Todo mar hasta la Antártida

«La Restinga es reserva marina y polo de atracción de submarinistas de todo el mundo; lo que no es óbice para que atraiga también a buenos comedores de pescado, entre los que me incluyo de manera ferviente», escribe Carlos Santana Jubells en esta entrega de la serie “Baúl del lector”. [En PELLAGOFIO nº 61 (2ª época, febrero 2018)].
Por CARLOS SANTANA JUBELLS
Historiador, archivero y gestor documental
Estoy seguro de que si a alguno de los presentes en esta imagen –tomada en algún momento de los años 70 del pasado siglo a juzgar por las indumentarias– le hablásemos de “pesca sostenible”, nos miraría con extrañeza socarrona del isleño y nos respondería con un “usssted qué dissse”, pegando la punta de la lengua al paladar para dejar claro que, además, ese isleño es herreño de La Restinga. La herencia de aquel desconocimiento de la pesca sostenible es, paradójicamente, la enorme sensibilidad con la que actualmente se trata a los fondos marinos de La Restinga, reserva marina y polo de atracción de submarinistas de todo el mundo; lo que no es óbice para que atraiga también a buenos comedores de pescado, entre los que me incluyo de manera ferviente.
Medio pueblo se ha concentrado en la punta del muelle. Si fuera 2011, tendría claro que era para ver las lejanas y algo tímidas manifestaciones superficiales de un volcán submarino
Hoy en día amparado por infraestructuras portuarias, La Restinga solo contaba entonces con el pequeño muelle de la foto, que apenas protegía a las barquillas de pesca del mal carácter que puede llegar a sacar el Atlántico abierto. Sí, abierto, porque más abajo de La Restinga solo hay mar hasta llegar a La Antártida; eclipsada por su vecina la Punta de Orchilla y su malogrado Meridiano 0, poca gente se acuerda de que La Restinga es el extremo sur de Europa.
Tratados ya los temas de la pesca y el mar, francamente lo que más me llama la curiosidad de esta instantánea es dilucidar la razón por la que medio pueblo se ha concentrado en la punta del muelle. No tengo ni idea, pero debió de ser, cuando menos, entretenido. Si fuera 2011, tendría claro que era para ver las lejanas y algo tímidas manifestaciones superficiales de un volcán submarino que, en última instancia y a largo plazo, amenaza con desbancar a La Restinga como extremo sur de Europa añadiendo más tierra a la isla. Y bienvenida sea cualquier cosa que haga a El Hierro más grande de lo que ya es.