‘Bajando santos’ y alabando al Señor por el camino de la Peña
El Hierro / Mudadas por un risco peligroso

El tiempo en que los herreños estaban en permanente mudada ha pasado (y no hace mucho). Cuatro veces al año se movían de sus casas y tierras en la meseta central de la isla hacia las que tenían en el valle del Golfo. Para ello había varios senderos o caminos de herradura: el del risco de Tibataje entrañaba un riesgo permanente y se recorría ‘bajando santos’. [En PELLAGOFIO nº 99 (2ª época, septiembre 2021)].
Por YURI MILLARES
“Por las estrecheces que había, siempre estábamos de un lado para otro. Y esa era la razón por que teníamos dos casas; a lo mejor no teníamos muebles para las dos, pero teníamos dos casas y dos terrenos”, me contaba en 1998 y durante una larga entrevista Basilio Padrón Morales (1933-2018), que en esa época participaba en una curiosa tertulia de amigos y veteranos para rescatar historias y anécdotas de la vida del herreño en el programa La Estancia, de Radio Garoé/Cadena Ser.
«Los habitantes de El Hierro han sido a lo largo de toda su historia un pueblo de transeúntes» MAXIMIANO TRAPERO

“Yo te diría, amigo Millares, que esta es una isla digna de quererla. Aunque es la más pequeña y la más alejada, no es por ese motivo, sino porque es muy distinta a las otras islas, porque su vida fue esa”, decía en alusión al permanente estado de mudanza en que vivían, con las papas arriba y las viñas abajo.
“Los habitantes de El Hierro han sido a lo largo de toda su historia un pueblo de transeúntes”, escribe Maximiano Trapero en el libro Guía de Senderos de El Hierro (Gobierno de Canarias, 1995). A cada pueblo en la zona alta de la isla le correspondía otro pueblo en el valle de El Golfo, a donde se mudaban con los animales y enseres que tuvieran. Así, los de Guarazoca, Erese y Echedo, en el norte, se establecían en Las Puntas y Los Mocanes. En este caso, tenían que ir y venir atravesando el risco de Tibataje –un tramo especialmente peligroso– por el camino de la Peña.
«Los higos pasados había que cosecharlos abajo, en Frontera, y las semillas de las papas que había que plantarlas arriba, en Nisdafe» JUAN ‘MARTÍN’
“Los higos pasados había que cosecharlos en Frontera y las uvas y los duraznos también; la cebada, el millo y ciertas cosas de época como la semilla de las papas que había que plantarlas en el verano, arriba en Nisdafe –me contaba Juan García Casañas (Juan Martín) esta pasada primavera a sus 88 años–. Teníamos dos cercados allí y el 18 de julio estaba prohibido trabajar, pero mi padre decía «no, hombre». ¿Y si le ponen una multa, papá?, le decía yo. Pero quedaba oculto del camino y contestaba: «Allí no pasa nadie»”.
Juan Martín (por su abuelo paterno que era García, pero se llamaba Antonio Martín) vive ahora sólo en Los Mocanes (abajo), aunque procede de Erese (arriba). A veces estaban mudados en El Golfo, pero tenían que seguir subiendo a Nisdafe a labores puntuales: “Se levantaba uno todavía de noche para hacer trabajos en el norte. Ni despertador ni nada. [Mi padre] me llamaba, «Juan, vamos». La mayoría de las veces iba él solo. Hacíamos los trabajos y a dormir otra vez aquí [en Los Mocanes]”.
«El día que uno se mudaba cargaba la bestia para llevar el cochino y las gallinas» JUAN ‘MARTÍN’

Recuerda que “el día que uno se mudaba cargaba la bestia (porque después se llevaba en camión, pero, primeramente, caminando o con bestia) para llevar el cochino y las gallinas. Mi padre tenía unas barquetas muy largas y ponía las gallinas ahí (el que no tenía barquetas le amarraba las patas y cargaba a la bestia con las gallinas colgando) y la bestia ya iba directa para el norte. Y si estábamos arriba, directa para aquí. Las vacas con el movimiento de la casa ya sabían que se mudaban, cogía uno y las echaba delante”. Al preguntarle si por bestias se refiere a mulas, precisó que “la mayoría de las veces eran burros”.
«Una vez me vi apurado. Le digo al hombre ¡cuidado!, le tiré mano por la espalda y nos arrimamos pensando que la piedra iba a pasar por encima de nosotros» JUAN ‘MARTÍN’
En esas mudadas más de una vaca se quedó por el camino al intentar atravesar el risco por el camino de la Peña debido a los desprendimientos. “Nunca mató, que yo sepa, una piedra a una persona; animales, sí”, asegura. “Uno iba de noche y cuando eso caían piedras porque había cabras sueltas en el risco, algunas eran salvajes y otras las soltaban sus dueños y le echaban el perro. Alfonso era el número uno con ese negocio, no quedaba donde no se metían. Una vez me vi apurado. Venía con otro y yo traía dos bestias cargadas delante con papas y en una de ellas traía durazneros pequeños para plantar en El Golfo. Veníamos hablando precisamente de eso, porque había cabras enfrente para arriba, y dijo «¡mira el bicho aquel, arriba!»; eso es un peligro, con las piedras, le contesto.
De repente, mientras miraba hacia arriba, Juan Martín ve una piedra caer justo hacia ellos. “Le digo al hombre ¡cuidado!, le tiré mano por la espalda y nos arrimamos pensando que iba a pasar por encima de nosotros”. Ocurrió en un tramo del camino conocido por la Tablada del Charquillo. “Me han pasado cosas en la vida como para uno bajar santos*, pero nunca lo he dicho; cagarme en Dios y cosas de esas, nunca en la vida. Cuando aquella piedra pegó el taponazo dije: gracias a Dios que escapamos. Y él me contestó: «¡Me cago en Dios, pero mató a la vaca!»”.

“Yo traía las bestias alante* y él la vaca atrás y cuando estalló la piedra, una lasca de esas le cayó a la vaca en la cabeza. Se quedó tirada en el suelo”. Entonces le pregunta al que le acompañaba “¿Tú tienes corte?, para desangrarla y aprovecharla”. Aquel hombre le dijo que sí, pero aún le pidió “espera a ver”, con la esperanza de que la vaca volviera en sí. ¿N ves que está tiesa?, le señaló Juan Martín.
“Pero entonces me viene a la idea: los residuos se podían botar allí que no molestaban y traer la carne, pero ¿qué hago yo con la carne de una vaca? Donde había mucha familia a lo mejor le ponen sal, sí, porque antes no había congelador ni nada. ¿Pero yo estoy a la miseria para desangrar la vaca con el peligro que hay aquí, quitarle la piel y todo eso, para ver si después me compran un kilo de carne por caridad?”.
Lo que decide entonces es “botarla para abajo”. Y de repente, cuando fueron a echarla risco abajo, la vaca se movió “y no falto nada para volcarme a mí por encima de ella para abajo”. La vaca había quedado conmocionada por el golpe de la piedra, pero se recuperó. “Tuvimos que sacar una soga (mientras tanto llegaron dos hombres más) y le pasamos una soga por atrás y otra por alante, y cada uno la íbamos sujetando por un lado. ¡Estaba próxima a parir y no perdió la cría!”.
Una piedra mata la yegua y ‘desconcha’ el pie a la jinete
El marchante de ganado Genaro Padrón (93 años) tampoco conoce ningún caso de alguien fallecido por culpa de los desprendimientos en el camino de la Peña. “Que yo recuerde, una vaca y una yegua”, dice.
GENARO PADRÓN:
«Veo a un hombre sentado allí y una vaca amarrada y la otra muerta. Le hice la vaca en cuatro cuartos y le ayudé a cargarla en el burro»
El caso de la vaca ocurrió mientras hacía el servicio militar en La Palma. “Ya te dije yo que antes de ir al cuartel sabía matar una vaca y entonces vengo de permiso a El Hierro. Mi familia estaba en Las Puntas y digo voy a ir al Golfo a verla”. Bajando por el camino, “cuando llegué a La Jarilla, veo a un hombre sentado allí y una vaca amarrada y la otra muerta. Le dije a Benigno el de la Cuesta: ¿Don Benigno, tiene cuchillo? Sáquelo. Le doy un tajo a la novilla y la desangré para quitarle el cuero. Le dije que fuera a casa del tío Melitón a ver si le prestaba el burro y vino con tío Melitón, el burro y dos barquetas. Se la hice en cuatro cuartos y le ayudé a cargar la vaca en el burro. Y él, tocando el burro, otra vez para abajo”.
El caso de la yegua fue, dice “otra vez: una mujer iba montada, cayeron piedras y le cayó una en la cabeza al animal. Mató a la yegua y ella, al caerse, se desconchó* un pie y la llevaron en una sábana para abajo, a Las Puntas. Así que eso es peligroso”.
«Se iba para abajo con las vaquitas, las cabras y lo que uno tenía y a comer gofio y suero»
“Por ahí era por donde se subía hasta con los cochinos. «¿Cuándo se van para arriba, para mudarnos el mismo día para que los cochinos caminen más?» –se decían los vecinos– y nos juntábamos cuatro o cinco para traer a los cochinos caminando de abajo en Las Puntas hasta el pueblo, en Guarazoca. Los de Guarazoca iban de mudada a Las Puntas, en invierno y en verano. Se iba para abajo con las vaquitas, las cabras y lo que uno tenía y a comer gofio y suero”.
*VOCABULARIO alante. Adelante. “En el español rural del Archipiélago de la Isla (Puerto Rico) se oyen tales formas adverbiales anticuadas”, cita el Tesoro lexicográfico del español de Canarias a Manuel Álvarez Nazario en La herencia lingüística de Canarias en Puerto Rico. Estudio histórico dialectal del Instituto de Cultura Puertorriqueña.bajar santos. Expresión popular en Canarias, la única referencia localizada, en el Tesoro lexicográfico del español de Puerto Rico: “Subir y bajar santos. Blasfemar. Expresión que indica una indignación impotente. ‘Maldiciendo bajando cuanto santo hay en el cielo’. Luis Rafael Sánchez, En cuerpo de camisa, p. 118”. desconchar. “Estropear o romper algo. Suele referirse especialmente a dislocar o fracturar un hueso o una articulación” (Diccionario histórico del español de Canarias) ● |