Baúl del lector

Literalmente, camino de la boda

En el macizo de Anaga «a las bodas (y posiblemente también a bautizos y funerales) se iba a pie y en comandita, abriendo la expedición novio, novia, padrino y madrina», escribe Carlos Santana Jubells en esta entrega de la serie “Baúl del lector”. [En PELLAGOFIO nº 59 (2ª época, diciembre 2017)].

columnista-jubellsPor CARLOS SANTANA JUBELLS
Historiador, archivero y gestor documental

Se diría que la tortuosa orografía del macizo de Anaga, esa especie de isla diferente pegada a la de Tenerife, con sus cuchillos, barrancos y roques, queda perfectamente reflejada en esta procesión nupcial, una fotografía tomada en algún momento de la década de 1950 cerca de alguno de sus caseríos. Nada de coches engalanados. Nada de familiares y otros invitados llegando cada uno por su cuenta. A las bodas (y posiblemente también a bautizos y funerales) se iba a pie y en comandita, abriendo la expedición novio, novia, padrino y madrina. Detrás el resto de los convidados. Y de vuelta al convite, también a pie.

En la mayoría de las sociedades las uniones matrimoniales, en sus distintas formas, son acontecimientos festivos, de socialización y de ruptura de lo cotidiano, y suelen estar altamente ritualizados. Por obvias razones no les voy a contar el ritual de la boda católica, pero sí lo que nos ha llegado por vía de la historia oral respecto a los usos en estas procesiones en esta zona de Tenerife. Parece ser que los hombres iban con los licores (dentro y fuera del cuerpo), mientras que las mujeres iban con golosinas y frutos secos. Los que no acudían a la boda se las pergeñaban para colocar en algún punto del recorrido un plato con flores; los niños hacían un arco para los novios, los bañaban de flores y en recompensa por el detalle, el plato vacío se llenaba con las chucherías. Finalizada la boda, se deshacía el camino hasta la casa de algún familiar de los ya casados para continuar celebrando.

Los hombres iban con los licores (dentro y fuera del cuerpo), mientras que las mujeres iban con golosinas y frutos secos. Los que no acudían a la boda se las pergeñaban para colocar en algún punto del recorrido un plato con flores

Pero, en esta imagen, ¿van o vienen? Pues van. Estos dos aún no conocen las mieles del matrimonio (o sí, quién sabe…). Encabezan el novio –algo envarado–, y la madrina. Les siguen el padrino y lo que debe ser la novia escondida tras una montaña de tul blanco. Aún tapada y del brazo de un hombre que no es su marido, sin duda va camino de un altar que a saber a qué distancia está todavía.

Y fueron felices y comieron perdices. O no. Vaya usted a saber.

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