que existía antes de las plataneras o de los cultivos tomateros. Sin embargo, en este mundo tan cambiante como nunca antes en la historia, donde la tecnología permite alteraciones brutales en el paisaje en tan corto lapso de tiempo, debemos empezar a pensar en preservar aquellos espacios que nos identifican con nuestra cultura y espacio singular. Y no sólo por motivos medioambientales y económicos, sino porque es lo que nos diferencia de otros territorios.
Desde la declaración de la Convención Europea del Paisaje de Florencia en el año 2000, la preservación del paisaje se ha convertido en uno de los bienes públicos de carácter mundial. Pero ¿cómo podemos mantener aquellos paisajes rurales de escasa rentabilidad?
Cuando tanto se habla de oferta turística diferenciada y de calidad, no podemos olvidar que el paisaje singular es nuestra mejor marca de excelencia. En la última década, se ha intensificado la preocupación internacional por la preservación del paisaje. Desde la declaración de la Convención Europea del Paisaje de Florencia en el año 2000, hasta la Cumbre de Monterrey (2002) sobre los nuevos mecanismos de financiación del desarrollo, la preservación del paisaje se ha convertido en uno de los bienes públicos de carácter mundial. Pero ¿cómo podemos mantener aquellos paisajes rurales de escasa rentabilidad y sin posibilidades de competir en un mercado global y competitivo? La existencia de los viñedos de La Geria o Bandama, los bancales de La Gomera, el cultivo agrícola del norte de Gran Canaria o la supervivencia de los palmerales de todas las islas están abocados a la desaparición si no implementamos mecanismos de compensación a los agricultores que los mantienen.
La Comisión Europea ha incluido en su nuevo Reglamento sobre ayudas al desarrollo rural un apartado dirigido a los agricultores que en zonas de alto valor natural (y paisajista) mantengan cultivos con baja rentabilidad
Conscientes de un problema que es común a la mayoría de los países europeos, la Comisión Europea ha incluido en su nuevo Reglamento sobre ayudas al desarrollo rural (1) un apartado específico para las ayudas “agroambientales” de “inversiones no productivas”, dirigidas a los agricultores que en zonas de alto valor natural (y paisajista) mantengan cultivos con baja rentabilidad. Esto supone reconocer el esfuerzo personal que unos pocos realizan en beneficio de la colectividad, es compensar los efectos externos positivos que afectan a muchos que no contribuimos con nuestro patrimonio. Nos beneficiamos no solo el sector turístico, sino todos los residentes canarios de la belleza de un paisaje y mantenimiento de métodos tradicionales de cultivo con el valor cultural que suponen.
No es sólo una llamada a utilizar fondos comunitarios, sino a la posibilidad de que por parte de los Estados miembros se arbitren medidas compensatorias con fondos propios. Puede articularse desde cualquier forma de financiación, incluso con los fondos destinados a la recuperación turística. El Gobierno de Canarias por medio de las Directrices de Ordenación General, que ya contiene determinaciones sobre la protección del paisaje, debe profundizar en este aspecto arbitrando mecanismos de control y financiación que compense la escasa rentabilidad del mantenimiento del paisaje agrícola. Por ello, no es necesario inventarse normas sino aplicar las ya existentes.
Sin recursos adicionales nadie podrá impedir que, en pocos años, únicamente los de nuestra generación recordarán cómo era el paisaje rural de Canarias. La reducción imparable de la superficie cultivable es un mal presagio.
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(1) Reglamento (CE) nº 1698/ 2005 de 20 de septiembre, DOCE L 277 de 21.10.2007.