En la carretera de Gallegos, esos hombres no están cogiendo tunos

En la «obra descomunal iniciada en la década de los 50 del pasado siglo» de la carretera de Gallegos, escribe Santana Jubells en esta entrega de la serie “Baúl del lector”, perdieron la vida «no menos de sesenta hombres en un derrumbe en 1957″. [En PELLAGOFIO nº 92 (2ª época, enero 2021)].
Por CARLOS SANTANA JUBELLS
Historiador, archivero y gestor documental
Hay un punto en el norte de La Palma, ubicado en las proximidades de Roque del Faro (en el noble término municipal de Garafía), en el que hasta hace menos tiempo del que piensan tenías dos opciones para salir. La primera, tirar a la izquierda y comerte con papas la ruta Puntagorda-Tijarafe-El Time-Los Llanos de Aridane-El Paso-Subida a Cumbre Vieja antes de los túneles (que, si no recuerdo mal, datan de finales de los años 90) y, finalmente, bajada a Santa Cruz de La Palma.
Esta ruta tiene la variante de enfilar para la cumbre a la altura de Hoya Grande, más corta, pero no recomendable para oídos delicados, pues pasas de los 2.426 metros de altitud del Roque de los Muchachos a cero metros sobre el nivel del mar casi en caída libre.
La segunda vía era a la derecha y comerte con las mismas papas una pista de tierra que te ponía en Barlovento y, de allí para abajo, todo cómodo hasta la capital de la isla, y que logró en su momento sacar de un aislamiento casi total a Franceses y Gallegos (no, no son gentilicios, son lugares).
La orografía convirtió en infernal la construcción de esa pista de tierra, llamada actualmente con el insulso nombre de LP-109
Dense un paseíto por Google Earth y comprobarán que no miento si digo que la salida por la derecha es todo lo corta y directa que permite la orografía palmera. La misma orografía que convirtió en infernal la construcción de esa pista de tierra, llamada actualmente con el insulso nombre de LP-109, y de la que fui usuario en multitud de ocasiones.
A dicha construcción pertenece la imagen de este mes, una obra descomunal iniciada en la década de los 50 del pasado siglo a base de poco más que pico, pala, dinamita y vidas humanas, de las que se perdieron no menos de sesenta en un derrumbe en 1957.
Si señores y señoras, esos hombres están construyendo una carretera que mejoraría las vidas de mucha gente, no están cogiendo tunos. Hoy en día hay alternativas más cómodas, como la LP-1, que, no obstante, se cierra a cada momento por derrumbes debidos a la misma orografía endemoniada, normales por otra parte en una isla que se desmorona (como todas las islas) y que, según dicen, es la más vertical del mundo en relación a su perímetro.
Permítaseme, 70 años después, agradecerles aquel esfuerzo titánico; y de manera puramente egoísta, lo reconozco, pues la experiencia de recorrer esa pista de tierra y atravesar sus túneles de roca viva es una auténtica delicia.