Baúl del lector

Barcos, velas y redes

Junto a un barco en construcción, pescadores de Lanzarote cosiendo velas en una vieja fotografía que ha cedido para su publicacion José Manuel Rodríguez Pérez y sobre la que escribe Domingo Marrero su columna ambientada en el viejo Arrecife marinero. [En PELLAGOFIO nº 5 (2ª época, noviembre 2012)].

Por DOMINGO RODRÍGUEZ MARRERO

Sal y viento. Lava y sol. Elementos que han esculpido a Lanzarote convirtiéndola en isla única, inconfundible, bellísima, nacida del picón y las olas, modelada por el hombre y la mujer que convirtieron en productiva la tierra dominada por el malpaís. Lanzarote, la isla que sigue mostrando el fuego nacido en las entrañas de la Tierra, que aún respira por Timanfaya. Y el mar. Presencia absoluta y conformadora de la personalidad de Arrecife, nacida por y para el mar. Fue la capital de la isla de los volcanes la que contó, hasta los años cincuenta, con la mayor flota de pesca artesanal de Canarias, propiciando, desde sus mismos orígenes, que se desarrollara una importantísima industria en torno a la actividad pesquera: maestros en el arte de confeccionar y reparar velas, excelentes carpinteros de ribera, rederos, calafates y otros especialistas en los múltiples oficios y necesidades del mundo de la mar.

Sal y viento. Lava y sol. Elementos que han esculpido a Lanzarote convirtiéndola en isla única, inconfundible, bellísima, nacida del picón y las olas, modelada por el hombre y la mujer

Testimonios de la época de esplendor de la industria de la pesca en Arrecife han llegado hasta nuestros días gracias a quienes atesoran vivencias y recuerdos de esos tiempos, además de al rico folklore marinero recogido por parrandas como Los Buches y los Amigos de Portonao, y a las imágenes que nos muestran escenas del pasado de Arrecife, como esta fotografía tomada en la calle El Puente, junto a la casa ubicada entre las calles León y Castillo, Coll y la ya citada El Puente.

Sobre un mar de piedras, el barco de Fefo Rodríguez y Juanito Arroyo espera paciente su acabado, mientras el maestro velero Juan Estévez y sus hijos cosen las velas bajo la mirada de un grupo de chiquillos curiosos, depositarios de recuerdos del viejo Arrecife de sus infancias, entre los que se encuentra probablemente el de la mañana de la foto.

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