Baúl del lector

La sabiduría que heredamos

Antonia Alonso Padilla, con un queso majorero en las manos y rodeada de su familia en los años 60, protagoniza esta vieja fotografía y el comentario de Domingo Rodríguez al escribir esta entrega de la serie “Baúl del lector”. [En PELLAGOFIO nº 18 (2ª época, marzo 2014)].

Por DOMINGO RODRÍGUEZ MARRERO

En el llano de Santa Catalina, junto a la bella e histórica Betancuria, se levanta una industria quesera donde se aúna la tradición con el equipamiento más moderno para lograr un producto que es ejemplo incontestable de la fructífera relación del hombre con la Naturaleza. Desde el ordeño a la manipulación primorosa de la materia prima salida de las ubres, el mimo y el conocimiento de la técnica ancestral consiguen uno de los alimentos más presentes en las sociedades humanas por encima de fronteras, geografías y latitudes. Es el queso, nutritiva delicia que cuenta con excelentes productores en nuestras islas, siguiendo una tradición que se pierde en los orígenes del tiempo, y que es tan variada como paisajes y climas hay.

Fuerteventura es uno de los lugares donde el queso forma parte indubitable de la vida y la cultura de sus habitantes

Fuerteventura es uno de los lugares donde el queso forma parte indubitable de la vida y la cultura de sus habitantes. Los majoreros han sabido mantener vivo el arte de su elaboración, constituyéndolo en seña de identidad que nace de una austeridad secular impuesta por las propias condiciones climáticas y orográficas que caracterizan a la isla.

Modernidad y tradición van de la mano en la quesería La Villa, donde Margot Robaina mima el proceso de elaboración del preciado manjar sin perder de vista la sabiduría heredada de sus padres y abuelos, vigilantes desde la foto que refleja una época pasada, cuando aún se conservaba el queso enterrado en la tierra o en lentejas. Su madre, Antonia Alonso Padilla, con una hermosa pieza en las manos. A su lado, el hermano de Margot. Y flanqueando la escena, los abuelos. Mientras, el burro posa seguro de su fotogenia, completando la composición los sacos, el balde y las sombreras en el paisaje humilde de la isla majorera de los años sesenta.

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