Admirando un cráter perfecto (la Caldera de Bandama, 1)

El cráter de simetría tan perfecto de la caldera de Bandama ha despertado la admiración y el asombro de todos los viajeros que, desde siglos pasados, lo han podido visitar. El mismo sendero por el que, en el XIX, bajaron Stone (que cita sus naranjos) o Edwardes (a beber vino), atrae aún a caminantes. [En PELLAGOFIO nº 28 (1ª época, enero 2007)].

170 metros de profundidad
La caldera de Bandama tiene unos 170 m de profundidad y 1.000 m de diámetro. Para llegar al fondo sólo hay que seguir el camino que parte del interior del caserío de Bandama, justo al lado de la ermita. El descenso se puede hacer en una media hora; para el regreso requeriremos un poco más ●
“La primera sensación es de intensa sorpresa y admiración ante el hecho de que la Naturaleza pueda haber creado algo tan perfecto”, escribió la viajera inglesa Olivia Stone (1887), que bajó con un grupo de excursionistas a caballo. “Este es el cráter más perfecto de Canarias, una depresión cóncava de tierra y rocas de una uniformidad como sólo la naturaleza sabe crear”, describió el británico, Charles Edwardes (1888), que bajó animado por sus residentes para que bebiera un vino que le pareció fuerte, pero a su guía Pancho le entusiasmó y casi se bebe la garrafa él solo.
“Este es el cráter más perfecto de Canarias, una depresión cóncava de tierra y rocas de una uniformidad como sólo la naturaleza sabe crear”, describió el británico, Charles Edwardes (1888)
Un siglo y unos cuantos años después, la caldera de Bandama y el pico que se eleva a su lado han sido declarados Monumento Natural por constituir “dos unidades naturales de gran singularidad e interés científico” [más detalles sobre sus aspectos científicos en el siguiente número de PELLAGOFIO], y están integrados a su vez en el Espacio Protegido de Tafira. Se trata de una caldera de explosión que guarda nostálgicas cicatrices de lava en muchas de sus vertientes para recordarnos su origen.
El comienzo del camino, que se adentra por sus paredes laterales para descender hasta el fondo del cráter, está señalizado entre las casas que se encuentran al borde de su gran hueco de un kilómetro de diámetro. Una sólida puerta de hierro pintada de negro invita a entrar (en horario diurno: a partir de las 17.00 horas es cerrada hasta la mañana siguiente). Los ojos comienzan a revolotear y a viajar desde la altura por este enclave. En claros zigzags comenzamos un descenso que durará aproximadamente 35 minutos. El camino está muy marcado y no ofrece dudas de nuestro destino final.
El nombre del lugar viene de un comerciante holandés que, en el siglo XVI, cosechaba viñedos en el fondo del cráter
Palmeras y eucaliptos
La vegetación chilla y se apodera de tantos sitios como puede, con una misteriosa y cosmopolita mezcla. Las palmeras canarias y los eucaliptos dispersos alternan con una variedad de colorida flora que nos saluda todo el camino (vinagreras, lentiscos, acebuches, cardones, tabaibas). Nos sumergimos poco a poco en las profundidades de la caldera. El ruido se queda atrás, el rastro del mar en el horizonte desaparece. Das vueltas sobre ti mismo y lo único que ves son las paredes envejecidas de picón (lapilli). Detrás de nosotros, queda el pico de Bandama, desde donde hay una panorámica bellísima de este paraje. El nombre del lugar viene de un comerciante holandés que, en el siglo XVI, cosechaba viñedos en el fondo del cráter.


El fondo de la caldera puede ser disfrutado con un camino circular que la surca y desde donde podemos ver sus distintas perspectivas. Normalmente, el único habitante de este estas profundidades es un burro (Perico) que en ocasiones hace el recorrido de ida y vuelta con la persona que se encarga de abrir y cerrar el acceso a los caminantes. Tras entretenernos observando las antiguas y semiderruidas construcciones, nos preparamos para afrontar la vuelta por la misma ruta. Encontramos una enorme utilidad a los zigzags para salvar un desnivel tan pronunciado. Aunque hemos bajado por aquí, se vuelve a adueñar de nosotros la sensación de novedad de la ruta. En 45 minutos salimos a la superficie y llegamos a la cancela de hierro.
Como guinda para esta ruta, es recomendable subir (con el coche) al pico de Bandama (574 m) y mirar, a vista de pájaro, las huellas del camino que hemos hecho.

Las naranjas de Stone
Cuando Olivia Stone descendió en 1883 al fondo de la caldera, encontró una casa agrícola con un lagar (en la actualidad lamentablemente en ruinas). Todo estaba muy verde y cultivado (hoy también hay huertas de papas y calabaceras) e incluso destacan sus naranjos, que en aquella remota fecha llamaron la atención de la viajera inglesa ●