Baúl del lector

Vendimias para vinos que «perfuman la sangre»

«Hoy se saborea el buen vino de buena uva y se mira hacia la viticultura con la nostalgia de vivir un instante de familia feliz, celebrando siempre la vida a través de la maceración y fermentación ceremonial», escribe Míchel Jorge Millares en esta entrega para la serie “Baúl del lector”. [En PELLAGOFIO nº 111 (2ª época, octubre 2022)].

Por MÍCHEL JORGE MILLARES
Periodista

Eran tiempos difíciles un año después de la primera crisis económica global, el primer crack o Jueves Negro de la bolsa de Wall Street que se convirtió en la Babel de la especulación y la gran estafa piramidal que suele repetirse periódicamente, porque la humanidad tropieza más de dos veces con la misma piedra. Pero la vendimia en el Monte era una celebración ritual, con su propio dios del vino, Baco, convirtiendo los frutos de la listán, negramoll y tintilla. Jugos que «perfuman la sangre», según dijo Shakespeare. Y el altar, tres en este caso, son los lagares de la bodega San Juan, dentro de la finca El Mocanal (Monte Lentiscal).

La de 1930 fue una buena vendimia que vivió toda la familia Millán junto a amigos y peones, en ese entorno de picón de volcanes donde crece la parra y donde los niños, junto a los adultos, participan de la transformación de la fruta en la bebida de tonalidades y matices olorosos, tras recoger con los mulos la cosecha que llegaba a la bodega en unas barricas de vendimia, atadas sus duelas de madera con el barrigal, cuello, argallo y testa de metal, que «hoy no hay quien las levante del suelo cargadas de uva», como solía decir José Millán.

Hoy se saborea el buen vino de buena uva y se mira hacia la viticultura con la nostalgia, celebrando siempre la vida a través de la maceración y fermentación ceremonial

Hoy se saborea el buen vino de buena uva y se mira hacia la viticultura con la nostalgia de vivir un instante de familia feliz, al unísono, celebrando siempre la vida a través de la maceración y fermentación ceremonial, incluso en aquellos tiempos difíciles. Esa sensación flota junto a la mesita al fondo de la bodega, coronada por la historia de su producción en la colección de botellas de distintas vendimias. El resultado de la originalidad sin engaños ni especulación, el fruto de la tierra y de las manos de los expertos viticultores del Monte.

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