Flora y fauna

El drago común silvestre se extingue en Gran Canaria

El hallazgo de fósiles confirma la presencia de bosques de ‘Dracaena draco’ hace 2.700 años

PALEOBOTÁNICA. En la única de las islas Canarias con dos especies de drago, uno exclusivo (‘Dracaena tamaranae’) y otro común del archipiélago (‘Dracaena draco’), investigadores hallan fósiles de este último en una antigua cascada del barranco de Azuaje mientras constatan que están desapareciendo los últimos ejemplares naturales. [En PELLAGOFIO nº 120 (2ª época, julio 2023)].

■ Fósiles en el travertino de Los Cristos (I)
Mezcla de varias hojas de palmera (‘Phoenix canariensis’), de sao (‘Salix canariensis’) y, en el centro, de hojas de drago (‘Dracaena draco’) en Azuaje ●

■ Fósiles en el travertino de Los Cristos (II)
Hoja del drago y a la izq. arriba la base de otra hoja. Abajo (izq.) hoja de follao (‘Viburnum rigidum’) y (centro) una huella lisa y redonda de 10 mm identificada como semilla de drago ●

Por YURI MILLARES

Los dragos de Canarias, en lo que a sus ejemplares silvestres se refiere, son especies en peligro de extinción. «Hay demasiados indicios para pensar que los dragos no están cómodos en Canarias. Pero tampoco lo están en África, en Madeira, ni en Cabo Verde. Son plantas que están en regresión y cada vez hay menos», dice el biólogo Águedo Marrero, del Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo.

Y añade: «Así como hay plantas que tienen capacidad de llegar, prosperar y convertirse en invasoras, los dragos (que están en su casa) no tienen esa capacidad». Están enfermando, ¿por qué? «Ya me gustaría saberlo para ponerle remedio», se lamenta.

En Gran Canaria, el ‘Dracaena draco’ tenía su hábitat hacia la mitad noreste de la isla, pero, ¿dónde?

El censo del drago endémico de Gran Canaria era de apenas 30 ejemplares hacia la década de 1990, fecha de su descubrimiento. Con un censo posterior de un máximo de 85 individuos, ha sufrido unas 10 bajas en los últimos 25 años. «Se han venido abajo los más viejos y productivos», señala. Identificado en 1998 por los investigadores Rafael S. Almeida y el propio Marrero, fue bautizado como Dracaena tamaranae. Su hábitat son zonas muy escarpadas del sur de la isla entre Amurga y El Parralillo.

Por otra parte, está también el drago común de Canarias, mundialmente conocido por la majestuosa estampa del drago de Icod (en Tenerife) al que se atribuye una edad milenaria. Su nombre científico es Dracaena draco y en Gran Canaria tenía su hábitat hacia la mitad noreste de la isla. Pero, ¿dónde? Los últimos dragos silvestres de esta especie casi han desaparecido.

¿Por qué Gran Canaria es la única isla canaria que tiene dos especies diferentes de drago?

El drago del barranco de Pino Gordo fotografiado en abril de 2009, meses antes de su colapso. | FOTO ÁGUEDO MARRERO

«Con la caída del drago de Pino Gordo [en La Aldea, 2009] y la muerte del drago de Las Meleguinas [en Santa Brígida, 2014], que también cayó, podemos decir que hemos visto extinguirse al drago común en Gran Canaria como planta silvestre», opina Águedo Marrero. Añade, no obstante, que el drago de Barranco Alonso (o de Pino Santo), al borde de unas tierras de cultivo, «lo más probable es que naciera allí silvestre, tal como está en el filo del risco», señala. Afectado y tratado recientemente contra la plaga de la lapilla (Aonidiella tinerfensis) que lo amenazaba, sigue siendo uno de los más bellos ejemplares de drago común del archipiélago. Y podría ser el último silvestre en la isla (el resto ha sido plantado por el ser humano).

Fósiles en la lava y en el agua
¿Por qué Gran Canaria es la única isla canaria que tiene dos especies diferentes de drago? Marrero lo explica por su mayor antigüedad geológica y los avatares históricos de su biota (con varios millones de años más que Tenerife), su altura (muy por encima de Fuerteventura, otra de las islas más antiguas) y la amplitud de su territorio (que favorece una mayor biodiversidad).

«En cualquier isla oceánica donde se produzcan eventos volcánicos las posibilidades de fosilización a través de lavas y fangos es extremadamente rara» ÁGUEDO MARRERO, biólogo en el Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo

La existencia del drago común en Gran Canaria como especie vegetal abundante —aunque actualmente casi extinto como silvestre— lo ha podido documentar este investigador mediante la identificación de fósiles en la lava y en restos calcáreos de antiguas cascadas de agua.

«En cualquier isla oceánica donde se produzcan eventos volcánicos las posibilidades de fosilización a través de lavas y fangos es extremadamente rara —advierte—. Normalmente, la lava lo calcina todo. Pero no siempre es así». El estratovolcán Roque Nublo —tan atrás en el tiempo como cinco millones de años imposibles de imaginar— dio lugar, en su fase final, a una serie de explosiones muy potentes. Una lava muy fluida cubrió una gran extensión de Gran Canaria, con unas coladas que arrastraron a su paso el material vegetal que encontró. «Al enfriarse con rapidez en contacto con el aire no carboniza lo que atrapa, lo fosiliza», detalla.

El gran hallazgo se produjo en el barranco de Azuaje, encontraron las huellas de todo un dragonal

De este modo convierte en huellas pétreas las improntas de la superficie vegetal. Se trata de una fosilización parcial. «No puedes escarbar como si fuera el hueso de un dinosaurio y extraer la hoja petrificada. Lo que extraes son capas de piedra con la huella del haz y el envés de una hoja (o una semilla, o una rama)», precisa. Gracias a ello pudo encontrar en 2000 huellas fósiles de Dracaena draco de la época del Plioceno en un yacimiento del barranco de Guiniguada.

¡Bosques de drago en el norte!
Casi coincidiendo en el tiempo se documentó algo que la ciencia desconocía hasta entonces. ¿Cuál era la presencia del drago común en el norte de la isla? El gran hallazgo se produjo en el barranco de Azuaje, tras varias campañas de extracción de material entre 1999 y 2001, en el travertino de Los Cristos, por Águedo Marrero y Carlos Suárez. En este yacimiento, actualmente asociado al volcán de Doramas de hace entre 2.350 y 2.700 años , encontraron las huellas de todo un dragonal (un bosque de dragos, también huellas de otras muchas plantas).

Como en Tenerife o La Palma, Gran Canaria tiene afloramientos de aguas subterráneas muy calcáreas. Son aguas termales que al salir a la superficie se enfrían y parte de la cal precipita sobre hojas sueltas, trozos de ramas y semillas. Al endurecerse forma lo que se conoce como travertinos (depósitos carbonatados de esas aguas) y convierte en huellas fósiles lo que atrapa. «Es algo conocido hace tiempo. Esas aguas eran capaces de fosilizar, atrapar y dejar la impronta de tuneras, de zarzas, de cañas, de millo, de lo que cogieran por el camino», dice. Pero no se le prestaba atención pensando que no tenían mucha antigüedad.

En una potente columna calcárea de casi 15 m de alto y cinco metros de espesor de una antigua cascada, encontraron huellas fósiles de plantas

El hallazgo de Marrero y Suárez en Azuaje, sin embargo, era diferente. En una potente columna calcárea de casi quince metros de alto y cinco metros de espesor de una antigua cascada, encontraron huellas de hojas de sao y de otras plantas. «No aportaban mucha información. Pero el hecho de encontrar también hojas de drago nos puso en aviso porque no teníamos ninguna noticia ni presente ni histórica de dragos en esa zona», recuerda.

Se trataba de «la primera evidencia científica de que en el norte de Gran Canaria existieron dragos», insiste. Además, eran piezas fósiles de hojas de diferentes tamaños en longitud y anchura. «Nos dio pie para confirmar que allí había plantas de distintas edades. Sabemos que un drago joven, antes de florecer, puede tener hojas de hasta un metro de largas y cuatro centímetros de ancho. Mientras que en un drago viejo, como el de Pino Santo o el de Icod, las hojas apenas pasan de 60 cm de largo y la anchura es de 2,5 cm».

Estaba claro que «allí no hubo un drago solo, debió haber varias generaciones: un dragonal. Y la impronta era de Dracaena draco». La importancia del hallazgo se vio reforzada por su datación, muy superior a los dos mil años

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