Baúl del lector

¡God save the ‘quinegua’!

«En esta serrería se hacían las cajas de tablillas con capacidad para 25 kilos de papas quinegua. Esas cajas retornaban las King Edward a Gran Bretaña, acompañadas de la sonrisa de aquellos afortunados serreros», escribe Míchel Jorge Millares en esta entrega de la serie “Baúl del lector”. [En PELLAGOFIO nº 119 (2ª época, junio 2023)].

Por MÍCHEL JORGE MILLARES
Periodista

Rostros sonrientes de varios trabajadores de la Serrería El Pilar en el sur de Tenerife, en torno a 1963. Nos recuerdan un pasado no muy lejano que poco tenía de bucólico. La enseñanza o la sanidad pública, las residencias de mayores o las guarderías, tenían más de obras de beneficencia o caridad que de un servicio público. La autarquía, el subdesarrollo, el analfabetismo crónico.

Todo se suplía con la lucha por sobrevivir. Y sonreír.

En aquellos tiempos, el sector primario era el que tiraba del PIB. Los sures seguían siendo el paisaje de zafras que se extendían por aquellas laderas, roturadas al sol, para cultivar tomates. Y otras hortalizas. Pero también se exportaban papas a Inglaterra. Enviábamos tubérculos tras cultivarlos con las semillas importadas en sacos con palabras en inglés: King Edward (quinegua para el isleño) o Up to Date (autodate).

Todo se empaquetaba para su transporte a los muelles Canary Wharf de Londres. Pero también exportábamos mucha mano de obra, para fregar calderos o pisos en los hospitales británicos

Todo se empaquetaba para su transporte a los muelles Canary Wharf de Londres. Pero también exportábamos mucha mano de obra, para fregar calderos o pisos en los hospitales británicos. Porque ni la pequeña industria alimentaria, ni vivir la etapa de mayor auge exportador agrícola, garantizaban el sustento. Hasta que llegó el turismo, justo en aquellos años.

En esta serrería se hacían las cajas de tablillas con capacidad para 25 kilos de papas quinegua. Las enviaban a las cooperativas del sur tinerfeño: Fasnia, Arico, Granadilla, San Miguel, Adeje.

Las cajas llevaban las papas empaquetadas con turba. La madera se cortaba del monte en Tenerife (pino insigne y eucaliptos), pero también se traía mucho pino de Galicia. El pino canario era una ruina, no había sierra que pudiera cortarlo sin estropearse. Y esas cajas retornaban las King Edward a Gran Bretaña, acompañadas de la sonrisa de aquellos afortunados serreros.

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