Baúl del lector

Movilizados por la UD Las Palmas

A partir de una curiosa fotografía de los años 50 del siglo XX, que presenta un barco repleto de hinchas de la Unión Deportiva Las Palmas rumbo a Tenerife, Domingo Rodríguez escribe otra entrega de la serie “Baúl del lector”. [En PELLAGOFIO nº 16 (2ª época, enero 2014)].

Por DOMINGO RODRÍGUEZ MARRERO

Desde su fundación en 1949, la Unión Deportiva las Palmas contó con una nutrida y fervorosa afición, surgida de la necesidad que había de poseer un símbolo que representara a toda la ciudad, a la isla y a la provincia. ¿Y qué mejor que un club de fútbol, capaz de aglutinar sentimientos y soñar con metas posibles de alcanzar, dada la calidad innata de muchos jóvenes futbolistas de la tierra, de las buenas maneras de jugar la pelota y de la personalidad futbolística que poseían en cuanto a estilo?

No cabía un alfiler en el ‘Ciudad de Algeciras’. Hasta el punto que la tripulación obligó a los pasajeros a que se distribuyeran por las dos bandas, para evitar el riesgo de que el barco trabucase

Los distintos equipos que se unieron para dar origen a la UD Las Palmas tenían una trayectoria consolidada desde mucho tiempo atrás, lo que hizo que con la suma de las distintas aficiones se produjera un fenómeno de trascendencia social que se ha mantenido hasta hoy. Seña de identidad para muchos, sentimiento inequívoco de pertenencia a una comunidad, sufrimiento por las zozobras y avatares que han acompañado al equipo amarillo a lo largo de su historia, y orgullo sobresaliente por los triunfos cosechados. Como el que movilizó a los aficionados para celebrar en Tenerife el ascenso a la división de honor.

Debió ser en el año cincuenta y cuatro, cuando la UD consigue alcanzar por segunda vez la máxima categoría del fútbol español. La foto, cedida por don Andrés Rodríguez Berriel, certifica que no cabía un alfiler en el Ciudad de Algeciras. Hasta el punto que la tripulación obligó a los pasajeros a que se distribuyeran por las dos bandas, para evitar el riesgo real de que el barco pudiera trabucarse. Pero el júbilo era enorme por el ascenso logrado. Y celebrarlo en Tenerife no tenía precio. Era un hecho histórico que había que vivir. Y disfrutar, por supuesto.

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