La sal de La Isleta con tracción a sangre animal

Con la sal de La Isleta de fondo, Míchel Jorge Millares escribe que «la sal ha sido un producto valioso hasta hace unos años. Basta comprobar la cantidad de salinas que salpican nuestras costas, o recordar que el Castillo del Romeral se levantara para proteger el tesoro salinero». Es su tercera entrega para la serie “Baúl del lector”. [En PELLAGOFIO nº 102 (2ª época, diciembre 2021)].
Por MÍCHEL JORGE MILLARES
Periodista
En el imperio romano se pagaba a la tropa con sal, de ahí el origen pecuniario de la palabra salario o el topónimo Salzburgo. Hasta hoy, ya que el algoritmo de las criptomonedas podría cambiar radicalmente la historia y decidir la paga, o también que volvamos al trueque, incluso de sal.
La sal ha sido un producto valioso hasta hace unos años. Basta comprobar la cantidad de salinas que salpican nuestras costas, o recordar que el Castillo del Romeral se levantara para proteger el tesoro salinero de aquel lugar, a las puertas del desierto de Maspalomas. Incluso, antes de la conquista de Gran Canaria, los canarios crearon sus propias salinas, como las del Bufadero en el norte. Unas primitivas y rudimentarias estructuras sobre un saliente donde se cuece el Atlántico al sol para despojarlo de la sal.
Enfrente está La Isleta y sus salinas de El Confital, sus restos, creadas en 1867 y abandonadas en 1956.
Los carros de este tipo ¡y las tartanas! fueron habituales hasta los años sesenta en los barrios de Las Palmas, incluso compraban envases de vidrio hasta bien entrados los años 70
El carro de Celestinito el Salinero tirado por un burro y una mula, conducido por su hijo Francisco, es una de las últimas estampas de las salinas del Confital, desde donde partía el carretero a repartir sal por la ciudad y a los secaderos de pescado de La Isleta.
Los carros de este tipo ¡y las tartanas! fueron habituales hasta los años sesenta en los barrios, también en las zonas altas, para llevar, vender y recoger. Incluso compraban envases de vidrio hasta bien entrados los años 70. Los vehículos a motor, con combustibles fósiles que nos llevan al apocalipsis, dieron la estocada a los carros tirados a sangre animal. Todavía con la aparición de la cooperativa de transportistas autónomos Comofu en 1963 alguno de estos carros fue reciclado y acabó pintado de verde como las camionetas de la cooperativa…