Baúl del lector

Moverse en los tiempos del cólera

«Setenta años antes de los fast ferrys, macro muelles delirantes, anillos insulares y carreteras transitables, la gente también se movía y los fast ferrys eran los llamados ‘barcos de tráfico”, escribe Carlos Santana Jubells en esta entrega de la serie “Baúl del lector”. [En PELLAGOFIO nº 70 (2ª época, diciembre 2018)].

columnista-jubellsPor CARLOS SANTANA JUBELLS
Historiador, archivero y gestor documental

Unos 70 años antes de los fast ferrys, macro muelles delirantes, anillos insulares y carreteras transitables, la gente también se movía. En varios puntos costeros de las islas, los fast ferrys eran los llamados “barcos de tráfico” y las autopistas, el propio mar. En la imagen, Antonio Romero del Castillo, Antonino, patrón del barco de tráfico San Juan (a nuestros ojos poco más que una barquilla de pesca), sale de Roque Bermejo con destino a Santa Cruz de Tenerife con unos pocos pasajeros. Mucho más cómodo y rápido llegar a la capital por mar que no atravesando la bellísima, pero crudelísima geografía anaguense, dónde va a parar.

Aunque Antonino no solo desplazaba personas. Su barco de tráfico realizó incontables viajes para llevar a los mercados capitalinos las producciones de Anaga (plátanos, carbón, papas o lo que se terciara) y volver cargado de productos básicos para abastecer a las ventas de los caseríos (aceite, azúcar, fideos o lo que se terciara).

70 años tampoco es tanto. Un “antier” para la Historia. Pero me sorprende y me fascina la velocidad de los cambios que fulminaron prácticas como ésta

De vez en cuando nos llegan noticias de un niño nacido en un taxi o de un avión que da la vuelta porque un pasajero ha fallecido en pleno vuelo. Nada nuevo bajo el sol. Antonino también fue testigo de algún nacimiento y de alguna que otra muerte.

Setenta años tampoco es tanto. Más o menos es lo que dura una vida humana media; un “antier” para la Historia y menos de “medio segundo” para la Geología. Pero incluso a mí, señor de mediana edad con formación en Historia, me sorprende y me fascina la velocidad de los cambios que, en menos de lo que dura una vida humana, fulminaron esta y otras muchas prácticas y formas de vida. Cualquier tiempo pasado no siempre fue mejor. No cabe duda de que el incremento y la mejora de la conectividad de nuestras islas, desde dentro y para afuera, ha mejorado la calidad de vida de sus habitantes. Pero me (les) hago una pregunta o invitación a la reflexión: ¿No nos estaremos pasando un poco?

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