Historia Oral

Antonio Manuel, el hombre que recuperó la risa del lobo palmero

Con varias razas ganaderas y caninas autóctonas, “La Palma es un reservorio impresionante”, decía Antonio Manuel Díaz en la primera entrevista que mantuvo con el autor de este artículo hace ya 22 años, entregado al rescate del lobo palmero (el pastor garafiano) en su propia casa, donde llegó a criar, él solo, 1.075 ejemplares. [En PELLAGOFIO nº 70 (2ª época, diciembre 2018)].

Por YURI MILLARES

Antonio Manuel Díaz Rodríguez (1929-2011) me recibió en su casa de Santa Cruz de La Palma un día de mediados de octubre de 1996, rodeado de algunos de los muchos perros que criaba en el amplio jardín. “Luchó incansablemente hasta lograr la recuperación de las razas autóctonas de bovino, caprino, ovino y porcino, y sobre todo del perro pastor garafiano” dicen las biografías que de él se han publicado tras fallecer.

“Soy profesor de enseñanzas medias, hace un par de años que me jubilé y he seguido con las mismas preocupaciones por las cosas medioambientales –se presentó–. Cuando tuve ocasión colaboré en el rescate de las razas autóctonas en La Palma, que es un reservorio impresionante. Canarias, en general, es riquísima, pero es que aquí (con setecientos y pico kilómetros cuadrados) hay cuatro razas de ganado mayor autóctonas perfectamente identificadas y valiosas”.

Pastor garafiano en la cumbre de la isla de La Palma. | FOTO HOEK

«Como persona particular no puedo afrontar la recuperación de especies mayores, así que me he dedicado a los perros»ANTONIO MANUEL DÍAZ

Y, además, se dedica a la cría del pastor garafiano, le dije. “Aparte de que los perros siempre me han gustado de forma especial, como persona particular no puedo afrontar la recuperación de especies mayores, así que me he dedicado a los perros”, contestó. En otras palabras, que de ser posible habría criado en el jardín de su casa hasta vacas. Pero sí hizo mucho por estas otras razas, impulsando iniciativas desde el Cabildo cuando, tras el fin de la dictadura, formó parte del primer gobierno insular elegido democráticamente en 1979, como consejero de Agricultura.

Fue entonces cuando, preocupado por la desaparición del perro lobo palmero (reconocido como raza autóctona en 2003 con la denominación de pastor garafiano para no generar confusión con otros perros lobo), formó un grupo de trabajo con jóvenes veterinarios para evitar que fuera una situación irreversible. “A medida que las comunicaciones fueron siendo más fluidas y empezaron a llegar aquí perros de todas clases, se empezó a mestizar”, dice del perro lobo que veía extinguirse. “Después de los primeros años cincuenta empezó a llegar, sobre todo, el pastor alemán. Hizo unos estragos impresionantes porque, deslumbrados con él, olvidamos lo que teníamos nosotros, empezamos a cruzar y en los años ochenta…”, deja en suspenso el final de la frase, indicando que es cuando se encendieron las alarmas.

«Los perros [cruzados con el pastor alemán] ya no servían, mordían las ubres y tenían que cortarles los colmillos con las tenazas para que no dañaran a las cabras»ANTONIO MANUEL DÍAZ

Antonio Manuel con algunos de sus garafianos, antiguamente llamados lobos. | FOTO YURI MILLARES

“Todo fue consecuencia de las quejas de los propios cabreros, que en las visitas que les hacíamos nos hablaban de que los perros ya no servían, porque eran muy duros con el ganado, mordían las ubres y hasta tenían que cortarles los colmillos con las tenazas para que no dañaran a las cabras”, recordaba.

“Echaban de menos el perro antiguo y claro, yo recordaba ese perro antiguo perfectamente y se lo dije a esta gente joven”, a los veterinarios que se sumaron con él a la tarea que de inmediato programaron para, primero, identificar mediante encuestas cómo era el perro lobo y, segundo, localizar a los ejemplares que pudiera haber que todavía se le parecieran.

37 encuestas, 5 lobos
Hicieron, pues, 37 “encuestas entre cabreros, viejos ganaderos ya retirados de cuando todavía no había ni carreteras, llevando los ganados en el verano a la cumbre y en invierno a la costa. Los resultados de esa encuesta fueron interesantísimos: por una parte, por la coincidencia de las respuestas, y por otra, por la coincidencia con la idea que teníamos del perro”.

«El censo localizó nada más que cinco perros de los que se podía decir «responde al primitivo tipo del pastor garafiano»»ANTONIO MANUEL DÍAZ

El segundo paso, el censo de los perros que podían quedar, permitió localizar a varias decenas que se parecían en algo, “que había algunos muy bonitos, porque la mezcla del pastor alemán con el garafiano era un perro espectacular. Pasa como con los híbridos, se crean unos ejemplares espectaculares, pero se pierde la raza y en la descendencia viene la disgregación de caracteres y no sirve para nada. No había nada más que cinco de los que se podía decir «responde al primitivo tipo del pastor garafiano»”.

«El vigor genético que tenía la raza hizo que en las primeras camadas empezaran a reaparecer caracteres como la ‘risa»ANTONIO MANUEL DÍAZ

De esos cinco perros útiles, “dos eran tan viejos que no pudimos sacar nada de ellos, porque ya eran estériles”, así que optaron también por utilizar a sus descendientes que, “sin ser tan perfectos, tenían sangre de ese perro”. Lo curioso es que, a pesar de los escasos recursos de que disponían, “el resultado fue espectacular: el vigor genético que tenía la raza hizo que en las primeras camadas empezaran a aparecer caracteres y detalles que no tenían ni los reproductores, pero estaban recogidas en las encuestas”.

Como curiosidad muy característica de este perro recuperaron “lo que le llamamos la risa, que no es risa, ni mucho menos. Es lo que el experto en conducta canina llama «sumisión activa»: el perro es sumiso, pero enseña los dientes y, al mismo tiempo, mueve el rabo. Entonces parece que se ríe. Eso había desaparecido, no había ningún perro que tuviera esa característica. «Se reían», decían los viejos. Y yo también lo recordaba”.

Selección funcional
En cuanto al carácter, me explicó cómo fue un perro al que se le hizo una selección puramente funcional. “Los ganaderos o pastores que tenían estos perros para el pastoreo no tenían ninguna consideración a la estética, ni a la morfología del perro: e1 mejor perro era el mejor que pastoreaba”. Pero ojo, “hay que tener en cuenta que cuando se habla de un gran perro pastor hay que apoyarse en tres cosas: no sólo es el perro, es el cabrero que tiene que tener unas dotes especiales para adiestrarlo y es la manada de cabras. Esos tres elementos tienen que compenetrarse”.

“A través del tiempo y de los siglos en los que se formó la raza, que se llegara a un perro con la homogeneidad que tiene el perro pastor garafiano es verdaderamente admirable”ANTONIO MANUEL DÍAZ

Siguiendo este criterio, “a través del tiempo y de los siglos en los que se formó la raza, que se llegara a un perro con la homogeneidad que tiene el perro pastor garafiano es verdaderamente admirable”. Y explicaba que “la función crea la forma”, de modo que “encontramos perros muy similares en Hungría, en el norte de España o en la China, que no tienen ningún contacto”.

Los rasgos que tiene se buscaron “sin ninguna concesión”. Y si el animal no respondía, se sacrificaba. “Y se comprende por las condiciones de precariedad en que vivía la población de La Palma, aislada, que no permitía mantener un animal que no estuviese prestando un servicio”.

¿Y el origen de este perro?, quise saber. “Está claro que el perro y el hombre han seguido unas líneas paralelas. Ni el canario actual es igual al anterior a 1493 en La Palma, ni el perro que hay hoy es el mismo que había antes. Aquí había aborígenes, había perros, había cabras y unos y otros sufrieron mayor o menor influencia con las riadas de pobladores europeos que llegaron después. La existencia de perros en las Islas está perfectamente contrastada. Hablé con [el arqueólogo] Jorge Pais y me dijo que había dos tipos de perros, uno pequeñito y otro grande, contrastado en las excavaciones arqueológicas”.

«¿Cómo podían los aborígenes hablar de perro de pelo lanudo si no lo habían visto? Tenía que haberlo»ANTONIO MANUEL DÍAZ

Noblote y sumiso
Recordaba Antonio Manuel Díaz el conocido dato de crónicas de la conquista que lo confirman. “Abreu y Galindo citaba cómo la representación del diablo en La Palma tenía forma de perro negro y lanudo. ¿Cómo podían los aborígenes hablar de perro de pelo lanudo si no lo habían visto? Tenía que haberlo. El que relacionaran al diablo con el perro, tanto en La Palma como en otras islas nos parece lógico, porque al no haber aquí otro tipo de depredador, quien único le podía hacer daño a sus ganados eran los perros asilvestrados, entonces era el diablo”.

Puesto a definir el carácter del perro pastor garafiano, decía que “es un lupoide, con las cualidades en cuanto a inteligencia propias de todos lo lupoides. Este perro aprende todo lo que le enseñes. Es un perro sumiso, que jamás hace por agredir, incluso cuando uno le va a coger la comida, se retira. Prueba de ello es que cuando uno le habla, inmediatamente pliega las orejas. Lo que no quiere decir que, si se le adiestra en plan de defensa o de guarda, no responda perfectamente. Pero en su situación normal es muy noblote”.

■ HABLAR CANARIO
El favorito del pastor es oscuro, quinqueño y con lunar

La Asociación Española Perro Pastor Garafiano que fundara Antonio Manuel Díaz en 1996 sigue muy activa y con unos 900 ejemplares registrados en la Real Sociedad Canina Española. En 2018 hablamos con César Cabrera, miembro de dicha asociación para seguir conociendo detalles de la raza, en la que trabajan, “sobre todo, para mantener esa capacidad de trabajo que tiene como perro pastor”.

CÉSAR CABRERA:
«Hay una tradición que dice que el perro garafiano bueno tiene el paladar negro, pero en el estándar racial eso no existe»

Y nos habló de Horacio Santiago, “un pastor de 80 y pico años que lleva unos años colaborando con nosotros y cuenta un montón anécdotas como lo que hacían ellos antes cuando iban a la cumbre: al tener que bajar el queso [a la ciudad] se quedaba el perro sólo arriba con el ganado y cuando volvían el ganado y el perro estaban en el sitio. Esa era su función. «Sólo le falta hablar», dice Horacio del perro que tiene ahora”.

Los pastores palmeros tienen su propia selección del garafiano que les gusta. Por ejemplo, que sea de pelo oscuro, “pero se fijan más en los espolones”, dice César Cabrera. “Les gusta el que ellos llaman quinqueño*. Es casi lo primero en que se fijan, «¡mira, ese es quinqueño!», dicen. Significa que en las dos patas de atrás tiene lo que se llama el espolón, porque todos no lo tienen. No define a la raza, es una característica que tienen muchos perros, pero puedes tener padre y madre con espolones y salirte hijos sin ellos. Son tradiciones, igual que hay otra tradición que dice que el perro garafiano bueno tiene el paladar negro; otra que dice que tiene un lunar en la boca. Pero en el estándar racial eso no existe”.

*VOCABULARIO
quinqueño. En el habla de los cabreros palmeros, el perro con un quinto dedo o espolón en sus extremidades anteriores. Es hereditario, aunque no aparece en todas las generaciones (sin citas). Según el especialista canino Javier R. Batallé, “existe la creencia que la aparición de este quinto dedo o espolón en algunas razas es debida a que antiguamente, a los perros de montaña les servía para adaptarse mejor a la nieve y a caminar por rocosas montañas” ●

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