La azotea del Puentillo

Una fotografía de 1962 en una azotea del barrio portuario de La Isleta (Las Palmas de Gran Canaria) da pie a nuestro columnista para su comentario en esta entrega de la serie el “Baúl del lector”. [En PELLAGOFIO nº 36 (1ª época, diciembre 2007).]
Por DOMINGO RODRÍGUEZ MARRERO
Director de ‘La Alameda’, de Canarias Ahora Radio
Las azoteas noveleras de los barrios portuarios de cualquier lugar del mundo siempre fueron atalayas desde las que ojos avizores de horizontes marinos proyectaban sus miradas escrutando cuanto ocurría alrededor. La Isleta era, desde sus orígenes, un magnífico balcón al océano, una terraza inmensa abierta a los cuatro vientos del Atlántico y a los miles de momentos que se sucedían cada jornada, con el ajetreo de la bahía y la alternancia de luz proyectada sobre el mar de la ciudad, en cuya silueta destacaba la catedral inacabada que se veía desde cualquier punto del litoral.
Esa ciudad de catedral inacabada quedó tapada por las edificaciones que poco a poco fueron creando una cortina de hormigón que impidió, a ojos soñadores, seguir disfrutando del impagable espectáculo de los barcos
Y esa ciudad de catedral inacabada quedó tapada por las edificaciones que poco a poco fueron creando una cortina de hormigón que impidió a ojos soñadores, a ojos de mirada escéptica, a ojos ancianos y a ojos que empezaban a mirar, seguir disfrutando del impagable espectáculo de los barcos en el trajín portuario mientras las gaviotas revoloteaban en una coreografía de salitre que el tiempo fue ocultando progresivamente a los ojos de las azoteas isleteras.
Año 1962. Edificación de las viviendas de la Junta de Obras del Puerto. Inicio del fin de La Isleta como barrio abierto en plenitud a la bahía y a la ciudad. La sombra de un niño (¿quizás niño-fotógrafo?) se proyecta sobre otro niño como barruntando el futuro de sombras que aguardaba al barrio. “La azotea del Puentillo”, testimonio de una época que nos ha hecho recordar Héctor Cabrera con su foto enviada desde Fuerteventura.