Aquello sí era llover

Estibados al máximo, aquellos viejos camiones recorrían las carreteras escasas, incómodas y estrechas que constituían la red viaria de Gran Canaria con chóferes con experiencia y mañas, relata Domingo Rodríguez, a propósito de esta vieja fotografía, en esta entrega de la serie “Baúl del lector”. [En PELLAGOFIO nº 43 (2ª época, junio 2016)].
El tramo de la ciudad donde se desplegaba la actividad portuaria era de enorme intensidad por el trajín generado con la entrada y salida de barcos, la escala de los castles y la presencia de las tartanas, el cabotaje y los correíllos, la carga blanca y el cambullón, la colla del pescado y “las baquitas valencianas”. Para los chiquillos de los cincuenta, cuyo universo más cercano era el del espacio portuario, no había lugar para el aburrimiento, ni tiempo suficiente para seguir con la mirada el continuo tráfico de camiones que en época de zafra llegaban al muelle, desde cualquier lugar de la isla, con los productos agrícolas destinados a la exportación.
En pendientes traicioneras que recalentaban motores, poniendo en situación de enorme riesgo el sistema de frenos de los vehículos, eran renqueantes y ruidosas bestias capaces de seguir adelante a poco que les dejaran tranquilas un ratito
Estibados al máximo, recorrían las carreteras escasas, incómodas y estrechas que constituían la red viaria de aquellos tiempos, requiriendo chóferes cuya experiencia y mañas les permitía dejar atrás cerradas y peligrosas curvas, y pendientes traicioneras que recalentaban motores, poniendo en situación de enorme riesgo el sistema de frenos de los vehículos, renqueantes y ruidosas bestias que, sin embargo, eran capaces de seguir adelante a poco que les dejaran tranquilas un ratito, o les remendaran algún esconchabo con un cacho de verguilla. Y a tirar “palante”, a las plazas de mercado para abastecer a la población, o al puerto para embarcar los racimos de plátanos envueltos en viejas y manchadas mantas, o esos seretos de tomates que se enviaban “pafuera”. Como los que vemos en el camión, que por culpa del tremendo temporal de agua quedó atrapado en el barranco de la Aldea de San Nicolás. Eran tiempos a los que se recurre con frecuencia por parte de los más viejos para sentenciar que “aquello sí era llover”. Y que la foto, del archivo de la Federación de Exportadores de Tomates (Fedex), parece corroborar.