Flora y fauna

La observación de aves en Canarias

Los amantes de la observación de aves tienen un paraíso en estas islas, pero muchos hábitats están desapareciendo o se transforman. Envenenado por cazadores el cuervo canario está casi extinguido en Gran Canaria, mientras el halcón tagarote ha vuelto gracias a la abundancia de tórtolas en los parques. [En PELLAGOFIO nº 29 (2ª época, marzo 2015)].

Por YURI MILLARES
Fotografías cedidas por COLECTIVO ORNITOLÓGICO DE GRAN CANARIA

Curso de iniciación a la observación de aves. | COGC
Curso de iniciación a la observación de aves (En la imagen de cabecera, mosquitero canario en vuelo).
La observación de aves en la naturaleza es una actividad que se mueve entre el mero disfrute del contacto visual con la avifauna y el compromiso con la investigación, e incluso la defensa, de determinadas especies y sus hábitats. Practicarla en Canarias tiene el aliciente añadido de la gran cantidad de aves (tanto nidificantes y como migratorias) que se pueden observar y la gran diversidad de paisajes en los que se mueven.

Para todos los ornitólogos y aficionados a la observación de aves, David Bannerman es una referencia que, desde principios y hasta mediados del siglo XX, recorrió las islas Canarias en varias ocasiones estudiando la avifauna. Sobre todo por los libros que dejó escritos (entre los que destaca The Birds of the Atlantics Islands, 1963). “Para el amante de la ciencia, sea ésta zoología, geología, botánica o antropología, o para los aficionados a la investigación geográfica de cualquier tipo, Canarias es todo un paraíso”, escribió en The Canary Islands, their history, natural history and scenery (1922).

Para el amante de la ciencia, sea ésta zoología, geología, botánica o antropología, o para los aficionados a la investigación geográfica de cualquier tipo, Canarias es todo un paraíso

A sus expediciones iba con escopeta y, además de observar, disparaba y cazaba ejemplares que se llevaba muertos para estudiarlos. En enero de 1910, por ejemplo, acampó en la Cueva de las Niñas (sur de Gran Canaria) con la idea de localizar al pinzón azul. No tuvo mucho éxito, pues sólo pudo ver a un ejemplar “al que disparó, mató y se llevó a Inglaterra junto con una hembra que capturó otro miembro de su expedición”, como publicamos en el reportaje dedicado a este ave en el número de PELLAGOFIO de marzo de 2014.

Compromiso
En la actualidad la observación y estudio de aves no se realiza escopeta en mano y cada vez son más las personas interesadas en practicar esta actividad, ya sea como simples testigos de la vida natural, o desde un compromiso medioambientalista de conocer y ayudar a preservar la biodiversidad del archipiélago. Con este objetivo existen en Canarias diversas organizaciones de amantes de las aves y la naturaleza, que desarrollan una callada pero importante labor en favor de estos llamativos e inquietos animales. Es el caso del Colectivo Ornitológico de Gran Canaria, fundado el 16 de febrero de 2008.

Además de realizar talleres y cursos de iniciación a la observación de aves, sus voluntarios peinan continuamente el paisaje de esta isla, en su preocupación por observar el estado (y número) de las poblaciones de las distintas especies, en especial de aquellas en estado más crítico de supervivencia.

Ceba de un cuervo canario adulto a un pollo volandero.| FOTO JOSÉ DANIEL MORATA
Ceba de un cuervo canario adulto a un pollo volandero.
“Somos una entidad sin ánimo de lucro que se dedica a la observación, estudio y sobre todo conservación de la avifauna canaria”, resume su presidente Santiago Sánchez Cabrera, que ha explicado a PELLAGOFIO los casos de dos aves en grave peligro de extinción en la isla: el cuervo canario y el chorlitejo patinegro.

El cuervo, envenenado
“A mediados de los años 80 en Gran Canaria sólo había unas 150 parejas reproductoras, aparte de los individuos solitarios”, dice del primero de ellos, el Corvus corax canariensis, fácilmente identificables por su pico robusto y plumaje negro. “Ahora apenas quedan unas 13 ó 14 parejas”, añade. Parece una cifra crítica, pero lo era más hace muy pocos años en que contaron sólo siete u ocho parejas. Se percibe una pequeña recuperación.

Una mañana encontramos 25 cuervos muertos, la mitad de la población que había en la isla. Después se descubrió que estaban poniendo filetitos de pollo envenenados con carbuforano y metomilo

¿Qué había pasado? Ocurrió hace un par de años: en un coto de caza situado en la cumbre, junto a la presa de los Hornos, comenzaron a aparecer muchos cuervos muertos, también aguilillas e incluso perros y gatos. “Una mañana encontramos 25 cuervos muertos, la mitad de la población que había en la isla. Después de una denuncia que puso el veterinario Pascual Calabuig, del Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Tafira, se descubrió que estaban poniendo filetitos de pollo envenenados con una mezcla de dos compuestos químicos prohibidos (carbuforano y metomilo) que mezclados, además, son como una bomba de relojería. De hecho, un simpatizante nuestro pasó un día por allí con un pastor alemán y en menos de cinco minutos el animal murió tras ingerir aquel veneno”.

Los envenenaban porque le echaban la culpa de que se comían los huevos de las perdices y a los conejos. “Huevos puede que sí coman, pero no tienen capacidad como un águila de capturar un conejo, a no ser que esté muerto o enfermo. Pero a alguien tienen que echarle la culpa”, opina Santiago Sánchez, al confirmarnos que aquella denuncia y posterior erradicación de los venenos en la cumbre ha sido clave en la pequeña recuperación del cuervo.

Ahora realizan una campaña conservacionista del cuervo, con un grupo de voluntarios que se encargan de observar la isla por zonas, haciendo un seguimiento de sus movimientos y vigilando los nidos. “Algunos voluntarios incluso les montan comederos, que no podemos decir dónde están para que no echen veneno. La nuestra es una labor callada”.

A los voluntarios se está uniendo gente que desea colaborar, incluso que viene de la Península (Valencia, Cataluña, Andalucía) expresamente para la campaña del cuervo. Una tarea nada fácil. “El cuervo es bastante difícil de censar. Es un ave muy ruidosa cuando va en grupo y no es época de nidificación. Pero cuando nidifica cada pareja tiene su territorio, no emiten sonidos y localizarlas es bastante complicado”.

Chorlitejo patinegro en la arena, donde pone sus nidos.
Chorlitejo patinegro en la arena, donde pone sus nidos.
Un caso más crítico
Y si el caso del Corvus corax canariensis es crítico, el del chorlitejo patinegro es aún peor.

“En nuestras salidas de observación de aves tenemos que ser grupos pequeños: seis son ya muchas personas. Cuando vamos a hacer el seguimiento de una población como el chorlitejo patinegro, nos vamos a zonas costeras con los prismáticos y estamos un rato caminando, observando y anotando. Y al cabo de un tiempo lo volvemos a repetir. Después hacemos censos en épocas de nidificación y fuera de ellas. Esta es una especie de la que sólo quedan una o dos parejas en Gran Canaria y hace poco se extinguió en Tenerife, aunque sí hay en otras islas. El mayor problema de esta especie es que nidifica en el suelo y con la destrucción de su hábitat la gente pisa los huevos sin darse cuenta. Es un problema de difícil solución”.

Vuelve el halcón tagarote
En el lado contrario, están aves como las abundantes y populares pardelas cenicienta, de la que hay miles de parejas reproductoras. “También abundan la gaviota patiamarilla en la costa, o el canario silvestre en el monte (que los científicos llaman ahora serín canario)”, dice Santiago Sánchez.

“Y hay otras que se daban por extinguidas en Gran Canaria y por sí solas se han recuperado de maravilla –sigue–, como el halcón tagarote y el gavilán, quizás por la abundancia de la tórtola turca, que ha invadido parques y jardines. Como anécdota, hay un ejemplar de halcón que se ha afincado en el barrio de Siete Palmas de la ciudad de Las Palmas, que va de parque en parque cazando tórtolas”.

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