Cantares en la descamisada, con la voz de Elías y la raja de Goyita

Elías Suárez Montesdeoca nació en 1918 y en septiembre entrará en el exclusivo club de los noventones. Ahora, a sus 89, sigue recordando aquellos cantares que su padre trajo de Cuba y él recita entre risa y risa cuando, por ejemplo, va a deshojar millo al almacén de su hermano Neno. [En PELLAGOFIO nº 39 (1ª época, marzo 2008)].
Por YURI MILLARES
En La Jurada, medianías húmedas (aunque menos que antes) de Moya (en Gran Canaria) la mañana transcurre algo brumosa y fresca en el exterior del almacén de Venancio Suárez (Neno) y Amparo Pérez. En el interior, ella tiene preparado un buen montón de piñas de maíz listas para deshojar y su cuñado Elías ha venido a echar una mano. Sentados en unos taburetes bajos empieza la descamisada a buen ritmo: frente a sus 89 años bien servidos, el cuasi noventón Elías demuestra una habilidad ganada con muchos años de experiencia.
«Cuando está la piña en condiciones, se despiña y se corta el palote. Después hay que curarlo al aire, desgranarlo, tostarlo, llevarlo a molerlo y comer el gofio». Y fin de la historiaELÍAS SUÁREZ

Aunque se jubiló a los 65, Elías nunca ha dejado de hacer algo para estar ocupado. “Entretenido está uno mejor que rollendo el coco –se ríe –.Vengo con mi cuñada y la ayudo; a mis hijos les ayudo. En lo que yo pueda; trabajar la tierra ya no puedo”. Mientras habla, va cogiendo piñas del montón, las deshoja (le quita la camisa) con ayuda del espicho* (de caña, aunque Elías lo prefiere de brezo porque dura más) y pone el millo, desnudo pero todavía pegado al carozo, en una cesta.
“¡Lo que yo he descamisado en mi vida!”, exclama el veterano Elías, que pronto acompaña el movimiento de sus manos con los cantares de su garganta, propios para la ocasión:
Ay, masai masai, las naranjas y el limón
que esta noche se ha de saber
si tú me quieres o no
Ay, masai masai, las naranjas y el limón…
Voz gastada
“Ya no puedo cantar –se ríe con su gastada voz–, porque a mí me gustaba…”. Y vuelve a explicar lo del millo: “Va plantado o sembrado, pero sembrado, hoy con los tractores, quedaría la tierra suelta; plantado, clava usted el plantón y echa un grano de millo o dos y de allí sale firme. Después de la planta crecida, se le saca la espiga, porque hacía falta para los animales y porque era conveniente, ya que si venía un viento lo viraba por su mucho peso. Se le quitaba la espiga pero sin despaletarlo, porque si lo despaletaba no echaba piña. Más tarde se le quitaba el cogollo y luego, cuando estaba la piña en condiciones, se despiña y luego se corta el palote. Después hay que curarlo al aire cuando está haciendo sol; y curado que se pueda desgranar, desgranarlo. Luego hay que tostarlo, llevarlo a molerlo y comer el gofio”. Y fin de la historia.
«Cuando mi madre hacía roscas, como ese olor llega lejos, todos los niños del vecindario aparecían a comer roscas»AMPARO PÉREZ

De Cuba
Antes, que había mucha más cantidad de millo porque se plantaba mucho, las descamisadas eran enormes: “Había unas tongas de millo que se pasaban la noche deshojando 15 ó 20 personas hasta las tres de la madrugada –dice Elías–. Y al millo tardío, que se coge cuando está lloviendo, se le deja un robo [una hoja de camisa] y se amarran cuatro piñas juntas y se guindan, y se curan guindadas en un palo o en una vara. Y se cantaba, ¡bueno, que se cantaba! Mi padre fue a Cuba a trabajar en la caña y trajo unas cuartetas cubanas y me las aprendí antes de los 18 años, cuando me llevaron a la guerra. Y no sé darle el deje que lleva, pero todavía me acuerdo de unas cuantas…”
Sí me permiten contarles quiero
lo que sucedió en La Habana
arrimado a una ventana
a su amante placentero.
Muy complaciente y sincero
a su novia enamoraba,
ella quererse dejaba
cuando de repente abrió
la boca y le quitó
media nariz al que amaba.
Acudió la policía,
la gente formó tumulto,
con un lenguaje culto
el suceso referían:
El bodeguero decía
que lo que allí sucedió
fue que el novio le apretó
demasiado en el desliz,
y aunque soy un infeliz
no permito ese relajo,
porque le arranco de cuajo
y le partiera la nariz.
si no fueses un atrevido
yo no te hubiese mordido,
qué tristeza paso yo.
Y ahora para ser fiel
y poderle contentar,
hay que dejarse apretar
y que endulce como la miel”.
Y sigue. “Vamos a por otra. Es más graciosa…”
Entró Goyita la isleña
en una panadería.
Entró Goyita la isleña
en una panadería.
En una tonga que había
robó una raja de leña.
El dependiente hizo seña
al muchacho, dice: ataja.
Ella se metió en la caja
y la agarró la policía
y Goyita les decía:
“Suélteme y le doy la raja”.
«Antes se estaba meses sin ver el sol. Las pobres madres, que antes tenían muchos hijos (mi madre misma tuvo once) tenían que hacer un brasero para curar los pañalitos»ELÍAS SUÁREZ
En las deshojadas participaban vecinos, amigos y parientes y el dueño del millo convidaba con algo. “A los que carecían, se les ayudaba con algo; si no carecían, no, se hacía de voluntad. Mi madre tenía labranza y me acuerdo de una señora, que tiene ya cien años y venía a toda plantada que se hiciera, y siempre le daba un bolso de piñas, un bolso de papas, en fin, siempre le ayudaba con algo porque carecía”. Recogidas las piñas de millo para poner a curar, las camisas también se aprovechaban (y aprovecha aún hoy Neno) para dar de comer a las vacas: “Guardábamos para el invierno porque no se podía segar los campos; le echábamos una apisonada de camisas de éstas y cualquier otra cosa –explica Elías–. Porque en el invierno llovía mucho. Antes se estaba meses sin ver el sol. Las pobres madres, que antes tenían muchos hijos (mi madre misma tuvo once) tenían que hacer un brasero para curar los pañalitos: se ponía encima una cesta de la ropa hecha con caña, se trabucaba* encima y encimba los pañales, porque, si no, no se secaban”.
«Fui al colegio tres meses, en un garaje que había, y no fui más. Como teníamos vacas, los padres decían ‘cuando sepas ordeñar sos un hombre»ELÍAS SUÁREZ

De niño a hombre y unas novias
Elías asegura que “fui al colegio tres meses, en un garaje que había, y no fui más. Como teníamos vacas, los padres decían ‘cuando sepas ordeñar sos un hombre’, y nosotros desde que aprendíamos a ordeñar ya crecíamos –se ríe–. Toda la vida guardando vacas y trabajando a lo duro”. Y no faltaban un par de cochinos bien alimentados en casa que se mataban y daban muy buena carne.
El secreto estaba en el alimento del animal: “Mi madre cogía el millo cuando estaba tierno echando leche, tenía una banqueta pa picarle las piñas tiernas, luego le echaba una lata de millo en grano curado y un cacharro de tabefe* crudo que sale del queso. Y con aquella carne se chupaba uno los labios. Y se sacaba manteca, que hacíamos el escaldón* de gofio, le abríamos con la cuchara al centro y se le metía una cucharada de manteca de esa…”. La boca se le hace agua.
“Pero de los cochinos de hoy no se saca manteca –interviene Amparo–. Usted compra panceta y hace chicharrones y se le queda con aceite, no se cuaja ni se pone blanca como en los cochinos caseros”. Elías interrumpe con unas risas, le han aparecido unas “novias” en una piña: son los granos morados que hay a veces entre los demás de color dorado. “Antes se reían en las deshojadas porque esto eran los novios que tenía el que los encontraba y se decían ‘¿cúantos tienes?’ y se cantaba:
Eres dama de veinte novios
y conmigo veintiuno.
Eres dama de veinte novios
y conmigo veintiuno.
Si todos son como yo
te quedarás sin ninguno.
“¡Que se mueran los feos!”
Junto al millo que plantaba, Elías se acuerda del “sembrar trigo, cebada, centeno, avena, altramuces que son chochos, habas, de todo, porque se criaba porque llovía. Archita, lentejas, arvejas. Y cantando. ¡Y que se mueran los feos! –ríe… y canta–:
Quien tuviera un pico de oro
y una garganta de plata
Quien tuviera un pico de oro
y una garganta de plata
para poderle contestar
a quien tan divino canta.
Y la contesta es ésta:
No hace falta pico de oro
ni gargantilla de plata,
No hace falta pico de oro
ni gargantilla de plata,
para contestarte a tí
sólo con mi garganta basta”.
Ríe más y de paso la memoria le trae otro cantar:
“Cantar bien no hace gracia,
cantar mal hace reír.
Cantar bien no hace gracia,
cantar mal hace reír;
y yo como canto mal
canto para divertir”.
*VOCABULARIO escaldón. Gofio preparado con caldo caliente, también llamado “gofio escaldado” (varias citas en Tesoro lexicográfico del español de Canarias). espicho. “Instrumento hecho deun trozo de caña, cortado oblicuamente en uno de sus extremos y terminado en punta, que se emplea para descamisar” (en G. Ortega Ojeda, Léxico y fraseología de Gran Canaria). roscas. Voz canaria para definir a las palomitas de maíz, cada vez en mayor desuso entre las nuevas generaciones a favor de esta segunda expresión (varias citas). tabefe. Suero de la leche, voz de origen portugués. Agustín Millares Cubas (Cómo hablan los canarios) describe: “El líquido, semejante al suero, que se desprende del queso prensado por la mano del rústico fabricante, mezclado con el excelso gofio, forma la pasta llamada tabefe, delicia de nuestros campesinos”. trabucar. Volcar una embarcación y, por extensión, poner del revés cualquier otra cosa (aquí, una cesta). También, “equivocarse, embarullarse al hablar” (Pancho Guerra, Contribución al léxico popular de Gran Canaria) ● |