Baúl del lector

Una tartana en la utopía

Rodaje a bordo de una carreta en plena autovía… fue a principios de los setenta, siendo testigo de lo que acontecía el fotógrafo Tato Gonçalves. Una imagen sobre la que Domingo Rodríguez escribe su comentario de la serie “Baúl del lector”. [En PELLAGOFIO nº 30 (2ª época, abril 2015)].

Por DOMINGO RODRÍGUEZ MARRERO

Parte del piche ha desaparecido dejando ver los adoquines del muelle Santa Catalina sobre los que el cantante inglés Cliff Richards y The Shadows bailan, mientras van en busca de la bella chica vestida con indumentaria de colegiala inglesa, que desapareció a lomos de camello rumbo a cualquier punto de la ciudad. Son escenas de la película Días maravillosos, rodada en 1964 en Gran Canaria. En ella se aprecian, además del muelle, el parque y la jarca de noveleros que junto a la fuente no querían perderse el rodaje. Y todo un recorrido por diversos puntos de la ciudad a bordo de coche de caballos (no exactamente tartana), con la colaboración amable de un guindilla de la época con el peculiar aspecto de guardia colonial que otorgaban la casaca blanca y el salacot.

rodaje-en-la-autovia-3015-2Paseo de Chil, Parque Doramas, el paseo de la Cornisa de Escaleritas… Era Las Palmas de la época, que aún no contaba con la Avenida Marítima, una idea de la que ya se hablaba a finales del XIX y que se materializó en la década de los 70 del siglo pasado, obra de enorme trascendencia para el desarrollo de la ciudad, calificada como “una utopía del siglo XX” por el historiador y periodista Alfredo Herrera Piqué. Recién inaugurada, el cine pone también sus ojos en la autovía marítima. Y de nuevo el carro de caballos entra en escena.

rodaje-en-la-autovia-3015-3En este caso, el último que circuló por la ciudad. Una cámara, el equipo de rodaje, el cochero (o tartanero, como más guste) y en el asiento trasero, una joven guapa, como no podía ser de otra manera, ataviada con vestimenta aparentemente “típica canaria” posando para una película, para un reportaje, para un spot publicitario… Fue a principios de los setenta, siendo testigo de lo que acontecía el fotógrafo Tato Gonçalves.

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