De polizón en el ‘Golondrín’ en noche de luna llena

«Gran Tarajal era un gran huerto. La carretera asfaltada acababa ahí. Jandía era un rally. Nos quedamos en unos bungalows inacabados», escribe Míchel Jorge Millares en esta entrega para la serie “Baúl del lector”. [En PELLAGOFIO nº 114 (2ª época, enero 2023)].
Por MÍCHEL JORGE MILLARES
Periodista
Viajar entre las islas en 1976 era muy caro y las frecuencias de la naviera Trasmediterránea eran limitadas. Por eso, y por 500 pesetas, unos schamaneros llegamos una madrugada al puerto de Gran Tarajal a bordo del Golondrín, con la bodega y la cubierta cargada de mercancías. Salimos por la tarde del puerto de La Luz en Las Palmas, ocultos en el interior, y disfrutamos de una luna llena que iluminó el océano Atlántico como nunca he vuelto a contemplarlo. Un año antes, nuestro satélite también nos acompañó toda la noche en el Ciudad de Huesca (¿o era su gemelo el Ciudad de Teruel?), en la ruta a la Isla Bonita, para disfrutar de las Fiestas Lustrales.
Aquella gigantesca luna hacía brillar el horizonte curvo de la tierra con una nitidez extraordinaria, sin otra referencia que una tímida bombilla, mientras con un radiocasete escuchábamos sobre el Atlántico «The Dark Side of the Moon», de Pink Floyd, al ritmo del motor del Golondrín y los marineros mosqueados con estos hippies.
El mar demostró que viajábamos a su merced. Una ola barrió la cubierta a pesar de navegar en calma chicha. El mar es traicionero
El barco de cabotaje iba semanalmente a la isla majorera. En aquellos tiempos nos pareció suficientemente grande, aunque ya conocíamos la majestuosidad del Queen Elizabeth de la Cunard Line. Pero el mar demostró que viajábamos a su merced. Una ola barrió la cubierta a pesar de navegar en calma chicha. El mar es traicionero.
Gran Tarajal era un gran huerto. La carretera asfaltada acababa ahí. Jandía era un rally. Nos quedamos en unos bungalows inacabados y un camión cisterna llenó de agua los bidones de uralita. Era el preludio del turismo que vendía el paraíso sobre plano. La isla sin infraestructuras ni recursos que se vendía a fondos de inversión alemanes.
Y los canarios éramos sus polizones.