En el Sur zombis, no; pero buen pescado, sí

«Poco le quedaba ya [a esta imagen del Sur de Gran Canaria] para el gran cambio, que se iba extendiendo como una ameba desde el sureste, y que ha reemplazado a la pesca del pescado por la pesca del turista como actividad primaria,” escribe Carlos Santana Jubells en esta entrega de la serie “Baúl del lector”. [En PELLAGOFIO nº 78 (2ª época, septiembre 2019)].
Por CARLOS SANTANA JUBELLS
Historiador, archivero y gestor documental
Contaba Víctor Grau-Bassas en una carta dirigida a Juan de Padilla en marzo de 1886 (que se conserva en el archivo de El Museo Canario) las peripecias de una expedición al sur de Gran Canaria, en busca de restos arqueológicos, que los llevó a pasar un par de noches en la playa de Mogán:
“(…) nuestra situación era muy mala en la playa: ni comida para las bestias y menos para nosotros. En otros tiempos había pescadores y alguien que hiciese comida; hoy no hay más que casas deshabitadas. (…); los pocos habitantes que quedan son momias, no hombres; la miseria más espantosa reina en absoluto en la playa de Mogán”.
La imagen que nos ocupa este mes es de ese mismo lugar, sólo que casi cien años después de aquella amarga experiencia. Y, o bien el bueno de don Víctor exageró para dotar de dramatismo expedicionario su viaje por el sur de la isla, o mucho cambiaron las cosas en ese espacio de tiempo.
No pretendo porfiar al insigne Grau-Bassas. Es evidente que los paisajes evolucionan al ritmo de las sociedades que los modelan. Y es cierto que, no muchos años después de 1886, la playa y puerto de Mogán vivieron una etapa de crecimiento que los llevó a contar incluso con una fábrica de salazón de pescado. Pero seguía siendo un centro de actividad pesquera tradicional, como toda la vida lo fue, para autoconsumo y venta de excedentes frescos o jareados.
El Puerto de Mogán se convirtió en un remedo de una famosa ciudad italiana con canales. Permítaseme la licencia, con todo respeto, de decir que no hay cosa que me repatee más que escuchar o leer ese aberrante símil urbanístico
Puede que a ese estado de evolución del paisaje corresponda más o menos esta imagen, tomada en la década de 1950.
Poco le quedaba ya para el gran cambio, que se iba extendiendo como una ameba desde el sureste, y que ha reemplazado a la pesca del pescado por la pesca del turista como actividad primaria, convirtiendo parte de la zona en un remedo de una famosa ciudad italiana con canales. Permítaseme la licencia, con todo respeto, de decir que no hay cosa que me repatee más que escuchar o leer ese aberrante símil urbanístico.
Pero al menos en Mogán se sigue comiendo buen pescado y ya no hay zombies momificados deambulando por las callejuelas en plan The walking dead; aunque dudo de que alguna vez incluso los hubiera, don Víctor.